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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Lunes 25 de Enero de 2021, 16:18 [ Más información ] Tweet
(II)Capítulo 8: Delirium
Capítulo 8: Delirium -¿Sabes qué? Me alegro de que este año no haya Baile de memoria a los héroes de la Guerra… -Suspiró y recibió una risita de su mejor amiga. Acababa de contarle que había estado saliendo con la muchacha más imponente de todo Hogwarts. No sabía por qué temía su respuesta. Ahora bien, también le dijo que lo había dejado al percatarse de que Alexandra Knopf aspiraba al amor libre y no la monogamia. No era que no estuviera de acuerdo con las parejas abiertas… Solo que ella no compartía esa opinión. -Además, ni siquiera ha habido una pareja gay en todo lo que llevo estando en Hogwarts. Se llevó la mano a la sien y lanzó una bocanada de aire. Obviamente había relaciones homosexuales en el castillo. Pero estaban en una sociedad mágica retrógrada en ese sentido. ¡Ni siquiera admitían que Dumbledore había estado colado por Grindelwald en su momento! Y si lo sabía ella era porque había investigado. Y porque, desde que escuchaba aquellas historias, siempre lo había pensado. -A mí me preocupa más el hecho de que no haya Baile este año. Roxanne Weasley miró de soslayo a su amiga Monique Jordan. Alzó las cejas y volvió la vista a los deberes de Aritmacia. -No me puedo creer que todo sea por el vestido ese… ¡Que ni siquiera tendrías pareja! La aludida le dio un empujón sin mala intención a Roxanne. -¡Roxanne! ¡No lo he dicho por eso! -Se quejó como si hubiera sido un insulto. -Lo digo porque todos sabemos qué es lo que ocurrió el año pasado… ¿No te da mala espina que algo que representa la unidad y la paz se haya cancelado justo este año? -Su amiga enmudeció. Monique Jordan negó con la cabeza. Roxanne se sorprendió que incluso no sabiendo prácticamente nada de lo que ocurría, se preocupara de aquel modo. -Por lo menos, así opino yo. Entre mi hermana correteando por los pasillos con tu hermano y tu primo y tú desapareciendo por las noches… ¡Me tenéis fatal! El hielo cubría como un manto cristalino. Parecía frágil y quebradizo. La nieve se acumulaba en los rincones y en las esquinas de las calles de un pueblo que parecía estar habitado por fantasmas. Las ventanas cerradas. Ni una luz, incluso cuando era de noche cerrada. Si uno se paraba a escuchar, nunca oiría nada. Estaba desolado. Como deshabitado con prisas. Y con miedo. Los gritos aún se oían desde el balcón del Palacio que se había erigido con varitas a unos kilómetros del pueblo. Había Luna llena y su luz bañaba todo de un color fantasmagórico. Una figura delgada apretó sus manos sobre la baranda del balcón cuando un aire gélido cruzó su rostro. Contemplaba, triunfante, el resultado del pueblo muggle asediado. Su sonrisa torcida recordaba, con gusto, los alaridos de súplica que habían acontecido días atrás. No se sobresaltó cuando una mujer, de más edad que la que aparentaba, se apareció a su lado de forma silenciosa. Loring no sintió miedo. Su madre no le daba miedo. Ya no. Sólo incertidumbre. Después de todo, era el bastardo que tenía que enmendar el error que ella misma había cometido. -¿Lo han mandado ya? La voz de su madre, como el murmullo que uno escucha en el cementerio, le estremeció. Se formó un silencio incómodo. Su madre, probablemente, esperaba lo peor. Si no cumplía las órdenes, después del acto de rebelión de su sobrino, toda su familia estaría marcada con la desobediencia. Ni siquiera el marido de su madre, Graham McOrez, podría solucionar el estigma sobre la familia de su madre, los Onlamein. Y, muy probablemente, con él no habrían sido tan misericordiosos. -Sí, señora McOrez -le respondió, llamándola de la única forma que se le estaba permitido. -O'Smosthery acaba de marchar. Loring se giró y observó, cuidadosamente, a la menudo figura que tenía ante él. Su madre nunca había sido alta como sus hermanastros. Era delgada hasta ser quebrada. Tenía un cabello fino y negro como el tizón, tensado en un moño que sostenía su rizado pelo a ambos lados de su cara. Tenía unos pómulos muy marcados y los ojos tan azules que parecía no tener iris. -El Señor espera más resultados esta vez, Loring. Asegúrate de que cumple con las órdenes.
Los pasillos estaban llenos de gente que se cruzaba con rapidez. La tarde era el momento en el que más personas estaban libres. Y ninguno quería desaprovechar su estancia en Hogwarts sentado. Los más inexpertos investigaban los rincones del Castillo, muchos creyendo que descubrirían tesoros de otra era. Otros se escapaban a jugar al Quidditch, incluso si aquel día no había entrenamiento. Incluso si no estaban en el equipo. Algunos acudían a su lugar favorito. Y, aunque solo hubiera pasado un año, Rose Weasley sabía con certeza cuál era el suyo. -Sinceramente -avisó Alice Longbotton. -No sé por qué te acompaño. Su amiga la empujó hacia la entrada de la Biblioteca. Ubicada en el cuarto piso del castillo, era el hogar de decenas de miles de libros en cientos de estanterías. Aún estaba dirigida por Irma Prince. Y, dado que cerraba a las ocho de la tarde, debía darse prisa en acabar todo lo que tenía planeado hacer. Janet Rossen, que las seguía aguantando todos los papiros que probablemente ni usaría, sonrió. Rose intuía que esperaba pasárselo mejor si Alice estaba con ella, en vista de la abstracción que hacía Rose cada vez que se concentraba. Perry Greenwood tenía razón: era una santa. -Solo voy a buscar un libro para mejorar la técnica en el Quidditch… Necesito mejorar mi técnica… -se excusó Rose. Realmente no sabía por qué lo hacía. Siempre estaba en la biblioteca porque le encantaba el lugar. Era acogedor. Respiraba conocimiento. Y, encima, no tenía que estar incómoda con personas que podían burlarse de ella. -¿No deberías mejorar tu técnica jugando, cabeza hueca? -Dijo Alice con sorna, mirando hacia Janet que le concedió una sonrisa cómplice. Rose puso los ojos en blanco. Consiguieron un sitio para tres y les indicó con gestos que debían hablar en voz baja. -Yo voy a por un libro para Historia de la Magia -dijo Janet antes de sentarse. Nunca entendería el gusto de aquella muchacha por la historia mágica. Quizás al ser muggle le daba curiosidad. Pero, de todas las posibles cosas que podía hacer, ¿en serio Historia? Las jóvenes asintieron. -Mira, Rose, tu mejor amiga…-Rose se giró hacia donde Alice le señalaba con la mirada. Se había extrañado de que dijera aquello, en tanto que, supuestamente, su mejor amiga era ella. Cuando hubo visto la persona a la que se refería, frunció los labios molesta. Barbara Coleman. Se volvió hacia Alice que se reía sin ningún tipo de remordimiento. Su amiga sabía que, desde que descubrió que era Coleman la muchacha que le atrasaba las alarmas como venganza por su arrogancia justificada, no la podía ni ver. Además, desde que su inseparable amiga Trust salía con su primo, parecían ser el centro de atención de todo Hogwarts. Como si fueran una especie de Corte a la que tenía vetada la entrada antes de su creación. -Vaya, veo que se te ha pegado lo de las bromas sin gracia de tus inseparables amigos -le espetó Rose, con clara referencia al hecho de que Alice estaba la mayor parte de su tiempo libre con el trío Potter, Malfoy y Greenwood. -Rose…-Se quejó Alice, por centésima vez. -Son mis amigos, ya te lo he dicho. Deberías darle una oportunidad… En serio, son muy buenos. -¡Já! -dijo mientras intentaba sumergirse en el libro. No podía. Alice la estaba observando con cierta preocupación que le molestaba. Desde que le ocurrió lo de la alarma, Alice había estado más cercana a Rose. La joven sabía con certeza que se debía a que Greenwood y Malfoy le habrían dicho algo de su actitud aquella mañana de hacía una semana. No obstante, a Rose Weasley le molestaba aún más que su amiga hubiera decidido pasar más tiempo con ella por lástima. ¡No necesitaba a nadie! Pero, en realidad, eso no se lo diría a Alice. -¿Sabes? En realidad Trust me da un poco de pena… -comentó Alice. -Desde que está con James ha cambiado un montón. Antes era mucho más agradable. Es como si ser la novia de James fuese algo de otra categoría superior…¡Y Coleman! Era un poco arpía antes, pero ahora es insufrible… Y trata a Trust como si fuera su mascota… De verdad, con lo alegre que era Trust. Es que no sé ni cómo le puede gustar James. Janet Rossen asintió, pues había escuchado a Alice, y se sentó al lado de Rose. -Es un insulto al feminismo -coincidió Janet. -Yo antes hablaba con Trust y se notaba que era bastante independiente y una gran maga… Ahora parece una animadora de una película estadounidense. La joven Longbotton asintió con vehemencia. Como si Janet acabara de enunciar una fórmula irrefutable de la ciencia. Rose rodó los ojos. -Por favor, siempre han sido así… Lo que pasa es que ahora es más notable -zanjó Rose, visiblemente molesta por la conversación de sus amigas. -¿Tú crees? -Incitó Alice. -Trust fue bastante amable con Scorpius el año pasado, incluso sabiendo quién era porque su madre es maga… -¿Qué quieres decir con eso? -le preguntó alzando la vista del libro y clavándole una mirada asesina. La hija del profesor de Herbología se encogió de hombros. -Sabes perfectamente lo que estoy intentando decirte. -Yo creo que deberíamos hablar con Trust y recordarle que estar con James no es bueno para su desarrollo académico y personal -Janet se veía visiblemente incómoda y quería cambiar de tema. Rose suspiró. -Lo digo porque es lo que yo haría. Además, conmigo también fue siempática… -¡Basta! -les dijo a ambas en voz baja pero con cierta exasperación. -Si tanto os gustan Trust y Malfoy… Os podéis ir con ellos. Janet y Alice compartieron una mirada de comprensión. -Rose, si te lo digo, es porque sé que te lo pasarías genial con nosotros… Y Janet también está invitada. -No sé cuántas veces tengo que decírtelo. Además, Alice, es que a ti no te entiendo… Antes no podías ni ver a Albus, ¿y ahora es de nuevo tu mejor amigo? La aludida lanzó una bocanada de aire frustrado. Rose entrecerró los ojos. Esperaba una respuesta que le aclarara sus dudas o le pediría educadamente que se fuera porque no se estaba concentrando. -Sí, Rose, nunca ha dejado de ser mi mejor amigo… Solo que llegamos a Hogwarts peleados por una tontería y ya se nos ha pasado -Alice parecía cansada de repetirle aquello. -Y tú, Rose Weasley, también eres mi mejor amiga. Por eso quiero que estés bien y tengas gente en la que confiar y descargar todo ese mal humor que pareces haber acumulado. Y si te pido que les des una oportunidad a nuestros amigos, es porque verdaderamente pensamos que estarías más feliz… -…Si son unos payasos. -¿Y qué? Venga ya, hasta Janet se ríe con nosotros en algunas clases. -Yo nunca me he pronunciado en su contra -aclaró la joven, dándole la razón a Alice. -¿Ves? -Es decir -dijo Rose. - ¿Me estás diciendo eso para que así no tengas que venir obligada conmigo a la biblioteca o separarte de sus bromas durante un rato para pasar tiempo con tu supuesta mejor amiga…? -Rose… -Además, tus queridos amigos me detestan. -No es verdad, Rose. Incluso estaban preocupados por ti el otro día. -Bueno -Rose Weasley suspiró. Harta de la situación. -Lo intentaré… Y solo porque eres mi amiga. Y porque a Janet no le gusta tanto la biblioteca. Al escuchar su nombre, la joven dio un respingo. Sonrió hacia ellas. Parecía haberse inmerso en sus propios pensamientos durante un instante. -Es que mirad…-dijo señalando hacia donde estaban Trust y Coleman. -¿No es la primera vez que veis a James Potter en la biblioteca? En el patio delantero del castillo se había arremolinado un grupo perteneciente a la Casa Slytherin. Sentados bajo un árbol, parecían mofarse de algunos alumnos más jóvenes que paseaban por allí. McGonagall había amenazado con un castigo ejemplar como la expulsión a aquel que denigrase a los hijos de muggles con adjetivos peyorativos de la antigua lengua. Por esa simple razón, jamás lo habían escuchado del séquito de Badmood. No obstante, todo el mundo sabía que lo hacían en susurros, que utilizaban sinónimos creativos y que, incluso, habían amenazado con hechizos que inducían dolor. Zoe Badmood hablaba animadamente sobre algún suceso exterior con Renata Driggs. Algo sobre vampiros en Polonia. A su lado, Derrick Collingwood y los hermanos Isabella y Greg Zabini compartían unas cervezas de mantequilla que habían robado de las cocinas. Más alejados, Frank Badmood compartía algún que otra preocupación del exterior con la sagaz Gwendoline Cross. Era sabido que estos dos últimos eran los más solitarios y, a su vez, los más despiadados. -Frank -le llamó su hermana mayor. -Ven -ordenó. Cross le abandonó sin decir nada con rumbo al castillo. El joven, desganado, se acercó al grupo de compañeros de Casa. Les miró con cierta indiferencia. Probablemente estarían molestos de aquella reacción por parte de un niño de 11 años. No obstante, ninguno diría nada porque todos sabían que era mucho más poderoso que todos ellos juntos. -¿Qué quieres? -le espetó de mala gana. -Tenemos que comunicar que estás haciendo algo bien… El joven esbozó una sonrisa. Pero no de alegría. Sino, más bien, de orgullo. Como si hubiera estado esperando a escuchar aquello mucho tiempo. -Pero, Badmood -advirtió Collingwood. -Tiene que ser… A una sangresucia -dijo aquello en voz baja con ojos de diversión. -¿Para qué? ¿Queréis que me expulsen tan rápido? Renata Driggs se rio. -Tu padre lo arreglaría enseguida… Ya lo ha hecho con tu hermano… Ojalá mi padre fuese como Cayo -La único que pareció aprobar su comentario fue Isabella Zabini. Entonces, Frank estiró las comisuras de sus labios. Su varita había estado impaciente desde que llegó. Nunca había tenido tanta sequía. -¿Por qué no pruebas con esa? -sugirió su hermana señalando una figura que salían del castillo hacia el Lago. Frank se apresuró a encararse con ella. Esta, inmersa en sus pensamientos, casi choca de lleno con el que aún no sabía que iba a ser su depredador. Sus ojos azules se tensaron. Frank se relamió los labios. -¿Dónde ibas, sangresucia? -le preguntó como si nada. La muchacha buscó apoyo y atisbó el grupo de Zoe Badmood, que aprobaban con gestos aquello. La joven se giró y volvió dentro del castillo. Frank Badmood comenzó a pisarle los talones, mientras sacaba su varita de la túnica. Esta sintió su presencia tan cerca que tuvo que darse la vuelta.-¿No te han enseñado modales? ¿No vas a contestar a un ser superior a ti? La muchacha le miró con rabia. -Como se nota que eres un Badamood y no entiendes las sanciones que conllevan ese insulto -la joven le devolvió la amenaza con unos ojos llameantes de ira. Entonces, Frank se percató de que el escudo de su capa era Gryffindor. Era la víctima ideal. No se lo podía creer. Su varita se sacudió, nerviosa por soltar hechizos que había estado acumulando. -No vuelvas a llamar así a mi familia. Ni siquiera tienes derecho a mirarme. La joven sonrió. Aquello hizo que Frank le apuntase con la varita. -Ah, ¿sí? ¿Qué vas a hacer? -le retó, triunfante. Creía estar amparada por las reglas de la Directora. Por eso, no se lo esperó. Antes de que la muchacha pudiera hacer nada para defenderse, Frank apuntó mejor con la varita y susurró. -Cruciatus. Al oír la maldición imperdonable, la joven se horrorizó. Recibió el impacto de la Maldición Cruciatus. El dolor fue tan intenso, tan devastador, que olvidó por un momento dónde estaba. Era como si cuchillos candentes le horadaran cada centrímeto de la piel. La cabeza le iba a estallar de dolor. La joven gritó más fuerte de lo que había gritado en su vida. Fue un dolor muy superior a cualquier otro que Cornelia Brooks hubiera sufrido nunca. Los huesos le ardieron. La cabeza parecía que se le iba a explotar. Los ojos le daban vueltas. Deseó que terminara. Deseó perder el conocimiento o morir para escapar del dolor. La gente se había arremolinado como un coro. Horrorizados y alejándose a la vez de Frank Badmood. Ninguno había escuchado la maldición. Mas sabían perfectamente que la joven estaba siendo torturada. Cornelia Brooks sollozó. Estaba abrazada a sí misma. Susan Jordan y Fred Weasley apartaron a la gente para ver qué ocurría. -¿¡Estás demente?! -le vociferó Susan Jordan hacia el que blandía la varita. Fred Weasley le empujó a Badmood para que soltara la varita. Frank le propinó un puñetazo en la nariz. Susan se acercó a Cornelia Brooks, quien seguía sollozando y gimiento al estar Frank Badmood torturándola y apuntándola sin piedad. El grupo de gente cada vez era mayor. James Sirius Potter salió entre los murmullos y se detuvo atónito. Rápidamente, con movimientos tensos y nerviosos, sacó su varita. Apuntó inseguro hacia Badmood. -¡Expelliermus! La varita de Frank Badmood salió volando por los aires. Fred Weasley aprovechó y arremetió contra él, cogiéndole por el torso y tirándolo al suelo. Le propinó un puñetazo mientras su propia nariz sangraba. -Aprende a jugar limpio, serpiente -le espetó Fred. Susan incorporó a Cornelia Brooks y le mostró su hombro para que se apoyara en él. También Camrin Trust, que había venido siguiendo a James, le ayudó a levantarse. La joven daba espasmos y miraba a todos con rubor en las mejillas. Parecía que estaba a punto de echarse a llorar, pero no querría montar una escena. -Voy a avisar a Madame Poppy Pomfrey para que venga aquí… No deberías moverte -aconsejó Camrin Trust mientras corrió a por ayuda. James y Fred se acercaron a las muchachas. Fred les hizo un gesto a la gente que se había arremolinado para que se marchara. Al haber acabado la pelea, ninguno tenía interés en cuidar a la joven. Sobre todo, cuando Frank Badmood se había marchado. -¿Por qué te ha hecho esto? -le preguntó con suavidad Susan. Aún con alguna convulsión y con una expresión de terror, la muchacha miró al suelo. Avergonzada. -Me ha llamado sangresucia… Y… Y yo … -No pasa nada -dijo Fred. -¿Estás bien? ¿Puedes respirar con normalidad? Quizás dijo aquello por las convulsiones. Por su entrecortada voz. O porque jamás habían visto a Cornelia Brooks así. -No te vas a librar ningún año de ir a Enfermería, ¿eh? -bromeó James Potter. Recibió una mirada de reproche de sus amigos. Claramente no era el momento de hacer bromas. Sobre todo si la joven acababa de recibir una maldición imperdonable. -Vete, James, nosotros nos encargamos -le dijo con cierto desdén. Todo el Colegio sabía que la amistad de los primos inseparables había entrado en crisis por la reciente actitud de James Potter. -Oh, pero la tengo que ayudar… -No -sentenció la propia Cornelia Brooks. -No necesito que te hagas el héroe conmigo, Potter -le espetó, mientras hacía una mueca de dolor. Susan dibujó una sonrisa divertida. No podía evitarlo. Y Fred miró atentamente a James. -Ya la has escuchado -recordó. James, incrédulo, abrió las palmas de las manos buscando una explicación. -¿Pero qué os he hecho? -No me has dirigido la palabra desde que el año pasado te ayudé a matar un basilisco -Al parecer, Cornelia Brooks tenía fuerzas suficientes para tener rencor. -Encima estás siendo un estúpido con tus amigos…
-Vámonos, Brooks -aconsejó Fred. Era la primera vez en su vida que Fred Weasley estaba ignorando a James Potter.
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