|
||||
![]() |
Menú
|
La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Sábado 23 de Enero de 2021, 18:38 [ Más información ] Tweet
(III) Capítulo 10: Lo que está muerto no puede morir
Los hermanos no siempre se llevan bien. Hay quienes tienen la suerte de ser uña y carne. Quienes comparten sus miedos y sus secretos más oscuros. Quienes con solo una mirada pueden contarse mil historias. O los más afortunados, los que se leen el pensamiento sin usar telepatía. Quienes son amigos. Y también los hay que son prácticamente desconocidos. Distanciados por razones que ni ellos mismos saben. O porque simplemente no congenian bien. Demasiado distintos para ser hermanos, dirían algunos. Monique Jordan abrazó con más fuerza a su hermana pequeña. Podrían pasar fácilmente por gemelas. Aunque la mayor tuviese un cuerpo más exuberante y la pequeña fuese demasiado delgada. Tenían la misma mirada avispada. Los mismos rasgos rectos. Incluso tenían una personalidad similar. Eran algo reservadas. Se preocupaban demasiado por sus amigos. Eran sensibles pero tenaces. Perseverantes. Constantes. Y, sin embargo, nunca habían compartido secretos. No sabían prácticamente nada la una de la otra. Susan solía no soportar a su hermana y su pasión por lo superficial. Monique no entendía la obsesión por el Quiddicht y el ejercicio que consumía a su hermana. A veces solo hablaban para discutir. Pero hay ocasiones en las que el hecho de ser hermanas acababa con todas las diferencias que pudiesen tener. Al fin y al cabo, para eso estaban. Para amar indudablemente. Para perdonar cuando se descarrilaban y guiarse sin ser del todo autoritario. Pero, sobre todo, los hermanos eran la capa protectora con la cual se nace. -…Y aunque creo que ya se ha calmado un poco, en realidad se está escondiendo algo. Porque no puedes dejar de ser un capullo de pronto. -Monique rio ante el comentario de su hermana.- Es en serio. ¡Era una tortura! ¡Y lo sigue siendo! Aunque ahora no me insulte, tampoco me ha dicho que deje de ir a entrenar a las seis de la mañana… ¡Me está explotando! -¿Y dices que no es así con todos? -Bueno…Es duro con todos, sí.- suspiró prolongadamente.- A ver, quizás a mí me afecta más que al resto porque soy nueva en el equipo. -No creo que el resto esté tan mal, Sue. Susan le reprochó con la mirada. -Él es un tío tranquilo, Monique. A él le importa una mierda lo que le diga Woods. Monique se encogió de hombros. -¿Le has contado a Potter y a Weasley que estás harta del capitán? La hermana pequeña bufó y se separó lentamente del agarre de Monique. -No hace falta que se lo diga. Ellos ya lo saben.- su hermana le respondió con una mirada melancólica. A ella le sucedía eso con Roxanne. Susan se dio cuenta de aquella mirada.- Me alegro de que estés aquí conmigo, Monique.- le dio un beso en la mejilla. La joven Gryffindor se mordió el labio por dentro.- Aprecio tu ayuda durante todos estos días. Cuando Susan fue internada durante una semana en enfermería, Monique Jordan se dio cuenta de que su relación con su hermana estaba rozando una temperatura glacial. De que apenas tenían comunicación. Se acomodó en una silla a su lado todos los días. Hablaban durante horas. Se pusieron al día de casi todos los detalles de sus vidas- ya que había algunos que les gustaría ocultar a ambas. En definitiva, eran más hermanas que nunca. -Eres mi hermana pequeña.- le dijo simplemente. -¿Tus compañeras de cuarto siguen intentado integrarte en su grupo de arpías? Monique se dejó caer en la ventana, cuyo alfeizar estaba siendo ocupado por las dos. Veían pasar a numerosos alumnos de un lado a otro, en busca de la siguiente clase. Como ellas deberían hacer en unos minutos. -Intentan simplemente. Es como si ser la mejor amiga de…Bueno, ya sabes… Es como si fuese un acto de caridad. No las aguanto. El día que amanezcan calvas ya sabrás a quien culpar. Su hermana pequeña sonrió con delicadeza y le besó la frente. -Solo diré que te queda este curso y otro más en Hogwarts…Y que deberías hacer amigos.- dicho esto, se levantó y corrió hacia clase de Pociones. Monique se quedó sentada en el alfeizar de la ventana. No tenía ganas de aguantar una clase de Binns. Se le llenaba la cabeza de pensamientos turbios que luego la atormentarían. Sacó un cuaderno de su cartera. Lo abrió por donde había dejado un separador -que era una servilleta de una cafetería. Había conocido una nueva faceta de Roxanne a través de su diario. Creía saberlo todo sobre ella, pero se equivocaba. Su amiga la admiraba. Hacía descripciones de los rizos de Monique que parecían un poema. Y de su risa cantarina. Apreciaba en numerosos pasajes su parecido con su hermana. Y lo orgullosa que estaba de que Susan y Fred fuesen grandes amigos. También había descubierto que era muy sobre protectora con su familia. Y que se había encontrado con aquella anciana mujer llamada Vivian otras dos veces. Pero sus conversaciones trataban sobre el tiempo o algún extraño producto de limpieza. Monique Jordan sintió un escalofrío cuando leyó el pasaje del 3 de abril de 2017. "…No sé si debería escribir sobre ello. Realmente no debería ni pensar en ello. Pero, total, si nadie va a leer jamás este diario. A no ser que me convierta en una maga de la hostia. Pero para entonces lo habré destruido, ¿no? La puta anciana loca. Eso es lo que me ha pasado. Mira que parecía adorable. Con sus gafas de sol tan grandes…Sus pañuelos extravagantes…Sus apariciones de la nada. ¡Quién me iba a decir que me la iba a encontrar en Hogsmeade! Ayer fui sola a Hogsmeade. Yo qué sé por qué. Monique estaba liada con algo de Pociones -la pobre no tiene ni idea de esta asignatura. No me extraña que en la cocina sea un desastre, la verdad. Me apetecía también ver a mi madre, que ese día estaba en la tienda del pueblo. Y, además, que quería ir a Hogsmeade. Bastante tengo en el castillo encontrándome cada dos por tres a Lupin, que me obliga a hacer más entrenamientos de lo normal. Ni que yo tuviese la culpa de que Hamilton sea un paquete con el bate… El caso es que me ha apetecido entrar a Cabeza de Puerco. Siempre he tenido curiosidad. Monique se escandalizaría si se entera. Allí solo va la chusma. Y allí que voy yo. Por lo visto allí hacen contrabando de objetos prohibidos tras la guerra. Y seguro que antes también hacían. Y los taberneros ayudan a mantenerlo en secreto. Me estaba tomando tan tranquila la cerveza, cuando la vieja loca -alias Vivian- se toma un hidromiel delante de mí. La hacía más de té. Pero estaba de incognito. -Hola, querida. Menudo susto me dio. La saludé cordialmente y no esperé para nada que me llevase a una habitación de la tía de la barra. Por lo visto, sabe algo horrible que solo saben ella y McGonagall. Que no me ha dicho que es porque es sumamente peligroso. Me ha ordenado que sea yo la que se encarga de que le lleguen a McGonagall las cartas de Vivian a través de un pasadizo que hay en Cabeza de Puerco que comunica con el castillo. Que por lo visto es el pasillo que usa Willa Hegarty para ir a ayudar a sus padres. Y, que, para colmo, la Hegarty también está metida en el marrón. De este modo, nadie será capaz de registrar el correo. Hegarty también se encarga de tener toda la información que los hombres que acaban pidiendo alcohol para olvidar en Hogsmeade depositan en la joven, como si se tratase de una pobre muchacha que no vale un penique. La tienen bien liada. Bueno, Vivian la tiene bien liada. Y no sé cómo McGonagall puede permitir tal conspiración. ¿Es una conspiración o dónde leches me estoy metiendo? Lo que más fuerte me parece es que la directora me ha recomendado especialmente a MÍ para una pequeña tarea. Creen que yo que no sé NADA de NADA. O sea que no tengo ni puta idea de que va esto -y que soy Weasley y que por lo tanto soy de fiar… Puedo hacerlo. Y cuando le he preguntado que por qué yo, y no otras de mis primas más formadas (que llevo tres años nada más en Hogwarts)…Me han dicho que confían a duras penas en la Adivinación. Odio la Adivinación, ¿vale? Seguramente la suspenda. Mi tarea consiste en buscar a una tal Ivonne. Y que Willa Hegarty me va a ayudar. No sé cómo leches esperan que la encuentre si no sé nada. Si no se ni por qué tengo que hacer eso, ni cómo, ni dónde empezar a buscar… La puta loca me ha dicho que ya se me ocurrirá algo. Creo que la Adivinación se ha equivocado. Me han dicho que esto es totalmente confidencial. Que nadie en el mundo lo debe saber. Que podemos correr peligro. Incluso ha estado a punto de hacerme un Juramento Inquebrantable la puta loca. En serio, me da miedo. Creo que es de esas personas que aun piensan que Voldemort va a resucitar y nos va a mandar a todos a tomar por culo. He tenido que ir a McGonagall para confirmar que no me he vuelto loca. ¡Y la puta loca tenía razón! Por Merlín…Como se entere mi padre, me encierra en mi cuarto para siempre. Creo que voy a empezar a ir haciendo el testamento. Al menos si encuentro a Ivonne… Me dejarán en paz. Espero. Tengo ahora mismo el privilegio de irme de Hogwarts siempre que quiera. Va a ser difícil ocultárselo a Monique. Estamos siempre juntas, por Merlín. Va a ser tremendamente difícil. Le tendré que decir que mis padres están desbordados de trabajo -cosa que es cierta, pero jamás me quitarían de Hogwarts para ayudarles. O quizás tenga que lanzarle hechizos para que olvide mi desconsideración. Me siento como una espía. Quizás lo sea. Por Merlín. Por las putas y piojosas barbas de Merlín. ¿Y si estoy ayudando a neomortífagos? ¿Y si acabo en Azkaban? No creo que McGonagall dejase que hiciera algo sumamente peligroso, ¿verdad? Creo que estoy exagerando. Sí, es eso. Me he dejado llevar por la emoción. Tengo la protección de la directora y tampoco es un trabajo mortal. Cuando mi padre dice que exagero no se equivoca. Y hablando de mi padre. Últimamente creo que le pasa algo. No sé si es un resfriado o qué es exactamente. Pero está más cariñoso. Yo lo llamaría pitopausia, porque ya tiene una edad en la que…En fin…" Las manos de Monique temblaban considerablemente. Tenía miedo. No quería seguir leyendo jamás aquel diario. Tenía miedo de que Roxanne hubiese sido asesinada por una razón concreta. Su amiga siempre había sido demasiado osada… ¿Pero para aceptar aquella tarea? Era cierto que ella no sabía que Ivonne sería el nombre que pintarían en su cadáver. Ni en el de Willa Hegarty. Pero sabía que había un nombre pintado. ¿Estaban los dos asesinatos, de algún modo, justificados por lo que aquellas alumnas habían hecho? ¿Por haber jugado con el Ojo poco antes de morir? Por Merlín. ¿Qué demonios estaba ocurriendo en el mundo mágico? Decidió no contar nada a nadie hasta que acabase de leer el diario. Quizás era una broma de su amiga. Ya que el diario tenía una dedicación muy bonita en la portada. Eso había ayudado a que Monique se lo quedase. "Para mis futuros fans. Pero, sobre todo para Monique, porque voy a recuperar todos los recuerdos que viva y que nos llevaremos de Hogwarts. Será como uno de esos diarios-relatos de mejores amigas para toda la vida. Llámame cursi. Confío en que todo esto se quede entre nosotras y que sepas bien qué hacer con el diario. Enmarcarlo, por ejemplo. Al lado de cualquier actor muggle -con la condición de que sea guapo. Supongo que mis historias van más allá de lo que esperas encontrar. Pero es que nuestra amistad lo vale, y creo que cuando llegues a las últimas hojas te darás cuenta de muchas cosas que debes saber, entre ellas que eres muy importante para mí. Cuídate, Roxanne" Asimiló varias cosas. La primera el hecho de que tanto Roxanne como Willa Hegarty habían sido asesinadas de manera parecida. Ambas bajo el nombre de Ivonne. La mujer que según su relato estaban destinadas a encontrar. Por lo tanto, ¿la habían encontrado y por eso habían sido asesinadas? ¿Qué tenía que ver McGonagall con todo aquello? ¿Y quién era exactamente Vivian? Por otro lado, se dio cuenta de que la dedicatoria era en realidad un mensaje oculto. Recordó que a Roxanne le gustaban los enigmas. De este modo, podía obtener de ese fragmento la siguiente información: "Para Monique. Voy a recuperar todos los recuerdos que viva. Confío en que esto quede entre nosotras y que sepas bien qué hacer con el diario. Supongo que mis historias van más allá de lo que esperas encontrar. Cuando llegues a las últimas hojas te darás cuenta de muchas cosas que debes saber. Cuídate, Roxanne." ¿Cómo no se había fijado antes en eso? Sus cartas en verano siempre eran así. Siempre recargaba la información para ocultar lo importante. Roxanne había acabado el diario. No lo había dejado a medias como siempre imaginó. Era una explicación de lo que le había pasado. Si sabía que algo malo iba a pasar, ¿por qué nunca dijo nada?
Los rayos del alba acariciaban las ventanas del castillo, despertando lentamente a los alumnos que lo habitaban. Las mañanas cada vez eran más frías conforme noviembre pasaba. Las sábanas parecían más finas y las mantas eran demandadas todas las noches. Volvían los cafés calientes y las bufandas de franjas bicolores. Una nariz enrojecida. Pañuelos usados y jarabes de la tos. El invierno comenzaba a dar su frío abrazo a todo aquel que no estaba lo suficientemente abrigado. Scorpius Malfoy evitó las miradas mañaneras de sus compañeros de cuarto. Mientras que Peter Glyne era demasiado callado y Rufus Farben un cínico, cuya familia le había enseñado a odiar a los antiguos mortífagos. Pero aquello daba igual porque tenía a Peter Greenwood. En ocasiones eran muy parecidos. Altos, delgados, elegantes, rubios. Los ojos grises de Malfoy sobresalían entre los pozos azules de Greenwood. Habían sido los mejores amigos desde el comienzo de año. Inseparables. Eran inteligentes, aunque en ese ámbito destacase excepcionalmente Scorpius. Y, por supuesto, Greenwood pertenecía a una familia muggle que le había privado de todos sus prejuicios con los que el resto de compañeros de Casa le seguían echando en cara. Aunque, como le había contado Peter, su familia tampoco era perfecta. Tan solo tenía a su padre. Una figura autoritaria a la que Peter adoraba. Pero el cual, cada verano, lo mandaba a un campamento de fútbol. Le ayudaba a paliar el comportamiento del resto de sus compañeros de cuarto. Las miradas asesinas habían estado presentes desde la primera noche del primer año. Scorpius parecía obviarlas con suma facilidad. Había una desazón en su estómago que le haría sentirse incómodo siempre. Era fácil cuando estaba con Peter. Su mejor amigo no le distraía, sino que le hacía creer -sin saberlo- que el mundo era un lugar fácil para un muchacho de trece años. Peter le hacía creer que su gran corazón era digno de ser Gryffindor. Y, junto con Albus, le habían apoyado desde el primer minuto. Scorpius solía pensar que nunca sería capaz de recompensar toda la ayuda que su amigos le ofrecían. Alice, en cambio, era real. Era aquella persona que ponía los pies en el suelo a Scorpius. Desestabilizaba todo el mundo multicolor que le pintaban sus otros dos amigos. A pesar de ser una persona cínica, era el equilibrio perfecto. Sabía que Alice jamás le suavizaría lo que pensaba. Aunque fuese un «¿Sabes que tu padre no mejorará, verdad?». Dolía. Pero era la verdad. Era lo que ocultaban Peter y Albus. Como si él no lo supiese. Peter Glyne, que había salido junto con Farben de la habitación mientras Scorpius se vestía, volvió al dormitorio. Le lanzó una mirada inquisitiva a su indeseable compañero de cuarto. -La Weasley te está buscando desesperadamente.- avisó con un tono burlón.- ¿No te da vergüenza que haya tenido que rebajarse a tu nivel por el Quidditch? Si pudiese matarle con la mirada, lo hubiese hecho encantado. Sin mediar una parada, Scorpius se acomodó la corbata mientras pasaba a su lado y se dirigía escaleras abajo hasta la Sala Común. Glyne le pisaba los pies. -¿Qué quieres? -¿Tienes algo con Weasley?- preguntó bruscamente. Scorpius endureció sus rasgos.- Aunque sea una pesada está bastante…Ya sabes. Tú la has visto. - le dirigía una mirada lobuna y de descaro. Scorpius le miró con recelo. No quería pensar justo en ese momento en las curvas que podía haber visto asomarse en las caderas de Weasley en el Quidditch. -¿Qué quieres? -repitió, preguntándose por qué razón tenía que aguantar él aquello. -Oh, venga… ¿No te lo imaginas?- la sonrisa lobuna creció. Las chispas en sus ojos brillaron divertidas. El compañero de Quidditch de la aludida se acercó a él con una amenaza en el puño cerrado.- Cuidado, Malfoy. -le advirtió. - Quiero invitarla al baile que McGonagall va a hacer en Navidad en honor a los héroes de la guerra, ya sabes. -Puedes preguntárselo tú mismo, Glyne- respondió cortante. El joven musitó algo con cierto odio y bajó escaleras abajo echando una mirada de rabia hacia Malfoy. Scorpius sabía que Weasley se negaría rotundamente. Y no solo porque sería, de alguna forma, rebajarse al nivel de aquella escoria -ya que Glyne era un ser insufrible para sus amigos. Sino porque Rose Weasley llevaba repudiando el evento desde que McGonagall anunció el estúpido baile hacía una semana. El baile no era sorpresa, a la directora le encantaba decorar el Gran Comedor y ver a sus alumnos desfilar con sus mejores galas. Era una invitación a los héroes de la guerra. La familia de sus amigos. Los allegados que vivían lejos. Era más bien un reencuentro de alumnos de Hogwarts. Su padre sería repudiado en aquella reunión. Por eso no había sido invitado. Entendía que había estado en el bando equivocado. Que su familia había hecho daño a -probablemente- todos los que allí se encontraban. ¿Contaban con el hecho de que su padre había sido de gran ayuda a la hora de renovar el gobierno? Por supuesto que no. Tampoco reconocían el notable cambio en la personalidad de su padre. ¿Cómo iban a hacerlo? Sería impensable. El apellido Malfoy causaba asco y odio en la mayoría de los alumnos. Incluso cuando lo veían rodeado de los descendientes de esos héroes. Scorpius Malfoy con Potter, Weasley y Longbotton. Y un muggle. Seguramente una obra de caridad. El muchacho cerró los puños solo de pensarlo. Nunca confesaría sus pensamientos -y la realidad- a sus amigos. -¡Al fin te encuentro! Se te han pegado hoy las sábanas hoy, ¿no?- una sonrisa radiante le daba los buenos días. Reparó en la dura expresión de su amigo.- Tienes mala cara. Vamos al entrenamiento… -Buenos días, Weasley- saludó Peter Glyne pasando a su lado, con una sonrisa deslumbrante. Rose puso los ojos en blanco y vio cómo su amigo bufaba. Frunció el entrecejo y obvió el conflicto interno de los dos Gryffindor. Un conflicto que, si se paraba a pensarlo, se erradicaría en cuestión de segundos en cuanto ambos levantasen la bandera blanca. -¡Vamos, Malfoy…!- le apremió. Le cogió del antebrazo y lo sacó de la Sala Común. Tenía una bolsa de papel en la otra mano. La nariz enrojecida. Su indomable melena caoba recogida en una trenza, de la que hebras de su cabello adornaban el contorno de su rostro.- Te he traído el desayuno porque tenemos mucha prisa. -¿Qué?- su rostro se contrajo cuando Weasley empezó a guiarle por pasillos que no se dirigían al Gran Comedor. ¿No se dirigían al entrenamiento? ¿Iba Weasley a acabar con él finalmente y de una vez por todas? ¿Tenía que gritar? La muchacha le lanzó la bolsa, la cual Scorpius atrapó en el aire. Dentro había un zumo de naranja en un tetrabrik -los elfos domésticos de las cocinas habían optado por las comodidades muggles- y un bollo de pan. Scorpius miró con extremo escepticismo a la joven, que le sonreía mientras caminaba con rumbo desconocido. De pronto Rose Weasley cortó el contacto visual con su amigo. -Mi padre viene a por ti. Un frío y doloroso calambre arremetió contra la espalda de Scorpius. Ouch, o sea que lo llevaba a su verdugo. -¿A por mí?- recibió un asentimiento por parte de su compañera de Casa. Recapacitó.- ¿Es…Es por mi padre?- volvió a asentir. Algo le raspó la garganta. Sus manos temblaron levemente. Tuvo que parar en seco. No tenía previsto salir de Hogwarts por la situación de su padre. Significaría que se encontraba en un estado crítico. Rose Weasley se acercó a él y le apretó con fuerza la mano. La cabizbaja mirada de Scorpius se alzó en búsqueda de los azulados ojos de su amiga.- ¿Sabes si está bien? -Sé que el hecho de que Ronald Weasley sea el encargado de…- cambió de tema por completo. Disculpándose por ser ella y no su amigo Albus el que le llevara a ver a su padre. Un momento íntimo que no le pertenecía. Aún le costaba denominar aquel vínculo como amistad en lugar de convivencia. -Está bien. Mi padre me ha avisado -dijo simplemente. - Llegamos tarde, tienes que apresurarte. Una losa demasiado pesada cayó sobre los hombros del joven. Corrieron al encuentro con Ronald Weasley. Scorpius sabía que el señor Weasley tenía conocimiento sobre el estado de su padre y que se había encargado de cuidar de él e informarle sobre el avance de su enfermedad. En secreto, al joven no le acababa de convencer aquel hombre con la sonrisa afable de Rose Weasley. Conocía el pasado que compartía con su padre. Él mismo había recibido miradas de recelo del señor Weasley. Parecía obligado -por presión social- a cuidar de la familia Malfoy. Quizás su peor pesadilla. No le caía bien. Porque él nunca perdonaría a su familia. Pensaba que lo que en ese momento estaba haciendo era un acto demasiado hipócrita. Hubiese preferido mil veces que su padre no recibiese ayuda del señor Weasley. Cómo debería estar sintiéndose su padre… -Buenos días, Scorpius Malfoy.- arrastró el apellido como un antiguo hábito que jamás cesaría. Incluso su hija lo notó. Tuvo que regañarle con la mirada, mientras se iba a clase y dejaba, algo temerosa de aquello, a su amigo con su padre. -Buenos días, señor Weasley.- respondió educadamente, con un tono neutro. Cuando Rose Weasley se hubo perdido de vista, Ronald Weasley miró inquisitivamente a Scorpius. En el anterior encuentro, el joven Malfoy había percibido el odio que aquel hombre le profesaba a su padre mientras le decían el horrible diagnostico que tenía. No podía soportar que aquello pasase. Por mucho que fuese el tío de su mejor amigo. -Escúchame, pequeño Malfoy, ni a ti ni a mí nos gusta esto… - advirtió refiriéndose a ellos dos juntos.- Por lo que solo te llevo, te enteras de lo que pasa y vuelves aquí sin dirigirme la palabra. ¿Te ha quedado claro? Por supuesto que a Ronald Weasley tampoco le caía bien aquel joven rebelde de mirada feroz. Todos decían que era una gran persona, pero con él era un osado que le miraba como si fuese detestable. Con todo lo que estaba haciendo por su querida familia. -¿Por qué tengo que salir de Hogwarts? ¿Qué ha pasado? El hombre pareció irritarse. Scorpius sabía que no quería oír su voz, pero su padre era más importante que lo que el señor Weasley quisiese. -Está en San Mungo. La cara de Scorpius se descompuso. Tras sufrir el hechizo de transportación de Weasley, se mareó demasiado y vomitó en el suelo de losas blancas. Se sentía un asco por dentro. La sangre quizás habría desaparecido de su rostro. Si su padre estaba en San Mungo era porque algo iba mal. ¿No? Tan solo tenía el brazo infectado, por el amor de Merlín, eso podía controlarlo su madre desde casa. Y ella tan solo llevaba cinco meses de embarazo. Una enfermera le ayudó a levantarse y le dio un pañuelo con el cual pudo limpiarse la boca. El señor Weasley había desaparecido de aquella escena. Gracias a Merlín. Sin embargo, lo que se iba a encontrar, era muchísimo peor. Estaba en una sala del hospital. De esas en las que se encuentran los enfermos terminales. Como una habitación personal dentro de aquel transitado centro médico. Un ventanal daba a la calle, donde las nubes auguraban una tormenta eléctrica. Los cuadros con flores adornaban tristemente las paredes blancas. Los muebles blancos. La cama blanca desde donde su padre le miraba con un semblante moribundo. Su blanquecino pelo se encontraba desordenado -como nunca antes lo había visto. Su brazo derecho resplandecía de un color verde mortífero. Bajo el camisón blanco que llevaba puesto, se asomaba ese mismo color por el pecho. Su madre, sosteniendo el brazo sano, le miraba con triste dulzura. Tenía el vientre demasiado salido. Sus brazos y su cara eran tan delgados que parecía que estaba siendo absorbida por el embarazo. Scorpius se abalanzó a su padre. Este le besó la mejilla y le acarició el pelo de la nuca como cuando era un niño. Su madre le masajeó la espalda. El joven sollozaba. Scorpius Malfoy estaba derramando lágrimas empañaron, como consecuencia, los ojos de su madre. -Te quiero.- murmuró el muchacho en los brazos de su padre. Se apartó torpemente y dirigió su mirada a la tercera persona que se encontraba en la sala. Harry Potter. El muchacho no admiraba a aquel hombre como lo hacía el resto de los alumnos de Hogwarts. Ni como lo hacía Rose Weasley o Alice Longbotton. Veía en el señor Potter una figura de tolerancia y respeto que creía que era necesaria en los tiempos que corrían. Para Scorpius, Harry Potter no era un héroe. Era la única persona en la que su familia podía confiar. Era el único salvavidas que tenían. -Hola, Scorpius.- le rozó el hombro en señal de apoyo.- Siento haberte sacado del colegio así como así. Pero tus padres y yo veíamos necesario que sepas de primera mano el ingreso de tu padre en San Mungo. No es porque esté en un estado grave. Sino porque consideramos más oportuna la ayuda médica que aquí pueden ofrecer, que lo que podíamos hacer desde tu casa, teniendo en cuenta la condición en la que se encuentra tu madre. - se aclaró la garganta. Scorpius le sostenía la mirada.- Desgraciadamente, siento anunciarte que tu padre se tendrá que quedar aquí durante…Mucho tiempo, esperemos. Tu madre le acompañará y tú tendrás vía libre para visitarlo cuando quieras. Desde el despacho de McGonagall. Puesto que se acerca Navidad, me gustaría invitarte a pasar las vacaciones con mi familia, ya que eres íntimo amigo de mi hijo Albus. Estaríamos encantados de recibirte, Scorpius. Al muchacho se le encogió el corazón. -Muchísimas gracias, señor Potter.- éste asintió, se despidió cordialmente de su familia. Antes de abandonar la sala, Draco Malfoy le llamó. -Gracias, Harry. - soltó una lágrima y el señor Potter asintió con una triste sonrisa. El hombre postrado en la camilla llamó la atención de su hijo. Le agarró con una fuerza demasiado débil del brazo y le miró con ojos feroces.- Quiero que sigas poseyendo ese gran corazón que has heredado de tu madre y esa cabeza centrada que tienes. Noble y valiente. Estoy muy orgulloso de ti. Pero quiero que me prometas una cosa. - el muchacho asintió.- Que tu lealtad siempre esté con los Potter, hijo. Devuélveles el enorme favor que nos están haciendo. Correspóndeles con tu nobleza y protégelos.
Carecía de azúcar su café. Según aquella máquina, era un café americano. Sin lugar a dudas, los británicos no tenían ni idea de cómo sabía aquello en realidad. O quizás es que el hecho de adaptar las innovaciones muggles en el Departamento de Seguridad Mágica no estaba saliendo demasiado bien. Si aquello fuese Washington DC, tendría a un asistente que le hiciese cafés de verdad. Pero era un Londres que pretendía integrar los inventos de los muggles. Para los magos de toda la vida, era una inmensa estupidez. Por supuesto. Si hubiesen sido muggles antes de los malditos once años, apreciarían Internet. Edward Whitehall se paseaba por los pasillos del Departamento admirando lo excéntricos que podían llegar a ser británicos. Los magos británicos, concretamente. Tampoco es que él se considerase un modelo a seguir. Pero, joder, es que podían llegar a ser muy raritos. Y eso sin tocar el tema de la moda. Parecían estar estancados en alguna época desconocida. Se había quedado mirando el traje de chaqueta de finas rayas grises y fondo azul marino de su compañero de conspiraciones, Harry Potter. Realmente un espécimen cuyas gafas redondas eran dignas de investigar. -Entonces, ¿detendríamos a Ivonne en cuanto aparezca? No tiene sentido. No sabemos de qué bando está. Ni qué bandos existen. Honestamente, ¿estamos formando un bando en contra de lo desconocido? Menuda estupidez. Estamos dando pasos ciegos. - Le dio un sorbo al café.- En caso de que esta mujer aparezca, voto por exigirle explicaciones. -Claro, nos dirá exactamente lo que nos ha dicho McGonagall.- contestó secamente Potter. -No lo creo, ¿eh? - Llamó la atención de su compañero.- Piensa en las muertes que se han producido por su culpa. Y tan solo sabemos unas pocas. Las preguntas que tenemos que resolver no tienen que ver con Ivonne. Porque no tenemos ni puta idea de quién es. Pero…Sí sabemos quién la está buscando. Debemos averiguar la razón. ¿Y si es más perversa que ellos? -¿Por qué la protegería Minerva entonces? -Yo no daría por sentado que Minerva la protege por cariño o tonterías de esas. Ya la has escuchado. Conocer algo sobre ella implica peligro directo. Por lo tanto, quizás nos está protegiendo a nosotros, ¿no te parece? Harry titubeó. -Si eso que dices es cierto… Quizás deberíamos proteger también a Ivonne. Es decir, que nadie la encuentre. Si nadie la encuentra, no habrá peligro. Creo que deberíamos investigar mejor al Clan del Ojo. Busqué en los archivos de Malfoy personas que perteneciesen a una Sociedad e increíblemente, hay demasiadas sociedades mágicas en el mundo. - Dejó escapar un suspiro.- He investigado a Zahra Onlamein. - Lo sé.- respondió Whitehall, consciente de los viajes a la Casa Malfoy y otros lugares de Dinamarca a los que había su compañero aquellos días. -Oh, no, no lo sabes.- dijo con cierto sarcasmo Harry Potter.- Te vas a sorprender bastante. De hecho, te he llamado para hablarte de ello. -Adelante. -Zahra Onlamein, como ya sabes, pertenece a una sociedad que supuestamente era mucho más poderosa que Voldemort y sus mortífagos juntos. De hecho, según el elfo que redactó otros informes sobre su familia, esta sociedad lleva existiendo durante cientos de años. La familia le ha sido fiel desde el comienzo y desde su fundación y venera a su figura principal, un ojo, como si de Merlín se tratase. Era una familia oscura y reservada, pero de gran nivel económico. Tenían a miembros en muchísimos Ministerios Mágicos y repudiaban a los muggles como si fuesen la escoria de la evolución. -No me sorprende por ahora nada de lo que estás diciendo, Potter… -Si me dejases acabar…- respondió con una sonrisa.- Zahra era la hija mayor de un matrimonio tradicional mago de sangre pura, y tenía un hermano que se llamaba Otto Onlamein, quien vive ahora en una mansión a las afueras de Copenhague con su mujer y sus dos hijos gemelos. Habría que hacerle una visita. -Teniendo la dirección de ese tal Otto no hace falta saber nada más de Zahra… -Te equivocas, Ed. -objetó Harry.- Zahra Onlamein se casó con un tal Graham. El elfo que se encargó del informe no obtuvo el apellido…Sin embargo, apuntó que el alias de este hombre: Badmood. ¿Te suena de algo?- Ed alzó las cejas.- Graham McOrez. Un rugido gutural salió de la garganta de Ed Whitehall. -Hijo de puta.- dio un puñetazo en la mesa de Harry.- Ese bastardo mató a miles de personas en la Guerra Fría, en Luisiana… ¡A mi tío, Potter! ¿Sabes que mató a mi tío?- calmó su respiración. -Lo sé. En un principio acudimos a tu ayuda porque sabemos que llevabas el caso de las Brujas de Salem… Pero también sabíamos de tu obsesiva caza a Graham McOrez. Creíamos que nos ayudarías a encontrar a su hijo Tristán. Al final resultó más importante la búsqueda de Ivonne, la interrogación de McGonagall…Que buscar al asesino Tristán… Parece que todo está relacionado. Harry miró hacia su compañero. Su mirada se había perdido en su propio pasado. Había llegado a conocer a aquel extravagante americano mejor. Su venganza era lo que le movía. Su afán por acabar con Graham McOrez le precedía. Era, probablemente, la única persona que había sobrevivido a un encuentro con él. Recordaba las noticias de hacía una década. Un auror de Washington herido tras proteger en vano a su tío, el Ministro Mágico de Estados Unidos, de un atentado llevado a cabo por Graham McOrez. Sería la primera vez que Harry Potter escuchó aquel nombre. Era un hombre que se había escondido de los mortífagos. No quería saber nada de ellos, puesto que veneraba a otra magia oscura. Se había asegurado de que todo el mundo lo supiese llevando a cabo carnicerías muggles, aprovechando las guerras que sucedían. Por supuesto, los muggles nunca supieron de su existencia. Y en el mundo mágico, había pasado desapercibido hasta que Ulrich Whitehall, un auror que se convertiría en Ministro, le siguiese los pasos hasta su propia muerte. Desde entonces, Ed Whitehall era su ángel vengador. -Así que mi amigo también busca Ivonne…Interesante. -Se rascó la barbilla. Y, no obstante, a Harry le pareció que aquel hombre ya lo sabía. No dijo nada al respecto. Había oído rumores de que Whitehall estaba dentro de un supuesto secreto Comité formado por el Ministro McKing.- ¿Y si todos los movimientos, aparentemente sin sentido, de Graham fuesen en realidad aquellos sitios por los que ha pasado Ivonne? Es decir, ¿dónde empezó a actuar Graham? En Inglaterra, por aquel entonces era muy joven. Atacó en las zonas del puerto obrero. Le siguió Francia. Si sabemos algo de Ivonne es que estudió en un Colegio de Hechicería allí. Si coincide con la época en la que McOrez atacó a una aldea de allí… Era en los años 50. Ivonne podría tener ahora unos ochenta años como mucho. Edad que no es muy dispar con la de Minerva. El rastro de McOrez se pasea luego por Europa del Este. Rusia. India. ¿Sabes dónde fue el último ataque de McOrez? - Harry Potter negó. Al segundo, reaccionó.- Mi tío. -Si tu tío seguía a McOrez, debía saber algo de Ivonne, o, al menos, del Clan del Ojo. ¿Tiene algún diario o un cuaderno de notas?- ambos estaban al filo de sus asientos. Por primera vez, estaban descubriendo algo.- Quizás tu tío sabía quién y dónde está Ivonne. Harry se percató del semblante sombrío y pálido de su compañero. Este tragó salivo y miró con algo de temor los ojos de Potter. -Joder.- musitó. -¿Qué ocurre? -Sí, Potter, sí. Mi tío puede que supiera dónde estaba Ivonne. Y creo que sabía quién era y porqué la buscaba Graham McOrez.- tenía la mirada perdida en algún doloroso recuerdo.- El día en el que McOrez se presentó en el despacho de mi tío cuando estábamos tomándonos un whisky, le gritaba a mi tío: "Dímelo". Creía que era alguna clave o algo. Algo entre ellos dos, ¿sabes? Mi tío le dijo que nunca y me aturdió para no presenciar la escena, con la esperanza de que McOrez no me tocase un pelo. Podía oír y ver entre una neblina lo que ocurría. Recuerdo a mi tío decir "Nunca lo sabrás". Y un Avada Kadavra. Siempre creía que había sido McOrez, ¿sabes? -Crees que tu tío se suicidó protegiendo el secreto, ¿no?- su amigo seguía en trance.- Puede ser. O puede que no. Nunca lo sabremos. Pero, si tu teoría es cierta, sus hijos también la estarán buscando. Cayo y Tristán McOrez. Todos miembros del Clan del Ojo. Ed Whitehall parecía no escuchar la conclusión de su amigo. - Él me habló de Ivonne… Solo que la llamaba de otra forma. -¿Cómo? -Mordred. Harry miró expectante a Ed. -Así se llamaba… -El hijo de Morgana. -¿Era algo simbólico, no? -Eso espero. Lo que sé…Es que mi tío quería matarla.
Una persona con once años nunca es lo suficientemente madura como para entender el mundo de los adultos. Por mucho que sepa. Por mucho que haya vivido. Por mucho que haya vivido experiencias y haya leído libros. Jamás logrará entender del todo sentimientos profundos. Tampoco los sentirá del todo. Una persona con once años es inocente. Y con doce. Y con trece. Una persona normal, claro. No una persona que haya sufrido. Que haya tenido un cambio en su vida que le haya activado esa parte del cerebro a la que los adultos llaman responsabilidad. Roxanne Weasley había favorecido a la maduración de todos sus familiares con su muerte. Quizás, el único punto positivo que podía encontrarse. Incluso a aquellos a los que menos les había salpicado el homicidio. Aún había estragos. La muchacha de cabello rojizo se paseaba por los pasillas con rapidez. No estaba disfrutando de Hogwarts como lo haría en cualquier otro tiempo. Lily Potter escupía palabras duras a todo aquel que se acercaba a ella, que no fuese familiar o amigo suyo. Su dulzura y su inocencia habían desaparecido de su rostro desde que fue internada en aquel colegio. Y allí se había acrecentado. Estaba harta de las miradas de sus compañeros, los que la reconocían como la hija de Harry Potter. No porque le molestase, sino porque creían conocerla. Eso le frustraba. También el hecho de que cada dos por tres, los alumnos de su curso sintiesen miedo y temiesen acabar como Roxanne Weasley. Y lo decían sin desparpajos delante de ella. Lily Potter no tenía ningún amigo. Se había convertido en una chica con mal humor. Ella no estaba orgullosa de ello, pero era lo que las miradas de sus compañeras de cuarto le profesaban. La envidiaban. Su tez pálida. Sus cálidos ojos. Los chicos querían que fuese su amiga. Lo peor de todo había sido el invento del baile en honor a sus padres y a sus tíos. Todo el sector masculino quería ser su cita para aquel evento. Por supuesto. Todos eran tan egoístas que querían sentirse protagonistas de alguna forma. El hecho que había desencadenado su mal humor había sido su inocencia. La primera noche se había hecho amiga de Ellie Coleman -hermana pequeña de Bárbara Coleman. Esta le había dicho que veía a su amigo Lorcan un chico muy atractivo. Lily le confesó que a ella siempre le pareció muy guapo Scorpius Malfoy. Desde aquella conversación, Coleman la chantajeó. Prácticamente la explotaba. Se reía de ella. Hasta que Lily explotó con un genio heredado de su madre. La abofeteó y le dijo que fuese a contar lo que le placiese. Que no le importase. Pero que la dejase en paz o la cogería de los pelos y la colgaría de una lámpara. El rumor de la violencia que se apoderó de Lily corrió como la pólvora. Se había convertido en su reputación. Ya nadie quería ser amiga de Lily, temiendo palabras cortantes. La muchacha acabó creyéndose el propio rumor y levantaba cuchicheos cada vez que pasaba. Aquellos rumores llegaron a los oídos de James y de Albus. Y del resto de sus primos. De Hugo. De Lys. Cuando, uno por uno, fueron preocupados a hablar con la pequeña; esta les contestó a todos de mala manera. El mito se había hecho realidad. Nadie se enteró nunca de que a Lily Potter le parecía atractivo Scorpius Malfoy. El secreto lo guardaría Ellie Coleman con miedo a la reacción de su ex amiga. Aquello era totalmente cierto. Sabía que su amiga Lys creía que siempre había estado enamorada de su hermano Lorcan. Pero, sincerándose consigo misma, su amigo era demasiado raro. En cambio, Scorpius era como un dios de la mitología griega. Inalcanzable, por supuesto. Admiraba su personalidad. Como estando condicionado por su árbol genealógico, era un claro ejemplo de Gryffindor. Sus angulosos rasgos también ayudaban. Tenía once años. Y se sentía atraída por el mejor amigo de su hermano. Poca gente la entendería. O puede que su madre la entendiese perfectamente. A Ginny le había salido bien, ¿no? Tampoco iba a ser una pesada como contaban sus tíos… Pero lo que sí que necesitaba era contacto con él. Algo fácil teniendo en cuenta que también era amigo de su prima favorita. Aunque ellos no quisieran llamarlo amistad. Aquel día, Scorpius Malfoy paseaba solo por los pasillos que bordeaban el patio interior del castillo. Era una oportunidad de oro, pues siempre parecía estar con Peter Greenwood. Otro muchacho bastante atractivo, pero sin el halo de misterio que tenía Malfoy. Lily se acercó a él. Tenía un aire misterioso. Sus ojos parecían estar en un lugar muy lejano. -Hola, Scorpius.- acostumbrada a ser seria y llevar un aura de enfado a todas partes, su voz sonó ruda. El joven dio un respingo. La muchacha se mordió el labio. - ¿Has visto a mi hermano? El joven la miró y estuvo a punto de decir algo cuando un joven, que alcanzaba fácilmente su estatura, se interpuso entre los dos y se encaró con el joven Malfoy. -¿Qué quieres, McOrez?- dijo Scorpius dejando escapar un bufido de frustración. Frank echó un vistazo para reparar en Lily. La escudriñó con descaro, haciendo sentir incómoda a la joven por un segundo. En seguida, le devolvió la mirada amenazadoramente. -¿Te gusta rodearte de muchos Potter, eh? A tu padre por lo que oigo también… Scorpius se mordió el labio por dentro e hizo como si no escuchase los comentarios del joven McOrez. Sabía que aquel momento llegaría. Conocía algo mejor que los demás a aquel muchacho y sabía que le encantaría regodearse del sufrimiento de su padre. -Déjalo en paz, Frank.- la sentencia de Lily se escuchó en todo el pasillo. Tanto Scorpius como Frank se giraron para verla. El segundo hizo una mueca de desprecio y dejó al muchacho para acercarse a la joven Potter. -Vaya, por lo que veo, eres la Potter con más coraje de todos…- Lily no se movió del sitio cuando Frank se aproximó a ella tanto que su casi se rozan. La niña era lo suficientemente alta como parecer una menuda figura a su lado. Scorpius, detrás de Frank, había cerrado los puños en tensión. -¿Cómo va esto, Malfoy? - inquirió el joven mientras examinaba los ojos furiosos de Lily.- Harry Potter cuida de tu padre y la niñita esta cuida de ti, ¿no? Lily Potter le propinó un bofetón en la mejilla. La fuerza hizo que el joven dalease su rostro. Al estirarlo, le dedicó una mirada asesina a la joven que la dejó petrificada. Por primera vez en su vida, la niña sentía miedo de verdad. Unos ojos depredadores se aproximaron hacia ella mientras llevaba sus manos al cuello de la pequeña. -¡Suéltala! Scorpius se abalanzó con el fin de rescatar a la hermana de su mejor amigo de las manos de Frank. Sin embargo, unos brazos lo aprisionaron. Derrick Collingwood le sonreía con satisfacción. El rostro de la joven pelirroja se enrojecía y respiraba con dificultad mientras las manos de Frank se cerraban sobre su cuello. Sus pulmones luchaban rápidamente por recuperar el oxígeno. El joven depredador se mordía el labio con saña mientras veía con orgullo como su víctima se removía impotente. Su tez pálida se volvía morada poco a poco. Había pasado un minuto cuando una mano detuvo su agarre. Zoe McOrez miró a su hermano seriamente. -Si sigues, tendrás consecuencias que papá ahora mismo no podrá arreglar.- retiró su mano y esperó a que su hermano reaccionase de forma sabia. La miró con frustración a la par que apretaba su agarre en la desfallecida Lily que había dejado de removerse. La soltó un instante. Observó su mirada de súplica. Soltó una breve risa sarcástica. La agarró de la mandíbula y la tiró con una fuerza exagerada a la esquina de la columna que daba al patio. Su cuerpo cayó estrepitosamente y su cabeza se llevó el peor golpe. La sangre comenzó a salir a borbotones de su nuca, confundiéndose con el rojo de su cabello. Perdió la conciencia. Frank se agachó y miró con curiosidad su rostro de dolor. Alzó un dedo hacia su mejilla enrojecida. Estaba en una especie de trance en el cual tenía el ceño fruncido con atenta expectación. Scorpius Malfoy le tiró al suelo y se removieron entre puñetazos por las frías losas del suelo de piedra, en una mezcla de bufandas capas y sangre. El prefecto de Ravenclaw llegó en ese momento. Collingwood y Zoe McOrez habían desparecido. Les gritó insultos y sanciones que ninguno de los entendió. Sus oídos estaban ensordecidos por la rabia. Frank McOrez peleaba con él porque lo repudiaba, porque no podía ser humillado por Malfoy. Scorpius luchaba porque tenía que defender el honor de su padre y hacer cumplir su promesa de proteger a los Potter. Neville Longbotton fue el único capaz de separarlos con hechizo. Frank McOrez se percató de que Lily Potter estaba siendo atendida por una enfermera y no respondía a los golpes en su rostro. La sangre tampoco cesaba. No escuchó la penalización de Longbotton. Solo sonrió con satisfacción cuando la enfermera comenzó a gritar buscando ayuda médica debido a la gravedad en la que se encontraba la pequeña. -…Longbotton, puede que tenga una hemorragia cerebral… ¡Y eso es muy dañino! ¡Puede tener consecuencias irreparables sino la llevamos enseguida a San Mungo! Frank escuchó su sanción. Ayudar a los elfos de la limpieza todo el año. Y el mismo castigo para Malfoy. No había testigos que protegiesen a ninguno de los dos. Sería una injusticia si solo castigase a Frank y lo sabía. Siguió con una sonrisa de suficiencia mientras miraba la rabia acumulada de Scorpius. Tendría que esconderla sino quería que el profesor le acusase de aquel accidente. El joven McOrez siguió con la mirada el cuerpo que levitaba de la niña. Había admirado por un momento su valía. No podía ser a causa del desconocimiento de la reputación de Frank. Sin embargo, su estupidez dejaba mucho que desear. Había disfrutado de la tortura que mostraban sus ojos. Como siempre lo hacía. Si no fuese el caso de que se había criado entre asesinos, se daría miedo así mismo. Aún estaba irritado por el hecho de que su hermana le hubiese detenido. Gwendoline Cross había abandonado Hogwarts por el ataque a Rose Weasley. Él también podía hacerlo si con ello acababa con la vida de la hija de Harry Potter. Joder, tendría más reconocimiento que el que su abuelo y sus amigos le habían dado a su hermana por haber matado a Roxanne Weasley. No era por ser pequeño. Su padre le decía que tenía demasiado potencial, pero que debía canalizarlo mejor. Que sería alguien importante en un futuro. Su abuelo, su ídolo desde la infancia del joven Frank, siempre auguraba a un mago temible cuando lo veía entrar en el salón. Se veía reflejado en él. Frank había acabado con más vidas que su abuelo a su edad. En realidad, Graham McOrez por aquel entonces no había matado aún a nadie. Necesitaba acabar con Lily Potter.
![]()
Potterfics es parte de la Red HarryLatino
contacto@potterfics.com Todos los derechos reservados. Los personajes, nombres de HARRY POTTER, así como otras marcas de identificación relacionadas, son marcas registradas de Warner Bros. TM & © 2003. Derechos de publicación de Harry Potter © J.K.R. |