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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Miércoles 13 de Enero de 2021, 10:53 [ Más información ] Tweet
(II) Capítulo 28: Memento finis
El crepúsculo era su parte favorita del día. Particularmente por los colores naranjas que teñí el cielo de púrpura, índigo y negro. Faltaban unos pocos minutos para que la oscuridad reinara en los terrenos que cubrían el paisaje que se extendía ante ella. Sobre el alfeizar de la ventana se sentía segura. Apoyada en el grueso cristal. Miró al suelo. ¿Y si saltaba? ¿Qué diferencia había entre estar envenenada o no? Ahorraría cientos de problemas al resto. Dejó que una bocanada de aire saliese de su boca. -No me pasa nada, de verdad -repitió. Sus ojos de color oliva ni siquiera le habían mirado aún. -No te creo para nada -le dijo Peter Greenwood. Estaba apoyado sobre el muro con la cabeza reposando en la piedra y sus pies cruzados. -Parece como si te hubieras olvidado de nosotros, Alice. ¿Es que tu Sala Común es el mejor lugar del castillo? El joven buscaba una sonrisa que no alcanzó a conseguir por parte de su amiga. Alice sabía que Albus les había contado aquel incidente. Y por eso le habían dejado tranquila durante el tiempo que sucedió a aquel momento. No obstante, por mucho que les dijera que no le pasaba nada -incluso a Albus -seguían insistiendo en acompañar sus silencios. En ese momento, se sentía una niña perdida. No sabía que excusa poner aquella vez. Se le habían acabado todas con Albus. Él ya no le creía, pero al menos había mantenido una prudente distancia con ella. Rose Weasley también y aquello podía ser preocupante -¿o decepcionante? Scorpius Malfoy parecía haber llegado a un acuerdo con Peter Greenwood para turnarse en asegurarse de que Alice Longbotton no estaría sola. Parecían haber extremado su estrategia desde la noticia de la muerte de Hagrid. Alice no era tonta. Sabía que, aunque ninguno le hubiera dicho nada y McGonagall hubiera mantenido en secreto la operación de sus amigos, sus amigos habían sido los protagonistas de aquello. La evidencia era tal que explicaba perfectamente la pelea de los Potter con los McOrez hacía unos días. Peter Greenwood aún esperaba una respuesta. ¿Lo estaba haciendo bien? No lo sabía. ¿Llegaría a saberlo alguna vez? Estaba cansada. Decepcionada con ella misma. Pero, lo que más le dolía, era saber que tenía amigos, quienes la extrañaban. Y ella no iba a hacer nada. -Supongo que lo de ser Slytherin y no valiente hace que tarde más en recuperarme de que hayan intentado tirarme por una ventana -fue ruda. Lo supo por los ojos caídos de Peter. Bajó la cabeza a la vez que Peter. Estaba dando la imagen de debilidad e inseguridad. De testaruda. Pero quizás Peter aun no había descubierto que la cualidad que más ocupaba la personalidad de Alice era su necesidad por proteger a los demás. No la había descubierto porque ni ella misma sabía que la tenía hasta hacía poco. Por ahora, les había dicho que estaba mal por aquello. ¿Les sería suficiente para el resto de su vida? Ella no quería una amistad basada, en parte, en mentiras. Peter deslizó sus pies hacia ella. Pensaría que sería más fácil sacarle información a través de Albus. Eran los mejores amigos. Peter no sabría cómo manejar a una Alice a punto de estallar. Y, aun así, allí seguía. Custodiando el silencio de Alice. Supuso que aquello era amistad. Una amistad más madura. Otro tipo de amistad. -Alice …Solo queremos que tengas cuidado -le advirtió. Supuso que intentaba hablar por todos. Lo hacía y lo veía en sus ojos. En sus palabras estaba la preocupación de Rose, de Scorpius y de Albus. Y la suya. Por mucho que hubiese pensado al principio que Peter Greenwood era un muchacho simple con poca gracia… Se había convertido en uno de sus indispensables. -Puedes confiar en nosotros para lo que sea… ¿Has hablado con Rose? Podrías hablar con ella, supongo que entre mujeres esto es más fácil…-sugirió con torpeza. Ella sonrió ante la ocurrencia. Se giró hacia Peter y lo vio bien por primera vez desde que se acercó a ella antes del crepúsculo. Las luces de las antorches iluminaban todo el pasillo. Los ojos azules de Peter eran dos pupilas negras que habían cogido todo el espacio de su iris. Tartamudeó. No encontraba las palabras. -No puedo, Peter. Aquello sorprendió a su amigo. La joven se ruborizó. Era el primero al que lo confesaba. Y sin decirlo. -¿Por qué? Ella negó con la cabeza. No iba a volver a hablar. Se recostó en el frío cristal y observó la oscuridad con cierto temor. Se resguardó en su silencio y cerró los ojos. Esperó a que Peter comprendiera que quería estar completamente sola. Después de todo, era lo que se había buscado. Había garabateado la dirección en un trozo de papel. Lo llevaba en sus delicadas manos. Sus pesarosos ojos repararon en que no era un sitio exacto. Era, simplemente, cerca de la parada de metro de Notting Hill. Quizás aquella extraña mujer que demostró saber más de ella que ella misma hacía una semana vivía en aquella zona. No le extrañaría en absoluto que fuera la dueña de una de aquellas estrafalarias tiendas de Portobello Road. Se acomodó el pañuelo violeta que rodeaba el cuello para así evitar cualquier soplo de aire frío que pudiera producirle un resfriado y complicar el embarazo. Quizás exageraba, pero quería cuidarse lo máximo que pudiera. Si no podía hacer otra cosa. E intuía que aquella mujer iba a cambiar su carencia de objetivos. Acarició su barriga. Aun no la notaba tanto, el médico lo había asociado a su delgada figura. Pero le gustaba ponerse vestidos voluminosos que exageraran aquello un poco más. El embarazo le sentaría bien. Sentía su piel más radiante y su cabello más sedoso. Sí, tenía constantes nauseas. Pero valía la pena. Se dejó apoyar en una de las barandas de las casas victorianas que daban al sótano donde antes habitaban los criados. El blanco de la zona le produjo un escalofrío. Miró de reojo el número de la puerta para asegurarse de que era allí su punto de encuentro con Charlotte Breedlove. Volvió a analizar los turistas y residentes que pasaban por su lado. Hasta que no transcurrieron unos diez minutos, la mujer de cabello negro y voluminoso no se presentó ante ella. Recordó que aquella mujer no le había dicho si era bruja. Mas tenía la certeza de que así era. Incluso si ropa era contemporánea al siglo muggle -algo no muy común entre los magos de Inglaterra. Los oscuros ojos de la mujer se toparon con los de Victoire Weasley. Dibujó una sonrisa de disculpa en sus labios. -Me alegra ver que estás bien -la saludó. Rozó sus dedos con el brazo del vestido de Victoire Weasley. Esta formó una media luna en su rostro y se mordió el labio inferior. No había avisado a nadie de aquel encuentro. Y, sin embargo, su instinto le decía que había hecho bien. -Ven, entremos, el señor Goshawk me ha prestado su casa para nuestra pequeña reunión. -Buenos días, señora Breedlove -dijo ella, quizás asegurándose de que estaba con la persona indicada. La señora Breedlove se apartó un mechón de la cara mientras sacaba las llaves de aquella casa victoriana. Victoire Weasley miró a sendos lados de la calle. Parecía mentira que hubiera sido secuestrada meses atrás y siguiera a una desconocida sin ningún reparo. Sujetó su barriga silenciosamente. La joven obedeció el gesto de la señora Breedlove para entrar en la casa. Oyó el tintineó de las llaves al cerrarlas por dentro. Le señaló el salón decorado de forma simple. Con muebles que no parecían pertenecer a aquel lugar. Como si hubieran sido traídos de una destartalada tienda de antigüedades cuyo mobiliario no tenía coherencia entre sí. Victoire Weasley se sentó en el sillón orejón bajo la orden de la mujer. Bajo sus pies, se extendía una alfombra de motivos asimétricos y colores cálidos. Miró la puerta, con la llave echada, de reojo. Su plan de escape. La llave estaba puesta en la puerta. Victoire consiguió llegar a una postura confortable, pues creía que se hundía demasiado. -Dime, ¿pudiste aprender algo del Clan del Ojo cuando te retuvieron? -preguntó enigmáticamente la mujer, mientras se sentaba en el sillón opuesto al de ella. ¿Qué? Las palabras salieron como un balbuceo. -¿Cómo sabe usted eso? -preguntó perpleja. La mujer soltó una breve risa. Como si fuera esa justo la reacción que esperaba de ella. Se giró para alcanzar el maletín que llevaba con ella. Lo puso sobre sus rodillas. Buscó algo dentro, con cierta diversión. Sacó una carpeta amarilla y se la tendió. Era una carpeta que ponía su nombre en ella. La abrió. Eran documentos del Departamento de Seguridad. Había fotos de ella. Escritos. Autorizaciones. Que giraban en torno a ella. No quiso ver más. Cerró la carpeta y exigió una explicación con la mirada. Las palabras se le habían atragantado. -Tengo buenos contactos -fue su respuesta. -Es una joven especial, ¿sabe? Poca gente puede verlo… -¿Qué quiere de mí? ¿Es usted del Departamento de Seguridad Mágica? Charlotte Breedlove negó con diversión. Como si aquella acusación fuera de lo más extravagante. En ese momento, Victoire Weasley sintió una punzada de culpa en su estómago. Se había metido en aquella situación ella solita. -Es solo una copia de su expediente… No nos dejaron llevarnos el oficial, claro está -dijo como si fuera algo obvio. Victoire arqueó la ceja. -Hay personas interesadas en usted, señorita Weasley -dijo aquello como una advertencia. Siguió exigiendo una explicación. -Ha sobrevivido al Clan del Ojo. Quizás no lo sepa, pero… Es una gran hazaña… Tanto que dudo que ellos quisieran que usted pereciera en esa celda…Siguen tras usted, señorita Weasley. Por eso debe tener cuidado. La joven sintió que su estómago se cerraba. Si aquello era cierto, estaba haciendo justo lo contrario a lo que debería hacer. -¿Cómo sé que puedo fiarme de usted? -le cuestionó, apretando sus manos sobre sus muslos. Se levantó de pronto y titubeó. -Esto ha sido un error… La mujer volvió a reír. -¿Crees que esto es un error? Bien, señorita Weasley… -volvió a su maletín y sacó otra carpeta. -¿Por qué no se fía de mí? -No sé quién es. No sé si lo que me dice es cierto… -Puedes avisar a tu familia cuando quieras, señorita Weasley. Ha visto que la llave está puesta. Ahí tiene unos polvos flú y una chimenea conectada a la Red Flu -le indicó la bolsa de mimbre donde se encontraban las sustancias mágicas. Victoire suspiró. -Manda un Patronus… No la estoy reteniendo, señorita Weasley. Solo estoy aquí porque soy una guardiana de la paz. Le tendió la nueva carpeta. La curiosidad mató a Victoire por dentro. Aquella carpeta no tenía nombre. Era mucho más densa. Tuvo que cogerla con las dos manos. Mentiría si dijera que no estaba nerviosa. Al abrirla, por poco la cae al suelo. Ante ella tenía fotografías tomadas en la clandestinidad de Loring, el Ministro de Francia, el hombre que la había secuestrado. Y hablando con otro hombre. Un hombre que también aparecía en cientos de fotografías. Reconoció a otras figuras. Figuras que había visto en su celda y que se codeaban con personas de la política internacional famosas. Con familias adineradas. Vio una foto del que se llamaba Octavio, el hermano del joven que le salvó la vida, junto con jugadores de Quidditch en el mundial. Vio la foto de una mujer con su tío Charlie. Y a uno entregando el Premio Barnabus Finkley de Hechizos Excepcionales a Albus Dumbledore. -Dios mío, ¿son…? -¿Miembros del Clan del Ojo? -completó la señora Bleedlove. -Sí, señorita Weasley. Los llevo vigilando décadas… -¿Cómo no ha entregado esto a las autoridades? -interrumpió, indignada. -¿No lo ve? ¡Ellos son la autoridad! -Victoire retiró la carpeta y la puso sobre las rodillas de la señora Breedlove. -¿Y qué tengo yo que ver con todo esto? -le inquirió. -Se lo he dicho antes, señorita Weasley, la dejaron vivir por alguna razón… Y necesito protegerla. Es una de las pocas personas que han sobrevivido al Clan del Ojo. Y debo protegerla. A usted y a su hijo. -¿Mi hijo? La mujer se recostó en el sofá. -Ahora no -dijo simplemente. -Señorita Weasley, me gustaría contratarla como ayudante -anunció, como había hecho al conocerla. -Ha visto que manejo información, ha visto que el Departamento de Seguridad Mágica, en el cual perfectamente puede estar el Clan, sigue tras usted… Conmigo estará a salvo. Y aprenderá a protegerse sola. Victoire Weasley titubeó. ¿Qué hacía? ¿No se suponía que no debía hablar con desconocidos? ¿Por qué motivo su intuición quería seguir aprendiendo de aquella mujer? -Tengo condiciones si quiere que sea su ayudante… -No esperaba menos, señorita Weasley.
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