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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Jueves 21 de Enero de 2021, 20:22 [ Más información ] Tweet
Emboscada
Capítulo 23: Emboscada Sus guantes de cuero de dragón estaban apretados. Corría un aire fresco. Se relamió los labios. Era la final contra Ravenclaw. Tom McGregor había vencido a Zoe Badmood. En el fondo, aquello había molestado a James Sirius Potter, quien deseaba ser él el que tuviera la victoria sobre aquella Slytherin. Sin lugar a dudas, habría sido pan comido. Como iba a ser aquel partido. La victoria ya estaba cantada, por mucho que Roxanne Weasley hubiera llamado a la prudencia y a la humildad en el juego para aquella final. -Mucha suerte, Potter -dijo Scorpius, quien se quedó rezagado en el vestuario. Tenía la mirada llena de fuego. Pues claro que a él le hubiera gustado ocupar su lugar. A él y al resto de aspirantes a buscadores. Iba a destrozar a Ravenclaw y a dejar por los suelos el orgullo de aquel estúpido y relamido McGregor. -No la necesito -respondió con arrogancia. Susan Jordan le siguió mientras ponía los ojos en blanco. Sustituía a Fred Weasley mientras este seguía encamado, según Madame Pomfrey en unos días se despertaría. James había notado cierto nerviosismo en su amiga. No quiso preguntarle nada para no acrecentar la inseguridad que podría hacerles perder. Al salir del vestuario y de su torre en la escoba, se arropó con los gritos de las gradas. Llevaba tiempo sin sentir aquello. De pronto, la arrogancia, el orgullo y su bravuconería volvieron como de un latigazo. Con Fred indispuesto y tanto tiempo ausente, con el peligro de un basilisco rondando Hogwarts… Había olvidado qué era ser James Sirius Potter. Sintió como un calor le recorría por dentro. Ya no solo eran las gradas de su Casa las que llevaban la bandera de Gryffindor. Le pedían que ganara. Algunas jóvenes incluso vitoreaban su nombre. Llevaba tiempo sin jugar y aquello era justo lo que necesitaba para venirse arriba. -¡Que dé comienzo el partido! -gritó Tim Mars, el comentarista que sostenía el micro. James se pavoneó. Se acercó a las gradas y lanzó besos. El puño. E incluso les dedicó ciertas piruetas. No necesitaba estar tan concentrado como Tom McGregor para visualizar a la Snitch. De hecho, ya lo había hecho. Pero no quería que McGregor le siguiera, por lo que hizo como que estaba distraído pese a que el rabillo de su ojo vigilaba atentamente el aleteo dorado. Entonces, la Snitch hizo algo que no esperaba. Algo que a él jamás le había pasado. Se salió del campo. Y no, precisamente con la intención de divagar por los alrededores del campo de Quidditch. La pelota alada había cogido una dirección muy clara hacia el castillo. Si no la perseguía, quizás la perdería. James salió disparado detrás de ella. Sintió cómo McGregor seguía su estela. La Snitch voló cerca del castillo. Se metió en un patio y acarició una torre hacia arriba. Los dos buscadores la seguían de cerca, pero a la vez lejos como para alcanzarla. -¡Potter! ¡Va al Bosque! -advirtió McGregor. Tenía razón. La snitch estaba tomando la dirección del Bosque Prohibido a través del castillo. Y ellos la estaban siguiendo como si fuera un lucero. Cuando se aproximaron a la linde, sintió a McGregor frenar detrás de él. -¡Me lo estás poniendo fácil! -le gritó James, sin pensárselo dos veces. Solo tenía una cosa en mente: ganar. James cruzó la línea que derivaba en el Bosque Prohibido. -¡Puede ser peligroso! No obstante, imitó la estela de James. Pero James había desacelerado su ritmo. Entornó los ojos. Había perdido a la Snitch. Fue en ese momento cuando se percató del error que había cometido y de cómo había sido cegado por su orgullo. Se giró para ser consciente de que estaba en el Bosque Prohibido con McGregor, quien miraba esquivo hacia todos lados. No había que ser muy inteligente para saber que podía estar en peligro. -Es la primera vez que una Snitch abandona el campo y va tan lejos -razonó James. Sabía con certeza que aquel pensamiento no iba a ayudar. Y, menos aún, si lo decía en voz alta. Se quitó las gafas que le quitaban el viento de los ojos. -¿Qué ha sido eso? El cuerpo de James se tensó. Si McGregor no lo sabía, estaba a punto de descubrirlo. Su instinto primario fue huir. Pero eso solo haría que fueran unas presas más fáciles. -Quédate quieto - No hubo que repetirlo. Ambos se quedaron como estatuas. -Cierra los ojos, McGregor -susurró mientras él mismo cerraba sus ojos. Las piernas de McGregor que se encontraban suspendidas en el aire temblaban levemente. James había apretado con sus dos manos la escoba y estaba postrado sobre ella, analizando en la mente en qué bolsillo de su equipamiento tenía escondida la varita. Oyeron algo acercarse. Pero no era lo que James imaginaba. Eran cascos de caballo retumbando en el suelo. Cada vez más cerca. El joven Potter abrió los ojos: centauros. James se acercó sobrevolando el bosque con la escoba a donde se encontraba paralizado de miedo McGregor. -¿James? -preguntó, quizás para asegurarse de que la presencia que se acercaba era la de su enemigo. -Tranquilo, soy yo -respondió, evitando reírse. -Son centauros. - McGregor abrió los ojos y miró hacia el suelo. Unos cinco centauros se habían detenido y les miraban con una expresión solemne. Parecían tensos. Como ellos. -McGregor, vuelve. Di que me he perdido buscando la Snitch y dile a Rose Weasley que necesito su ayuda en el bosque. McGregor tragó saliva. Asintió y se marchó más rápido que nunca. Quizás no quería saber qué era lo que estaba ocurriendo. Era la primera vez que se disipaba tan rápido su curiosidad. -James Potter -le llamó uno de los centauros. El joven sintió un escalofrío. -El basilisco ha salido del Lago -le anunció. El muchacho no supo qué decir. Era como si ellos esperaban a que él hiciera algo. -Se ha estado alimentando todos estos meses de tres de nuestros familiares… Pero lleva una semana sin hacerlo -James maldijo para sí. -Sentimos su presencia al cruzar el Bosque… Está en peligro, James Potter. -Lo sé -murmuró el joven. -Han hechizado la Snitch para que vengamos aquí. El centauro asintió. Las criaturas se miraron entre sí, en alerta. -Debes abandonar el Bosque -ordenó el centauro. -¡NO! ¡Les hará daño! -exclamó el joven. -¡Si no lo detengo ahora, matará a alguien! -James Potter, el basilisco le sigue a usted -aquella sentencia de muerte hizo que el corazón del joven se detuviera en seco. -Pss, pss. Weasley… Rose Weasley. Alguien llamaba su nombre dentro de la torre de la Grada Gryffindor. Al principio, hizo caso omiso, pues estaba demasiado concentrada en ver si era su primo el que volvía con la Snitch en la mano victorioso. La voz que la llamaba insistía. Se rio al ver quién era e hizo como que no lo veía. El hecho de que su archienemigo Scorpius Malfoy estuviera en el equipo Gryffindor, no significaba que fuera a ayudar a Tom McGregor. Por muy apuesto que fuera. -¿Tom? -Rose se percató de que Cornelia Brooks, que estaba a unos metros de ella, vio al buscador contrario. Sabía que estos eran amigos así que tenía que entorpecer la ayuda del enemigo. Lo que hacía un Weasley para ganar. -¡Espera! -le dijo a Brooks mientras esta se aproximaba al buscador que se escondía en la escalera mientras el resto de la grada seguía pendiente del juego. -No le dirás nada al enemigo sin mí. Al acercarse, Tom McGregor, visiblemente perturbado y temblando, agarró a Weasley del brazo. -Potter… Potter está en el Bosque con centauros y me ha dicho que vayas a ayudarle… Juraría que el monstruo que mató a McKing está allí… ¡Tengo que avisar a los profesores! Rose Weasley le tapó la boca. -¡No vas a decir nada a los profesores! -¡¿Qué?! -preguntó alarmada Brooks. -¡Potter está en peligro! Tenemos que avisar a McGonagall. -Pero, bueno, que he dicho que nadie avisa a McGonagall. -¿Por qué? -¡Demaius! -conjuró Weasley hacia McGregor. Brooks gritó. -¡Sssh! ¡Brooks! Tú nos has estado ayudando… James te pidió que buscases una forma de destruir a un basilisco… Bueno, pues… ¡Haz algo! Dijo que sabías cómo hacerlo… -¿Weasley? -El que faltaba -Rose se llevó la mano a la cabeza al ver a Scorpius Malfoy subiendo hacia su grada. Entonces, como si Peter Greenwood la hubiese estado siguiendo, entró en la Torre. -Vi a McGregor entrar aquí desde el vestuario… ¿Qué le has hecho? ¿Sabes que te pueden sancionar por aturdir al buscador contrario en mitad de un partido? -Joder, Weasley, me das miedo…-murmuró Greenwood, apenas sin contener la risa nerviosa. -¡Hay cosas más importantes! Id a por Albus y buscad la espada de Godric Gryffindor… -¿Qué? ¿Por qué? -Pues porque el imbécil de mi primo James está en el Bosque Prohibido con unos centauros y un basilisco… -¿¡Qué?! -Peter Greenwood aún no estaba acostumbrado a las aventuras descabelladas. Probablemente se creería que estaba en una simulación. -¡Pero no sabemos dónde está! -puntualizó alarmado Malfoy. -Puede ser que la tenga Longbottom… Fue el último que la utilizó, ¿no? Lo estuve leyendo -Malfoy y Weasley posaron su vista sobre Cornelia, que hablaba muy segura de sí misma. -Hay muchos indicios de que esté en el despacho de McGonagall. Siempre estuvo en el despacho del director de Hogwarts… Y Potter siempre la quiso mantener alejada de Gringrots. -¡Perfecto! -exclamó Rose. Se giró hacia Scorpius Malfoy, quien mantenía una conversación telepática con Greenwood sobre la peligrosidad de aquella estúpida misión. -Ve a por Albus y Alice y llevad la espada al Bosque. -Pero, Weasley, ¿de veras crees que podremos con un basilisco? ¿Te recuerdo lo que es? ¡Ha matado a McKing! -De acuerdo - Malfoy, avisó con la mirada a Peter Greenwood. Este, derrotado, pareció ceder en su lucha mental. Después de todo, era eso o tener que escuchar la aventura después. -No me creo que me vayáis a poner en peligro mortal -dicho esto, se marcharon escaleras abajo en busca de Albus y Alice. Rose no confiaba al cien por cien en que fueran a encontrar la espada. De hecho, lo más probable era que sí, que McGonagall la tuviera, pero, ¿en serio iba a dejarla al alcance de unos críos? Rose, entonces, miró a Cornelia Brooks con curiosidad. Nunca había pensado que alguien supiera más que ella. Le alegró saber que, al menos, era una mujer. -¿Qué otra forma hay de matar a un Basilisco? La joven se estremeció. Rose supo que Brooks no intuía que su colaboración acabase allí. Su primo James estaba en peligro. -No podemos hacer frente a una criatura así… -Brooks, mi primo James puede morir y no voy a consentir que lo haga sin intentar hacer lo posible para evitarlo. La joven de ojos azules suspiró. Sí, se había librado de la muerte del basilisco tras meses encamada… Pero eso no significaba que estuviera exenta de la responsabilidad de proteger a los demás. Rose sabía que la estaba obligando, pero, sin ella, las posibilidades de ayudar a su primo eran prácticamente nulas. -Necesitaremos un espejo -dijo finalmente Brooks. -Perfecto, recemos a Morgana por que haya uno en la Cabaña de Hagrid. Nos pilla de camino. Vámonos. A Brooks no le dio tiempo a rechistar. Claro que no. Rose la cogió del brazo y se dirigieron escaleras abajo. El corazón de Rose Weasley palpitaba a mil por hora. Ambas corrieron con el estómago en un puño, escaleras abajo sabiendo que nadie se había dado cuenta de su ausencia (su amiga Janet había decidido no ver el partido). No dijeron nada, para ir más rápido. Ninguna de las dos era especialmente atlética. Y, aquella tarde, Rose se había pasado con las magdalenas. Sus capas ondeaban tras ellas, al compás de sus jadeos. Tenían claro que si había alguien en el castillo que quisiera impedir que salieran del Campo, no les sería difícil encontrarlas. Jadeando divisaron la Cabaña de Hagrid. Con más cuidado, bajaron por las piedras a modo de escalera que coronaban la colina dirección al castillo. Pero ellas iban bajando, dirección al Bosque Prohibido. Rose supo que aquello que estaba haciendo le estaba produciendo tanta adrenalina que creyó que no podría controlarla. Cuando sus padres hablaban de sus hazañas, ¿por qué se saltaban la parte en la que tenían miedo de morir por un infarto de tan rápido que tenían que correr y reaccionar? ¿Es que acaso a ellos les salía natural? Si fuese por genética, Rose no había recibido nada en herencia. Ir corriendo de un sitio a otro sabiendo que había una vida en peligro definitivamente no era su definición de aventura que volvería a vivir una y otra vez. Era una tortura. Se le iba a desbocar el corazón del pecho. Debería hacer más deporte si iba a seguir haciéndose la valiente. -Ya casi estamos -murmuró Brooks. Sin comerlo ni beberlo, la joven se estaba tragando un marrón. Rose pensó que quizás había tenido suficiente ya, sabiendo que había sido paralizada por un basilisco. Pero quizás eso le daba más valentía. -¿Por qué… un… espejo? -preguntó Rose. -Mierda -dijo Brooks ante la sorpresa de Rose. -Hagrid está en la cabaña. ¿Cómo no lo habíamos pensado? Rose se detuvo a coger aire mientras doblaba su espalda. Por Merlín, qué cansancio. -Yo qué sé… A mis padres todo siempre le salía bien… Ni siquiera pensé en que podía estar Hagrid ahí. -Estará vigilando el Bosque. Por algo es su guardián -dijo irritada Brooks. -Cambio de planes entonces… ¿Cómo conseguimos espejo?- Rose se estrujó la cabeza. Y entonces se le encendió una bombilla. -¡Una transfiguración de animal a copa de cristal! -¿Cómo sabes hacer eso? -¡Yo no! Pero tú sí… Se da en segundo, aún no he podido practicarla… -¿Y de dónde sacó a un animal? -¡No lo sé, Brooks! -Las lechuzas de la mensajería podrían valer. Será solo un par de minutos… Y volvieron a correr. -Esto no puede ser verdad -Albus Potter, ojoplático, miraba con un escepticismo extremo al escritorio que presidía el Despacho de McGonagall. ¿Cómo habían entrado allí? Alice Longbottom se sabía la contraseña del despacho. No era algo que fuese heroico, pues su padre se la había facilitado por si estaba en peligro. Neville Longbottom era consciente de que un basilisco andaba suelto y quería proteger a su hija en el despacho de la directora que tenía un escudo especial. Era algo bastante normal, si uno se paraba a pensar que, para colmo, su hija le había salido Slytherin. Lo que les sorprendió a Albus Potter, Scorpius Malfoy, Peter Greenwood y Alice Longbottom fue el objeto que coronaba la mesa de McGonagall. La espada de Godric Gryffindor. Muy fácil, ¿no? -¿Esto es algo normal? -preguntó Peter Greenwood, esperando, posiblemente, que sus amigos dijeran que eso le pasaba a sus padres cuando hacían sus batallitas. -No, Peter, esto no es normal -le dijo Malfoy. -A menos que así fuera como Harry Potter venció a Voldemort. -No creo que fuera así -respondió rápidamente Albus. -¿Cómo? ¿Cómo es posible? -¿Y si nos la ha dejado McGonagall? Recordad que dijo que quería que luchásemos con ella o algo así en aquel discurso -razonó Alice. -Pero, ¿tenemos que preguntar? -todos se giraron hacia Peter. -Quiero decir… Tu hermano está en peligro mortal… Hemos encontrado el arma letal por sorpresa y… ¿No deberíamos estar corriendo a ayudar a James? -¡Por fin un Gryffindor con dos dedos de frente! -exclamó el cuadro de Severus Snape. Los jóvenes se giraron hacia él. -¿Quién ha puesto la espada ahí? -le preguntó Albus. Aquella era la primera vez que Albus escuchaba la voz del hombre cuyo nombre llevaba siempre con él. Había visto fotos de su rostro, pero jamás había tenido un encuentro con él. ¿Sabría que su padre le había honrado de tal manera? -¿Y qué más da, joven Potter? Tus amigos y tú lo intuís… -la voz de Albus Dumbledore les cogió desprevenidos. Scorpius se sobresaltó y Greenwood soltó un gritito. -Tened cuidado, muchachos. Se escuchó un suspiro grupal. -Muy bien, ¿y quién la coge? -preguntó Peter. -¿Tiene que ser un Gryffindor o da igual porque no te quema ni nada? Aquella pregunta era clave. Lo cierto era que ninguno la sabía. Nunca antes Albus se había sentido tan fuera de lugar por el mero hecho de ser Slytherin. No se esperaba una prueba así. Alice también parecía avergonzada. ¿Se suponía que ellos, por ser quienes eran sus padres, deberían ser los portadores de aquella espada legendaria? Y si no eran ellos, ¿la cogería Scorpius Malfoy? El panorama era complicado. -Creo que deberías cogerla tú, Albus -expresó Scorpius Malfoy. -No te va a quemar. Oh, pero Albus ya tenía infundida la duda. ¿Y si desparecía cuando la sostuviera? De pronto, Alice se adelantó al resto y cogió la espada por la empuñadura. Un halo de luz pareció emitirse de la reliquia. Todos quedaron expectantes a que ocurriera algo. Como destrucción, una bomba atómica o algo que dijera que el portador no era correspondido. Alice no se esperó a que ocurriera nada. -Vámonos ya, panda de cobardes. Se oyó el aplauso de Severus Snape. Los tres muchachos se miraron entre sí y siguieron los decididos pasos de Alice Longbottom, quien, espada en mano, decidió ocultarla bajo su capa por precaución. Internamente, los tres jóvenes se sentían aliviados de no llevar pesada carga moral. -Alice, te elijo como Presidenta de nuestro grupo a partir de ahora -comentó Peter Greenwood. -Cállate, Perry -le dijo, con la voz temblorosa. -Tenemos que matar a un basilisco y ninguno ha sido capaz de coger la espada. Estaba claramente enfadada. No obstante, su determinación era la que les hacía avanzar por los pasillos que les conducían al Bosque Prohibido. Albus y Scorpius se miraban entre sí. Si ni siquiera habían superado esa prueba, ¿qué iban a hacer cuando estuvieran frente a un basilisco? A Albus le entraron arcadas del nerviosismo. Más las controló. Tenía la presión de estar a la altura de las circustancias. McGonagall les había facilitado medios. Que ya podía hacerlo ella por su cuenta. Se puso la nota mental de preguntarle por qué no lo hacía ella y dejaba en manos de unos críos inexpertos aquella misión. El último comentario de Alice les había dejado mudos. Cuando salieron del castillo, les temblaron las piernas. ¿Quiénes se creían que eran? ¿El héroe nace o el héroe se forja? -Mirad, ¿no es esa tu prima Weasley? -¡Rose! - la llamó Alice. Albus observó cómo estaba acompañada por una joven Gryffindor. La muchacha que había sido paralizada antes que su primo Fred. Se acordó, entonces, de que James había dicho que les estaba ayudando. Aquello cayó sobre sus hombros como un peso insostenible: eran demasiados, estaban en peligro y arrastrando consigo a los demás. -¿Qué haces con dos copas de cristal, Weasley? -se mofó Peter Greenwood. -Nosotros ya tenemos la espada… -Es por nuestra seguridad, imbécil -le contestó. -¿Dónde está la espada? -preguntó Brooks. -La tengo yo -respondió Alice con solemnidad, como si llevar la espada fuese un honor. Rose se rio de algo que aparentemente le pareció divertido. -Vaya, vaya,... Parece que vamos a ser las chicas las que os vamos a salvar el culo. -Aún tenemos que buscar a James -recordó Albus, sin intención de darle la razón a su prima. Todos cruzaron una mirada. Era el momento de sumergirse en el Bosque Prohibido. -Hay otras presencias en el Bosque -anunció el centauro con el que se comunicaba James. Se había quedado con los centauros. Sabía que estas criaturas no intercambiaban muchas palabras, pero la compañía había sido suficiente para infundir a James Sirius Potter de valor. Seguía sobre su escoba, a menos distancia de ellos. -Serán mis amigos. -No -negó con rotundidad. -Pero también están aquí. -¿Los profesores? Aquello fue un pequeño alivio. Comenzaba a sentir que aquello se le quedaba grande. La mirada que recibió por parte del centauro le congeló el alma. -Tus amigos van a necesitar nuestra ayuda. James no sabía si eso lo incluía a él. Más, cuando los centauros avanzaron hacia donde supuestamente se encontraban sus amigos, él les siguió sobrevolando y esquivando los árboles. Fue entonces cuando supo que el cansancio estaba haciendo mella en él. Aprovechó para sacar la varita y memorizar hechizos que pudieran protegerle en caso de ataque. -¿Quiénes están en el Bosque? -preguntó hacia el centauro, cuyo nombre intuía que quizás no conocería. James, aquella vez, no recibió respuesta. Siguió avanzando por el Bosque, sabiendo con certeza que se estaban aproximando a la zona del Lago que más cerca estaba del castillo. Entonces lo escuchó. -¿James? Era la voz de su hermano. Su hermano Albus y su prima Rose estaban acompañados de Longbottom, Malfoy, Greenwood y Brooks. Brooks y Rose llevaban copas de cristal en la mano y Alice Longbottom sostenía la espada de Gryffindor. Los muchachos tenían las retorcidas varitas en alto. -¡James! -exclamó aliviada Rose. Los centauros hicieron acto de presencia y recibieron un silencio sepulcral. -Tranquilos, nos están ayudando… -Se está acercando la bestia -anunció un centauro diferente al que James había llamado en su cabeza Pegasus. El silencio fue ensordecedor. Hasta que el ruido de las copas de los arboles sacudiéndose llegó a ellos. -¡Dame la espada, Longbottom! -pidió James desde su escoba Nimbus 4000. Tendió su mano hacia ella. Alice no vaciló ni un instante al dársela. Al cogerla sintió un extraño calor recorrerle el antebrazo. La empuñadura le encajaba a la perfección en su mano. La observó detenidamente, como hechizado. Estaba compuesta de plata pura, con incrustaciones de rubíes, la piedra de Gryffindor, y con el nombre de Godric Gryffindor grabado justo debajo de la empuñadura. -Es más fácil si lo petrificamos… -comenzó a decir Brooks. -Es mucho más fácil si se queda petrificado al ver su propio reflejo, Potter. -Pero la espada también nos sirve -dijo, como si le estuviese quitando valor a la legendaria arma. -Sí, James, pero reconoce que es más fácil si se ve… -¡Se está acercando! -exclamó Alice Longbottom, al ver cómo los árboles crujían debido a un graznido que parecía ir directo a por ellos. -¡Se reflejará en los cristales! -gritó Brooks mientras sostenía en su mano una copa y con la otra apuntaba su varita hacia esta. -¡Geminio! La copa de cristal se duplicó y se la pasó a Peter Greenwood, quien asintió como si aquello fuese un escudo protector. De hecho, la copa era tan grande como su rostro. Quizás tenían una oportunidad. -¡Geminio! -conjuró Rose Weasley, duplicando la copa que portaba ella y dándosela a Alice. -¡Geminio! -imitó Peter Greenwood, dándole la duplicada a Scorpius Malfoy, quien tenía el rosto tenso. A nadie le dio tiempo a duplicarle una copa a Albus Potter, quien alzó la varita a lo que fuera que estaba viniendo a través del bosque. Los centauros se posicionaron delante de ellos, como una barrera protectora. De nuevo, les acompañó un silencio entre ellos que se rompía a trozos por el ruido del Bosque. -Cerrad los ojos -recordó prudentemente Brooks. ¿Cómo lo harían? James seguía subido en la escoba. Con una mano sujetaba el tronco torcido de madera y con la otra sostenía en alto la espada de Godric Gryffindor. Agudizó su oído. Cada vez estaba más cerca. Oyeron como los troncos se partían en dos para dejar pasar a la colosal criatura que siseaba. Entonces, el sonido cesó. James tragó saliva. Sintió cómo los centauros tensaban las flechas que tenían en sus carcasas. La oscuridad le abrumó. Pero no dejó que sus manos temblaran. Pensó en que el basilisco era la Snitch. Sus habilidades como buscador podrían servirle, pues uno nunca veía la Snitch, sino que la «sentía». Y, en ese momento, James Potter sabía que el basilisco estaba enfrente de ellos. Pero quieto. Observándoles. -Sssh… Agradeció a sus amigos por mantener la compostura. Los centauros no atacarían por prudencia, pero ¿qué hacían entonces? -Vaya… Sí que los crían estúpidos -la voz ronca, gutural les pilló por sorpresa. No esperaban que hubiese nadie más allí. James ladeó la cabeza, aún sin abrir sus ojos. -Mi pequeña va a tener un gran festín… -¡Ahora! -gritó Pegasus y oyó cómo las flechas salían disparadas hacia la criatura, la cual chilló de dolor. Entonces, James fijó la mirada en el suelo. Abrió los ojos. Y pensó que, mientras no mirara a la criatura, podría hacer algo. Al fin y al cabo, la sombra y el ruido no le petrificarían. Echó un vistazo rápido hacia atrás para ver cómo sus amigos sostenían con valentía sus armas en alto. Y vio cómo tres figuras negras comenzaban a venir por detrás de sus amigos. -¡Cuidado, Albus! ¡Detrás de ti! -le dijo para protegerlo. No le dio tiempo a hacer nada más, pues al escuchar su voz, el basilisco se dirigió hacia él. Afortunadamente lo esquivó con la escoba hacia arriba. Quizás podía ser él la Snitch. Se dirigió rápidamente hacia la derecha, dejando a sus amigos con las tres figuras encapuchadas que salieron de su escondite. -¡Protego! -conjuró Scorpius Malfoy, ya que al parecer les habían atacado. James se sumergió y zigzagueó por los árboles mientras sentía cómo el basilisco iba detrás de él a gran velocidad. Por suerte, la Nimbus 4000 era bastante rápida y él un ávido jinete. Pero una criatura de colosal tamaño lo era más. Sintió cómo había dado con la escoba y lo tiró hacia el suelo. James agarró fuertemente la espada para no separarse de ella mientras caía de bruces al suelo y se revolcaba. Oyó cómo el basilisco se acercaba hacia él, quien, postrado en el suelo se quedó inmóvil con los ojos cerrados. Sintió su presencia sobre él. Sintió el aliento a humedad, a sangre y a muerte que le acariciaba. El siseo era tan cercano. Tenía el rostro del basilisco a centímetros. En cualquier momento podía abrir la boca y matarle. Tenía la espada sobre él. ¿Sería más rápido? ¿Lograría hacerlo? -¡Bombarda máxima! -conjuró una voz conocida a unos metros de él. Al parecer su hermano Albus no lo iba a dejar solo. Oyó cómo un tronco caía sobre el cuerpo del basilisco y este gruñó de dolor. -¡Vamos, James! ¡Sal de ahí! -le instó Albus. La cabeza de la serpiente le abandonó y, muy probablemente, se estaría dirigiendo hacia el causante de su dolor. Y a su hermano le pillaría por sorpresa. No podía dejar que aquello ocurriera. Entonces, mientras el basilisco le abandonaba, James se incorporó y siguiendo el sonido del cuerpo arrastrarse en dirección contraria a él, le siguió corriendo y arremetió la espada con su cuerpo. El basilisco se dobló del dolor y soltó un grito que ensordeció a los hermanos Potter. Sacó la espada y volvió a arremeter contra el cuerpo escamoso. La criatura volvió a doblarse y, en esa ocasión, giró su cabeza hacia James, pues volvió a sentir el olor a muerte de su aliento. -¡Augmento! -conjuró James rápidamente hacia la espada de Godric Gryffindor mientras clavaba su empuñadura en el suelo. El objeto se agrandó. La espada de Godric Gryffindor tomó un tamaño tan grande como una puerta. La tierra tembló, pues la empuñadura clavada también estaba siendo agrandada. James se puso detrás de ella como si fuera un escudo. Al final, Encantamientos había servido para algo. James abrió los ojos y vio cómo la sombra del basilisco se lanzaba hacia la espada que le protegía con un graznido ensordecedor. Más, justo cuando iba a alcanzarle, se detuvo. James suspiró. Se incorporó del suelo en el que estaba agachado. Y se dio la vuelta para enfrentarse al basilisco. Todo su cuerpo temblaba. Asomó su rostro por un lado de la espada de Gryffindor en el que se veía reflejado y donde podía ver su traje de Quidditch magullado, sangre brotándole de la sien y su gesto compungido. El basilisco estaba petrificado. -¡Albus! ¿Estás ahí? -¿James? -¡Albus, abre los ojos! James no sabía dónde se encontraba su hermano en ese momento. Solo tenía ojos para la enorme criatura que abría su boca y colmillos hacia él. Pero que no podía hacerle daño. -James, madre mía, por las barbas de Merlín…-escuchó decir a su hermano. -¡Tenemos que ir con Rose! ¡James, hay unos encapuchados que nos estaban atacando!
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