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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Domingo 17 de Enero de 2021, 16:45 [ Más información ] Tweet
(II) Capítulo 1: Al pie de la letra
Distinguir la felicidad de los nervios era una cuestión de perspectiva en el último día de julio. Para la mayoría de los que se mantenían encerrados en esa confusión de sentimientos, significaba que quedaba exactamente un mes para dar comienzo a su nuevo año en el Colegio de Magia y Hechicería. Incluso los jóvenes que ya llevaban seis años experimentando la espera del verano, aún sentían el aletear de las criaturas que parecían habitar su estómago en aquella época.
La Madriguera, el cálido hogar de los Weasley, albergaría en horas más de una docena de almas condenadas a un tedioso verano en el que no habían podido ejercer ningún conjuro por orden directa del Ministro de Magia. Y aún no había acabado la espera.
En efecto, por orden del anticuado Decreto para la Prudente Limitación de la Magia en Menores de Edad, escrito en 1875, se prohibía el uso de la magia menor de edad fuera de la escuela. La restricción era para los magos y brujas que estaban bajo la edad de diecisiete años, y que aún tenían esa dichosa traza que operaba en ellos. Era cierto que, aunque a los jóvenes magos y brujas no se les permitía usar magia fuera de la escuela, el Ministerio reconocía que podía ser que existieran ciertas situaciones en las que el veto se levantara.
Albus Severus Potter sabía de la existencia de aquella prohibición antes de entrar en Hogwarts y, sin embargo, hasta aquel verano no había sido consciente de su verdadera naturaleza. ¡Era un castigo! Particularmente aquel verano que su padre estaba hasta arriba de trabajo y su madre había decidido no irse de vacaciones sin él. ¡Era el verano más aburrido del mundo! Desde el primer día, le habían mandado a la Madriguera de los Weasley para «estar con sus primos». Más todos sus primos estaban de vacaciones y sólo tenían pensado volver aquel 31 de julio por el cumpleaños de su padre. ¡Y se volverían a ir! ¿Quién quería pasar el verano en la desértica Madriguera? Si al menos le hubiesen dejado ir con Scorpius o con Rose, como había hecho James al escaquearse como siempre y visitar alguna playa europea con su primo Fred. Pero, claro, ni le iban a dejar pasar las vacaciones de verano con un Malfoy, ni Rose tenía ganas de aguantarlo todo el verano. Podía ser peor, se dijo para sus adentros. De hecho, Lily estaba aún peor que él. Estaba desarrollando una personalidad un tanto conflictiva desde que la castigaron con ir a un internado femenino en Exeter por haber desaparecido para su degenerada aventura.
Sin lugar a dudas, Harry Potter no iba a recibir aquel día ningún regalo de sus hijos más jóvenes.
Albus y Lily estaban sentados en las escaleras interiores de la Madriguera, uno al lado del otro, esperando que una persona de sus diferentes particulares intereses entrara por la puerta principal. Lily había crecido, pese a sus diez años, era una figura alta y delgada. Su rostro fruncido la hacía parecer mayor de lo que realmente era. Albus seguía teniendo la cara aniñada, más se había cortado su pelo azabache y le habían comenzado a salir algún que otro signo de la adolescencia en la cara. Casi superaba en delgadez a Lily y había pegado un pequeño estirón que le había pasado factura a través de una semana con fiebre.
El pomo de la puerta se giró.
Su abuela Molly probablemente sabría quién era.
Harry Potter apareció por la puerta, seguido de Ginnevra Potter. Llevaba una gran sonrisa e iban comentando algo para sólo ellos dos. La reacción de sus hijos fue sorprendentemente silenciosa.
Lily se levantó bruscamente.
-Felicidades, Harry -dijo, enfurecida, como si el hecho de que precisamente fuera su padre el primero en abrir la puerta aquel día hubiese sido lo peor del verano. Albus estaba acostumbrado a que, desde aquel verano, Lily llamase a su padre por su nombre; como si así evidenciara su rabia hacia él.
-¡Lily! -le regañó Lily.
-Hija, ven aquí -pidió Harry, dejando las bolsas de la compra en el suelo y abriendo los brazos con intención de atrapar a su hija.
-¡Ja! -se burló la muchacha mientras se dirigía escaleras arriba a encerrarse, como cada vez que veía a sus padres, en el antiguo cuarto de su madre.
-Felicidades, papá -musitó Albus.
Su padre le miró aún con el gesto preocupado, lo cambió hacia una barata sonrisa y le sacudió el poco pelo que tenía en la cabeza.
-Gracias, hijo -Harry suspiró. -Hoy ha sido un día duro en el Ministerio…-hizo amago de sacar algo de una de las bolsas y cogió el periódico enrollado de El Profeta. -Mira, Albus,…Sé que no estás muy contento conmigo por no haberte dejado ir con Scorpius Malfoy este verano…
-Papá, es tu cumpleaños, podemos hablar de eso en otra ocasión -razonó Albus, mientras su madre se dirigía a la cocina y se oían los gritos de su madre por no haberla visto en un mes.
-Bueno, pero creo que deberías ver leer la zona de la prensa rosa… Aún hay personas que no han avanzado después de la guerra y no quiero que te hagan daño, hijo.
-Pues bien podrías mirarte en el espejo -su padre le ofrecía El Profeta y vio cómo su comentario le habría dolido más que cualquier bofetada. Parecía cansado, tenía ojeras y Albus no tenía ni idea de qué era lo que había mantenido ocupado a su padre tanto tiempo. No obstante, sí que sabía que los fantasmas del pasado habían vuelto a él. -Lo siento, no quería…
Su padre le tiró el periódico y se dirigió a la cocina sin mediar una palabra más. Molly le cantó cumpleaños feliz. Ginny se unió. Al parecer, el abuelo Arthur aún no había llegado de recoger a los Weasley-Granger de la estación.
Albus posó su mirada sobre el titular que era enfatizado en la portada de aquella edición de El Profeta: «La incompetencia del Ministro McKing tan preocupante como los rumores de dimisión». Aquello llamó su atención y se dispuso a leerlo.
«No sólo ha sido su falta de comparecencias desde el ataque a Hogwarts y el triste fallecimiento de su primogénito lo que nos mantiene en un constante hilo de expectación con respecto a nuestro querido Primer Ministro, sino la falta de una actuación efectiva para dar seguridades de no repetición que garanticen la salvaguardia de sus alumnos lo que ha llevado a muchos a direccionarse sobre su posible retiro de la carrera política.
Hoy, 31 de julio de 2018, McKing ha pedido a la población ante el Ministerio de Magia que se calme. También ha alabado la labor llevada a cabo por aurores contra las fuerzas malignas que ocuparon Hogwarts hace solo unos meses. Y, en cambio, ¡sigue sin decirnos qué ocurrió! ¿Qué será lo que está ocurriendo en la política maga que nos impide saber qué fue lo que dejó paralizados a varios alumnos de Hogwarts y asesinó a su propio hijo? ¿Dónde están las máximas de transparencia cristalizadas con Shacklebolt? ¿Significa que estamos en peligro y por eso prefieren que habitemos la ignorancia?
Ante la incertidumbre, un grupo de magos ha acudido al héroe Harry Potter para que nos aclare la situación: 'Todo lo que puedo decir es que confiéis en que este es un nuevo Ministerio que hace las cosas bien'. ¡Que tiemblen los inadaptados a la Nueva Era de transparencia!
Para llegar a la confianza es esencial la información, queridos Potter y McKing.
Y para eso El Profeta siempre está a vuestra disposición.
Aaron P. Holden»
Albus suspiró. Entendió que su padre estuviera molesto por su deformación a través de El Profeta. Sobre todo en su cumpleaños. Después de todo lo que había hecho por aquella estabilidad. Se sintió culpable por acrecentar esa desazón.
-¡Papá! -la voz de su hermano James sonó a la vez que el claxon de George Weasley que indicaba que el sector más ruidoso de la Madriguera había llegado.
Albus observó cómo su hermano abrió la puerta, alzó las cejas a modo de saludo y se dirigió corriendo a darle la caja envuelta en papel de regalo del aeropuerto que llevaba en su mano. Fred y Roxanne le siguieron dando brincos. Albus se acercó a la cocina, curioso por el regalo que James Sirius Potter le podía hacer a su padre.
-¡James! ¡Vaya bronceado! -le cumplimentó su abuela Molly. -¡Fred! ¿Desde cuando tienes esos pómulos tan bonitos? ¡Y Roxanne! ¡Estás hecha una mujercita!
-¡Abuela, sólo ha sido un mes! -se rio la joven mientras dirigía su mirada a Albus. -Hola, Al, no te había visto.
-Ah, hola, Albus -le saludó su primo Fred con una palmada en la espalda.
Redirigieron su atención a la entrega del regalo. Aquello le causó aún más curiosidad.
-¡Ábrelo ya, papá!
Harry, visiblemente abrumado por todos los jóvenes a su alrededor, comenzó a rasgar torpemente el papel de regalo. Cuando lo hubo despedazado ante los ojos brillantes de su hijo mayor, extrajo una cajita en la que rezaba: «Lentes de contacto».
Fred no pudo evitar la risa. Roxanne sonrió tímidamente. James parecía ser el recibidor del regalo por la ilusión en su rostro.
-¡Pero bueno! -Harry se rio, y la pequeña carcajada fue un alivio para Albus, al ser sincera y calmada. -¡No me lo puedo creer!
-¡Es para que te adaptes a los nuevos tiempos, papá! -dijo James con toda la inocencia del mundo.
Entonces fue Albus el que soltó una leve carcajada que, afortunadamente, pasó desapercibida. ----------------------------------------------------------
El día transcurrió entre anécdotas de las vacaciones de verano y expectativas del año que estaba por llegar cuando zarpase el Hogwarts Express. La calidez que emitía el amor familiar era contagiosa. Era una estampa que se repetía con cierta frecuencia en aquel lugar, como si fuera un santuario para la familia.
También habían llegado amigos, que para los Weasley siempre serían alguien más de la familia. Con Percival Weasley, habían llegado su mujer y sus hijas Molly, quien iba a cursar su penúltimo curso en Hogwarts; y Lucy, quien se adentraba en el tedioso quinto curso. Con Bill Weasley, el cuarto de los hermanos en llegar, arribó su hermano Charlie y su esposa Fleur, así como la pareja de Victoire Weasley y Ted Lupin, que había sido formalizada y normalizada y a la espera de conocer qué les iba a deparar el futuro. Dominique Weasley, por su parte, no había traído a Nicholas Wood como había prometido, pues, al parecer, la muchacha no se sentía cómoda con que su novio estuviese con tanta familia. Louis Weasley no mencionó que le gustaría haber invitado a su amigo Nott, pues no sabía si los Weasley lo verían con buen ojo o si en verano se había enfriado la relación con su prima Lucy, y podía meter la pata.
Los últimos en llegar fueron los Weasley-Granger, con unos Rose y Hugo eufóricos por sus vacaciones en Australia. Junto a ellos, caminaron por la puerta los Scarmander y los Longbotton, que completaban el elenco familiar de la Madriguera.
-Ni se te ocurra acercarte a mí -pidió Albus entre risas mientras salía al jardín de la Madriguera y se acomodaba en la hierba junto con Alice Longbottom.
La muchacha, que se había cortado el pelo sobre la altura de sus hombros, le miró con desgana. Tenía el semblante serio desde que llegó y su rostro estaba cubierto de llagas como si tuviera una enfermedad terminal.
-Es una enfermedad transmitida por un hongo y no es tan contagiosa.
-Tu padre no ha dicho lo mismo.
-Ya, bueno, Rose se lo ha tomado muy a pecho… ¡Ni si quiera es capaz de salir de la cocina para estar conmigo! -su amiga estaba en la ventana de la cocina. Rose Weasley saludó de forma nerviosa a sus amigos. -¡Que te den, Weasley! -le levantó el dedo de en medio y bufó.
Rose volvió a sonreir e hizo como si le llamasen del salón.
La situación era demasiado cómica como para no esbozar una sonrisa.
-Yo creo que no es una enfermedad, sino que se está desvelando tu verdadera identidad…
-¡No estoy para bromas, Albus! -Alice volvió a bufar, cansada de todas las bromas que había recibido por el sector Weasley. -Además, ¿tú que haces conmigo si tanto miedo tienes de que se te contagie?
-Oh, es que yo soy inmune a ti, Longbotton.
-No eres inmune a la torta que te vas a llevar. --------------------------------------------------------------------------------------------
Existía un dicho, en casi todas las lenguas del mundo, que aseguraba la calma después de una tormenta. De ser así, Fred Weasley, tras haber sido paralizado por un basilisco y encamado durante meses, debería estar en la calma más apaciguada de su vida. Más el universo no siempre atendía a proverbios.
Después de haber estado encamado durante meses, los profesores contemplaron dos opciones: que repitiera tercero o aprendérselo todo en verano. Puesto que al joven Weasley no le apetecía ser el repetidor de su clase y, aún menos, separarse de sus amigos para el resto de su vida en Hogwarts, eligió la segundo opción. Sabía que muchos muggles estudiaban en verano. Y, sin lugar a dudas, no había sido algo que él, promotor de los avances muggles en su familia, quisiera experimentar. Al parecer el universo le estaba tomando el pelo por todas aquellas veces que había sido él el bromista.
Para colmo, no tenía mejor institutriz que su aburrida prima Molly. En sus catorce años de vida, jamás había mediado más de un saludo o un «feliz cumpleaños» con aquella muchacha de ojos marrones y mirada taladradora. Muchas veces, durante sus clases particulares, se había preguntado quiénes eran los amigos de su prima, pues para él le resultaba invisible en el castillo. Después de todo, era la que peor había sabido aprovechar la fama de su apellido.
Desde su prima Victoire hasta los últimos en llegar al castillo, los Weasley eran el caldo de cultivo de cotilleos. No sólo por su apellido, pues ellos también habían contribuido. Uno a uno se había hecho un hueco en el boca a boca de los alumnos. Su prima Victoire empezó siendo la «diva» -como decía su hermana -de Hogwarts, quizás la primera que vio el castillo. Todos intuían que iba a acabar con Teddy. Cuando Dominique llegó al Sombrero Seleccionador, su hermana ya le había labrado camino y solo tuvo que dejarse llevar y codearse con Teddy y Victoire los primeros meses para que su fama se tradujera en incansables rumores sobre sus posibles relaciones. Con la llegada de los siguientes tres, el mundo Weasley se desestabilizó. Ya no reinaba la elegancia y la corte de las que tenían descendencia veela. En ese momento, Roxanne Weasley revolucionó el mundo del Quidditch, Lucy Weasley y Louis Weasley se convirtieron en un posible cotilleo, acrecentado desde que hablaban con Christopher Nott -lo cual, desde luego, fue una conmoción para los alumnos. Al año siguiente, llegaron los que definitivamente harían de Hogwarts una fiesta: James Sirius Potter y él mismo. No se convertirían en los aclamados héroes hasta la llegada de Rose y Albus, porque hasta entonces no sucedió ningún acontecimiento tan memorable como el hecho de que su primo se cargase a un maldito basilisco. ¿Y qué aportaba Molly Weasley a aquella fama de los Weasley? Absolutamente nada.
-¿Has entendido entonces por qué un material como el acero fue tan importante para finales del siglo XIX y principios del XX? -preguntó su prima Molly sacándole de sus pensamientos.
Volvió a la realidad de su primer agosto desperdiciado. ¿Por qué habría escogido Estudios Muggles si era cómo Historia de la Magia pero sin magia?
-Sí -mintió descaradamente. Sinceramente, le importaba un bledo el acero y los siglos que se escribían con números romanos.
-Mira, Fred, sé que prefieres estar fuera dando escobazos en el Quidditch… -aquello había dañado su percepción auditiva, pero asintió como si, de algún modo, Molly tuviera autoridad sobre él. -Pero cómo no apruebes estos exámenes, repetirás curso y no podrás estar con tus amigos.
Fred se detuvo a mirar a su prima. Su ceño estaba fruncido y esperaba su respuesta con atención. Parecía cómo si realmente estuviera preocupada por su primo. ¿Qué sacaba ella de todo aquello? ¿Le comprarían libros sus padres a cambio? ¿Era tan inteligente como predicaban o era solo que no tenía nada mejor que hacer?
-Tienes razón…-musitó Fred. En aquel momento, quizás por primera vez en su vida, sentía empatía por su prima Molly. -Y no, no sé por qué el acero era tan importante para los muggles entonces.
Molly Weasley sonrió aliviada.
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-No puedo creer que tu debilidad haya llegado tan lejos -sentenció el hombre mientras agarraba con más fuerza su bastón. -De esto no hay vuelta atrás, hijo.
-Lo sé -afirmó Draco Malfoy. Astoria le paso el brazo por detrás de su espalda y le agarró con fuerza para demostrar su apoyo. -Pero no puedo permitir que sigas utilizando a mi familia para tus negocios… ¡Ni que castigues a mi hijo como si tuvieras alguna autoridad sobre él!
Los ojos de Draco llameaban. Scorpius Malfoy aguantó la respiración al otro lado de su padre. La corbata le apretaba más de lo normal. Y sentía un miedo indescriptible en el estómago.
-¡Simplemente hago lo que su padre no es capaz de hacer! ¡Dejarle formar amistades con unas sangres sucias y destructores de la magia como los Potter y los Weasley…! ¡¿En qué te has convertido?!
- Haec verba opprimere te. Interdictum de me -conjuró Draco mientras una línea amarilla divisoria separaba a Lucius Malfoy de su hijo, nuera y nieto. La línea se elevó hacia la altura de la fachada tras la cual se hallaba él.
Draco Malfoy acababa de vetar la entrada a su padre.
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