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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Domingo 17 de Enero de 2021, 16:45 [ Más información ] Tweet
Estúpidos e imprudentes
Capítulo 24: Estúpidos e imprudentes Nunca antes había sentido tanta adrenalina en tan poco tiempo. Su corazón palpitaba a mil por hora. El sudor frío cubría su frente. Sus jadeos, los sollozos y los conjuros se entremezclaban en una neblina de sentimientos que eran difíciles de descifrar. Particularmente eran las miles de agujas que se clavaron por un instante en su cabeza, en su torso, en sus brazos y en sus piernas. Y que la dejaron paralizada. Alice Longbottom jamás había pensado que sentiría tanto dolor. Tampoco se le había pasado por la cabeza que sería capaz de sostener la espada de Godric Gryffindor. Sobre todo, siendo Slytherin. -¡Protego! -conjuró Peter Greenwood a su lado, tan desconcertado como ella. Acababa de salvarle de algún maleficio que ni ella conocía. Otro que quizás le habría hecho sentir peor. Le miró con agradecimiento, dentro de su estado de shock. Y volvió a la realidad. Estaban rodeados. Y los centauros se habían marchado detrás del basilisco. Un hombre con la cara desfigurada, la mandíbula desencajada, el pelo grasiento y olor a putrefacción había sido el responsable de traer hacia ellos al basilisco. Fue el primero en lanzar un maleficio que rápidamente contestó Scorpius Malfoy. Después, gracias al aviso de James Potter, se prepararon para los tres encapuchados que les esperaban a sus espaldas. Dos de ellos eran hombres. Sombras idénticas que se movían con gracia alrededor de los jóvenes, lanzándoles hechizos que causaron una hemorragia en el abdomen de Rose Weasley y que abrieron una brecha en la mejilla de Albus Potter. La otra figura encapuchada pertenecía a una mujer. Lo sabía porque había visto su cabello rubio asomar a través de su capa. Fue entonces cuando Alice le dijo a Albus que se fuera en busca de su hermano, quien había hecho desaparecer al basilisco detrás de él. Y Alice le cubrió las espaldas. Y recibió un Cruciatus de aquella encapuchada. Sus lágrimas caían sin poder hacer nada para evitarlo. Peter Greenwood se había posicionado a su lado. Probablemente el joven ni siquiera sabía cuál era el hechizo imperdonable que le habían lanzado a la muchacha. El Gryffindor de cabello dorado la miraba de reojo e intentaba esquivar los hechizos a duras penas. -¡Expelliermus! -conjuró en vano Peter Greenwood para desarmar a la mujer. Alice tembló cuando la mujer arremetió con otro conjuro del que nunca había escuchado hablar. Peter Greenwood salió volando por los aires y estrellándose contra un árbol, cuya copa se sacudió haciendo caer las hojas que acababan de brotar. La joven Slytherin buscó amparo en el resto de sus amigos. Rose Weasley sostenía su varita con una mano y se defendía de una de las figuras que jugaba con ella a lanzarle dagas mágicas. Poco a poco, su cuerpo se iba desmoronando y postrándose sobre sí misma. Scorpius Malfoy mantuvo su posición frente a la figura gemela e incluso logró lanzarle algún hechizo certero. Cornelia Brooks desafiaba a base de hechizos de protección los conjuros que lanzaba el hombre de la cara desfigurada. Alice Longbottom miró de nuevo a la figura femenina que se postraba sobre ella y vio un brillo en los ojos que reconoció de sus peores momentos en la Sala Común. -¡Atabraquium! -conjuró una voz salvadora detrás de la encapuchada. Albus Potter salió de entre los árboles seguido de su hermano mayor. Alzaba la varita e iba en busca de confrontar a la figura que había dejado paralizada con el hechizo. De repente, un encapuchado que se apareció al lado de Alice Longbottom evitó la colisión de la paralizada con Albus al cogerla del brazo y desaparecer en el aire con ella. Albus y Alice se miraron. Sin respiración. Alice había dejado de sentir dolor, más los estragos seguían. Probablemente al desparecer aquella mujer, también desaparecía su hechizo de tortura. -Vamos -dijo Albus para ayudar a que se incorporara. Esta lo hizo lentamente, aun sintiendo cómo su cuerpo se retorcía en sus entrañas. Albus la acogió en sus brazos. Peter Greenwood se acercó, cojeando a ellos. -Braquiam Emendo -conjuró con seguridad Alice Longbottom hacia el tobillo del que le había estado protegiendo. -Esto debería arreglar tu cojera. -Hay que ayudar a los demás -sentenció Albus, quien había cambiado su semblante a uno de más seriedad. -¿Y el basilisco? -preguntó Peter jadeando y siguiendo a Albus a apoyar a su prima Rose y a James Potter. -¡Petrificado! -anunció James, intuyendo que el resto iba a escucharle. Se hizo un silencio. -¡¿QUÉ?! -bramó el hombre de la cara desfigurada. -¡¿CÓMO TE ATREVES A PETRIFICAR A MI PEQUEÑA?! El hombre arremetió un empujón a Cornelia Brooks, quien, sin poder hacer nada frente a la fuerza física, cayó de bruces al suelo. El hombre de pasos de elefante se acercó a James Potter, quien no dudó en desafiarle con la mirada de arrogancia que tanto le caracterizaba. -¡Montdark! -pareció avisarle el encapuchado que arremetía contra Scorpius Malfoy. El joven Gryffindor alzó la varita hacia su contrigante por si pensaba acercarse a él. -¡Detente! No hagas ninguna estupidez, solo hemos venido a asustarles. No debemos causar ningún daño… -¡AVADA KEDAVR….! -¡Expelliermus! -la voz que hizo saltar la varita del mencionado Montdark por los aires venía del cielo. Literalmente. Roxanne Weasley, subida en una escoba, apuntaba a Montdark con su varita y le miraba con un odio que superaba con creces el que se veía en el dueño del basilisco. -¡Bombarda! -conjuró otra voz que, también subida en escoba, daba apoyo aéreo al encapuchado que amenazaba a Rose Weasley, destrozando un árbol que se interpuso entre la presa y el depredador. Otros tres encapuchados se aparecieron al lado de la figura encapuchada que había quedado dividida por el árbol. Era la figura femenina y el que había acudido a salvarla junto con una figura más. -¡Ya vienen los profesores! -anunció Roxanne Weasley. Hubo un momento de tensión en el que ninguno hizo nada. Los tres encapuchados recién aparecidos comenzaron a correr en dirección contraria al castillo, adentrándose aún más en el Bosque Prohibido. Las otras dos figuras gemelas siguieron aquel movimiento. Montdark se acercó aún más a James Potter. Ambos se sostenían la mirada. James vio unos ojos inyectados de sangre que acudirían a sus peores pesadillas. -Recuérdeme, James Potter, porque haré que sufras. Dicho esto, se marchó a pasos agigantados hacia donde se habían marchado sus compañeros. Poco a poco, fueron despareciendo de su vista El suspiró de Alice Longbottom pareció transmitir una sensación de paz. Rose Weasley comenzó a gemir de dolor y Scorpius Malfoy, que, en ese momento, se encontraba cerca de ella, se agachó para asistirla. Contempló cómo su uniforme se había manchado de la sangre que brotaba de su abdomen. Su clavícula también había sido rasgada. Así como su labio inferior. Scorpius se quitó su sudadera de Quidditch y se la tendió a Rose. -Toma, aprieta con esto la hemorragia. La joven asintió y obedeció. -¡¿Cómo se les ocurre, imprudentes?! -vociferó Minerva McGonagall al llegar al lugar de la pequeña batalla. Hogsmeade tenía un camino que, a través de una senda que bordeaba el Bosque Prohibido, llegaba a Hogwarts. Era su último tramo del paseo a la victoria. Ya podía saborear el olor a magia. Podía oír los conjuros. Ver a los fantasmas en los pasillos. Oler las pociones recién hechas. Sentir el poder de la magia en sus manos. Hugo Weasley estaba a unos kilómetros de su meta. Tras haber cruzado las montañas rasgadas de Escocia y sentir el frío viento del Norte, lo habían logrado. Les quedaban horas para llegar a Hogwarts. Lily había tenido sus momentos de arrepentimiento. Decía que se había alargado su trayecto y que sus padres estarían muy preocupados. Incluso la había pillado intentando convocar un Patronus con la varita de Hugo. Por suerte, Lily no era tan avanzada como él en la magia. -Mira, Hugo, parece que viene algo hacia aquí. El joven entornó los ojos para ver mejor. Estaban en el camino que conducía a Hogwarts y habían elegido esa tarde de finales de mayo para no pasar mucho frío al lado del lago. Los árboles cada vez eran más altos. Le había prometido a Lily que no cruzarían a través del Bosque Prohibido, aunque, si era honesto consigo mismo, desconocía donde empezaba el Bosque y donde acababan aquellos árboles. En efecto, un tumulto de una media docena de personas se acercaban apresuradas en su dirección. Hugo por poco se atraganta con su propia saliva al ver que se trataban de encapuchados. -¡No digas nada! -le ordenó Hugo. Los encapuchados se detuvieron a unos metros de ellos, desconcertados por su presencia allí. ¿Serían alumnos? Por la altura y la corpulencia del último miembro del grupo, lo dudaba. A no ser que fueran de último año y que parecieran muy mayores. -Vámonos -ordenó una voz gutural que salía del más rezagado. Este no llevaba capucha y su rostro sobresaltó a los niños. El hombre pasó por su lado como si nada, seguido de los demás. Los niños se quedaron paralizados del miedo. Una figura alta y esbelta agarró el brazo de Lily. -¡NO! -sollozó esta. Otro encapuchado, de menor altura, pegó un empujón al que había hecho el agarre. -No es el momento -le imperó. Acto seguido, desaparecieron todos esfumados en el aire. Lily rompió a llorar. Hugo la abrazó en seguida. Habían sido unos estúpidos. Quizás, después de todo, aquello había sido una mala idea. Unas figuras se aparecieron ante ellos, rodeándoles. Hugo se mordió el labio. ¿Era ese su final? Cerró los ojos. Ni siquiera habría conseguido nada en su vida. Quedaban tantas cosas por saber… -¡Hugo Weasley! -la voz de su padre le sobresaltó. -¡Estás castigado de por vida! El Departamento de Seguridad Mágica no era, en aquel instante, un sitio acogedor. Habían recibido quejas de padres de alumnos de Hogwarts exigiendo explicaciones sobre el suceso. No paraban de dar declaraciones a la prensa sobre lo controlada que estaba la situación y cómo no había ningún altercado digno de mención. También habían aceptado audiencias con aurores extranjeros para colaborar por la seguridad mágica internacional. Las oficinas estaban desbordadas. Los aurores habían sido mandados a proteger el tren de vuelta de Hogwarts y a asegurarse de que todos los alumnos llevaran a sus casas una carta de apaciguamiento y de garantía de seguridad por con la letra del Director del Departamento. -Es uno de los peores momentos desde la Restauración, Moonlight -comentó Harry Potter, jefe del Departamento, en el primer día de trabajo de Alexander Moonlight, el primer lincántropo en ser auror. -Pero me alegra saber que hay jóvenes como tú, capaces de desafiar los antiguos estándares y apostar por un mundo mejor. Alexander puso los ojos en blanco, pero, cuando la mirada de Potter se posó sobre él, asintió con vehemencia. Le habían prometido que Ronald Weasley, el hombre que le instruyó los primeros años en la Academia, estaría allí aquel día. No obstante, se había retirado. En su lugar, tenía el honor de ser guiado por el héroe de Inglaterra: Harry Potter. Quizás el hecho de que todo el mundo lo hubiera pintado de forma tan legendaria hizo que aquel hombre de estatura baja, sonrisa humilde y gafas empañadas, le decepcionara y no alcanzara la idea de leyenda que tenía en mente. Su mejor amigo, Ted Lupin, hablaba de él como si fuera un padre. Sinceramente, no era para tanto. Él mismo le sacaba dos cabezas y tres cuerpos. ¿Cómo podía ese endeble hombre haber acabado con el Mago Oscuro? -Oh, Potter, veo que estás enseñándole a Moonlight la oficina…-comentó Alicia Spinnet, la que, según había oído, había sido compañera de Casa de Harry Potter en su estancia escolar. -Shacklebolt te estaba buscando. Puedes llevarte a Moonlight, seguramente será por el tema de Hogwarts. -Claro, Spinnet -cedió Harry alegremente. Moonlight sonrió. Justo lo que quería: una reunión. El joven se había apuntado por la adrenalina. Secretamente se había alegrado de que las cosas no estuvieran tan calmadas y le delegasen a un despacho todo el tiempo. Aunque sabía que su primer año consistiría justo en eso. Ambos se dirigieron al despacho de Harry Potter. Había escuchado que el antiguo Ministro, pese a estar retirado y jubilado, seguía siendo el Jefe de aquel lugar. Aquello le hacía pensar que la autoridad de Potter era ficticia. Igual que su puesto allí. Era cierto que había sido un héroe. Que ninguno habría estado allí de ser por él. Pero también era cierto que le regalaron el puesto de auror y eso a Moonlight, personalmente, le molestaba. -Vaya, nuestra cantera viene con ganas -fue la bienvenida de Shacklebolt. -No es muy hablador, pero le aseguro que sus pruebas fueron excepcionales… El tribunal dijo que no había visto algo así desde… -¡Nunca! -interrumpió Shacklebolt. -Nunca hemos tenido el honor de tener a un licántropo entre los nuestros, seamos sinceros… ¡Solo nos trae ventajas! Moonlight sonrió con ganas. Por fin un hombre que le caía bien en aquella burocracia. -No lo dude, señor Shacklebolt -dijo Harry Potter rápidamente. -¿Me ha llamado por el tema del basilisco? No se preocupe, Moonlight está al tanto de todo. El hombre asintió y se acomodó en la silla de escritorio de Harry Potter como recordando lo que él mismo había sentido allí hacía mucho tiempo. -El basilisco no es un problema… Sus hijos se encargaron de eso -Potter carraspeó. Moonlight recordó cómo su mejor amigo hablaba de los hijos de Potter, como unos adolescentes descerebrados que no paraban de pelearse entre sí. Cuando se enteró de que habían paralizado a un basilisco y habían hecho frente a los culpables (aunque sus compañeros no salieron tan bien parados), no pudo más que aplaudir. -Tampoco tiene que ver con su sobrino Weasley vulnerando toda la red de rastreo de nuestro Departamento… Aunque de eso nos ocuparemos en otro momento, pues es un jovencito que ha propuesta a McGonagall algo sin precedentes. ¿Sabía usted que quería ingresar el año que viene en Hogwarts? -Harry Potter sonrió. Moonlight dudaba que su Jefe supiera algo así. No parecía el tipo de padre o tío que se preocupara por sonsacar los secretos de sus hijos o sobrinos. -El tema es… el Clan del Ojo. ¿Han oído hablar de él, no? -Entonces, ¿es definitivo? ¿Fueron ellos? -soltó Moonlight. -Me temo que nuestros peores rumores son ciertos… -¿Y cómo lo ha sabido? ¿No cree, de veras, que puedan ser neomortífagos? -preguntó escéptico Harry Potter. Shacklebolt negó con la cabeza. Se le apareció el inicio de una sonrisa en la comisura de sus labios. -Quizás haya neomortífagos, Harry, pero usted mismo se encargó de desarticular toda su red… Probablemente aún haya partidarios de esa ideología… Pero no se atreverían a poner en peligro su posición -Harry emitió un leve gruñido que sorprendió a Moonlight. El duende feliz que parecía ocupar su cuerpo había dado paso a un perro salchicha enrabietado. -Lo sabemos porque ha llegado una carta firmada por el Clan del Ojo asumiendo la responsabilidad de la entrada al basilisco en Hogwarts. -¿Cómo es posible? ¿A quién le ha llegado eso? -A usted, por supuesto. Llegó a su puerta esta mañana y Ginevra nos la ha entregado temiendo que se perdiera el rastro. -¿Han podido localizarlo? -Era de esperar que no lo podríamos hacer… -Shacklebolt suspiró. -Siento decirte esto, sobre todo, teniendo en cuenta que han sido tus hijos los que en más peligro han estado…Y sabiendo lo que ha ocurrido con el hijo mayor del Ministro… Pero se acercan tiempos oscuros, Harry.
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