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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Miércoles 27 de Enero de 2021, 11:55 [ Más información ] Tweet
(III) Capítulo 17: Grata sorpresa
-Nos casamos. Nadie se lo creyó. Al menos, eso decían sus rostros. Atónitos. Como si de pronto hubiesen sido desconectados. Como si la sangre de sus caras hubiese dejado de fluir. ¿Tan poco era para tanto, no? ¿No era ese uno de los momentos que llevaban esperando años y años? Él sonreía jovialmente. Su rizado pelo rojizo estaba cuidadosamente peinado. Vestía una camiseta de manga larga de color gris y unos pantalones vaqueros. Había dejado su look de domador de dragones. Ella se lo había pedido. Decía que no era agradable para la vista. Sus pantalones de talle alto rejuvenecían su figura. Miraba, con sus cálidos ojos rasgados, a la familia del que iba a ser su marido. Tenía el estómago encogido, y si no fuese porque la estaba cogiendo de la cintura, se hubiese desmayado hacía rato. No solo era la primera vez que veía a sus futuros suegros, o a la mayor parte de la familia Weasley reunida, sino que les habían soltado una noticia delicada, parecía ser. -¿De qué estás hablando, Charlie?- soltó George Weasley. El aludido se mordió el labio y miró con alegría a cada miembro de la Madriguera que se encontraba allí. George parecía el más afectado. Su mandíbula iba a rozar el suelo. Ya no portaba ese aspecto depresivo del que le había costado despojarse. Angelina soltó una risita, que no llegó a sus ojos. Quizás aquella situación le resultada paradójica o simplemente absurda. Percy parpadeaba varias veces y asentía como sin acabar de procesar la información. Bill le miraba como si fuese un rompecabezas. Fleur era la única que parecía contenta por la decisión de su cuñado. Victoire le secundaba, anidando al joven Remus en sus brazos. Ted le miraba con una mezcla de sorpresa y desconcierto. Hermione, a su lado, aguantaba la risa. Ron estaba paralizado, así como Arthur y Molly. Ginny fue la primera en salir de aquel estado. Corrió a abrazar a su hermano mayor. -Enhorabuena, Charles.- le susurró en el oído y le besó la mejilla. Miró a Alexis, su acompañante. Y le dio un acogedor abrazo.- Bienvenida a la familia. -Fe…Felicidades, hermano.- dijo Bill. -Sí…Felicidades, enhorabuena, buena suerte.- Percy aún seguía parpadeando seguidamente. -¡Joder, hermano!- George Weasley fue a abrazar a su hermano.- ¡Una boda! Siempre pensamos que morirías soltero con docenas de dragones en tu jardín… Fleur se acercó a Alexis. -¿Estás preparada para formar parte de esta familia?- le preguntó con cierta burla, dándole un abrazo.- Esta es Victoire y este es mi nieto Remus. Alexis hizo un gesto con la cabeza. Definitivamente se había quedado muda. Ted se acercó a Alexis. -Yo soy Ted Lupin, ¿tú eres la auror que tiró Moonlight de un acantilado para que desapareciese en el aire, verdad? La mujer rio. -Y tú eres su amigo, ¿no? -Alexis agradeció que alguien fuese de algún modo cercano a ella para hacer menos tensa aquella situación. El joven rio. Miró a Ron, a Arthur y a Molly. Los tres seguían paralizados. -Bueno, mamá, papá, ¿os acercáis para que os presente a Alexis? -Alexis.- dijo su madre, como tragándose algo duro de masticar. -Claro, hijo. -Por los calzones de Merlín…¡CHARLIE! ¡Casarte! Pero… Pero…Creía que eras el único hermano inteligente que nos quedaba…- dijo eso con temor, como si fuese a cometer el mayor error de su vida.- No sabes lo que estás haciendo, ¡huye antes de que tengas hijos y te chupen todo el dinero que traes a casa! -Hermione le dio una colleja. Ron miró con desesperación a su hermano.- ¡No dejes que te dobleguen! La familia se sintió un poco incómoda, todos miraban de reojo a Alexis. Esta soltó una carcajada. Charlie la secundó. Hermione rio también algo nerviosa. Todos rieron para suavizar el comentario de Ron. -Nos gustaría celebrar la boda cuando estuviese Albus, así que lo esperaremos para empezar con los preparativos.- dijo Alexis. En ese momento, se ganó el corazón de todos los Weasley. Remus comenzó a llorar y Victoire se dirigió a la cocina para calmarlo. Quizás tenía hambre. Quizás había manchado el pañal. O quizás simplemente lloraba por llorar. Los bebés eran tan complicados. Ted la había seguido. Echó agua en un vaso y se la bebió. Miró a Victoire. -Menuda noticia, ¿eh? ¿Conocías a Alexis? Victoire negó. No podía confesar que se había puesto algo celosa porque Ted conociese a la despampanante mujer de la habitación que era la novia de uno de sus tíos favoritos y ella no. Se había sentido como una sobrina sin importancia. Quería hacer reír a Alexis como Ted había hecho. Por muy infantil que sonase, Charlie era su tío. -¿Qué opinas sobre que se casen, Ted?- preguntó mientras olía el pañal de Remus, quien había empezado a jugar con el largo pelo de su madre. -No me parece mal, es decir, si se quieren… Supongo que si esperan algo más serán demasiado viejos.- respondió sencillamente. Comenzó a jugar con los labios de su hijo y entornó los ojos. Lo amaba. -¿Crees que nosotros deberíamos esperar? -¿A qué?- cuestionó distraído. Miró la seria expresión de Victoire. Puso los ojos en blanco.- ¿A casarnos?- bufó.- ¿Lo ves necesario?- se burló. Victoire frunció los labios. Retiró a Remus de Ted. Miró al padre de su hijo con desafío. -Creo que deberíamos casarnos. -Oh, Vic, somos demasiado jóvenes… La joven alzó las cejas. Llevaba esperando ese momento mucho tiempo. Demasiado tiempo. Se lo habían imaginado miles de veces en su imaginación. Y nunca, nunca, era así. -O sea…-comentó con retintín.- ¿Somos demasiado jóvenes para casarnos pero no para tener un hijo? La mandíbula de Ted se encajó con fuerza. Su expresión cambió a algo de enfado. -No tenemos por qué casarnos, Vic. Si tenemos a Remus, es porque nos queremos, no necesitamos una celebración para confirmarlo… A no ser que la pagues tú. Oh, espera… Que el que trae el dinero a casa soy yo. -Mis padres lo pueden pagar. - Por favor, Vic. No te van a estar pagando siempre todos tus caprichos. Cuando ambos tengamos un trabajo y estemos económicamente estables, volveremos a tener esta conversación y verás cómo será diferente. La joven abrió la boca con indignación. -¿Estás insinuando que ser madre no es un trabajo?-le espetó. -Que yo sepa un trabajo es donde te pagan, Vic. Sí, ser madre es duro, pero vivimos en un mundo en el que las madres no siempre tienen que estar en casa.- le contestó, intentando no sonar muy brusco. -Ted, yo necesito esa confirmación. Necesito una boda para saber que… -¿Que te quiero? ¿Necesitas una boda para confirmar que te quiero? No quiero ninguna boda contigo si esa es la razón.- sentenció. -No me lo puedo creer.- susurró Victoire mirando con desesperanza a Ted.- Me tratas como a una niña pequeña. Desde que tuvimos a Remus, es como si hubiésemos crecido a pasos agigantados…A veces pienso que haber tenido a Remus es… Fue…- sollozó en silencio. Esperando que Ted la consolase. Le miró con los ojos llenos de lágrimas. Ted la contemplaba con desconcierto. Con cierto enfado. -Acaba esa frase.- le espetó. Tenía los ojos entornados. Como si tuviese rabia acumulada.- ¡ACABA ESA MALDITA FRASE!- le vociferó. -¿Pasa algo?- Hermione se acercó a la pareja. Ambos la miraron con desatino. Ted se marchó de la cocina y Victoire se dio la vuelta para que no la viese llorar. Remus seguía jugando con el pelo de su madre. Hermione supo que algo iba mal. Y no fue difícil relacionar el anuncio de boda de Charlie con la pelea de la pareja. Salió de la cocina y buscó a Ted. Porque conocía desde que era un niño a ese joven, y sabía que sus problemas siempre intentaba solucionarlos solo, que su aparentemente valiente individualismo era su forma de admitir que no tenía a nadie en el mundo. Lo encontró en el jardín. Sentado en una silla. Observando en trance el suelo. Hermione se sentó a su lado. -Quiere que nos casemos.- musitó exasperado. La mujer sonrió para sus adentros. -Y tú no quieres. ¿Por qué?- el joven alzó la cabeza. Tenía esa mirada nostálgica que solo enseñaba a Harry, a Ron y a ella. Los que habían sido las personas que lo habían criado. Porque sabía que eran lo más parecido a una familia que jamás tendría. Aquella mirada significaba que necesitaba hablar con sus padres. Cuando ponía aquella mirada, se le escapaba llamar a Harry "papá". Era su debilidad. -Tranquilo.-Hermione lo abrazó como si aún fuese el pequeño Ted que se sentía solo en la Madriguera. -Nunca hagas algo que no quieras. Si no quieres casarte, no lo hagas. Si de verdad te quiere, lo entenderá. -¿Crees que hicimos bien al tener a Remus? Hermione suspiró. No se esperaba aquello. -Claro que sí. Un hijo es el mayor regalo del mundo. Un hijo siempre te amará incluso cuando estés equivocado, cuando le hagas daño o cuando le abandones. -Ted dejó escapar una lágrima. No era solo Remus el hijo en ese momento. Era él. Era él el hijo que amaba a sus padres incluso cuando no estaban.- Un hijo será siempre la persona que acudirá a sus padres. Estén donde estén. Les amará infinitamente. Les perdonará todos los errores. Es el amor más puro que existe. Ted sollozó en silencio. Tardó poco en recomponerse. Miró dudosamente a los ojos de Hermione. -¿Puedo no estar enamorado de Vic? La mujer esbozó una triste sonrisa. -Cariño…- Hermione suspiró.- Eso solo lo puedes saber tú.
El plan no le estaba saliendo para nada como esperaba. Arrancó un trozo de hierba. Tiró las finas hierbas al otro lado. Contempló el panorama que parecía seguir sin problemas frente a ella. Estaba tumbada boca abajo en el césped de uno de los espacios abiertos dentro de Hogwarts. Probablemente se mancharía de verde el uniforme. Qué irónico. De verde. Las personas que cruzaban aquel patio la miraban poniendo los ojos en blanco o con rostros que mostraban pena. Como si tuviese una enfermedad o algo. Otros simplemente la ignoraban. Creían que era una niña enrabietada. ¿Y qué si lo era? Su hermano estaba secuestrado. Y sabía dónde. Y no podía hacer nada por salvarlo por mucho que le hubiese gustado. Necesitaba a Albus. Era cierto que con James siempre había tenido más apego, al fin y al cabo, James y ella eran los alegres. Albus era el independiente. El realista. Pero era su hermano. Y, aunque lo ignorase la mayor parte del tiempo, si alguien le tocaba un pelo, moriría. Ya estaba dicho. Lily Potter estaba dispuesta a matar por Albus. Sabía, por su madre, que el amor hacia un hermano era tremendamente poderoso. Tenía que proteger a Albus. Rescatarlo. Él haría lo mismo por ella. Y le daba igual si la gente no la veía como la heroína que sería porque lo que pensaba la gente le importaba una mierda. No quería ser héroe. Solo salvarle. Y su plan estaba fallando demasiado. Seguía teniendo la maldita varita de Frank Badmood. Aunque no habían ocurrido más incidentes desde que apareció en la Madriguera. ¿Creía que aquella amenaza la había asustado? Pues sí. Y seguía estando asustada. Pero se tenía que enfrentar a sus miedos como a los Boggarts, ¿no? Si ya no funcionaba la varita, tenía que idear algo más. Necesitaba la ayuda de alguien que tuviese las mismas ganas que ella tenía de encontrar a su hermano. Pero que actuase. Y James estaba demasiado envuelto en un secretismo que había decidido dejar en paz. Estaba buscando otra forma de salvar a Albus, pero conocía a James…Jamás dejaría que su hermana pequeña estuviese en peligro. Gracias, James. Pero Lily era autosuficiente. A Rose no había quien la encontrase. Y con Alice casi nunca hablaba, tenía esa mirada de superioridad que la enfurecía. ¿Cómo podía estar Albus siempre con esa? Puso los ojos en blanco. Las demás primas eran demasiado mayores y no tomarían a Lily en serio. Y a Hugo le gustaban más los libros que la acción. -Hola, Lily.- le saludó un joven alto y esbelto. Se sentó a su lado. Y le ayudó a seguir arrancando la hierba del suelo. Lily no le miró. -Sé que no me vas a hacer caso, pero deberías relacionarte con los demás que se preocupan por ti.- no obtuvo respuesta. El joven suspiró- Como yo, por ejemplo. Puedes hablar conmigo, ¿lo sabes, no? Tienes a otro hermano, ya sabes, más apuesto, más inteligente, más amable, más galán…- La joven esbozó una sonrisa. James le tocó la cara. Justo en el hoyuelo.- Como no sonrías más va a desaparecer. Eres bonita cuando sonríes, te pareces a mamá. -James sonrió.- Te echo de menos, Lily. Sé que no soy el hermano mayor más bueno del mundo… Pero compréndeme, soy un rebelde sin causa. Nadie puede amarrarme. -el joven rio ante su propia intervención.- No se me da bien hacer monólogos, ¿sabes? Albus dice que me gusta ser el centro de atención, pero no es cierto… Me gusta que la gente me responda.- Lily le miró de reojo. James se acercó a Lily. Rodeó su cintura con sus manos. Y comenzó a hacerle costillas en los costados. El joven se desternilló cuando su hermana comenzó a sacudirse. Comenzó con una risa. Y acabó en una eterna carcajada que hizo que ambos llorasen de risa. Se removieron entre sí. Lily intentó escapar de las cosquillas de su hermano. Iba con ventaja. Estaba en forma física y sabía que su debilidad eran las coquillas. -¡JAMES, PARA!- dijo mientras intentaba huir arrastrándose por el césped. El joven paró. Atrajo a su hermana hacia sí. Sumergió su cabeza en su torso, lleno de césped y de verde. Y besó su coronilla. Se relajó. Y Lily también. Menos mal que su hermano la conocía. Menos mal que su hermano era la persona que más la quería en el mundo en aquel momento. Menos mal que James siempre estaba allí para Lily. -Te quiero, Lily.- le susurró en la coronilla. Solo en ese momento se dio cuenta de que había demasiados alumnos observando el espectáculo. Algunas que otras muchachas suspirando por tener un hermano mayor tan tierno como James. Pero, la mayoría, les miraba con pena. Porque sabían que aquello jamás lo hubiesen visto si Albus estuviese a salvo. -Vete, James, no querrás que tus novias se pongan celosas.- le dijo con una sonrisa que llevaba tiempo sin esbozar. El joven asintió. Había cumplido su misión de hacer feliz, aunque fuese por unos segundos, a su hermana pequeña. Necesitaba hacerlo para ser él también feliz. Cada Potter tenía su manera de expresar su mal estado. James era el que mejor parado salía. Fingía que todo estaba bien. Pero le costaba dormir. De hecho, aquel día había dormido nada más que dos horas. Sus sueños se volvían pesadillas. Y gritaba en mitad de la noche. Lily era una burbuja. No dejaba que nadie le hablase. Necesitaba asimilar todo a su ritmo. No quería que nadie la mirase. Necesitaba soledad. Algo complicado en un colegio lleno de alumnos. Y, por último, Albus era el más caótico. Albus era el que era rudo, el que estaba a flor de piel en cualquier pelea, una presencia perturbadora. Scorpius había observado la escena de los hermanos con un sentimiento que no supo entender. Quizás como un modelo a seguir. Porque él iba a ser un hermano mayor muy pronto. Y no sabía cómo iba a ser un hermano mayor en condiciones cuando estaría derrotado por tantos hechos que eran difíciles de enumerar. Quería ser como James para Lily, pero sabía que ni él ni Daphne Theia iban a ser como ellos. Estaba esperando a James en una columna al salir del patio. El joven Potter era seguido de su hermana, que evitó los ojos de Scorpius. -Te estamos esperando, Potter.- le dijo. El aludido se llevó la mano a la frente.- Me alegra de que lo hayas olvidado…- añadió con sorna. -¿Os acompaño?-preguntó Lily. Scorpius miró a James en busca de una respuesta. El hermano mayor se mordió el labio. -Es por el Quidditch, Lily. Y tú, por ahora, no estás en el equipo. El joven Malfoy frunció el ceño. Con extrañeza. Aquel gesto no pasó inadvertido por Lily. -Como tú digas.- le espetó. A ambos. ¿Qué manía tenían con mentirle? Podrían haberle dicho que iban a una de esas patéticas reuniones en las que pretendían salvar a Albus, pero que nunca lo conseguirían porque eran unos elitistas que solo se querían a ellos mismos. Seguro que eran su hermano, Rose, Scorpius Malfoy, Greenwood, el primo Fred, su amiga Sue y cualquier otro estúpido más. ¿Alice? ¿Hugo? Por Merlín. ¿Habrían cogido a Lys? Lily se dio la vuelta. Indignada. Así que, pretendían que ella volviese a ser la niña buena que siempre había sido -y que podía fingir volver a ser-, mientras que ellos se llevaban toda la acción. ¿Es que acaso no habían matado a un basilisco en su primer curso? ¿Por ser la hermana pequeña era la discriminada? Se equivocaban. Y se lo haría ver. Aún tenía un as en la manga, ¿no? Aunque no sabía exactamente cómo jugarlo. O cómo sacarle provecho. No lo adivinaría nunca. Podría preguntárselo a Hugo, pero eso significaría que necesitaría ayuda. Y ella podía hacer lo que los demás creían que era incapaz sola. Y lo iba a conseguir. Se dirigió a las mazmorras. Nunca antes había ido allí, pero siempre había una primera vez para todo. Si aquello fuese el mundo muggle habría indicaciones útiles que le mostrasen el camino. Pero no, aquello era el mundo mágico y había que complicarse demasiado para hallar algo. Por supuesto, tenía la magia como ventaja, claro, claro. Los alumnos que salían de las mazmorras se quedaban mirando fijamente a Lily. Su determinación siempre les había asombrado. Pero, en Slytherin, todo el mundo la tenía como una niña mimada. Como la hija pequeña del gran héroe que creía que todo se le iba a posar en la mano con suma facilidad. Que no se movería ni un centímetro para buscar a su hermano. Supuso que una entrada majestuosa era la Sala Común Slytherin. No pudo creerse la suerte que tuvo. Alice Longbottom saliendo de allí. Un segundo. ¿Con Renata Driggs? No era que hubiesen salido a la vez por casualidad, sino adrede. Iban juntas. Lily tenía que admitir que conocía muy poco a la amiga de Albus. Pero era consciente de que con los Slytherin no se llevaba muy bien. Era decir, que no iría con Driggs como si fuese su mejor amiga. Como si fuese Rose. Olía a gato encerrado. Lily sonrió. Podía conseguirlo sola, se repitió. Con suerte, no la habían visto. Se dirigían por unos pasillos, que en la opinión de Lily eran pasadizos secretos similares a un laberinto. Bueno, tenía que fiarse de sus propias capacidades como espía. Siguiendo sus pasos, pronto las luces se atenuaron y prácticamente andaba a ciegas. Los muros se fueron estrechando. El suelo se fue emborronando. ¿Dónde estaban yendo? ¿Por qué sus hermanos habrían perdido la Capa de la Invisibilidad justo cuando la necesitaban? -¿Has escuchado eso?- preguntó asustada Longbottom. - Detrás de nosotras. - Lily aguantó la respiración y se pegó a una esquina. Se cercioró de que no se distinguía su sombra. Un sudor frío le rozó la frente. Su pulso se aceleró. Los pasos de Driggs se detuvieron. Murmuró algo.- Solo digo que si alguien nos sigue… Driggs soltó un sonido de cansancio. -Cállate.- le espetó. Sus pasos reanudaron la marcha. Lily volvió a respirar con normalidad. Alzó el pie para dar un paso. Algo la cogió por la boca, apretándola fuertemente, haciéndole daño sosteniendo con fuerza su mandíbula. Le agarró la cintura y fue atraída hacia un encapuchado mucho más alto que ella. Olía a barro. Y a sangre. La mano que agarraba su rostro estaba manchada de sangre. Observó los nudillos. Estaban sangrando. Como si hubiese pegado a alguien. Las cejas de Lily se alzaron. Se sacudió emitiendo gemidos. Tenía miedo. Estaba aterrorizada. -¿A dónde crees que vas, pequeña Potter?- La joven se paralizó. Conocía aquella voz. Y tenía miedo. Frank Badmood. El joven asomó su cabeza por el pasillo para asegurarse de que Driggs y Longbottom se habían ido.- En serio, Potter, ¿a dónde ibas? Le retiró la mano de la boca. Lily tuvo que escupir el amargo sabor que le había dejado. Buscó los ojos de su enemigo en la oscuridad, aunque no los encontró. -A por mi hermano. -Eres un poco pesada, ¿no crees?- le dijo esbozando una sonrisa lobuna.- De acuerdo, te llevaré con tu hermano. Lily por poco se atraganta con su propia saliva. Frank la abrió su capa y acercó con fuerza a Lily hacia su torso, escondiéndola bajo la oscuridad que su manto ofrecía. Sintió como el joven murmuraba un hechizo que conocía muy bien. Se agarró con fuerza al torso de su enemigo. Iba a ser trasladada a algún lugar. ¿Qué estaba pasando? ¿Realmente Frank Badmood iba a ayudarla? La joven no vio nada cuando se desestabilizaron en un sitio cuyo suelo era barro. Seguía atrapada dentro de la capa de Badmood. Podía torturarla. Podía asesinarla en ese instante. Podía haber ido tan tranquila a una trampa solo porque pensaba que le iba a ayudar. O porque sus manos ensangrentadas le daban miedo. -¿Dónde estamos?- susurró. -Sssh…- le dijo Frank.- No querrás que te tenga que matar hoy…- musitó con cierto desdén. Lily negó en su torso. Sintió cómo abría una puerta pesada de acero. Solo veía el suelo. Frank retiró la capa. Cerró la puerta tras sí y descubrió a Lily. Y Lily descubrió a Albus. Pero Albus parecía inconsciente. -¡AL!- corrió hacia él. Este entornó los ojos. Frunció el ceño. Gruñó. Pero estaba tan cansado que se desvaneció. Su endeble cuerpo chocó contra el suelo. A Lily se le escapó una lágrima cuando fue a recogerlo. Lo arropó. Lo abrazó. Le besó. Contempló su rostro hinchado. Como si le hubiesen pegado una paliza. Tensó su cuerpo. Miró hacia atrás para encontrarse con la expresión serena de Frank.- ¿Has sido tú?- el joven asintió. Se encogió de hombros. Lily abrió la boca con furia. Apretó su abrazo contra su hermano. Y se relajó por un momento. El llanto no tardó en acudir. Lloró con la cabeza enterrada en el pelo de su hermano. Sus sacudidas removían el cuerpo débil de Albus. Quien susurraba palabras ininteligibles. Lloraba porque lo echaba de menos. Porque quizás hubiese preferido no verlo. ¿Moriría? Siguió llorando. Desconsoladamente. Dejando escapar todos sus sentimientos reprimidos. -Potter, tenemos que irnos.- comentó Frank en voz baja.- Te van a descubrir. Lily le miró con furia. De nuevo. Dejó con cuidado a su hermano y se acercó a Frank. Le cruzó la cara con una bofetada. Seguía sollozando levemente. -Llévame al Lago. Frank asintió. Cogió del antebrazo a Lily. Y susurró el hechizo traslador. Aparecieron en una orilla rocosa del lago. Con el castillo de fondo. Los aurores del castillo no habrían registrado sus movimientos porque les había aturdido. Antes, cuando se marchó a la celda de Potter a pegarle una paliza. Porque su tío se lo ordenó. No sabía que objetivo tenía aquello. Miró a la joven que se secaba las lágrimas y trataba de relajarse. -Cómo te dije, está bien.- comentó Frank. Lily bufó y se rio sarcásticamente. -¡No puede ni respirar! -No está muerto, con eso debe bastarte. -¿Qué? ¡Eres un monstro!- sollozó de nuevo. No le gustaba aquello. No le gustaba llorar. Y estaba haciéndolo delante de la última persona que quería. Su asesino. Frunció el ceño.- ¿Por qué me has llevado? El joven ladeó la cabeza hacia ella. -Sé lo que piensas. Gracias a la varita, me refiero, tus pensamientos son muy fuertes y me llegan directamente. Estás deseando buscar a tu hermano, ¿no? -Salvarle. -Eso es más complicado. -¿Por qué lo has hecho? ¿Es una forma de torturarme? -No, pero puedes pensar que así es. Así, el día en el que te mate creerás que es porque te odio o porque tu familia supone un reto para nuestro fin… Quizás para los demás sea así, pero no para mí. Tú no tienes culpa de que te mencionen en una profecía. Me serías indiferente sino fuese porque tengo que lograr que vivas hasta que, bueno, mueras. -Eres un monstro. -Puedes pensar eso si te hace sentir mejor. -Pues que sepas que lo hace.- contestó Lily con prepotencia.- Pero sigo sin entender por qué has dejado que vea a Albus. -¿No has dicho que era para torturarte? Piensa eso, Lily. -Frank suspiró. Estaba relajado.- Soy una persona cruel, un asesino. Quédate con eso y ten cuidado conmigo. La joven se mordió el labio. Tenía miedo de Frank Badmood. Sobre todo en ese instante. Había pegado a su hermano. Tenía el poder de hacerla llorar desconsoladamente. De enseñarle a su hermano y arrebatárselo de nuevo. Era una tortura. Por supuesto que era una tortura. Frank Badmood siempre le haría daño. -Eres un asesino.- susurró con desprecio. El joven sonrió, orgulloso. - Te mataré. Y te arrepentirás de todas aquellas personas a las que has matado. Frank McOrez seguía sonriendo. Ahora más feliz que antes. -No puedo esperar a que eso ocurra.
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