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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Domingo 17 de Enero de 2021, 16:45 [ Más información ] Tweet
(II) Capítulo 14: Testigo del tiempo
El murmullo se había convertido en un vocerío. Tras la puerta de su minúsculo despacho, se podía oír numerosas lamentaciones. Distraían la mente de Alexander Moonlight, quien tenía los zapatos sucios y zarrapastrosos apoyados sobre el escritorio mientras hojeaba un informe que debía rellenar junto al montón de informes que el resto de aurores le dejaban a él por ser el nuevo. Y el licántropo. El resto de aurores no hacían aquello. Le dejaban las peores misiones. Y las que eran un poco más emocionantes eran las que más molestaban a Moonglight: las reuniones con Aurel para el mantenimiento de las relaciones pacíficas. No podía oponerse, Khala, la líder de la manada en Luperca, le había obligado acudir en calidad de representante de su comunidad. Se dispuso a parar el alboroto en cuanto se dio cuenta de que su activa mente no le iba a dejar concentrarse hasta que no supiera de qué iba aquello. Dejó los informes tal y como estaban. Quizás un poco de barro de sus botas sobre algunos. Se encogió de hombros. Pensaba volver segundos después, nadie lo vería. Abrió la puerta del despacho. Por mucho que detestara aquel lugar, estar en el seno de la Seguridad Mágica era algo gordo. Le daba entre escalofríos y respeto. Era el mismo despacho que había utilizado Nymphadora Tonks. Siempre lo recordaría. La madre de su amigo. En ese cubículo. Qué falta de respeto por ser metamorfa. Quizás a los bichos raros del Departamento siempre los ponían allí. Cuando salió del despacho, un hombre que juraría que no era de este Departamento, le propinó un golpe en el pecho. -¡Bové era un buen tipo! ¡Estúpidos franceses! ¡Seguro que lo llevaban planeando un tiempo! -Le había golpeado con un periódico. Parecía estar terriblemente enfadado por lo que fuere que los franceses le habían hecho al pobre Bové. Atónito, el joven logró desenvolver el papel de tinta negra e imágenes movedizas. Sólo con ver la portada supo por qué había tanta exasperación por sus compañeros. Y eso, que no sabían ni la mita. Vio que la papelera estaba llena de periódicos de El Profeta hechos un canuto. Se podía ver cómo el Ministro de Magia de Francia, Jean-Luc Bové, se mostraba sonriente, pero la foto era de hacía años. Moonlight se dispuso a leer el artículo. «Despedida a Jean-Luc Bové: ¿Conspiración contra el Ministro de Francia? A las diez y treinta de la noche de ayer, el Secretario del Ministro, Laurent Offrett, halló inerte sobre el suelo del despacho a nuestro querido Ministro de Francia Bové. Según un testigo del Ministerio que se encontraba allí en trabajos de mantenimiento, lo habrían encontrado en posición fetal y no descartaba que pudiera tratarse de un asesinato. Los aurores franceses de la Comisión Forense han emitido un informe sobre la existencia de un fenómeno particular en el cadáver: La Garra de la Muerte. Se trata de un gesto, habitual sorprendentemente, en el que la víctima agarra algún objeto en su último aliento. En este caso: un anillo con un ojo labrado en él. Ante esta anomalía, el ahora Ministro Francés, Laurent Offret, asegura que se trata de un símbolo de poder que han llevado los políticos más relevantes de la historia y que tiene motivo, además, familiar. No obstante, el auror francés Bastien Lebouf, ante la súplica de la población arremolinada ante el Ministerio, ha declarado: «Investigaré sobre el anillo… Y si no resulta ser lo que Offret dice… Será destruido». Los rumores entre los más conspirativos no han hecho nada más que empezar. Al otro lado del Canal, en Inglaterra, aún esperamos las declaraciones de nuestro Ministro. Informando para El Profeta. Aaron P. Lennon» Tiró el periódico a la basura. Rugió por dentro. Se fue corriendo a ver a McKing. Corría hacia el Sauce Boxeador, donde le esperaban sus amigos. Había recibido una carta urgente de su madre en la que le decía (o suplicaba) que tuviera mucho cuidado y que no se metiera en líos. Quizás debía decírselo a su hermano en lugar de a él. Suponía que sería por el asesinato del Ministro de Francia. Sus amigos estaban seguros de que había sido el Ojo. Cuando hubo llegado, le reprocharon que hubiera llegado tan tarde. Seguramente se estarían congelando de frío en la intemperie. Se encaminaron hacia la cabaña de Hagrid, quien les había pedido que acudieran allí para la merienda. En el camino, Alice bostezó ruidosamente y se estiró. Dio un saltito para soltar los músculos y siguió caminando al ritmo de Peter Greenwood, el más activo con diferencia de sus amigos. Scorpius les seguía a ritmo frenético. Rose, algo más retrasada, caminaba junto a Albus, quien estaba cansado por no haber pegado ojo en toda la noche. Por mucho que no quisiera admitirlo, estaba preocupado por el acontecimiento francés. -¡Tenéis un buen día! ¿Eh? -les gritó Albus con cierta ironía, evidenciando la distancia que habían dejado tras ellos. Alice se giró para sacarle la lengua con burla. Optó por ignorarle. Mientras se paraba en seco, retó a sus dos amigos de Gryffindor. -¿Una carrera hasta la cabaña? A modo de respuesta, Peter echó a correr. Scorpius le cogió de su capa y lo echó hacia atrás para impulsarse él hacia la meta. Alice los adelantó fácilmente mientras dejaba salir de su pecho risas que la ahogaban. -Si Alice no tuviera vértigo, sería buena buscadora… Mejor que tú -confesó Rose con cierta ironía. -Eso habría que verlo… Por desgracia para todos, no va a ser así -se lamentó teatralmente el joven. -Tendría que estar haciendo todos los trabajos atrasados de Estudios Muggles… y, sin embargo, voy a merendar con Hagrid. No me lo puedo creer, lo que podéis hacer con mi fuerza de voluntad. -También se necesita fuerza de voluntad… -Advirtió llegando a la escalinata de la cabaña donde les esperaban todos. -Estar con vosotros -musitó para acabar. Albus alzó la vista hacia la pequeña cabaña de madera situada fuera del Castillo de Hogwarts, en el borde del Bosque Prohibido. Hagrid les abrió la puerta con una sonrisa y un balanceo de barriga feliz. El joven entró en la cabaña. Solo había un espacio interior, con jamones y faisanes colgando del techo. También había una chimenea donde, la mayoría de las veces que lo habían visitado, había un caldero para hervir agua. No aquella vez. En la esquina se encontraba su cama con una enorme colcha de retazos sobre ella. También olía a ingredientes para cocinar repostería y los elementos que utilizaba para impartir sus clases. Albus se fijó en una pequeña maleta que había en una estantería. Nunca la había visto allí. Y le causó curiosidad. ¿A dónde iría Hagrid? Pensó en sus contrabandos de criaturas mágicas y no pudo evitar sonreír. Se giró hacia sus amigos. Hagrid sonreía ante la expresión horrorizada y teatral de Scorpius quien se llevaba las manos a la cabeza como si una tragedia acabara de ocurrir. Rose se reía a carcajadas junto con Peter Greenwood. Alice estaba atiborrándose a las cinco galletas que tenía preparadas… Y que se las comió ella sola. -¡Alice! -le riñó Peter entre carcajadas. -¿Cómo has podido? -¡No me dio tiempo a almorzar! ¿Vale? -se excusó con comida en sus dientes. -Pues nos hemos quedado sin merienda -se lamentó Albus, mientras se le escapaba una sonrisa. -¡Pero… Deja de comer! -suplicó Scorpius acabando en una carcajada. Hagrid les interrumpió con un suspiro de cansancio. -Déjala, Scorpius. Si le gustan…que coma.- razono el semi-gigante. Albus sintió por el rabillo del ojo a Rose, quien no articulaba palabra. Probablemente habría recordado la multitud de leyendas que existían sobre la repostería y la comida del semi-gigante. Su padre le había advertido que bajo ningún concepto humano comiese en la Cabaña de Hagrid. -Alice… ¿Te encuentras bien?-preguntó, algo indecisa, la pelirroja. Alice logro articular una palabra, a la vez que digería todo lo que se acababa de zampar. -Estupendamente- confirmó, asintiendo y uniéndose a las risas de sus amigos. -¿¡Hay alguien?! -gritó Olivier Onlamein desde la entrada de la casa. Se levantó con una celeridad portentosa y corrió hacia ella, incluso si él llevaba días malherido. Ella le dio un abrazo. Olivier no se lo esperó en absoluto. Era la primera vez que aquello ocurría. Que la muggle que se había negado a matar le mostraba ese afecto. Que Imogen Kress y Olivier Onlamein se abrazaban, aunque fuera por un segundo, desde que toda aquella locura comenzó. No duró mucho, pero lo suficiente como para darse cuenta de que siempre habían querido estar así. -¿Quién nos sigue? -dijo Imogen a Olivier. -Mi hermano y el resto de cazadores del Ojo -respondió. Olivier vio cómo se le saltaban las lágrimas a Imogen y decidió, sin siquiera pensárselo dos veces, protegerla de todo lo que él mismo había creado. Se armó con el mismo valor que le acompañó en las torturas y en la elección que hizo meses atrás. Se dijo a sí mismo que no fallaría. No esta vez. La protegería como fuese y haría lo que hiciera falta por ella. Sin dudarlo ni un segundo más, cogió la mano de ella. -A mi lado no te ocurrirá nada. Incluso si se habían escapado con la poca magia que le quedaba a Olivier de la escena que les dejó paralizados, las sombras habían comenzado a aproximarse y distinguieron a lo lejos siluetas macabras de distintos tamaños entre la oscuridad de la noche. -¡Sígueme! -gritó Imogen, después de todo, estaban en Edda, el pueblo noruego del que procedía la muggle y del que la habían abducido hacía años. Corrieron hacia el lago huyendo de las sombras, rodeando la vieja casa que había sido el hogar de la joven hasta que la capturaron. Sortearon un pequeño tramo de árboles que los separaba del lago y llegaron a la horilla, donde había varias embarcaciones de madera. -Ayúdame a empujarla -dijo Olivier, mientras se esforzaba por arrastrar una de ellas hacia el agua. Se montaron en la barca de un salto cuando ya flotaba lo suficiente. Rápidamente, Olivier comenzó a remar con todas sus fuerzas, al ver que las siluetas se aproximaban hacia ellos. Se adentraron en el lago y, cuando estuvieron a escasos cien metros de la orilla, vieron a las siluetas reunirse al borde del agua y quedándose inmóviles contemplándolos bajo la luz parpadeante de la alejada ciudad. En aquel instante, ambos se sintieron por fin a salvo. Era un lago mágico. Un lago que neutralizaba los poderes de la magia. Estaban seguros allí, pero por un tiempo, no iban a quedarse allí para siempre. Se dieron cuenta, entonces, junto a quién se encontraba. No habían tenido tiempo de pensar en ello. Ni de asimilarlo. Olivier había soñado varias veces con su encuentro: en un mundo paralelo, por supuesto. Ahora que sentía a Imogen tan próxima, por la que remaba con todas sus fuerzas, supo que no habría una mejor manera de verse con ella. Dejó de importarle la huida conforme se alejaban de la costa, y con cada golpe de remo, la luz perdía la fuerza con la que iluminaba el rostro de Imogen, quien continuaba respirando de forma entrecortada. Durante más de diez minutos, Olivier no dejó de remar, sin pensar en nada más que alejarse de la orilla, bajo la atenta mirada de una Imogen absorta en su esfuerzo. Remó con el ímpetu con el que se había escapado de aquel Clan, hasta el punto en el que la ciudad estaba tan lejos que lo único que les iluminaba era el cielo estrellado. En ese instante en el que no se percibía nada, Olivier paró y ambos permanecieron callados durante unos instantes en la oscuridad. El corazón de Olivier estaba desbocado y también el de Imogen, que se oía latir en el silencio de la barca. No ya por el esfuerzo, sino por la impresión de saber que se encontraban el uno en frente del otro. Aunque apenas se veían, Olivier la sintió moverse, haciendo tambalear su embarcación ligeramente a estribor. Él se levantó instintivamente, intentando controlar el vaivén y en aquel silencio, unas manos delicadas encontraron su rostro, acariciándole el mentón y haciéndolo sentir como nunca antes había estado en su vida. Olivier continuó unos instantes más disfrutando del tacto de su caricia y, sin dudarlo, la cogió por la cintura en la oscuridad con la determinación de no dejarla ir. Sin decir una palabra más, se besaron en la oscuridad, con la lejanía de las luces de la ciudad encantada de Edda y con el cielo cubierto de constelaciones. Se abrazaron durante un rato en silencio, sabiendo que las palabras no dichas significaban mucho más que las que pudieran decir y deseando que aquel momento durase para siempre. Olivier sintió la respiración relajada de Imogen, la presión de su cuerpo contra el suyo, el tacto suave de su mano, el calor de su piel y, con una claridad asombrosa, la fuerza de un amor condenado. -Bucearemos al amanecer hacia la orilla del Norte -anunció en voz baja. Solo para ellos dos. -Te llevaré a un lugar seguro, Imogen. -¿Te llevaré? -inquirió, asustada y apretándolo con fuerza, como si así jamás se pudiera alejar de ella. Al joven se le partió el alma. -¿Te irás sin mí? Olivier suspiró, entre el cansancio y el alivio. Pero sabiendo que las próximas palabras serían las más difíciles de pronunciar de su vida. Las que le habían costado el exilio, sangre, lágrimas y muertes a su costa. Eran las palabras que sabía que sentía desde el primer instante en que la vio. Desde que sus ojos se posaron sobre ella en aquella celda del Palacio de Loring. Cuando le anunciaron que se habían equivocado de persona, que no les servía y que debían deshacerse de ella. Olivier, quien tantas vidas había arrebatado sin el menor ápice de duda, se resistió. Se rindió ante su fragilidad y, a la vez, fortaleza. Sabía que el Ojo quería que fuera el quien la matara. Antes o después. Y confiaban en él. Más ninguno supo qué era lo que estaba cambiando en el alma del joven. -Te quiero, Imogen.
Breve nota del autor: Queridos lectores y lectoras, Espero que estéis disfrutando del relato. Me alegro de que cada vez seáis más los que os animáis a mostrar vuestra voz y transmitirme vuestras ideas. Estoy encantada con eso. Más, me paso por aquí simplemente para consultar una duda. Estoy subiendo, poco a poco, esta historia a la plataforma Wattpad -en caso de que os resulte más cómoda- os facilitaré el enlace si así lo queréis. No obstante, seguiré subiendo los capítulos aquí. Como habéis podido comprobar, estoy actualizando diariamente. Siento si, en un futuro cercano, no podré mantener el ritmo; pero ya están muchos capítulos escritos, por lo que estáis de suerte. Espero seguir leyéndoos y que vosotros disfrutéis de mis palabras.
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