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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Jueves 21 de Enero de 2021, 20:22 [ Más información ] Tweet
(II) Capítulo 30: Sine die
Le gustaba la luz del sol. No podrían arrebatárselo allí. Incluso si había tenido que huir de la Enfermería de Hogwarts. Recluida, aquella vez, en la casa de la joven que la vigilaba tras la ventana y cada movimiento que hacía con miedo de llevar la oscuridad también a su taberna. Willa Hegarty se había portado bien con ella. Pero Imogen no podía ponerles en peligro a ellos también. Miró a lo lejos, al cruce de las montañas y las nubes. La melancolía era una sensación que la joven conocía. Había aprendido a mostrarla solo en momentos en los que la soledad le embriagase y entonces entonaba canciones que aprendió de niña en un pueblo que se había perdido de la faz de la tierra y de los recuerdos. Su largo cabello platino respondía brillando a los rayos de sol. Podría haber estado bien allí. Había empezado a entender la vida en aquel extravagante colegio y a admirar el coraje de unos niños que no les importaba subirse en una escoba voladora y caer desde varios metros de altura, ganándose varias lesiones. Era una vida, una cultura, que no pertenecía a Imogen. Sin embargo, ella se había escondido en ella como si de una bruja especializada en plantas se tratase. -Vaya, así que estás aquí - comentó un niño que se acercaba por un camino que conducía a Hogwarts. La expresión que el niño le ofreció a Imogen la horrorizó, no era de inocencia sino de maldad escondida en una sonrisa sarcástica. -¿Qué-qué…? -se echó hacia atrás de manera instintiva. Escudriñó sus ojos para ver mejor a aquel niño. -Soy Frank McOrez, hijo de Cayo McOrez, miembro honorífico del Clan del Ojo, como yo mismo -Recitó como si estuviese cantando una leyenda.- Y sé perfectamente que usted no pertenece aquí. Es más, no pertenece a ningún sitio… -agarró de la muñeca a Imogen y formuló unas palabras que hicieron que la joven tuviese arcadas. Imogen conocía aquel hechizo porque Olivier lo había utilizado para ayudarla a escapar del Ojo. Deseó que Willa no estuviera mirando para acudir en su rescate. Imogen despareció de Hogsmeade. El sitio al que fue transportada era muy ruidoso, sonaban cláxones de coches que atestaban una calle principal cuyo techo era un cielo gris. Los transeúntes que se topaban con ellos ignoraban que el joven estuviese vestido en una túnica. -¿Qué estás haciendo? -no era tan tonta como para no saber que aquel niño era uno de esos asesinos pequeños que fueron a torturarla a modo de entrenamiento cuando estuvo confinada. -Perteneces a las calles del mundo Muggle, dónde a nadie le importa quién eres y, como los humanos son seres egoístas, no harán nada por ayudarte -fue la aclaración de Frank McOrez. -¿Cómo?…- sollozó antes de encogerse y vomitar sobre el pavimento gris, haciendo apartar a varias personas con traje y teléfonos móviles sobre sus manos. Frank rio secamente y se quitó la túnica revelando un traje hecho a medida que le hacía varios años mayor. Volvió a agarrar a Imogen del brazo y la arrastró hasta el edificio que se encontraba justo en frente de ellos. Labrado en una placa metálica la entrada del lugar se podía leer: «Centro de Salud Mental». Imogen intentó resistirse a entrar a ese lugar, pues no conocía las intenciones que aquel niño diabólico tenía. El hall del centro médico estaba repleto de guardias de seguridad y enfermeras que en seguida analizaron la escena que se presentaba ante ellos. El niño susurró un conjuro al oído de la joven mientras su varita le apuntaba escondida en su chaqueta: «Veritate revelare». -Perdonen las molestias, pero desconocía el número de teléfono del lugar…- su expresión se volvió teatralmente triste.- Es mi hermana. Nunca me he atrevido a traerla a ningún lugar como este… Pero cree que existe un mundo mágico, los magos, las brujas… ¡Cree que nació en un pueblo pesquero asolado por un hombre lobo!- miró a Imogen como si sientiese piedad por ella.- Esto es lo mejor para ti, hermana… Maldito niño del demonio. La dejó abandonada, tirada en el suelo de aquel lugar, del cual aparecieron doctores y enfermeros que la levantaron y la entraron dentro de unos pasillos repletos de gritos, suicidas y asesinos encerrados entre los barrotes de una cárcel y pastillas que les drogaban para ahogar los relatos de aquellos que más cuerdos se creían.
Era la noche antes de la final Slytherin contra Gryffindor y muchos alumnos en el castillo no podían dormir. Significaba día de exámenes finales. Día de hacer maletas. Y el último día en su hogar durante todo el año. Comenzando por la torre de Astronomía, la cual acogía a estudiantes que observaban las estrellas en busca de respuestas a sus exámenes. Los estudiantes, de corbatas mezcladas, sin importar la Casa o a quien apoyarían mañana. Entre ellos, una Molly Weasley buscaba un momento de concentración en el que no fuera molestada por el resto de alumnos. Bajando las escaleras del castillo, se podía encontrar a Joshep McKing y a Annie Gallahger interrogando a los cuadros en busca de respuestas a la muerte del hermano del difunto hijo del Ministro, el cual estaba obsesionado con hallar la pieza con la que podría empezar a montar un complicado puzzle. En la sala Común de los de las corbatas verdes y plateadas, tan solo se encontraba Albus Potter, quien vencido por el sueño, se había recostado en el sofá. Como tantas veces había hecho aquel año. Esperaba no despertarse por tener que perseguir a Alice, pues muchas de sus pesadillas comenzaban allí. Mas Alice Longbotton no se encontraba en los dormitorios de su Casa. Llenos de libros y de apuntes esparcidos estaban las alfombras que cubrían el suelo de la Sala Común de los Ravenclaw, aunque sus alumnos estuviesen bebiendo refrescos y recordando aquellos momentos de aquel curso en los que más cercanos a la magia se habían sentido. En la sala Común de Gryffindor se había montado una pequeña fiesta con la que pretendían animar a los jugadores que al día siguiente se jugarían el pellejo contra los despiadados Slytherin. Habían invitado a todo aquel que quisiese venir, destacando la presencia del propio Chritopher Nott, de la Casa Contraria, acompañado por Lucy Weasley y su amigo Louis Weasley. Este último les dejó espacio a solas y buscó a su hermana Dominique, con motivo de remediar su actitud. Scorpius Malfoy y Peter Greenwood probaban por primera vez unas cervezas de mantequilla robadas, cortesía de Roxanne Weasley, quien se las entregó como un tesoro aquella mañana. Rose Weasley no había salido a la fiesta. James Potter y Susan Jordan esperaban a que su amigo Fred Weasley bajara de los dormitorios. Intuían que estaba tardando tiempo en arreglarse. La fiesta no tenía código de vestimente, más, en tanto que no había habido Baile aquel año, todos habían aprovechado para desempolvar sus mejores galas. Y bailar al son de una lista de reproducción que había facilitado Lucy Weasley y que parecía triunfar. Quizás la Sala Común era pequeña. Pero había antros muggles que permitían un mayor aforo en un espacio más reducido. Fred Weasley bajó estrepitosamente por las escaleras. Más nadie oyó su exasperación. Nadie se percató, sumidos en su felicidad. Tenía una expresión nerviosa que compartía con la de la hermana mayor de Susan Jordan, Monique, quien bajaba junto a él. Fred sacudió a Alexandra Knof, quien bailaba íntimamente con Anjali Khanna. -Eh, ¿has visto a mi hermana? Esta pareció bastante ofendida. Le miró con desprecio. -¿Y por qué tengo que saber yo dónde está tu hermana? -le espetó. Monique Jordan rodó los ojos. Nunca le había gustado aquella muchacha. Con suerte aquel año sería el último que la vería, pues Knopf se iría el año siguiente. Fred se adelantó por el cúmulo de gente y agarró el brazo de Scorpius Malfoy. -Tío, ¿está mi hermana por aquí? El joven le respondió con una sonrisa boba influenciada por el primer sorbo de alcohol en su vida. Se tornó serio en cuanto vio la expresión con la que le miraban Fred Weasley y Monique Jordan. -Mmmm, salió hace un rato de la Sala Común… -¿A dónde demonios habrá ido?- maldijo Fred.- ¿Y a James?- en este caso Malfoy le indicó con la cabeza el sitio en el que James bailaba con Susan. -¿Qué le ha pasado a tu hermana, Fred?- preguntó Scorpius preocupado, de pronto, por la joven muchacha Weasley. -Llevo sin verla desde esta mañana... ¡Y son las doce de la noche!- respondió Moniq Jordan llevándose las manos a la cabeza.- Es raro. Extremadamente raro. Ni siquiera ha hecho la maleta. -¡A nosotros nos ha regalado cervezas! -le anunció, con una sonrisa y abriendo los brazos. -Cross- susurró Alice Longbottom. No pretendía gritar, como precaución en caso de que alguien estuviese por alguna zona cerca del Bosque Prohibido a aquellas horas de la noche, en mitad de la celebración prepartido de Gryffindor. Sabía que esta vez Albus no la seguiría, pues se había encargado de que bebiese una poción que lo dormiría durante horas. El agarre que sintió la última vez en su antebrazo apareció de nuevo, pero sin tanta dureza como recordaba. -¿Lo has conseguido? Quizás si le dijese que no la tenía, evitaría que algo peligroso ocurriese en un futuro. Probablemente todos estarían más seguros sin que la piedra filosofal estuviese en manos de aquellos encapuchados. Sabía que estaba eligiendo un lado Oscuro. -Toma- la joven otorgó tanto la piedra original, que irradiaba una energía extraña. Y sin embargo, asegurarse de que sus amigos y su familia estuviesen un instante a salvo gracias a su elección se sobreponía a sus deseos de salvar el mundo. La figura desapareció en un humo gris, dejando a Alice con el temor de llamarse así misma traidora. Era una escena tétrica y terrorífica. Rozaba la tristeza a través de una extraña ira y frustración transmitida. Su autora la observó mientras tarareaba un cántico que recordaba a un ritual ancestral. Enredado en el Sauce Boxeador se encontraba un cuerpo desnudo, cuya piel se encontraba en carne viva debido a que las ramas se habían encargado de sacudir el cadáver. El peligroso árbol que se encontraba al pie del castillo parecía el autor de aquella pequeña barbarie. Las piernas de la víctima se hallaban enredadas en vertical, con numerosas heridas abiertas de las que goteaba sangre que coloreaba el suelo. Otras ramas ayudaban a la columna vertebral de aquel frágil y maltratado cuerpo a subir hacia arriba, de forma que la cabeza miraba directamente hacia el castillo. El rostro de la joven tenía los ojos abiertos, pero mostraban un vacío inerte en contraste con la expresión de terror que el resto de la cara mostraba. Tenía el ceño fruncido, formando arrugas en la frente y la boca abierta como si lanzase un grito silencioso. Por la boca asomaba un trozo de madera retorcido que había sido clavado desde la nuca, por dónde, escondido bajo una mata de pelo rojo, podía apreciarse. Una varita mágica. Una inscripción rezaba el nombre de su dueña: «Roxanne Weasley». Las manos de la joven estaban aprisionadas por ramas en su espalda, por lo que la muchacha hacía sobresalir sus pechos bajo un roído vestido rojo que tan solo le escondía los miembros que enseñaba al castillo. El vestido largo caía como una cascada rasgada hacia el suelo. En caligrafía un tanto atropellada, la autora había escrito un nombre con la sangre de la víctima. «Ivonne». La despiadada asesina seguía tarareando el cántico mientras guardaba su varita en la túnica con el Escudo de Slytherin. Zoe McOrez contempló orgullosa su creación. El réquiem dirigido a la víctima se convirtió en un susurro cuando las luces del amanecer rompieron la oscura luz de la noche.
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