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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Lunes 25 de Enero de 2021, 16:18 [ Más información ] Tweet
(III) Capítulo 21: Per aspera
Se había cortado con la cuchilla de afeitar. No solía hacerlo. Pero estaba algo alterado. Confiaba plenamente en Harry Potter. Había descubierto que no era el increíble e indestructible mago que todos decían. Era una persona normal. Sí, contaba con hazañas increíbles, todas ciertas. Pero su día a día era tan similar al suyo que debía sentirse abrumado por la rutina. Y, ¿confiaba el mago más influyente de Inglaterra en él? Estaba empezando a dudar de ello. Entró en su despacho. El hombre de ojos esmeralda no se percató del corte de su barbilla, porque no era una persona observadora. De hecho, no lo encontraba inteligente, sino valiente. Había una gran diferencia entre ambos calificativos. Había acudido a su llamada, porque parecía importante y porque, además de su dependencia hacia Lebouf, cuya presencia escaseaba desde la amenaza del Ministro, y hacia él mismo, el extravagante Ed Whitehall, era conocida en el Departamento. Le miró con ojos nerviosos. Últimamente lo hacía muy a menudo. Suponía que era algo normal cuando su hijo había secuestrado por unos terroristas que atentaban contra la seguridad global. Debían de estar todos cagados hasta las trancas. Pero hacían ver que no estaba pasando nada en absoluto. Porque, ¿qué era exactamente lo que sabían de lo que estaba pasando? Nada en absoluto. Rio para sus entrañas mientras se saludaban cordialmente. -¿Puedo antes preguntarte algo, Potter?- preguntó, sentándose cómodamente en el sillón que ya era prácticamente suyo. -Dispara.- Ed Whitehall obvió la expresión anticuada del británico. El auror americano arrugó su frente. -He estado vigilando la casa de Cayo McOrez. Está en un distrito muggle londinense alejado de las cámaras de seguridad, pero en una calle que hace esquina hay una cafetería con una cámara. La verdad es que no se ve una puta mierda, pero con un informático mago que me he traído de Washington hemos podido hacer maravillas y tener plena visión de lo que ocurre en su portal. Es curioso, ¿sabes? Porque parece que todos los visitantes entran con polvos flú. Pero hemos encontrado algo bastante… Interesante. ¿Tiene algo que ocultarme de los McOrez? ¿Alguien que conozca que, bueno, los conozca? Soltó un suspiro. Miró a Harry. Seguramente sabía a quién se refería. -Pensé que no era importante. Ed Whitehall procuró moderar su expresión. -Bueno, podría habérmelo dicho. -Pansy Parkinson puede casarse con quien quiera. Sí, la conocíamos de Hogwarts, pero eligió el camino opuesto a Draco y… Bueno, no podemos acusarla como tampoco podemos acusar a su marido. Es cierto que muy poca gente conoce que ella es la esposa prácticamente oculta de Cayo McOrez, pero igual es mejor así. Hablaba con pura sinceridad y se le notaba en los ojos. Quizás Ed no debía contárselo. Quizás no era el momento. Por ahora, Harry Potter no sabría que Ginevra visitaba a los McOrez. Y él no se haría cargo de ir extendiendo el rumor. Se lo guardaría. -De acuerdo, sí, tiene sentido. Aun así seguiré vigilando esa casa… Una nunca sabe lo que puede encontrarse.- carraspeó y se estiró.- ¿Para qué me querías? Harry Potter seguía nervioso. Estaba de pie, y rara vez ocurría aquello en una reunión con él. Se acercó a él y le incitó a levantarse. Acto seguido se dirigió a la puerta de su despacho. -Vamos. -Ed tardó en reaccionar y seguir los pasos del jefe del Departamento.- ¿Te acuerdas de la carta que interceptamos? La que iba para mi hijo. -La de Lola Morgan. Sí, era interesante, la verdad.- Harry le miró con reproche.- ¿Qué? La autora es una adolescente que bebe alcohol y se droga, ¿esperas que la crea al cien por cien? El hombre pareció algo ofendido. Ed bufó. Había miles de casos así en Estados Unidos: niños que creían en la magia y que decían haber visto hechizos. Resultaban ser falsas alarmas la inmensa mayoría. Era algo común en la adolescencia creer en lo imposible. Dejarse llevar por la ilusión de que uno puede volar. A él le había pasado. Su tío le ocultó el mundo mágico para protegerle. Pero la carta de la Academia Mágica fue inevitable. -Hay más pruebas, hemos estado investigando, Whitehall.- dijo mientras se dirigía a la sala de interrogaciones, anticuada y sacada de aparentemente principios del siglo XX.- El doctor Morgan es un médico impoluto, pero uno de sus antiguos alumnos, el doctor Finn Reagan, ha declarado que desde que trató a la paciente Imogen Smith, su comportamiento ha cambiado mucho. La sacó del centro clínico cuando solo ocurre en casos de evacuación. Eso es importante. Y también el hecho de que no hemos encontrado ninguna información de Imogen Smith, solo que su supuesto hermano la trajo a principios del verano pasado… Y en cuanto a Lola, déjeme decirle que fue amiga de mi hijo durante mucho tiempo y la he tratado personalmente. Su abuela se murió hace un año o algo así por un infarto, pero en su primera declaración, la nieta confesó que vio al asesino desaparecer en el aire. Sí, puede ser que beba y que se drogue, pero sus padres murieron cuando ella era un bebé y, después de su abuela, solo tiene a un tío abuelo… así que puede perdonársele. -Son problemas, sí, pero no son problemas que atenten contra el mundo mágico. -repitió Ed. Harry Potter seguía andando por el pasillo. -Cámaras de seguridad, Ed. Tú las has usado. Nosotros también. Londres está repleto de ellas. El día que el doctor Morgan sacó a su paciente del centro clínico, ¿sabes dónde lo llevó? Al andén nueve y tres cuartos. Es la misma muggle que ocultó McGonagall, según la corazonada que me ha confirmado Madame Pomfrey…. - Ed tuvo que pararse en seco. No se esperaba aquello. Harry Potter lo miró de reojo.- Creo que sí atenta con la seguridad del mundo mágico. Aparecieron en el andén justo el día del ataque a King's Cross. Sí, quizás fuese coincidencia. Pero esa muggle sabía la entrada al mundo mágico. Y se la ha enseñado a ese muggle. Y eso es un delito. Ed asintió, cuando ambos se detuvieron ante una puerta de interrogatorio. Aun no entendía del todo por qué lo había llevado allí. Quizás tenía que atender a una cita con la justicia y no tenía tiempo para hablar con él. -Pues habrá que borrarle la memoria. Entonces Harry le miró con una expresión de extrañeza. -Está aquí. Abrió la puerta de la sala de interrogatorios. Imogen Smith estaba allí. Supo que era ella porque era la única que desentonaba entre dos aurores de negros y ellos. Tenía la tez casi tan pálida como las paredes blancas. Y su cabello platino se confundía con su abrigo beige. Les miraba con unos ojos claros temerosos. -Tú eres Harry Potter. Ed Whitehall supuso que todos los presentes sintieron un escalofrío. O quizás un sudor frío. Era una muggle que conocía el mundo mágico. Una muggle sin registro. Una completa desconocida que incluso se había colado en Hogwarts. -Encantado.- dijo sin rastro de burla el aludido. Se sentó en frente de ella y la examinó.- Ahora dime cómo sabes eso. Ella se encogió de hombros. Como si aquel interrogatorio fuese parte de la vida diaria. Tenía una expresión que parecía propia de una paciente de un centro psiquiátrico. Igual estaba loca. Igual era una demente y se estaba quedando con todos ellos. -Me hablaron de ti. -¿Quiénes?- preguntó Ed, casi al instante. -Les llamáis el Clan del Ojo. Ed Whitehall soltó una risa sarcástica. -Claro que fueron ellos.- se acercó a ella, la que miraba intensamente a Harry Potter.- Dime, rubia, ¿cómo demonios los conoces? ¡No los conocemos ni nosotros, joder! Volvió a encogerse de hombros. -Me secuestraron y me tuvieron encerrada años… Olivier Onlamein me ayudó a escapar cuando rescataron ustedes a Victoire Weasley. Me llevó a Hogwarts, pero eso ya lo sabéis. Hasta que el hijo de McOrez me llevó a un centro psiquiátrico. Me hechizó para decir la verdad, así que irremediablemente me tomaron por loca. Tuve que demostrarle que la magia existía para poder salir de allí. Y aquí estoy.- suspiró, cansada, como si hubiese dicho aquel discurso cientos de veces. -¿Sabes por qué estás aquí?- preguntó Harry Potter, con cierto escepticismo. -Sé que es un delito descubrir la magia, y más aún mostrarla… -¡Puedes estar inventándotelo todo!- exclamó exasperado Ed, sin creerse una palabra de aquella joven. No podían haber dejado entrar a una muggle en Hogwarts. - ¿Cómo lograste entrar? ¿Cómo? -Minerva lo sabe. Pueden preguntárselo. Y a Madame Pomfrey. -Minerva está muerta, señorita Smith.- sentenció bruscamente Ed Whitehall. Por primera vez, la joven cambió su expresión y bajó la cabeza tristemente. -Madame Pomfrey puede decir que estuve allí. Y Rose Weasley. Y la novia de Ted Lupin también. Y Ted Lupin. Me han visto. Me han visto prisionera. -Es usted un peligro para el mundo mágico.- dijo Harry Potter seriamente. -¿Por qué?- preguntó inocentemente Imogen Smith. -Porque le ha mostrado a un muggle el mundo mágico, y los muggles son envidiosos. Se lo habrá dicho a alguien. También se lo ha contado a su sobrina nieta. Y ella lo está diciendo. Y está viva, que es lo más importante. Lo que significa que ellos le quieren viva. Y eso es peligroso. Para todos nosotros. -También está usted poniendo el mundo mágico en peligro secuestrándome, el doctor Morgan vendrá a por mí. Sabe cómo entrar en el mundo mágico. Sabe muchísimas cosas que todos vosotros desconocéis… -Cuéntanoslas, joven.- dijo con autoridad Ed Whitehall.- Puedes empezar diciéndonos si sabes algo de Ivonne. Dio un respingo. -¿Por qué? Estaba asustada. Ed Whitehall podía oler su miedo. -Digamos que tenemos que encontrarla para salvar vidas importantes.- le contestó Potter.- Así que, sí, demuéstrenos que no está usted loca y cuéntenos que sabe de Ivonne. -No.- negó ella, con una expresión de horror en el rostro.- Nos matará a todos. -¿Qué sabes de ella?-insistió tenazmente Potter. -Muy poco.- susurró.- Y no quiero saber más. Solo sé que la necesitan. Y que cuando la tengan… Cuando la tengan moriremos todos. Es peligrosa. Es mejor si nunca se encuentra. Ellos saben que se volverán dioses, y si ahora les teméis… Cuando Ivonne esté en sus manos, no tendréis posibilidades contra ellos. Harry Potter tragó saliva lentamente. Aunque eso también lo habían dicho de Voldemort, ¿no? Suspiró y miró a aquella amenaza para la seguridad mágica. Si la dejaba allí encerrada, el doctor Morgan descubriría el mundo mágico al resto del mundo para intentar rescatarla. Y si la dejaba salir, ella lo haría. -Colaborarás con nosotros. -sentenció Ed Whitehall.- Es la única forma que tenemos de mantenerte vigilada y que no te quejes, ¿no? -No creo que pueda… Aún me vigilan y me obligan a contarle todo lo que sé- dijo ella. -Mi ahijado, Ted Lupin, se encargará de ti al principio. Has dicho que lo conoces.- La joven asintió. -¿Tienes algo más que contarnos? Murmuró algo. -Puede… Puede que sepa algo más de Ivonne.- dijo, captando la atención de toda la sala.- Tuvo contacto con la familia Morgan. Creo que… Creo que puede estar muerta.
"Tengo esperanza en que eduques a nuestro hijo como una persona tolerante y amable. Quiero que sea lo que la gente vea de nosotros, no nuestro pasado. Quiero que Scorpius se sienta orgulloso de cómo su padre ha cambiado, Draco. Y tengo la esperanza de que puedes hacerlo." Y lo había conseguido. Draco Malfoy no podía mover nada de su cuerpo. Estaba cubierto por halo de luz verde. Estaba muerto. Su rostro estaba envuelto en esa verdina mortífera. Sabía que podía pestañear. Había perdido la capacidad de hablar. Y su corazón latía lentamente. Parecía como si en sus últimos días el proceso se ralentizase. Había acelerado, se lo había dicho todo el mundo. Lo que al principio iba a ser un año de esperanza, se trataba ahora de horas. Había visto a Daphne Theia. Y se había enamorado de ella. Era igual que Astoria. Tenía unos profundos ojos marrones redondos. Unas mejillas sonrosadas. Y un cabello castaño algo rizado. Tenía incluso la nariz respingona de su mujer. Sin embargo, se desprendían rasgos afilados y la palidez de su piel era completamente Malfoy. Y se alegraba de que fuera como Astoria. Quería que su hija heredase el carácter pasional, tolerante y sabio que había garantizado a su hijo Scorpius un futuro brillante. Sin ella, Scorpius habría sido igual que el joven Draco que medio Hogwarts repudiaba. Sin ella, su hijo jamás le habría hecho sentir un orgullo inmenso. Y sin ella, por absurdo que pareciese, no habría conocido el amor. Amaba a Astoria. Al principio, le costaba adaptarse a su personalidad abierta, amable y hospitalaria. Parecía que aquella niña tenía una predilección por las causas perdidas. Por él. Ella le amó antes que él. Le guio por un camino que para él no existía. Se mostró cariñosa con él cuando él jamás lo había sido. Y tuvo esperanzas en él. Aquellas palabras que ahora recordaba era una súplica de Astoria hacia él. Cuando se quedó embarazada, Astoria tuvo miedo de que su hijo fuese la diana de todo el odio hacia la familia de su marido en Hogwarts. Le hizo prometer que lo educaría de forma diferente. No solo fue Scorpius, como Harry Potter creía, lo que hizo cambiar a Draco. Fue Astoria. La que en ese momento aguantaba las lágrimas sosteniendo a su hija en frente de él. Le miraba con infinito amor a sus ojos, sabía que era el único órgano que respondía. Se odiaba por tenerle que hacer pasar por aquello. Si hubiese sabido aquello… Hubiese sido siempre una buena persona por ella. Astoria lo hubiese merecido más que un desgraciado inútil y prejuicioso marido al que tuvo que educar. Más que un moribundo padre de sus hijos al que se le escapaba la vida en cuestión de segundos. La amaba. Y admiraba la tenaz mujer en la que se había convertido, a pesar del desgaste que sufría por el parto y la situación que presenciaba. Eran los últimos minutos de Draco Malfoy. Su último momento. Scorpius estaba allí. No quería mirarle. Y su padre sabía por qué. Sabía no quería dejarle la imagen de un hijo perdedor y débil, sino la de un hombre fuerte y con coraje que sabía que era, aunque se derrumbase ante los demás en ese momento. Le dirigía miradas de miedo. Porque ningún joven podía tener más miedo a perder a su padre que él. Al contrario que su madre, y obviando la expresión consternada del joven, gozaba de un aspecto increíble. Figura alta y atlética y un rostro atractivo, la mezcla perfecta de los rasgos de la familia Malfoy y Greengrass. Harry le contó que estaba haciendo todo lo posible por recuperar a Albus, más que cualquier auror del Departamento. Que era un alumno destacado y que le recordaba al propio Malfoy jugando al Quidditch. Jamás dejaría de enorgullecerse por su hijo. Estaban solo ellos cuatro en la habitación. Y sabía que Harry y el Weasley que, muy a su pesar, le había salvado la vida durante esos días, se encontraban detrás de la puerta. Esperando a que soltase la última bocanada de aire. Solo ellos sabrían que había muerto como un héroe. ¿Quién se lo iba a decir al Draco Malfoy de quince años? ¿Quién le iba a decir que estaría eternamente agradecido a Harry Potter? ¿Quién le diría que acabaría siendo un padre ejemplar y educando a un Gryffindor excelente? ¿O que moriría por proteger muchos de los valores que atacaba antes? Moriría como un héroe, evitando que su familia sucumbiese de nuevo al mal. Impidiendo que se dejasen llevar por la ambición y el poder. Dejándolos seguros en un mundo hostil lleno de buenas personas. Porque al final, las buenas personas eran las que ganaban, y no porque fuesen héroes, sino porque eran más poderosos. La luz era más acogedora. Y los momentos en los que uno se daba cuenta, eran los que más te rasgaban el alma. Los más oscuros. Una lágrima salió de su ojo izquierdo. Scorpius fue el primero en darse cuenta y acudió a su regazo. Se la limpió con sumo cuidado. Pudo observar sus labios fruncidos y sus ojos llorosos. -Te vengaré, padre.- susurró. No. Draco no quería que le vengase. Se odió por no poder decírselo. Que la venganza era nociva para el alma. Que le corrompería por dentro y cambiaría por completo. No podía dejar que su hijo se convirtiese en él. -Scorpius, no.- murmuró Astoria. -Lucha por él. Astoria había visto los ojos asustados de Draco seguramente, y, como siempre, hasta el último momento de su vida, le ayudaría. Astoria Greengrass. ¿Por qué no se enamoró de ella antes? Scorpius rompió a llorar. Draco Malfoy había cerrado los ojos. Se apagaba el alma de otro héroe.
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