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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Domingo 17 de Enero de 2021, 16:45 [ Más información ] Tweet
(III) Capítulo 11 bis: El baile
Era el día que todo el mundo estaba esperando. Los pasillos se habían convertido en una pasarela de trajes y vestidos de gala en los que estaban enfundados los alumnos de Hogwarts. El gran día. La noche en la que todo alumno sacaba su conjunto más caro. O más hortera. Dudaba entre hacerse un peinado informal para seguir con su estilo o adecuarse a la etiqueta que debía portar. Las muchachas estaban hechas un manojo de nervios. Encajar con su pareja con total naturalidad. El baile. Parecía todo tan superficial. Había quién apostaba quién iba a ir de la mano con quién. Otros se atrevían a predecir futuras parejas. O la más guapa de la noche. El más galán. No había tiempo de discusiones. Todo era una aparente felicidad. James Sirius Potter no tenía pareja. ¿Había acaso una regla que obligase llevar a alguien? Las tradiciones apestaban cuando te hacían quedar como una persona sin sentimientos. Le había pedido a su prima Lucy ser su pareja inicialmente. Era un acto de caridad, después de todo. Sabía que se sentiría sola, y ¿quién mejor que él para hacer ameno el baile? Lucy Weasley le dijo claramente que no pensaba ir con él. "Por favor, James, acabarás yendo con cualquiera que te lo pregunte unas horas antes". El orgullo del joven salió herido. ¿Esa era su reputación? Desde luego, maldecida por el artículo que le destrozó el año anterior. ¿Quién podría ir de la mano de aquel muchacho sabiendo que era un intento fallido de imitar a su padre? Estaba Sue. Pero ni se había planteado pedirle que fuese su acompañante. No era que tuviese una etiqueta que pusiese propiedad de Fred Weasley, pero ella no sentía interés por nadie más. No era como una hermana, era algo más especial. Con Susan había descubierto que realmente las mujeres escuchaban. Que saben aportar soluciones prácticas a problemas estúpidos. Sentía una infinita ternura por aquella muchacha de mirada sagaz. -Que guapetón vas…- comentó Fred mientras le miraba con una sonrisa burlona. -¿Qué te parece mi atuendo?- se giró sobre sí mismo. Su esbelta figura quedaba ataviada por un traje de chaqueta negro. Con camisa negra. Corbata negra. Destacaba su tez pálida y su pelo rojizo. Era luto. -No está mal… Fred soltó una carcajada. Aquello conmovió a James. Desde que Susan se hubo recuperado, estaba de mejor humor. -Gracias, amigo. - le guiñó el ojo. Además, su buen humor se debía probablemente a que su pareja, su mejor amiga Susan Jordan, había aceptado naturalmente ser su acompañante.- Cuidado con las nenas que te van a comer con los ojos, James… Salió de la habitación dando un brinco. Su felicidad era contagiosa. Sobre todo cuando llevaba sin mostrarla meses. Ojalá se decidiese de una vez por todas a decirle algo bonito a Susan. Seguramente escondería su entusiasmo en cuanto posase sus ojos sobre los profundos pozos oscuros de la joven. James se miró al espejo. Había optado por una pajarita negra. Se devolvió a sí mismo una mirada de aprobación tras unos rasgos suaves. Se lamió los labios. Sonrió. No quería ir al baile. Era eso. Era un baile para su familia, para los héroes. Él no era nada. Era solo el descendiente de ellos que no había hecho nada de valor. ¿Matar a un basilisco? Eso era solamente uno de los actos heroicos de su padre. Nada nuevo que conmoviese a los demás. Además, no se sentía a gusto sin pareja. Porque sería el único que no tuviese. Pese a que el artículo avisara de la verdad sobre James Potter, más de una decena de alumnas de distintas casas le habían pedido ir con él al baile. La razón por la que se había negado rotundamente era muy sencilla. No las conocía. Eso no habría supuesto un problema un año atrás -de hecho, sería algo ventajoso. Sin embargo, se daba cuenta de que las jóvenes veían en él solo lo físico y lo que creían que él era. Un héroe. ¡Incluso después del articulo! Se enamoraban de la idea de James Sirius Potter, atractivo hijo de Harry Potter. No de James. Simplemente James. Bajó con desgana a la Sala Común. La Cena había empezado hacía diez minutos y el castillo estaba casi vacío en todos los lugares, excepto en el Gran Comedor. Si entraba ahora sería una falta de respeto. McGonagall estaría dando una charla de bienvenida. Probablemente sacada de algún que otro acto conmemorativo. -¿Qué haces tú aun aquí? Siempre había alguien lo suficientemente raro como para no asistir al baile. Y no por motivos como los que tenía su prima Lucy, claro estaba. Cornelia Brooks acababa de bajar las escaleras de los dormitorios de las chicas. Llevaba unos pantalones de pijama de cuadros con un aire navideño y una sudadera azul marino de alguna universidad muggle. Su pelo estaba recogido en una trenza hacia un lado. Carecía -como siempre- de maquillaje en su rostro. Rompía con la tónica de aquella noche. -¿Y qué haces tú así?- le preguntó señalando sus zapatos de ositos. La joven se sonrojó, pero no cambió su expresión seria. -No voy al baile. -Yo tampoco. -¿Y por qué estás vestido? -Iba a ir. Se hizo un pequeño silencio incómodo que se rompió cuando Cornelia se acercó a James. -¿Y a qué se debe ese cambio de opinión? -¿Y a qué se debe el hecho que de que no vayas?- preguntó el joven con una sonrisa. -Nadie me ha invitado… Y tampoco es que me muera por ir a un baile cuando puedo estar en un pijama calentito en vez de ir en un vestido de tirantes en la víspera de Navidad. - Respondió de forma burlona.- Llámalo precaución ante futuros resfriados. -¿Cómo que nadie te ha invitado? -Es tu turno de responder, Potter. -Llámame James.- pidió el joven.- No me apetece ir. Estoy retrasando mi entrada triunfal lo máximo que puedo…-una mirada curiosa le recibió.- Además, yo tampoco tengo pareja. -No será porque no hay gente que te lo haya pedido…- comentó entre risas. - ¿Qué tenías pensado hacer? -Dormir, la verdad.- James la miró con cara de reproche.- ¿Qué? No va a haber nadie que me de conversación y tampoco puedo hacer mucho… ¿Qué piensas hacer tú, James? El joven dudó. -Acabaré yendo al baile por puro aburrimiento. -Te dejas llevar finalmente por las convenciones sociales…- la joven no se dio cuenta de que aquel comentario había hecho mella en el joven.- Si finalmente te quedas, avísame si se te ocurre algo divertido para matar el tiempo. -¿Vas a quedarte aquí sola? -No es que sea una persona muy asustadiza. James la miró, observando el brillo de sus ojos. Sin lugar a dudas era una Gryffindor que había demostrado en unas cuantas ocasiones su valía. Su coraje. Su nobleza. El joven sintió la necesidad de quedarse con ella. No sabía de dónde había salido aquel sentimiento de acompañarla en aquella solitaria noche para ambos. Sin embargo, también tenía curiosidad por saber que se encontraría en el baile. -¿Por qué no vienes al baile? -¿Tienes memoria pez? Ya te lo he dicho. -Me refiero a ahora. Ven conmigo. -Dame una razón argumentada. Le recibió una mueca extrañada. -No tengo ninguna.- la joven suspiró como si hubiese sabido la respuesta antes de preguntar nada. - Si no vienes, me quedo contigo. Brooks sonrió. Sus ojos se achinaron. Se dirigió al sofá y se sentó con las piernas en posición de yoga en él. Parecía haber olvidado por un segundo la presencia de James en la sala. El joven se acercó a ella. Le decía con los ojos que esperaba una repuesta. -Si voy al baile, puede que pase algo malo, James. He tenido sueños sobre eso. - la joven se mordió el labio. Parecía arrepentida de contar siempre malos augurios.- Y si no voy también. Así que, por una vez, no voy a hacer nada al respecto. Igual es algo psicológico, ¿sabes? James no creía que el poder por el que su compañera de tazas destacaba en Adivinación flaquease. De hecho, le tenía mucho respeto. Por eso evitaba, también, hablar con ella. Desde luego, que hubiese un augurio mortal sobre él no había sido una buena noticia. No creía para nada en que tuviese algo que ver con la psicología, sino con la inteligencia de la joven. -Puedes contármelo. -¿Y arruinarte la gran noche? -Eso me encantaría. Brooks rio y el joven se sentó a su lado. Esperaba esas largas conversaciones con Brooks en las que ella daba a conocer todo lo que había aprendido y acontecimientos que había contrastado en libros, registros o periódicos… O a saber que fuente ilegal utilizaba. Esperaba malas noticias. Eso también. Por desgracia, su don era similar al grito de una banshee. -No lo sé. Es solo instinto. Lo siento. -Confío en tu instinto. ¿Habría que avisar a los presentes en el baile? -Ni hablar.- le contestó horrorizada.- Quedaría como una completa loca de la cabeza. - el joven se rio de su expresión en el rostro. -Si podemos detener lo que sea que vaya a ocurrir… -No sabemos qué va a ocurrir, James. Sólo son sueños. -¿Qué pasa en ellos? Pueden ser visiones… -Es suficiente.- dijo Brooks de forma brusca. Se levantó y disipó la cálida comodidad que se había creado entre ambos. Se dirigió a las escaleras que desembocaban en su dormitorio.- Ten cuidado. -Buenas noches, Cornelia. Al quedarse completamente solo, suspiró resignado. Como era de esperar, acabó yendo al baile. Sin ganas. Con una sonrisa forzada al entrar al Gran Comedor, donde la magia que transmitía la decoración de Navidad no le hacía mella. No era solo el gigantesco árbol de Navidad lo que hacía impresionante aquel lugar, sino la nieve que parecía caer del cielo techado. Las flores de Navidad. La comida. La orquesta. Los invitados arrastrando sus largos vestidos. Con sonrisas que parecían encajar a la perfección con el espíritu navideño. Distinguió en la zona de los profesores a su padre, el cual le lanzó una mirada de reproche debido a su tardanza. Realmente no importaba porque ya había empezado el baile cuando James entró. Su madre le arrebataba toda la belleza a su padre. Su cabello rojo estaba recogido en un moño que dejaba ver sus orejas puntiagudas. A su lado, su tío Ron parecía lo suficientemente incómodo con traje de chaqueta como para parecer un palo tieso al lado de la elegante Hermione. Eran los únicos que habían acudido aquel día. De su familia. Del Ministerio había más gente, y que parecían tener una relación cordial con su padre. Estaba Moonlight. ¿Kingsley? ¿Whitehall? Aquello le hizo fruncir el entrecejo. Esas personalidades no pintaban nada allí. Sintió un escalofría al recordar las palabras de Cornelia Brooks. La joven temía acertar aquella vez. Algo demasiado malo estaría a punto de pasar. Y él no podía hacer nada. Era completamente inútil. Camrin Trust, cuyo vestido se acomodaba a su cintura con gracia, se aproximó al mayor de los Potter, arrastrando tras sí a su pareja, Peter McGregor. -Vaya, esto sí que es una sorpresa.- le echó una ojeada sin ningún reparo.- ¿No has encontrado a tu Cenicienta? La burla que se entreveía en las palabras de la joven causó una risa entre las personas de su alrededor. Bufó con desdén. Buscó a sus amigos con la mirada desesperadamente. Suponía que los del mismo curso andarían cerca. Aunque Susan y Fred no habían establecido últimamente un vínculo muy fuerte con los demás alumnos de Hogwarts. De hecho, se encontraban apartados en un banco. Susan Jordan estaba realmente preciosa. Sabía que la joven tenía potencial para atraer al sector masculino. Pero no era hasta que la veía con un vestido ceñido y con algo de maquillaje cuando se daba cuenta. No estaba emperifollada como las demás, no era su estilo. Su simplicidad la hacía elegante. Parecía encajar con el gusto por lo básico de su mejor amigo. El joven Weasley miraba a su amiga como si estuviese ante una de las maravillas del mundo más codiciadas. Y ella le devolvía la mirada. ¿Era posible que no se hubiesen dado cuenta aún? -Hablando del rey de Roma… -¿Qué estabas diciendo de mí, Freddy?- preguntó con buen humor James. Susan le miró con un cumplido tras sus ojos. -Creíamos que no te presentarías por aquí.- afirmó Susan. -Le he dicho que tu pareja es Myrtle la Llorona. -No seas cruel…- le recriminó James. -¿Has decidido dejar tu carrera de Casanova?- preguntó burlonamente Susan. El joven, de pronto, sintió algo de rabia en lo más hondo de su garganta. Parecía que todo el mundo se había puesto de acuerdo para reírse de su decisión de no tener pareja. Eligiese lo que eligiese siempre daría que hablar. Empezaba a estar harto. -¿Y vosotros qué?- sus amigos le miraron entre perplejos e interrogantes. E incluso intercambiaron una mirada de incomprensión. James rodó los ojos.- Olvidadlo. - No servía para nada traer ese tema justo ahora.- Me voy. Dejó a sus amigos en una conversación que no les llevaría a ninguna parte. Se dispuso a salir de la habitación. No le importaban las parejas que se hubiesen formado aquel día. Su parte cotilla había sido sustituida por otras cuestiones que podían ser de mayor relevancia. Sin embargo, hubo algo que le obligó a detenerse en su huida. Si antes tenía una rabia naciendo en su interior, esta estaba ahora a punto de estallar. Su hermana, Lily, era aquella noche una mujercita arrebatadora. Con tan solo once años aparentaba casi quince. Su delgada y alta figura vestía con elegancia y sutileza un vestido vaporoso de color celeste, que le hacía parecer una ninfa, con su delicado cabello rojo pajizo trenzado en un moño. Aún había vestigios de su herida en la cabeza. Sonreía con timidez y bailaba con gracia agarrada por la última persona que esperaba. Scorpius Malfoy, con su nariz larga y respingona, seguía humildemente los pasos de la niña y la sostenía como si fuese una copa de cristal. Su elegante porte parecía calzar a la perfección con el traje azul marino que llevaba. Parecían una pareja perfecta. Y, sin embargo, James Sirius Potter era la única persona que estaba mirándoles atónito. ¿Es que la gente no recordaba la enemistad de aquellas familias? Parecía como si todo el mundo viese aquel momento como lo más natural del mundo. Al joven Potter le caía bien Scorpius -hasta cierto punto. Pero de ser un buen compañero de Quidditch a ser la pareja de su hermana pequeña…Había un paso demasiado grande que asimilar. Lily posó sus ojos en su hermano mayor, observando cómo este no filtraba la expresión de su rostro. No quería hacer sentir incómodo a Scorpius. Así que optó por ignorar la rabieta sin sentido que debía estar sintiendo su hermano. De hecho, al apartarle la mirada, desapareció del Gran Comedor. Últimamente James era una persona demasiada extraña. -…Así que no tienes por qué preocuparte por Flitwick, al final todo el mundo sabrá decir Wingardium Leviosa. - El muchacho acabó con una sonrisa algo forzada.- ¿Crees que a tu hermano le importa que seas mi pareja de baile? - Creo que Albus lo agradece, en realidad. Ya sabes, puede llegar a ser tan sobreprotector que hubiese sido él mi pareja. Te debo una por ello. -Me refiero a tu otro hermano. Lo he visto entrar, vernos y salir del Comedor… -Por él no te preocupes. Con solo explicarle que lo haces por ayudarme lo entenderá. Scorpius asintió. Había sido idea suya tras el incidente con Frank McOrez. Lily Potter había salido mal parada después de aquello - de hecho, se podía apreciar todavía la cicatriz en su frente. Así que el joven Malfoy, con el fin de llevar a cabo la promesa que le hizo a su padre, se dispuso a ir al baile de Navidad con la hermana pequeña de su mejor amigo. Con la más pequeña de los Potter para protegerla. Su padre le había avisado de que un peligro acechaba Hogwarts aquel día. Había visto la expresión de Frank cuando disfrutó torturando a la pequeña. No podía dejar que aquello sucediese otra vez. Porque sabía que en algún momento volvería a intentarlo. Nadie había amenazado ni plantado cara al joven de aquella forma. Jamás. Lily era vulnerable. -¿Dónde está Albus? Su mejor amigo era otra persona que debía proteger. Lily le señaló la ubicación de su hermano alzando la barbilla hacia donde estaba. Se encontraba sentado en un banco. Miraba hacia la nada o hacia ellos. Renata Driggs estaba hablando con él y ofreciéndole una vista muy cercana de su escote. Alice había desaparecido de la vista de su amigo, quizás por eso estaba distraído. Habían ido juntos -para no sorpresa de todo el mundo - pero habían durado poco. La joven Longbotton, que llevaba un vaporoso vestido verde, bailaba con su padre muy lejos de donde los alumnos se hallaban. En la más sincera opinión de Scorpius, algo muy gordo debía cocerse entre ambos. No era normal que no se hubiesen dicho nada obsceno hasta entonces. No podían acudir al físico en aquella situación -Albus había dejado sus gafas para presentarse como un joven atractivo y elegante, y Alice simplemente derrochaba belleza. Para el joven Malfoy, su pareja de amigos era demasiado peculiar. Se alegraba de que las cosas fuesen bien entre ellos. Al menos no tenía que preocuparse de aguantar una rabieta de Albus aquella noche. -La verdad es que tengo mucha suerte de que seas mi pareja.- confesó Lily, mientras el rubor ascendía por sus mejillas. Se mordió el labio ante la cara de confusión del joven.- Quiero decir… Que eres de los mejores alumnos de Hogwarts. Seguro que has tenido que rechazar muchas invitaciones para venir conmigo. Lily intuía que aquello no debía de haberlo soltado así como así. Pero realmente lo pensaba. Se encontraba ante el Gryffindor más apuesto. Y noble. Era genial. Era como un pequeño sueño que se estaba cumpliendo. Sabía con certeza que aquello había sido más un favor que un placer para el joven. Pero lo estaba disfrutando -y aprovechando. La pequeña no acaparaba toda la atención de Scorpius como le hubiese gustado. Miraba de reojo a su hermano Albus y a Alice. Y se habían parado con ellos. Lo cual era un momento incómodo, pues a Lily le gustaba Scorpius, que era el mejor amigo de su hermano. Aunque fuese un secreto, para ella no era un momento muy confortable. Luego estaba Rose. Bueno, en realidad no estaba. Había escuchado a su prima quejarse del Baile toda la semana. Y, al final, apareció del brazo de Peter Glyne. Lily debía de admitir que era una buena elección. Era un joven apuesto. Y se movía bien. Y hacía buena pareja con Rose, quien llevaba un vestido negro que le hacía aparentar mucho mayor. De hecho, su tío Ron se había escandalizado al verla. Incluso Hermione, quien facilitaba esas situaciones, se había arrepentido de comprarle ese atuendo a su hija. Lily se daba cuenta de que su prima lo llevaba sabiendo que estaba espectacular. Parecía haber estado esperando aquella noche mucho tiempo. No entendía por qué el resto de sus amigos la habían ignorado y ni se dignaban a hablar con ella. -Lo cierto es que no ha habido nadie que se haya atrevido a preguntarme. Supongo que aún siguen con la tradición de que el chico pregunte primero.- contestó Scorpius. A la joven Potter también le gustaba aquella tradición y se sintió algo ridícula en ese sentido.- Todo el mundo pensaba que iba a ir con Alice o con Rose. -Mi tío Ron te mataría… -Creo que ahora me quiere matar. A Scorpius se le escapó una carcajada. Lily miró hacia su tío. Les estaba mirando como asesinando al joven Malfoy con la mirada. Era una situación algo ridícula. Cuando se percató de que le estaban examinando, apartó la mirada teatralmente. -No sé cuándo aprenderá.- Scorpius negó con la cabeza divertido. En secreto le gustaba molestar de cualquier forma a Ron. Lily bufó de pronto.- ¿Qué querrá ahora mi hermano? James tenía una expresión seria y se dirigía directamente a la pareja que había dejado de bailar para no ser sacudida. Se detuvo ante ellos y los miró con cierto misterio. -Lily ve con Albus y dile que traiga a Fred y a Greenwood al baño de las chicas.- la pequeña se asustó ante la voz nerviosa de su hermano. -¿Y por qué no vas tú?- contestó, arrepintiéndose al momento. Su hermano le dedicó una mirada con la que le indicaba que era una orden incuestionable. -¿Qué ocurre, James?- preguntó alarmado Scorpius. James no respondió. Simplemente le agarró del brazo y tiró de él en su huida del comedor. Tampoco dijo ni una palabra mientras Scorpius le seguía corriendo. Llegaron al segundo piso, justo encima del Gran Comedor. Los alumnos sabían que aquel había sido en su momento el hogar de Myrtle la Llorona, fantasma que se había trasladado a las cocinas para que su soledad se erradicase mientras charlaba con los elfos. Mientras tanto, era usado como baño para las chicas -como siempre había sido. Sin ninguna preocupación por que un basilisco saliese de aquel lugar. Había sido revisado tras el último accidente por numerosos aurores. Ese lugar era seguro. Hasta ese momento. En el centro de una pequeña sala, donde supuestamente estaban todos los grifos juntos, una parte de este, cuyo grifo tenía una pequeña figura de serpiente, estaba abierto. La cañería se asomaba ante la figura que estaba ante ese lugar. Cornelia Brooks. Al salir del Gran Comedor, Brooks le había mandado un Patronus -sabía que era una alumna avanzada, pero no tanto. Su Patronus en forma de oso le pedía ayuda. La joven estaba aburrida paseándose por los pasillos de Hogwarts y entró al baño de las chicas del segundo piso. Cuando fue a lavarse las manos, se dio cuenta de que había una parte que había dejado a la vista la cañería. James se acercó a la muchacha, que estaba en pijama examinando sin asomarse demasiado el túnel que conducía hacia una oscuridad desconocida. Scorpius se acercó también para verla. Miró con cara de grave preocupación al joven Gryffindor. -La Cámara de los Secretos ha sido abierta.
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