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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Miércoles 13 de Enero de 2021, 10:53 [ Más información ] Tweet
(III) Capítulo 32: Intolerancia
Había dos personas que toleraban la presencia de Alice Longbotton. Una, Peter Greenwood, había decidido ser el salvavidas y flotador de Albus cuando este hubo vuelto a Hogwarts. Por tanto, no tenía apenas contacto con ella. Sabía que, de algún modo que Alice no llegaba a comprender, Peter ni siquiera se había enfadado con ella. Le había dicho algo como que sin ella no lo habrían rescatado. Pero Peter Greenwood veía más urgente cuidar el alma oscura que estaba forjando su mejor amigo. La otra persona que podía llegar a entender a Alice Longbottom se había quedado en su casa cuidando a su familia. Echaba de menos a Scorpius Malfoy porque era el amigo que, hiciera lo que hiciera, siempre le apoyaría. Parecía extraño que personas tan diferentes como la impulsiva Alice y el racional Scorpius fuesen más amigos de lo que la mayoría imaginaba. Eran esa clase de amigos que se ayudaban sin pedir nada a cambio. Era cierto que Scorpius siempre preferiría a Rose y a Albus antes que a Alice por razones obvias. Sin embargo, jamás le vetaría un lugar en su círculo de amigos, incluso cuando supiesen que les había engañado y que seguía colaborando con el Ojo. Scorpius pensaría que lo haría por alguna razón. Eso era lo que habían hecho. Rose y Albus no le hablaban. Tampoco era que entre ellos hablasen mucho. Alice sabía Rose, desde el rescate, se había vuelto una rata de la biblioteca y cuando no estaba con Albus, se iba con su prima Lily. Miraba a Alice con desdén, como una sucia traidora. Lo que era, ¿no? Con Albus era más complicado porque estaban en la misma Casa y en las mismas clases. Se le había acabado el permiso de adaptación. Y era una persona totalmente diferente. A Alice le dolía verle, pues el muchacho la culpaba. O más bien, la acusaba a ella de todo lo que le había pasado en silencio. Albus la torturaba, ya que, mientras que Rose la ignoraba y se alejaba de ella, el joven le miraba con desprecio e incluso le susurraba palabras dolientes. En ese momento, Alice lo tenía justo en frente. Se había ido a la sección de todos de la biblioteca a estudiar, nadie salvaba a los alumnos de los exámenes finales. Cómo no, Albus se sentó en frente de ella. Solía seguirla, incluso. -Para ti también será una tortura.- susurró la joven. -Te estoy vigilando.- respondió simplemente. Claro que lo hacía, era su forma de asegurarse de que la traidora estaba quieta y de que no dañaría a nadie más. Alice sabía que había roto el corazón de Albus, que no solo la estaba odiando por engañarles, sino por engañarle a él concretamente.- Eres una persona despreciable, Longbottom.- añadió, volviendo a su libro. Alice lloraba por las noches. ¿Qué podía hacer? Nada, la tenían pillada hasta el cuello. Aunque desde aquel día, Driggs no le había vuelto a decir nada más. -Nadie salió herido. La mirada de Albus fue tan asesina que incluso le dolió como si fuese un puñal. -Mi hermano. La joven sabía que su hermano estaba en un centro de entrenamiento en Estados Unidos para que le enseñasen a ser un hombre lobo no salvaje. Ella lo sabía por su padre. Ellos no, no podían saberlo porque era secreto. Porque en el momento que alguien se enterase de que ese centro existía, correría peligro: los hombres lobos aun asustaban a una gran parte de la población. Entrenarlos no era una idea bien acogida. Otra cosa más que le ocultaba a Albus. Ya había asimilado el hecho de que jamás la perdonaría. Lo entendía. -Tu hermano estará bien, Al.- le respondió.- Y lo sabes, fue como con Ted. -Se mordió el labio. Supo que aquello no le iba a reconfortar. Y que se iba a arrepentir de lo que estaba a punto de decir.- Intenté rescatarte antes.- susurró. Y era cierto. Lo había intentado cientos de veces cada vez que la llevaban al castillo. Pero supuso que el Ojo sospecharía que lo haría. Por eso, siempre lo cambiaban de habitación. Y cuando la llevaban allí para tortúralos a ambos era con los ojos vendados. Aquello había acabado separándolos. Quizás era lo que el Ojo siempre quiso. Después del discurso que había dado el Ministro en el Gran Salón, supo que eso era lo que estaba haciendo el Ojo: separándolos. -La de cosas que has podido evitar…- le espetó Albus. Alice sabía que su amigo iba al psicólogo, y que los avances que hacía eran sumamente lentos. Su padre le había dicho que el muchacho había madurado de pronto. Que su personalidad era tan distinta que quizás el Albus que ella conocía jamás volviese. Era una persona oscura ahora, sedienta de justicia. Era un héroe oscuro, como lo había denominado el propio Diggory. Ella había tenido una consulta con el mago, le había pedido que ayudase a Albus, que ella fuera la única que podía hacerlo. Aquel hombre sabía tanto y tan poco.- Podía haber sido feliz contigo. Aquello le rasgó el corazón. Era cierto. Antes de que fuese secuestrado, ellos habían sido felices. Más Albus que Alice, pues la muchacha tenía que lidiar con las amenazas que concernían a su familia. Y Alice sabía con absoluta certeza que jamás podría estar con una persona como había estado con Albus aquellos días. -Puedes ser feliz, Albus. Sin mí. La mirada que le dirigió el joven la destrozó por dentro y a la vez, por muy egoísta que aquello fuese, la reconfortó. Sintió un cosquilleo en su interior. Estaba nerviosa de pronto. Sabía que aquello estaba mal. Que no podía dejar que aquello ocurriese. Era demasiado egoísta. Pero el saber que él quería ser feliz solo con ella le dio más que esperanzas. No podía derrumbar de nuevo a Albus. Los ojos de Albus se habían empañado levemente. La había perdido. Él creía que la había perdido. No era que la hubiese rechazado, sino que la había dejado marchar. Se había rendido. No soportaba que ella la engañase. Pero no la había apartado de su vida. Simplemente parecía que ya no podía estar con ella igual. Lo que había perdido eran aquellos días en los que ambos disfrutaron. Pero ella seguía siendo ella y, aunque él fuese un héroe oscuro, era Albus. -Los momentos que marcan nuestras vidas son los que muestran como realmente somos.- citó el joven de algún escritor muggle. -Y yo te salvé, fui a por ti.- le contestó Alice. Albus la miró, pudo ver algo del antiguo Slytherin. Se rascó la cabeza, estaba inquieto. Suspiró. Exhaló aire lentamente. Parecía estar reteniendo demasiados pensamientos a la vez, demasiados sentimientos. -Y eso es lo que más me irrita del todo. -La muchacha se sorprendió ante aquella respuesta.- Una parte de mí quiere perdonarte, porque sabe que en realidad quisiste salvarme, que hiciste todo lo que pudiste para mantenerme vivo. Pero la otra, la otra me hace odiarte por todas las cosas podían no haber ocurrido y que tú sabías. Porque no eres valiente, o al menos eso es lo que esa parte creo. Y creo que quiero protegerme. De ti. -Albus… -Joder, sigo enamorado de ti. Después de todo lo malo que has hecho, ¡me abandonaste solo en esa sala! Confiaba en ti… Me han cambiado. Lo siento, Alice. Pero la parte de mí que quiere perdonarte… No la encuentro. Está perdida. Dicho eso se fue. Estaba temblando. Lo vio alejarse con prisa, como si estuviese escapando de un incendio y ya se hubiese quemado. Alice también tembló. Porque ella también sabía que le había perdido. Y porque jamás cesaría de estar enamorada de él. Sentía un calor en su interior que agradeció unos segundos. Él seguía enamorado. Tenía que recuperarlo. ¿No lo perdería si se daba por vencida? Tenía que luchar. Demostrarle que ella era valiente. Que era tan noble que le estaba dejando la odiase solo para que pudiese seguir adelante. Para su sorpresa, Rose Weasley apareció por el mismo sitio del que había salido Albus. No se había percatado de la presencia de Alice allí, por lo que tardó en darse la vuelta de sopetón al verla. Aquello le dolía igual. Rose era su mejor amiga. Y ella era aún más cabezona que Albus cuando quería. Les había dividido. -Longbottom.- conocía esa voz perfectamente. Renata Driggs se sentó en frente de ella. No había nadie en ese rincón de la biblioteca que pudiese delatarles. Aunque nadie lo haría, pues ya muchos creían que el hecho de compartir habitación las había unido.- Tengo noticias para ti. -Sorpréndeme. -Lo harás…Es de tu hermano.- la joven se sobresaltó. Miró a Renata con recelo. -¿Qué?- espetó sin pudor Alice. Había descubierto que Renata Driggs no era la repelente niña bonita de Slytherin que siempre había creído. O sea, sí que lo era. Era molesta y, en muchas ocasiones, había llegado a odiarla fuertemente. De hecho lo seguía haciendo. Seguía siendo un perro fiel al Ojo. Pero había visto un haz de luz en ella. Renata había visto en Alice una especie de amiga. Al parecer, toda la amistad entre los jóvenes miembros del Ojo en Hogwarts era bastante forzada, muchos no se aguantaban entre sí. Renata no soportaba a ninguno, eran demasiado violentos y sádicos para su gusto. -Oh, ha sido una estupidez por parte del Ojo… -¿Te estás rebelando Driggs? Ella se indignó. -No. Eso no lo haré nunca, aunque a veces me entren ganas… Pero Gwendoline Cross sí lo ha hecho. No se sabe por qué, creen que se ha enamorado de tu hermano y se lo ha llevado a no saben dónde para rescatarlo de la muerte. Aquello era mucha información que procesar. -¿Iban a matar a mi hermano? -Hizo que le expulsarán para venir a decirte que dejases de colaborar por él. Descubrió a Cross y… Hay muchos que creen que es potencialmente peligroso. Le están dando caza. A él y a Cross. -¿Por qué me dices eso, Driggs?- el corazón de Alice se aceleró. Pensó en miles de situaciones en las que su hermano podía estar solo con Cross. Era muy peligroso. -¿Por qué crees? Le dirigió una mirada de comprensión. Y asintió, agradeciéndole aquello. Si se lo decía a su padre, ponía en peligro a Renata Driggs y a su hermano, pues si ni el Ojo los había encontrado aún, él tampoco lo haría. Los aurores jamás la ayudarían. Y, de todos modos, ¿por qué ayudaría Cross a Frank? Pensó en personas que pudiesen ayudarle, pero solo pensaba en sus amigos. Aunque quizás debería dejar de emplear esa palabra para referirse a ellos, cuando no era correspondida. Rose Weasley rugió para su interior. No sabía por qué. Sabía que Alice seguía colaborando con el Ojo. Pero, ¿qué era aquello? ¿Un hermano? ¿Desde cuándo Alice Longbottom tenía un hermano? Aquello le pareció surrealista. Y si lo tenía, no quería entrometerse. Alice ya había hecho demasiado daño. Se arropó con la carta que estaba a punto de mandar. Sabía a quién tenía que mandarla exactamente. Lo acababa de reafirmar tras ver aquella escena en la que su amiga no sentía remordimientos al simpatizar con el enemigo. La leyó por última vez antes de dirigirse a la lechucería. "Señor Aaron P. Lennon, Le escribo para comentarle un par de cosas que se han observado dentro del Castillo de Hogwarts y que veo necesario que le sea entregado a un periodista tan alabado como usted. Sé que El Profeta no es el mejor periódico al que enviar esta clase de información, pero confío en que usted sea el único de la redacción con la capacidad necesaria para alentar a la población. Creo que el Profeta es el periódico que mueve a la población, para bien o para mal. Esta vez espero que para bien. Estamos rodeados de traidores. Y dentro del colegio, no diré si lo observo como profesor o como alumno, se han ido analizando una serie de sucesos de los que me veo obligado a comentar. ¿Hay alumnos miembros del Clan del Ojo dentro de los muros? Muchos. ¿Son los Badmood hijos de McOrez? Sí. ¿Por qué están siquiera en el colegio?¿Interesado por los miembros del Ojo? ¿Quiere que nombre a algunos? Zoe McOrez, Frank McOrez, Derrick Collingwood, Renata Driggs… Y se sorprenderá con el nuevo fichaje: Alice Longbottom. Si le escribo es para que sean expulsados. Si la prensa sirve para algo, es para hacer presión en la política. Así, si estos alumnos son expulsados, aseguraremos la seguridad de nuestros alumnos. Reúnase conmigo el último día de clase escolar de Hogwarts en las Tres Escobas. Última mesa a la derecha."
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