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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Miércoles 27 de Enero de 2021, 11:55 [ Más información ] Tweet
(II) Capítulo 27: Habeas corpus
Era curioso como las cosas materiales podían llegar a ser inmortales. Como, incluso si cambiaban de dueños, estas seguían intactas. Como si nada hubiera pasado. Ancladas en el espacio tiempo siempre que no fueran destruidas con fuerza. Era triste ver cómo la Cabaña de Hagrid seguía echando humo de su chimenea a principios de junio. Ella había sobrevivido a su dueño. James Sirius Potter la observaba desde lo alto de la colina que llevaba de vuelta al castillo. Era el lugar más cercano a la Cabaña de Hagrid al que había podido llegar. Y no porque un grupo de aurores hubiera precintado la zona y limitado el paso. Si volvía al interior de la Cabaña rompería en un llanto que atravesaba su garganta y era demasiado tímido como para salir. Hagrid era como su abuelo paterno. Siempre había sido así. Quizás no estaba pendiente de él a lo largo del curso, pero le quería. Tenía en su estómago una bola de culpabilidad y rabia que le había retirado el apetito durante aquella semana de interrogatorios por parte del Departamento de Seguridad y el constante recuerdo de la muerte de Rubeus Hagrid. Había decidido acudir allí sólo. Se había saltado el entrenamiento de Quidditch antes de la final con Slytherin. E intuía que no ganarían. No si de él dependía coger la snitch estando en aquella montaña rusa emocional. Susan Jordan le había seguido, mas James había insistido en necesitar un tiempo a solas. Observó que una figura descendía hasta donde él se encontraba. ¿Qué parte de «tiempo para él a solas» no habían entendido? Cornelia Brooks se acercaba a él. Sin decir una palabra -ni saludarle -se sentó a su lado sobre el saliente de roca gris cuyo musgo probablemente mancharía su uniforme. James la miró de reojo. Quizás si no se movía no diría nada. No tenía ganas de hablar con nadie. ¿Tan difícil de entender era aquello? -Sólo quería darte las gracias, Potter -fue un murmuro, pero James lo escuchó perfectamente. -Sé que no le habéis dicho a la directora que yo os ayudé con vuestro plan. El joven se encogió de hombros. ¿Qué necesidad había de ensuciar el expediente impoluto de Brooks? Si, para colmo, ni siquiera había ido con ellos al rescate fallido de Hagrid. -Nada -el sonido de su voz sonó apenas audible. El muchacho se atrevió a mirar a Brooks. Ella contemplaba, con cierta preocupación en su gesto, la escena de los aurores en la Cabaña de Hagrid. Tenía los ojos empañados. Después de todo, también había sido su profesor. Se limpió el principio de un surco de lágrima con el interior de su muñeca. En silencio. James apartó la mirada y fijó su vista en el suelo. -Has faltado a clase todos estos días -le reprochó. Entonces, se quitó la mochila que llevaba con ella y se la tendió a James. -Toma, los exámenes son la semana que viene y han dado bastante teoría… Los profesores me pidieron que te lo diera -añadió, aclarando su falta de altruismo. - En Adivinación tuvimos la prueba sobre la bola de cristal y pusieron nota. Tenía que hacerse con nuestro compañero… Y tú llevas siendo mi compañero todo este tiempo, así que tuve que mirar en los acontecimientos futuros de mi compañero sin que él lo hiciera con los míos -Sintió que Brooks esperaba una reacción de su parte. Era la primera vez que hablaba tanto ella con él. James recordó las tediosas prácticas en Adivinación. Con una bola de cristal en frente. Una niebla remolinante blanca. Y sin un atisbo de esperanza. Las palabras de «descansar la mente consciente y los ojos externos» aun resonaban en su cabeza como un mantra hindú. -Dudo que no suspendiera eso -comentó James, quitándole importancia. -Oh, pero yo sí que tuve éxito en ver tu futuro, Potter -dijo ella rápidamente. Aquello, inevitablemente, llamó su atención. Se giró hacia ella. Se percató de que el ritmo de sus palabras se había acelerado. -¿Y? La muchacha tragó saliva. -La profesora Trelawney me ha dado la enhorabuena -dijo simplemente. Asintiendo para ella misma. -¿Qué viste sobre mí? -La curiosidad fue imperiosa. Sobre todo, si la propia Sybill Trelawney le había dado la enhorabuena a uno de sus alumnos. Ya había avisado que no esperaba que ninguno de ellos pudieran ver en las profundidades infinitas del orbe. -¿No me lo vas a decir? -Acompañó su pregunta de una sonrisa. Cornelia Brooks se encogió de hombros. -Cuando he practicado con la bola de cristal he visto muchas cosas y la mayoría carecen de sentido… -Se encogió de hombros. -La Adivinación es un arte incierto. -Creía que era con la bola de cristal se convertía en un arte particularmente refinado -Reclamó, imitando a Trelawney y abriendo mucho los ojos para asemejar sus enormes anteojos. -No pasa nada si no me lo quieres decir, Brooks… -Es que te vi… Morir -confesó en un susurro. -Vi tu cuerpo sobre nieve y… -Oh -fue lo único que pudo decir James, interrumpiéndola para evitar cualquier detalle. -Vaya, Brooks, justo lo que necesitaba oír…-Se levantó de un salto y rechazó la mochila que aún le tendía la joven. -No tiene por qué significar nada, Potter -le aseguró Brooks. Parecía una súplica. -Pero tenía que decírtelo… Fue una visión horrible… Pero, probablemente no sea nada, Potter. Yo también me he visto morir en la bola de cristal… James se giró hacia ella. -Hazme un favor, Brooks -le pidió. -Déjame en paz. Lo había espetado con toda la rabia que se le había atragantado en su garganta desde que vio el cuerpo inerte y abierto de Hagrid sobre el suelo. La joven palideció. Al mismo tiempo, sumamente ofendida. Lo cual era normal. Le tendió de nuevo la mochila. -Tú me mentiste en mis hojas de té, Potter, al menos yo te he dicho la verdad -le reprochó. James se mordió la lengua por dentro. ¿Y cómo podía saber ella que cuando le leyó el té en la clase de Adivinación de hacía un mes le había mentido? ¿Y qué si no quería decirle que el Grim estaba en su taza? -Quizás no es el mejor momento, pero tenía que decírtelo… Cuando se ve peligro en una taza de té o en una bola de cristal, hay que decirlo en seguida para proteger al otro. Y tenía que decírtelo cuanto antes, antes de que llegara el verano y no volvieras a hablarme hasta que necesitases mi ayuda para tus aventuras con tus amigos. James Potter enmudeció. Los ojos de Cornelia Brooks mostraban un fuego peligroso. Parecía resentida con él. Más bien, estaba resentida con él. No había sido el mejor compañero de Casa, desde luego. Ni el mejor compañero en Clase de Adivinación, no cabía lugar a dudas. Pero no tenía derecho a reprocharle todo aquello justo cuando estaba convaleciente por la muerte de un ser creído. -¿Algo más? -le desafió. Soltó un bufido. Era la primera vez que veía a Cornelia Brooks enfadada. -Sí, Potter -su interior rugió. Había elevado su tono de voz. -Ese artículo tenía razón. Le dije a McGregor que no eras así… Pero es cierto -James miró hacia otro lado. ¿Por qué había dejado que aquello derivara en esa desastrosa conversación? -Si estuvieras un poco más atento al resto del mundo, tú también te habrías dado cuenta de que algo no encajaba con el comportamiento de Hagrid -le espetó. -¿Cómo te atreves a decirme eso? -James vio su rabia en el reflejo de los ojos de Brooks. Ella tenía razón y aquello hizo que su corazón sangrara internamente. El llanto atravesado se enjugó en rabia. -¿Por qué me dices eso? ¿Qué te he hecho yo? Quizás la pregunta iba dirigida a su destino y no a Brooks. James no había gritado. Mas su rabia fue suficiente para ahuyentar el fuego de Brooks. La joven se dio cuenta en ese instante de que había dañado a James. Oh, sí que lo había hecho. Sobre todo cuando todo el mundo lo había tratado con especial delicadeza últimamente. Y llegaba Brooks a recordarle que, bueno, quizás podría haberlo salvado. Quizás, si fuera hubiera estado más pendiente de los que verdaderamente importaban, no estaría allí ahogando sus penas en su auto compasión. -No me dijiste que tenía un Grim en mis hojas de té -respondió. -Y lo he descubierto hoy, cuando Trelawney me lo ha contado. Lo siento, es solo que…- Su voz había descendido conforme su ser parecía cada vez más minúsculo. -No hago nada más que escuchar que se acercan tiempos oscuros. Fue entonces cuando pudo ver que Cornelia Brooks estaba asustada. Quizás para ella aquello había comenzado como un juego muggle. Pero, si después de ser paralizada, tenía un presagio de muerte en su futuro… Era normal que uno tuviera miedo. James la comprendía. O, al menos, creía entenderla. -No quería preocuparte, Brooks -dijo James. -Además, ¿qué más da? A mi padre también le salió el Grim y sigue vivo, ¿no? -James suspiró. Cada uno tenía una forma de afligirse de una forma diferente. Supuso que Brooks aún no se había recuperado de saber que estuvo a punto de morir. Procedía de una familia muggle que, con total seguridad, jamás se había expuesto a ningún tipo de peligro. Por muy valiente -tenía que reconocerlo -que fuera aquella muchacha, su incertidumbre sobre el futuro y los supuestos tiempos oscuros se habían convertido en su obsesión. James lo sabía porque era su compañero en Adivinación. Y, aunque era cierto que no solía hacerlo, sí que le había prestado atención a Brooks. Sí que sabía que su actitud con respecto a otros años estaba cambiando. Jamás se habría atrevido a ayudarles. Y nunca pensó que escucharía su voz subida de tono apuntando directamente hacia él. La joven bajó la mirada. Se colocó la mochila y se acomodó la capa con el escudo de Gryffindor arrugado por el asa de su mochila. Hizo ademán de irse. -Siento lo de Hagrid, Potter. Sé lo que significaba para ti. -Espera -Se sintió un estúpido al detenerla sujetando su mochila. -Debo admitir que no me vendrían nada mal tus apuntes… Cornelia Brooks le ofreció una triste sonrisa. Había sido un homenaje lleno de lágrimas. ¿Cómo se denominaba un entierro que había sido enternecedor por todo el amor que se destilaba, pero a la vez desgarrador por la tristeza que empañó el lugar con una tarde de lluvia en junio? Había discursos. Lamentos. Recuerdos. Luz. Los hermanos Potter se alejaron de la multitud que, al acabar el entierro de Hagrid, se agrupó. No querían formar parte de aquello. Dejarían los lamentos para ellos. Se dispusieron a volver al castillo. Sus zapatos caminaban despacio, procurando no resbalarse con el barro que formaba pequeñas corrientes de agua que descendían de la linde. Un grupo de Slytherin parecía esperarles a la entrada. Estaban sentados sobre la ventana y las escaleras. Albus sintió a James rugir por dentro y deseó, con todas sus fuerzas, que ni se inmutara al pasar a su lado. No obstante, debió haber deseado que no hicieran nada sus archienemigos. Pues era mucho más probable. -Vaya, James Potter -le llamó la atención Frank McOrez. -¿Aún estás llorando porque eres el culpable de la muerte del gordo? Su colectivo se rio. McOrez le miraba asqueado. A James le hirvió la sangre. Desvió bruscamente su dirección. Albus, como pudo, cogió a su hermano de la Capa con objeto de detenerle. -Déjanos en paz -espetó Albus. Derrick Collingwood se puso de pie. Albus aún recordaba el momento en el que el puñetazo le hizo inflamar sus propios nudillos. Tragó saliva. Collingwood hizo ademán de acercarse. Albus Potter temía la venganza de aquel compañero de Casa desde aquel día. Su hermano se giró bruscamente y le arrebató su capa de las manos de Albus. -¿Qué opina tu padre de esto, Potter? ¿Ha leído tu artículo…? -Puedo volver a partirte la cara, Collingwood -le retó Albus. El joven sintió la mano de su hermano frenándole desde atrás como signo de advertencia. Frank McOrez llamó su atención cuando sacó su varita y la contemplaba con una sonrisa socarrona. -Me han dicho que vuestra hermana viene al castillo el año que viene… Qué divertido -amenazó McOrez, entrecerrando los ojos hacia ellos. Su amenaza había sido recibida. James le enseñó su varita y la clavó en su pecho, retorciéndola. Albus recordó que eso era lo que había hecho el asesino en su frente justo antes de que los aurores volvieran a por ellos. Su hermano mayor se había dejado llevar por una rabia que le estaba consumiendo y que veía en sus ojos día sí y día también. -Tocas un pelo a mi hermana… Y no me importaría pasar una temporada en Akaban. Albus se interpuso entre Collingwood y su hermano, pues James tenía dos frentes abiertos mientras miraba a McOrez. Collingwood hizo un amago de subir su brazo para asestar un puñetazo a Albus pero este lo detuvo en silencio. -¡Eh! -les instó una figura, señalándoles con la varita. La prefecta de Hufflepuff. -¡No me obliguéis a bajaros puntos! ¡Alejadse! Le hicieron caso. No obstante, Collingwood cambió su puño por una varita. A modo de reacción, Albus y James sacaron rápidamente las suyas. -¿Ahora sacáis la varita? ¿Cuándo el gigante peludo y gordo ya está muerto? -McOrez les lanzó una mueca de desprecio. Albus se abalanzó sobre él. Y, no obstante, quedó paralizado en el trayecto. Miró a la prefecta de Hufflepuff, pero esta estaba bloqueada por Greg Zabini. Juraría que no había escuchado a nadie formular ningún hechizo. ¿Era eso un hechizo no verbal? -Oh, vaya, ¿qué te ha pasado, Potter? ¿Puedes partirme la cara ahora? -se mofó Collingwood acercándose al rostro de Albus. -¡Expelliermus! -James hizo saltar la varita de Collingwood por los aires, rebotando en el suelo a varios metros de ellos. -A mi hermano no se le toca -les rugió. Entonces, el joven Potter que sí podía moverse corrió hacia Collingwood y le estrelló su puño en la mejilla que se enrojeció al instante. Frank McOrez, rápidamente, buscó el torso de James y arremetió una patada en su barriga. James se giró, dolorido y apartó a su hermano de un empujón, haciendo que cayera de bruces al suelo. -Sabes cómo me gustan a mis las peleas, ¿no? -Frank McOrez alzó la varita hacia James, con una expresión tan sádica que retorció la garganta de James. -¡Cruciatus! -¡PROTEGO! -formuló James con saña. Y su escudo funcionó. Una parte de él se dejó llevar por el orgullo. En sus entrenamientos en la Sala de los Menesteres nunca había surgido tal efecto. Con Frank McOrez aturdido por la defensa, James le propinó un puñetazo que hizo sangrar la terminación de la ceja de McOrez. James se encorvó, podía no haber recibido el Cruciatus, pero definitivamente la patada le había dolido. McOrez se limpió la sangre superficial de su rostro y bramó algo en una lengua extraña y gutural. Alzó de nuevo su varita simulando a James. Se apuntaban el uno al otro con la varita. Se hizo un silencio. -¡¿Se puede saber qué esto?! -exigió saber, con tanta irritación que hizo sentir vergüenza a los hermanos Potter, Neville Longbotton. -¡Petrificus Totalus! Todos quedaron paralizados. Completamente inmóviles. El profesor de Herbología había controlado su libertad de movimientos. Los brazos y las piernas se les habían quedado pegados rígidamente y perdieron el equilibrio. Seguían viendo, oyendo, pensando y sintiendo el duro suelo al caer por falta de ese equilibrio. Les miraba con rabia. Procedía del entierro de Hagrid y lo primero que se encontraba era a un grupo de alumnos lanzándose maldiciones. -No he podido detenerlos, profesor -se excusó la prefecta de Hufflepuff resoplando y posicionándose a su lado. El profesor la detuvo y le indicó con un gesto que se marcharan. -Collingwood, Zabini, Badmood y Potters -les llamó con tanta seriedad que a Albus se le encogió el corazón. -¡Finite Incantatem! -bramó, realizando el contrahechizo que les liberaría. -¡A mi despacho!
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