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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Domingo 17 de Enero de 2021, 16:45 [ Más información ] Tweet
(VI) Capítulo 10: La sala que viene y va (II)
Una fiesta no era el mejor escenario para Camrin Trust desde la última organizada por Peter Greenwood. Sobre todo, si volvía a ser el organizador. Le había prometido que no incitaría a sus invitados a ninguna situación incómoda. Pero no prometió que sus invitados la crearan por su cuenta. Sinceramente, Peter Greenwood podría ser un mejor Slytherin que Gryffindor. Al principio, optó por no ir. Hasta que Barbara Coleman lo descubrió y la arrastró fuera de su cuarto con ayuda de Rose Weasley y Janet Rossen y la metió dentro de un vestido más ajustado de lo normal. ¿Qué intentaban sus amigas? ¿Qué se le cortara la respiración en mitad de la noche? Camrin Trust no bebió ni una sola gota de alcohol en toda la noche. No era por lo que Janet había sugerido. Sino por el mismo motivo por el que su amigo Sebastian McKing no se encontraba allí. Ya había tenido suficiente en todo el verano. Oler aquel aroma tóxico no le producía ningún buen recuerdo reciente. -Echo de menos a los McGregor -Se lamentó Barb. Tuvo que reírse ante aquella ocurrencia. -¡No puedes decir que no bailaban genial! -Fred Weasley era el que mejor bailaba -Recordó Janet. -Potter también -Aportó Trust. -¿Estás segura de que has superado a mi primo? -Se mofó Rose Weasley con una ceja alazada. Las cuatro se carcajearon ante aquella ocurrencia. Todo era más fácil para Camrin Trust cuando creía estar enamorada de James Sirius Potter. Saboreó el zumo de manzana recordando lo feliz que había sido. Cuando aún creía que sus padres le mandarían un mensaje de texto y la recibirían con los brazos abiertos en vacaciones. -No sé si puedo competir contra Cornelia Brooks -Se rio Camrin. -Yo echo de menos a Lola -Se confesó Rose, ondeando su vaso de whiskey de fuego alrededor del círculo que habían formado. -Definitivamente, ella era la que mejor bailaba -Alzó la copa. -Amén a eso, hermana -Sentenció Bárbara. Todas hicieron chocar sus copas en un brindis. La música cambió a un sonido más sensual. Barb tiró de su mano, haciendo que derramaba la mitad del contenido de su zumo, en el trayecto a la pista de baile. Rose y Janet le siguieron dócil y ebriamente. Comenzaron a bailar. Camrin adoraba bailar con ellas. Porque cerraban los ojos, se dejaban llevar por las ondas líricas que movían sus caderas, sus piernas y sus brazos. Y, sobre todo, entre ellas se sentían seguras, protegidas y no tenían miedo de hacer el rídiculo. Porque eran amigas. -¡Voy a traerme a Alice! -Dijo, de repente, Rose Weasley. Y se marchó en busca de una amiga con la que ninguna de las restantes se sentían del todo cómodas. No era porque no confiaran en ella. Sino porque no la conocían. Se sentía más expuestas ante una extraña. No obstante, ninguna dijo nada. Eran Gryffindor. Eran nobles. Se morderían la lengua antes que pronunciar sus protestas. Barb le dio una vuelta, riendo, como si estuvieran en un baile de princesas. Camrin enredó sus piernas e hizo chocar la espalda de Barb contra una muchacha. Esta derramó su bebida sobre la de su amiga, la cual chilló entre la música. Camrin miró a sus amigas escondiendo una sonrisa. Una sonrisa que se desvaneció de inmediato al ver a la Hufflepuff cuyo vestido estaba chorreando por la bebida derramada. Sí. Heather Lambert. -¡Tú! -Espetó hacia Camrin Trust, moviéndose hacia ella como una tormenta electrificante. -¡Tú! ¡Tú! ¡Tú! ¡Tú! Todos los de alrededor se voltearon para ver la escena. Heather Lambert, Premio Anual, apestando a whiskey de fuego y pataleando sobre el suelo, culpando a Camrin Trust en una rabieta. Oh, Godric. -Ha sido sin querer… -Comenzó a explicar Camrin Trust con uan sonrisa. -¡Siempre es tu culpa! -Le vociferó. Barb se interpuso entre la rabieta de Lambert y su mejor amiga. La música seguía sonando. Solo los de su alrededor estaban pendientes. Camrin se sintió un tanto vulnerable. -Lambert, ¿quieres que te ayude…? Puedo hacer rápidamente un Encantamiento… Entonces, la Premio Anual se rio. -Ni que tú supieras hacer un Encantamiento decente -Le escupió con saña. -¿Crees que no he visto tus notas? No entiendo cómo Lupin ha permitido que seas Prefecta, pero, desde luego, hacer de niñera del hijo del Ministro viene con recompensa, ¿no? Camrin apretó su puño. Lo alzó hacia ella. Barb la retuvo. Camrin le enseñó los dientes y comenzó a buscar su varita en el bolso que llevaba colgado, pese a los obstáculos que estaba poniendo Barb. No obstante, se detuvo al ver la expresión de Heather Lambert cambiar hacia la más inocente y dulce que jamás había visto. No fue la única que frunció el ceño. Escuchó a Janet lanzar una risa irónica y sarcástica. -¿Heather? -Era Carter. Por supuesto que era Carter. Fue directo hacia su novia y alzó las cejas, sorprendido de que todos la estuvieran mirando, tal vez. -Oh, te has derramado la bebida -Se rio. -¿Demasiado whiskey de fuego…? -La burla se evaporó en cuanto vio la expresión seria de su novia. Camrin rodó los ojos cuando el dedo índice inquisidor de Lambert la apuntó sin tapujos. Sinceramente, qué modo de arruinar una noche. ¿No podía limpiarse y dejarlo ir? -¡Tu amiga lo ha hecho a posta! -Carter -Advirtió Barb. -Cómo se te ocurra creer a esa arpía, te quito del periódico y tendrás que llorar al Profeta por un puesto allí… Porque pienso decir que eres el peor periodista de Escocia y el mundo -Amenazó con sagacidad. El muchacho palideció. Camrin volvió a rodar los ojos. -¿Ves? No te amenazarían si no me hubieran querido arruinar el Valentino adrede -Casi sollozó Heather Lambert. Aquella vez, pudo ver cómo incluso Carter aguantó la risa ante la situación. Por lo que ni Janet, ni Barb, ni ella misma ocultaron su risa. No lo habían hecho a posta, pero ver llorar a Lambert por haber arruinado su Valentino era un momento destacado de la noche que recordarían con diversión. Al ver que su rabieta había sido en vano, dio un taconazo en el suelo y salió disparada fuera de la multitud. Los de alrededor volvieron a sus propios asuntos. Carter lanzó una mirada de disculpa a Camrin. No dijeron nada. Ni siquiera sabía qué quería decir Carter con aquella mirada de cachorro perdido. Tampoco tenía importancia. Carter se fue detrás de Heather Lambert. Como había hecho otras veces. -La próxima vez le derramaré mi copa en la cabeza y le estrellaré mi puño en su maquillaje de Valentino -Se burló Barb. -No si me adelanto -La secundó Camrin. Las amigas se miraron. Leyó una pregunta en Barb. ¿Estaba bien Trust? No, pero lo estaría. Y sería gracias a ella. La abrazó. Janet se les unió. Y siguieron bailando. La disputa pronto se les olvidó. Quizás por el alcohol, la música o las risas que compartieron con sus compañeros de otras Casas. Y Camrin Trust quería quitarse de la cabeza la mirada de disculpa de Carter. Pero aquella noche no podría. Alice Longbotton no estaba echa para las fiestas de Peter Greenwood. Mejor descubrirlo tarde que nunca, ¿no? O, más bien, se sentía desplazada en una reunión de amigos a la que jamás había asistido. Veía tanta cercanía entre ellos. Tanta camarería. Sintió envidia. Pero también distancia. Ni siquiera quiso beber. ¿Y si hacía el ridículo como en las historias que les estaba contando Scorpius sobre los demás? No, no. Si iba a compartir su vida con aquellos nuevos amigos, lo haría sin estado de ebriedad. Albus parecía haber seguido aquella línea, pues optó por rendirse ante el zumo de calabaza. Bella Zabini se rio de aquello y le estuvo contando cómo Albus era uno de los más esperados en las fiestas. Tras bailar con Bella, reírse de Lily Potter cuando cayó sobre su propio trasero al hacer una vuelta con Scorpius y sonreír a Albus mientras este bailaba con Greenwood; decidió darse un desanso. En el que Scorpius decidió acompañarla. Él llevaba desde el principio con una cerveza de mantequilla. Lo vio mirar por el rabillo del ojo en varias ocasiones, cuando pensaba que nadie le estaba prestando atención. De repente, unos brazos se enredaron en su cintura y sintió un beso con sabor a whiskey de fuego en sus labios. Parpadeó atónita al descubrir a Rose Weasley entregada por completo a ella. -¡Vente con nosotras, Alice! -La cogió de la muñeca, más ella se quedó anclada en el suelo. En shock, se llevó la mano a los labios besados por su mejor amiga. Se percató de que Scorpius Malfoy estaba suspirando, como si estuviera exasperado. Alice frunció el ceño. -¿Y por qué no te quedas con nosotros, Rose? -Sugirió Alice. -¡Porque es noche de chicas! -Insistió la muchacha. En un tramo de diez segundos, vio la mirada que compartieron Scor y Rose. Ni la espada de Godric Gryffindor podría haber cortado la tensión que se acomodó entre sus dos mejores amigos. Oh, Salazar. Oh, Salazar. -Ve, Alice -Dijo Scor. -Llámanos si necesitas que te rescatemos -Le guiñó el ojo. Más Alice no quería ir con aquellas chicas Gryffindor que no la hacían sentir tan en casa como sus propios amigos. Por suerte, no había tenido que interactuar con nadie. Todavía. Sintió el agarre de Rose Weasley soltarse de repente. Y la vio mirar a la nada, por un instante, como si hubiera sido desconectado su cerebro. Alice se asustó. Scorpius se apresuró a acercarse a ella. Pero Rose volvió en sí y retiró de un empujón al joven Gryffindor. -Eh, eh, ¿qué haces? -Le espetó. El muchacho, probablemente, habría llegado al culmen de su paciencia. -¿Qué ha sido eso, Rose? -Siseó. Ella le sostuvo la mirada. Alice se sintió una extraña en la conversación. Pero al ver cómo se miraban sintió una calidez en su estómago. -Nada de tu incumbencia -Siseó de vuelta Rose. Su mejor amigo cerró los ojos. Quizás arrepentida o cansada. -Estoy cansada, voy a retirarme ya -Dijo. Scor la cogió por el hombro antes de que pudiera dar un paso más. Compartieron una mirada en la que Alice creyó leer algo más que odio. ¿Preocupación? -No me pasa nada -Añadió, como respuesta a algo que habría preguntado Scor en silencio. -Hoy no estoy por la labor de daros el espectáculo del mes -Añadió con cierta acidez. Scorpius la dejó marchar. Rose se acercó a Alice y le dio un torpe beso en la mejilla. Al marcharse, Alice Longbotton interrogó con la mirada a Scorpius Malfoy. Le arrancaría la respuesta con su varita si no le daba una explicación racional. -¿Qué demonios os pasa? -Preguntó ella. Lo contempló debatirse en responderle como a Albus. Más ella no era Albus. Era Alice. Y Scor siempre había confiado en ella para contarle sus miedos, sus temores y todo lo que le angustiaba. Siempre lo había hecho. ¿Habría cambiado aquello ahora? -Ojalá lo supiera -Se rindió Scorpius con una confesión que no dejó tranquila a Alice. Le miró apenada. Su amigo se acercó a ella. Bajó la mirada suspirando. -La besé, Alice. Y ella me besó en otra ocasión… -Confesó en un susurro que nadie más oiría. Los ojos de su amigo la buscaron. -No sé qué quiere de mí -Lanzó una bocanada de aire. Alice arrugó la frente con intensidad. Intentando que no se reflejara lo feliz que la hacía saber aquello. Se mordió el labio. -¿Qué quieres tú de ella? No debería haber hecho esa pregunta. Vio el dolor cruzar su rostro como una bofetada. Como si supiera con certeza que lo que él quería de ella eran deseos de cosas imposibles. Y no quería decirlo en voz alta. Como si guardarlo en el silencio lo hiciera menos real. Una presencia les interrumpió. Albus les abrazó por detrás. Con suerte, no habría visto sus expresiones. Su aliento a alguna bebida proporcionada por Greenwood les embriagó. Scor forzó una sonrisa y les dejó a solas. -Déjame que te presente a algunos Guardianes. Alice le ofreció una sonrisa pícara. -¿Es realmente necesario? -Te van a caer bien, ya verás. Mañana no te molestaré más. Suspirando teatralmente, asintió. Con una sonrisa radiante, Albus disipó todas las arrugas de la frente de Alice. Vio por el rabillo del ojo que Scorpius había encontrado refugio en Richard Carter. Asintió aliviada. -Qué remedio. Resultó que conocer a todas aquellas personas tampoco fue una tarea tediosa como había imaginado. Rossen seguía siendo un encanto. Trust y Coleman eran mucho más simpáticas de lo que recordaba. Y Carter era un recuerdo borroso de lo que un día fue Fred Weasley. En ocasiones, dejó a Alice marinando su propia bebida cuando iba a bailar con Greenwood y Scorpius. Regazada con Bella Zabini, aún se sentía incómoda ante miradas de personas que sabían lo que Alice Longbotton había hecho. Una hora más tarde, Albus rozó su hombro volviendo a ella. -Baila conmigo -Dijo. Ella respondió con una sonrisa. La música no era un ritmo lento exactamente. Pero Albus parecía ajeno a ello. Atrajo a Alice a sus brazos. Y comenzó a balancearla. Se movieron de adelante hacia atrás. Ignoraron los bailes desatados, los gritos de guerra y la música electrónica zumbando sus oídos. Y toda esa alborotada escena les ignoraba a ellos. Sus labios estaban hinchados, pero no le importó. Hugo Weasley besó a Lyslander Scarmander en mitad de la pista de baile como si fuera la última vez que tuviera aquella oportunidad. Se inclinó para besar su cuello. Sus mejillas. La contempló. Estaba embelesado con ella. Sus mejillas se sonrojaron. Probablemente por la expresión estúpida que Hugo debía haber adoptado. Más, solo con ella no le importaba ser así. -Deberíamos ir a buscar a Seb -Le susurró Lys en el oído. Y le besó, de nuevo. Hugo entrelazó sus manos con las de ella. Y salieron de la Sala de los Menesteres. Se rieron como cuando eran niños y corrían el uno detrás del otro. Pese a sus catorce años, seguían siendo niños. Pese al peso del mundo sobre sus hombros, seguían siendo adolescentes. Y Hugo tenía muy merecido un descanso. Habían decidido ir a buscar a Sebastian McKing antes de acudir a la fiesta. Sabían que si no iban, Seb se sentiría culpable por retenerles con él. Así que fueron. Se divirtieron. Y, cuando vieron que Lily tuvo que ser llevada en hombros por Lorcan hacia un lugar más despejado y que la muchacha acabaría durmiendo allí, si algún Gryffindor no la subía a su habitación; decidieron que era el momento de acudir a Seb. No era tan tarde. Y estaban seguros de que Seb estaba en la Sala Común. Así fue. Como si él los estuviera esperando. Les sonrió al pasar el Retrato de la Dama Gorda que estuvo encantada de dejar pasar a Lys -aunque mirara con conscendencia a Hugo Weasley. -Me sorprende que hayáis podido subir las escaleras de la Torre sin morir en el intento -Se burló Seb. Hugo se mordió el labio. No iban a decirle que habían rechazado cualquier bebida por el recuerdo que de él les suscitaba. Aquello le destrozaría. Así que se sentó a su lado y se rio. -No ha habida grandes dramas -Informó Lys. -Solo mi Premio Anual gritándole a Trust… Pero no te preocupes… No ha sido nada grave -Se adelantó para evitar que Seb se preocupara por su amiga. -No deberías sentirte orgullosa de tu Premio Anual, solo porque sea de tu Casa-Comentó simplemente el joven. -No como mi Premio Anual -Puntualizó Hugo. Lyslander le regañó con la mirada. La muchacha entrelazó sus piernas con las de Seb. Y el muchacho apoyó su cabeza sobre la de Hugo. En aquella mezcla de piernas, brazos, pelos rizados azabache, mechones dorados y unos tintes rojizos; Hugo se sintió tan a gusto que quiso que el tiempo se detuviera justo en aquel instante. -¿Algo más? -Preguntó Seb. -Lorcan ha bailado con Lily -Dijo Hugo. -Y con la Rarita -Añadió. -¿La Rarita? -Preguntó Seb, extrañado. -Serena Cadwallade -Informó Lys. -La tartamuda de Ravenclaw. -¿Por eso se llama la Rarita? Hugo, tenía una mejor opinión de ti… -No -Suspiró cansado. -Se llama la Rarita porque es rara. Hubo un silencio. -A mi madre la llamaban Lunática -Dijo Lys en una risita. -Supongo que será tradición entre los mejores Ravenclaw -Suspiró, aún con una sonrisa traviesa en su rostro. Hugo ni se incoporó ni se inmutó para rebatirle. Estaba encerrado en lo que él mismo había creado. No iba a pronunciarse sobre su opinión sobre Luna Scarmander Lovegood. Pero su madre había influenciado nocivamente en calificarla también de Lunática. Por suerte, sus hijos habían tenido un equilibrio espectacular gracias a Rolf Scarmander. Debían ser los genes de Newt. -¿Algo más? -Volvió a preguntar. -Lily ha vuelto a bailar con Malfoy -Informó Hugo. Seb chasqueó la lengua. -Le debo dos galeones a Greenwood -Maldijo. -¿Cuál es la apuesta ahora? -Preguntó Lys. -Greenwood está buscando a la supuesta novia de Malfoy -Anunció. Hugo rodó los ojos. Como si el Gryffindor fuera tan insensato como para tener "novia" con todo lo que se le había venido encima por matar a McOrez. -Lo oyó con alguien dentro de un baño en el vagón -Añadió. Hugo arrugó el ceño. No podía ser cierto. Tenía mejor opinión de Scorpius Malfoy para ello. -¿Y tú por quién has apostado? -Preguntó Lys. -Estoy en el equipo de Quidditch de Gryffindor… Todos los del equipo hemos apostado por la misma persona -Respondió simplemente. -¿Y Lily? -Preguntó Lys. -Lily no ha apostado -Se encogió de hombros. -Greenwood se lo ha prohibido porque es la candidata perfecta para él. Hugo se guardó su opinión para él. -¿Y quién es? -Insistió en saber Lyslander. Se hizo un silencio por parte de Seb. -¿Rose? -Balbuceó Hugo Weasley al ver a su hermana entrar por la Sala Común Gryffindor. Con sangre en la rodilla. Con el atuendo hecho jirones. Y con polvo cubriendo sus pestañas. Todos se quedaron enmudecidos. Su hermano abrió los ojos como platos y soltó una sandez de maldiciones en voz baja. Hugo las escuchó todas, mientras entornaba la mirada ante la sospechosa circunstancia en la que habían pillado a Rose Weasley. -¿Qué hacéis aquí? -Les acusó. -¿No se supone que hay una fiesta? Puso sus brazos en jarras y les desafió con la mirada. -Podría hacerte la misma pregunta, hermana -Le respondió Hugo Weasley. Vio la duda cruzar por la mente de su hermana. Qué mentira darle, probablemente. No era idiota. Sabía que su hermana llevaba ocultando algo desde hacía meses. Desde antes de la batalla de Londres. Desde que le pidió el cuaderno de profecías y se lo devolvió con las últimas páginas arrancadas. -Ven conmigo y te daré la respuesta -Le contestó Rose Weasley. El muchacho observó con atención a sus amigos. Optaron por encogerse de hombros. Seb le dio unos golpecitos en su hombro para que matara la curiosidad Ravenclaw que se había acomodado en su pecho. Lyslander le rozó el antebrazo. -No digáis nada -Les pidió. Estos asintieron. No iban a hacerlo. Hugo confiaría su vida en ellos. Sin decir una palabra, Rose Weasley salió de la Sala Común. Y lo paseó en silencio por Hogwarts. Subieron a la vacía Torre de Astronomía. Las dudas, las hipótesis y la sospecha crecieron a cada paso que daba. Y, con cada paso, su sospecha se confirmaba. Había subestimado a su hermana. Había creído que permanecía oculta en su propia ambición por querer ser mejor. Cuando lo había demostrado. Si iba a confesarle algo, era porque era algo tan grave, tan oscuro y preocupante, que no conocía a otra persona en su mundo que pudiera asimilar la noticia como lo haría Hugo Weasley. En aquellos momentos, Hugo se daba cuenta de que, pese a sus diferencias, era respetado por su hermana. Y él la respetaba. Nunca se querrían como lo hacían otros hermanos. Pero siempre sabían que existían para el otro. En los momentos más oscuros. -Escúchame atentamente, Hugo. -¿Por qué me has traído aquí? Aunque quizás podía hacer otra pregunta. ¿Por qué parecía que la habían arrastrado por el suelo del Bosque Prohibido y le habían dejado hojas y barro en sus piernas? ¿Por qué parecía que había estado oculta en una habitación olvidada llena de polvo desenvolviendo secretos que solo había encontrado ella? ¿Y por qué le había robado las últimas hojas de su cuaderno? ¿Por qué eran las últimas profecías tan importantes para Rose Weasley que no quería que nadie más tuviera conciencia de ellas? -Porque aquí nadie nos estará escuchando… Su confirmación, de nuevo, se hacía visible. -Rose, ¿qué…? Pero su hermana le interrumpió con una mano en alto. -Necesito que recuerdes muy bien todo lo que te voy a contar. Y Hugo Weasley lo hizo.
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