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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Sábado 23 de Enero de 2021, 18:38 [ Más información ] Tweet
Nyneve
Capítulo 22: Nyneve Hacía ya casi un mes que habían adoptado como sitio de reunión la Sala de los Menesteres. La razón principal era porque, al ser de Casas diferentes, se complicaban sus encuentros. Albus dudaba que alguien de Slytherin le permitiera entrar a su Sala Común todos sus amigos que eran Gryffindor. E ir él y Alice a la Sala Común de Gryffindor tampoco era una idea que resultase cómoda. Desde que Rose Weasley dio la idea, la Sala de los Menesteres era simplemente el lugar perfecto: tenía todo lo que ellos podían llegar a necesitar. Ese mágico lugar les proveía de todo lo que pudieran necesitar con tan solo pensarlo. Y, además, cuando estaban solo Scorpius, Peter y Albus, podían incluso jugar a Quiddicht. Albus fue el primero en terminar de comer, pero esperó a que sus dos amigos terminaran y subieron juntos. Cuando llegaron al séptimo piso, Albus caminó tres veces delatne de la pared pensando en aquel lugar donde se juntarían todos sus amigos. Y la puerta se materializó en frente de él. Cuando la abrió, Rose y Alice ya estaban dentro. La joven pelirroja se encontraba sentada en uno de los sillones junto a la ventana, leyendo El Profeta con gran atención. Alice estaba sentada junto a ella tendida en un mullido sofá, mientras estudiaba alguna asignatura que Albus no quiso ver para no agobiarse. -¿Han puesto algo más de nuestros hermanos? Rose le miró. -Lo de siempre -su rostro estaba endurecido. Lo de siempre era que no los habían encontrado y culpaban a los héroes de ser malos padres. Los periódicos sensacionalistas tenían esa virtud de enfadar a los protagonistas de las historias que contaban. Rose y Albus estaban sumamente preocupados por el paradero de sus hermanos. Afortunadamente, sabían que había sido decisión de sus hermanos marcharse por su cuenta a Hogwarts gracias a una carta que Hugo le dejó a su madre. Por tanto, el Departamento de Seguridad Mágica y toda su familia buscaba, sin cesar, la trayectoria que podrían haber seguido. Sin éxito. -Mi padre me ha dicho que es probable que hayan usado un hechizo de ocultación -informó Alice. Los otros dos asintieron, sabiendo de antemano aquel dato. -En serio, sigo creyendo que vuestros hermanos son superdotados -dijo Peter Greenwood. Rose resopló con resignación. -Vendrá de familia -añadió para no hacer enfadar a la bestia Weasley. Ya no hacía tanto frío como los primeros días. Alcanzar la frontera con Escocia no había sido nada fácil: la lluvia primaveral era un gran contratiempo. Se refugiaban en la tienda de campañas que tío Charlie le regaló a Hugo un año por Navidad. ¡Y qué maravilla! Lo que aparentaba ser una tienda normal, escondía una gran carpa con provisiones dentro. Según le había contado su tío, era lo que siempre habían utilizado los exploradores magos. Sólo se habían encontrado animales silvestres. Si eran honestos, ninguno sabía cómo se llamaban la mitad, pero intuían que no les haría ningún daño. Lily propuso cazar a alguno para comerlo, mas la idea fue desechada en el momento en el que se dieron cuenta de que no serían capaces de distinguir una carne bien hecha de carne cruda incomestible. Por su propio bien, se ciñeron a las provisiones que la carpa escondía. También tenían callos en los pies. No habían contado con eso y Hugo no sabía ningún hechizo para remediarlo. Decidieron explotarse las vejigas que les salían en la planta del pie para andar sin tanta molestia. Llevaban días sin bañarse. Para empezar, no habían ni encontrado un lugar apropiado para hacerlo: temían que los arroyos o ríos estuvieran poblados de animales que le rasgarían sin dudar la piel. Habían pensado en darse con toallas húmedas, pero ninguno de los dos lo hizo al no querer sentir el frío que se calaba en sus huesos. Llegar a la frontera era llegar al norte. Y llegar al norte suponía arribar al frío. No estaban preparados para el frío tan tardío. Creían que no necesitarían más refugio que la carpa. No obstante, la carpa sólo ajustaba la temperatura unos grados más arriba o más abajo. Y no había mantas como para detener el aire congelado del norte. Llevaban todo el día buscando un refugio para la noche. Y, obviamente, no iban a acudir a ningún mago que les delataría. Estaban a punto de cumplir con su objetivo y nadie les iba a arrebatar la entrada triunfal a Hogwarts. Serían los primeros niños en ir a Hogwarts sin haber recibido la carta. Los primeros niños en pasar tanto tiempo en el mundo mágico sin hacer sonar el radar del Departamento de Seguridad Mágica. Por esa misma razón, Hugo sabía que iba a tener que dar explicaciones. También sabía que sería, desde entonces, alguien importante para el Departamento. Como aquellos niños que contrataba la CIA en las películas americanas porque eran muy adelantados para su edad. -¿Y aquello de allí? -Lily Potter señalaba un saliente en una rasgada colina. Hugo Weasley entornó los ojos. Antes de contestar, sacó su mapa de su abrigo y observó dónde se encontraban para cerciorarse de que pasar la noche en lo que parecía una cueva natural no les atrasaría. Se encontraban en Carrawburgh, al noreste de Inglaterra, donde podían ver restos del muro de Adriano. También había un adoratorio a alguna diosa cuyo nombre Hugo no apuntó en su mapa, pues seguramente no fuera de importancia. Además, los adoratorios estaban en el mundo muggle y ellos estaban en el mundo mágico, en aquel velo borroso que los muggles nunca serían capaces de descifrar. -Vamos -se aventuró el joven. Tuvieron que andar colina arriba, por lo que Lily resopló. Últimamente no hablaba mucho y Hugo intuía que era porque estaba muy cansada. O estaba en paz. A veces, al principio de su viaje, la había visto muy nerviosa, con miedo, incluso. Como si estuviera esperando a que alguien les atrapara. Las gotas comenzaron a caer sobre la hierba verde indicando que era hora de que aceleraran el ritmo. Lily se detuvo en seco. Miró al cielo y vio una gran masa negra de tormenta. -Hugo, ¿estás seguro de todo esto? Él se lo había preguntado a sí mismo varias veces. Sí, tenía nueve años. Y aquello era una maldita locura. Pero quería demostrar su valía. Quería proponer ingresar en Hogwarts el curso siguiente y esa era su manera de ganarse su admisión. -Vamos, Lily, date prisa o cogerás una gripe. La muchacha se encogió de hombros y siguió a su primo. Al llegar al saliente de roca negra, les esperaba una entrada resbaladiza. -Cuidado -advirtió Lily, al ver cómo el agua entraba en la cueva y convertía a las piedras planas que cubrían el suelo en una trampa para torpes. Hugo sacó la linterna. El cielo estaba oscuro y muy poca luz entraba por el saliente. Una vez dentro, siguieron la gruta natural más dentro de la colina. La lluvia era un eco cada vez más lejano. La luz de la linterna se topó con un muro liso que detenía su camino hacia el interior de la gruta. Hugo acercó la linterna al muro. Había algo en relieve. -Nyneve -leyó Lily. -¿Qué significa eso? Hugo sintió un escalofrío. -No lo sé. -Qué raro que tú no lo sepas. -Puede ser cualquier cosa, incluso nada en absoluto. Lily puso los ojos en blanco y se giró para observar el diminuto espacio que tenían para montar una tienda de campañas en una gruta tan ancha como el cuerpo redondo de su abuela Molly. -¿No nos moriremos de frío aquí? -Ya no nos queda otra opción, ¿no oyes cómo diluvia ahí fuera? Sé de un hechizo que agrandaría este lugar, pero creo que no va a funcionar. -¿No eras súper poderoso? -se mofó su prima. Hugo la miró con un gesto sombrío. -Es el lugar, Lily. Creo que este lugar tiene una magia extraña, ¿no lo sientes? La joven se estremeció. Sí que lo había sentido pero creía que eran imaginaciones suyas Tenía que reconocer que estaba agobiada. No sólo por los exámenes finales, aunque esa era la excusa que le había dado a su primo Louis y a Roxanne. Ambos sabían que era mentira, pero lo dejaron estar. Estaba agobiada porque nunca antes había estado en una relación. ¿Acaso lo estaba? Desde que llegó a Hogwarts de las vacaciones de Pascua y le contó a Louis que tenía «algo» con Nott, había caído empicado ese «algo». ¿Es que acaso no habían estado a solas paseando por Hogwarts y hablando de su propia filosofía? Sí, claro que sí. Más no se habían vuelto a besar. Y, para colmo, todo el colegio había sucumbido al rumor de que estaban juntos. ¡Pero que es que no lo estaban! Lucy le echaba las culpas constantemente a Nott: era un cobarde, un soso que no se atrevía a dar un paso adelante. -¿Te acompaño a Adivinación? -le preguntó Nott, quien se había sentado a su lado en la clase que compartían en Pociones. Louis la miró expectante. Como esperando a que dijese que sí y fueran de la mano por el pasillo… Pero es que eso nunca ocurría. Louis le había dicho que quizás eran cosas de Lucy. -Esto… Sí -acertó a decir Lucy, notando la presión de la mirada de Chris sobre ella. A veces le costaba devolverle la mirada. Cada vez que observaba esos ojos verdes, se perdía en ellos. Se sentía muy boba. Y eso la alteraba. Su prima Roxanne le había dicho que estaba enamorada, algo que ella negaba con rotundidad. ¿Cómo iba a estar enamorada de alguien con el que solo había compartido dos besos? Qué complicado era el amor a esa edad. Louis fue con ellos, porque eran un trío y no iban a dejar al joven solo. Sobre todo, si ellos ni siquiera parecían estar juntos. -¡Se me ha olvidado el libro de Adivinación en el dormitorio! -exclamó Louis mientras sonreía como si fuese lo mejor del día. -¡Os veo allí! Por supuesto, era una encerrona. Maldito Louis. -Qué raro -susurró Nott. Miró a Lucy con rubor en las mejillas. -Juraría que se lo había visto en la cartera. Lucy le sonrió de vuelta. -Ya se dará cuenta -dijo rápidamente. Avanzaron por el pasillo a una distancia prudente el uno del otro. Y ninguno dijo ni una sola palabra en un tiempo que pareció eterno. -Me han preguntado varios de Slytherin si estábamos juntos, Lucy -las palabras de Nott sonaron más a una acusación que a una afirmación. -¿Tú has dicho algo? Lucy sintió el rubor subirle por las mejillas hasta las orejas. ¿Acaso no podía decir nada? Bueno, tampoco había dicho que fueran «nada». Maldita sea, ¿es que él no quería verse relacionado con ella? -Ya sabes cómo son mis primos… -En realidad, probablemente Nott no sabía cómo eran sus primos. - Lo cierto es que quería preguntarte algo sobre eso…-Al parecer, estaba sacando su valentía de la vergüenza. Qué irónico. -Tú… Tú me has besado dos veces. Y quedamos a solas. Y… -¿Y? -Nott soltó una risa y una sonrisa lobuna apareció en su rostro. A Lucy se le encogió el estómago. -¿Podemos seguir haciéndolo? -Lucy se ruborizó. -Me refiero a quedar a solas. Me gusta tu compañía, Weasley, eso lo sabes ya. Pero creo que lo que van diciendo por ahí… Es demasiado precipitado. No me malinterpretes, no quiero decir que no quiera estar contigo… Es solo que… Imagina cómo reaccionarían nuestras familias. Además, no nos conocemos «tan» bien. Quiero seguir conociéndote. Hasta hace nada tan sólo éramos compañeros de biblioteca. -Claro, seguimos siendo amigos, Nott. Ningún problema -dijo rápidamente Lucy. Abruptamente. Estaba dolida, no se esperaba un rechazo tan indirecto. Maldita sea, ¿por qué en su cabeza iban las cosas tan deprisa? Nott se detuvo y agarró el brazo de Lucy. La apartó a un lado del pasillo y la obligó a mirarla a los ojos. Las manos de la joven estaban temblando. Su corazón palpitaba a mil por hora. Y su estómago estaba tan cerrado que creía que jamás volvería a comer. -Me gustas, Lucy Weasley. Me gustas mucho. Pero, aunque creas que salir conmigo puede ser fácil, no lo es. Venimos de mundos diferentes. Y los prejuicios de las guerras aún no se han calmado. Es mejor si vamos despacio. Nunca antes había escuchado a Nott hablar así. Estaba serio. Y decía cosas razonables. Sí, sabía que él tenía razón. Que sus padres aún no sabían ni que era su amigo. Que le acechaban miradas de reprimenda por parte de sus compañeras de Casa. ¿Pero qué más daba? Quizás Lucy aún no comprendía lo que suponía desafiar las leyes de la sociedad mágica. Y, de pronto, Christopher Nott le robó un delicado beso.
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