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Ethel Hallow
(ATP)
Por Hyon
Escrita el Miércoles 6 de Marzo de 2019, 01:11 Actualizada el Miércoles 13 de Enero de 2021, 18:05 [ Más información ] Tweet
Plan Oculto
La señorita Gullet, quien era la antigua maestra de Ciencias del hechizo en la Academia Cackle y consciente de la seguridad de los terrenos de la escuela. No le había sido difícil ocultarse ante los ojos de la directora y los otros maestros. Liberada por el hechizo que Mildred había lanzado para salvar a su madre de convertirse en piedra. Ella y Agatha, habían podido salir del cuadro donde estaban prisioneras. [Momentos antes] Agatha había podido escuchar todas las discusiones que había tenido Amelia con la señorita Hardbroom mientras estaba encerrada en el cuadro. Acerca de la herencia de Isabela Cackle y del hechizo de petrificación que ella le había heredado a la primogénita. Agatha miro el emblema de su familia en aquel viejo libro de cuentos que su madre les leía cuando eran niñas. Todavía era ese viejo escudo de un gato sentando sobre una luna creciente, con la palabra "esfuérzate" en él.
El cuerpo de Agatha descansaba al lado de Astor. Mirándose el uno al otro, con su mirada fija. Ya sin vida. Otro disparo se escuchó en el aire. Aquel hombre con un chaleco y pantalones de seda, negra, no dejaba de mirarlos. Satisfecho, hilarante ante lo que acababa de presenciar. Las palabras de su amiga aun resonaban en su cabeza, mientras la miraba ahí, tirada en el suelo.
La oficina de la señorita Cackle fue en donde se sintió primero el estruendo. Agatha y la señorita Gullet miraron por la ventana y vieron a los hombres de Astor perseguir a Ethel y a otra niña que iba al lado de ella.
"La misma Agatha de siempre" pensó Gullet mientras la seguía a la entrada del bosque hueco.
Una sonrisa se le dibujo sobre su rostro.
Gullet camino más rápido, vigilando que no hubiera nadie alrededor. Tratando de que Agatha entrara en razón. Pero sabía después años de conocerla, que eso no sería posible.
Agatha se detuvo. Y fue entonces cuando Gullet comprendió en cuanto vio su mirada seria. Que no la acompañaría. Que tenía algo más en mente.
Gullet se encontraba atrás del árbol, agarrándose con fuerza del tronco. Conteniéndose todo lo posible, mordiéndose el labio para evitar ir. En cuanto hoyo un grito provenir de Agatha «No vayas» seguía diciéndose a si misma «no vayas». Mientras recargaba su cabeza en el tronco. Tenia que recordarse una y otra vez que solo habia una oportunidad de tomar a las niñas e irse. Ya no estaban seguras al cuidado de Amelia, no con ella, que seguía el código de brujas al pie de la letra. Y ahora que la Academia Cackle era considerara la peor escuela de brujas del mundo mágico. Ya no tenían credibilidad alguna, algo que pudiera sustentar su palabra, si pensaban decirle algo al Consejo Mágico. Nadie les creería. Ella lo sabía muy bien. La escuela Word Wood se había encargado que así fuera. Siempre estricta, siempre inflexible. Guiada bajo un código muy riguroso de conducta. Una escuela que en vez de guiar, solo servía para que toda alumna que fuera enviada hay, saliera peor de como entro. Hay la supervivencia era del más fuerte. Del mejor adaptado. Agatha le había enseñado como vivir en ese mundo. Y por eso siempre le estaría agradecida En pocos minutos, ya todo había terminado. El disparo. La aparición de aquel hombre. Y después un profundo silencio.
Sus ojos estaban rojos. Y sus mejillas mojadas. Gullet miraba hacia arriba y trataba de controlar su respiración. No podía darle el lujo de llorar, no ahora, que era cuando tenía que tener su mente fría. Pero como hacerlo. ¿Cómo dejas de sentir tristeza?. Cuando volvió a mirar, una profunda ira la embargo. Aquel hombre no paraba de carcajearse como loco. Burlándose. Estaba furiosa. No tenía que pensar mucho, para saber que él tenía que ver algo con todo esto.
Gullet volteo hacia donde se dirigía la voz. Y observo que aquel hombre moribundo se abalanzaba contra el hombre de la máscara, pero estaba demasiado débil. Como para enfrentarlo. El enmascarado rápidamente transformo la pistola en un cuchillo. Utilizo lo último de sus fuerzas para darle un golpe certero. Pero ni siquiera lo toco, era demasiado rápido. No por algo era uno de los pilares de los Asturistas. El hombre apareció por detrás y le inserto el cuchillo. Hablándole a su oído.
Los truenos resonaron por todo el bosque. Gullet vio como aquel hombre mataba a cada uno de los cazadores restantes. Quedando solamente él frente a las niñas. Amelia sin pensarlo le lanzo un hechizo, al mismo tiempo que Hécate. Impidiendo que se acercara más a ellas. Unas ramas empezaron a salir del suelo y a moverse serpenteantemente hacia donde se encontraba él. Aquel hombre rápidamente se volteo y con su mano hizo que las ramas aprisionaran a las tres brujas que quedaban para detenerlo. Pero esmeralda rápidamente recito un hechizo y les prendió fuego, antes de que las capturaran. Provocando que mas sangre brotara de su nariz. Casi a punto de desmayarse.
Gullet rápidamente se tomó una poción. Y teniendo precaución de que nadie la viera, de su mano apareció una rama que estaba amarrada con un pedazo de cuerda, una flor. Poniéndola debajo de 3 árboles. Al mismo tiempo que recitaba un hechizo. . . . Mientras tanto en un lugar lejos de ahí. Oculto del mundo mágico. Había un Aquelarre de brujas, que para ellas el código era obsoleto. Y se regían bajo sus propias reglas.
Ambas mujeres caminaban sobre la pradera, alejándose lentamente del pequeño pueblo que había ahí. Oculto entre el bosque.
Quería escuchar lo que diría. La consideraba como a su segunda madre, y ella era la única bruja que había estado desde la fundación de su aquelarre. Sabía que su madre le tenía mucho respeto a Georgia. Y le había contado cosas que a ella jamás le atrevería a decirle en persona.
. . .
El simplemente se quedó estático. Gullet se había dado cuenta de que las sospechas que había tenido Agatha todos estos años. Habían resultado ser ciertas. Pero tenía que provocarlo mas, si quería que su plan funcionara.
Gullet observo que estaba empezando a alterarlo «¡Eso es!» pensó, mientras trataba de aumentar mas su concentración.
Aquel hombre se abalanzo contra Gullet. No podía permitir que aquella información saliera de ese lugar. La tomo por el cuello, sin que esta tuviera tiempo de reaccionar. Pero ella tan solo sonrió, escupiéndole a la cara.
Los ojos de aquel hombre no solo irradiaban ira o desprecio, sino también una profunda locura. Una obsesión retorcida a lo que Jeremias Astur había deseado hace años. Podía sentirlo, la sed de sangre de aquel hombre emanar por todo su ser.
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