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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Sábado 23 de Enero de 2021, 18:38 [ Más información ] Tweet
Criaturas fantásticas
Capítulo 21: Criaturas fantásticas Habían pasado dos días desde que Cornelia Brooks despertó. Los alumnos no notaron mucha diferencia a cuando estaba dormida, pues tampoco es que fuera una alumna imprescindible para el día a día de los pasillos de Hogwarts. Los profesores, en cambio, sí que habían sentido un cambio. Tras pasar un día con sus padres, la muchacha llevaba meses encamada y los padres estaban claramente preocupados; Cornelia Brooks se inquietó y no cesó de preguntarles a los profesores del castillo por la razón por la que había sido «petrificada». Estos le daban respuestas vacías, esperanzas vagas y le restaban importancia al suceso. Pero Cornelia Brooks necesitaba saber qué le había pasado para poder vivir tranquila. Incluso había preguntado a prefectos y a sus amigos de Ravenclaw… Sin éxito, probablemente debido a que la propia McGonagall se encargó de advertir que no se perturbara el juicio de su compañera con rumores no fundamentados. Susan Jordan y James Potter habían sido acorralados en las escaleras de la Torre de Astronomía. Se encontraban sentados, mirando al suelo y suspirando. El muchacho se encontraba a sí mismo mordiéndose su fino labio inferior. Una vez más, su cabello castaño estaba despeinado y en sus ojos del color de las avellanas se reflejaba la frustración que le producía el hecho de tener a una muchacha luchando por no perder la cabeza. Quizás la empatía se debía a que pensaba que podría ser Fred. A su lado, la joven de tez oscura se toqueteaba el pelo en seña de lo nerviosa que estaba. Susan Jordan, a diferencia de sus amigos, no sabía mentir bien. Y, en el momento en el que le pasaba cualquier cosa que alterase su bienestar, todo el mundo podía percibirlo. Ante ellos dos, se imponía la delgada figura de una joven decidida a hallar la respuesta que ambos tenían la obligación de ocultar. -¿Os habéis quedado mudos de repente?- preguntó impaciente. James bajó la mirada al suelo. ¿Qué hacía? ¿Mentía como hacía con sus padres con las notas de Pociones? ¿Le decía que había sido víctima de un nuevo producto de Sortilegios Weasley? El joven ladeó la cabeza. Ni él mismo se lo creería. -Lo siento, Brooks -murmuró Susan. -No podemos decirte nada -añadió James. La joven puso los ojos en blanco y dio una pequeña patada en el suelo. En otra circunstancia, James habría encontrado aquella situación cómica. -O sea que vosotros sí que sabéis algo… -su mirada inquisitiva les intimidó. -Pues sí -dijo James, para sorpresa de Susan. -Por eso mismo no te diremos nada. -No lo entiendo -su rostro se contrajo. -¿Por qué no me diríais lo que me ocurrió que es lo mismo que le ha pasado a vuestro mejor amigo? Ni Susan ni James podían saber si aquella pregunta estaba dirigida hacia ellos o era más bien retórica. James suspiró y estiró las piernas. -Mira, Brooks, no es nada personal. McGonagall y los profesores nos han dicho que ya te lo dirán ellos. Y que nosotros no podemos decirte nada de lo que supuestamente sabemos, ¿vale? Y de veras que quiero seguir en el equipo de Quidditch, así que, por favor, no insistas para que me echen como castigo. Susan sonrió. Sin duda era un comentario cierto, mas sabía que si James no le contaba nada a Brooks era por protegerla. Ambos creían que si Brooks se enteraba de que lo que le había atacado era un basilisco podría desestabilizar tanto sus planes como su estancia en el colegio. Al fin y al cabo, era hija de muggles. Perfectamente iría al Comité de Convivencia Mágica y Muggle a contarle su problema. -¿No te parece algo egoísta? Sólo quiero saber qué me ha pasado -repitió cansada. -El hecho de que todo el mundo me lo esté ocultando es preocupante… ¡Y que sepáis que me he enterado de la muerte del hijo del Ministro! -exclamó en un susurro. Los dos compañeros se miraron entre sí, preocupados. -Si vosotros no me ayudáis, lo resolveré yo por mi cuenta. Los jóvenes se volvieron a mirar. James se levantó de un salto y atrapó a Brooks por el antebrazo. -¡No! -al ver los ojos asustados de Brooks, se arrepintió de su reacción. Soltó el agarre y se echó hacia atrás. -No puedes hacer eso porque… Porque es peligroso -al decir eso, suspiró aliviado de haber soltado lo que todo el mundo pensaba. -Simplemente deja que los profesores te lo cuenten, Brooks. -Pero es que no puedo -repitió, de nuevo, su insistencia. -Y vosotros dos haríais exactamente lo mismo… Seguro que a Weasley se lo contaréis encantados en cuanto abra los ojos. ¡Es injusto! -Quizás ella nos pueda ayudar, James -sugirió Susan. -Ni hablar, los otros no querrán a nadie más involucrado… Ya estamos muchos en peligro. -¿A qué os puedo ayudar? -A nada -sentenció James. -Piénsalo, James -insistió Susan. -Va a acabar averiguando qué es lo que le pasó. Si se lo contamos, quizás ella, siendo súper inteligente, nos pueda ayudar a… Evitar que pase de nuevo. El joven miró a la aludida. Le recibían unos ojos furiosos, ardiendo por una respuesta y, entonces, comprendió que ella, quizás, era justo lo que necesitaban para saber cómo matar a un basilisco y, si no, encontrar la espada de Gryffindor. Se trataba de la alumna más prometedora de todo Hogwarts, en palabras de Minerva McGonagall. James se giró hacia el pasillo e hizo ademán de irse. -Pues te encargas tú, Susan. James estaba irritado. Era su cumpleaños y estaba siendo el peor de su vida. Una medida que había propuesto Minerva McGonagall para fortalecer a sus alumnos era la creación de un Club de Duelo y de clases de duelo. Se trataba de un mecanismo de defensa que ya había sido ideado por Albus Dumbledore y que le pareció oportuno retomar. En los últimos meses, cuando tendrían que estudiar para los exámenes, los alumnos se desahogarían en clases de duelo. Albus Potter reconocía que se trataba de una gran idea. Así les formaba como duelistas y, además, les enseñaban hechizos de ataque y defensa probablemente necesarios en el futuro si introducir un basilisco en Hogwarts era la primera carta que sus enemigos habían mostrado. De este modo, su variopinto grupo de amigos estaba a punto de encontrar lo que querían. Por un lado, contaban con la colaboración externa de Brooks, que creía que solo estaba ayudando a su hermano y a Jordan. Habían decidido mantenerla alejada de todos para así no ponerse en peligro en caso de que decidiera confesar algo a los profesores. Con esta colaboración habían logrado descubrir varios métodos para matar a un basilisco. Por otro lado, gracias a esta información, ahora solo tenían que llevar su plan a cabo. -¡Traten de concentrarse más, muchachos! - les pidió Ernie MacMillan, mientras caminaba entre los alumnos que practicaban en aquella clase que compartían Gryffindor y Slytherin. Era una apuesta arriesgada. No obstante, para Albus, era estar con sus amigos. De este modo, él mismo practicaba con uno de sus mejores amigos, Scorpius Malfoy. Aquello habría sido peligroso en otra época. Habían dejado a Peter Greenwood practicando con el compañero de cuarto de Albus, John Collins, quien parecía estar dominando la situación. Un tanto más alejadas, la joven Longbottom y la despiadada Weasley se batían en duelo. Albus, por poco, no se da cuenta de que su contrincante estaba a punto de lanzarle un hechizo. -¡Petrificus totales! -exclamó Scorpius, apuntando su varita hacia Albus. -¡Protego! -respondió rápidamente el joven Potter, protegiéndose del hechizo. Y, sin darle un respiro a su compañero, conjuró un hechizo que se sacó de la manga. -¡Rictusempra! El joven, quien había sido tomado por sorpresa, no llegó a conjurar el hechizo protector, pero se hizo a un lado, esquivándolo por poco. El hechizo impactó sobre Alice, que practicaba tras él. La muchacha pálida de cabellos oscuros cayó al suelo descostillándose de risas. Y sus risas eran un sonido musical que parecía contagiar al resto. Tanto Rose, como Albus y Scorpius detuvieron entonces sus prácticas, mirando a la chica cuya risa parecía tenerlos hipnotizados. -Finite Incatatem -dijo la voz de MacMillan, quitándole el hechizo a Alice. Y las risas cesaron. -¿Se encuentra bien, señorita Longbottom? -le preguntó el profesor. Había en su voz preocupación hacia la alumna, pues, al igual que Albus, sabía que su cuerpo estaba demolido por las caídas en Quidditch y temía que aquello le hubiera inducido dolor. -Perfectamente, profesor -Alice le restó importancia al asunto, poniéndose en pie. -Bueno, continúen practicando entonces -les ordenó amablemente el profesor. Rose y Alice obedecieron al instante. -¡Expelliarmus! -conjuró Scorpius, repentinamente, y la varita de Albus, quien todavía estaba distraído, salió volando de su mano. Scorpius se rio, mientras Albus sonreía ante el ataque sorpresa de su amigo. -¡Eso es por no darme tiempo a prepararme antes! -No es mi culpa que seas muy lento para mí -se burló Albus, mientras que recogía su varita, que Scorpius le lanzaba de regreso. -Ya, ya… Lanza un hechizo de una vez, Albus -continuó riendo Scorpius, fingiendo enojo. Albus rio levemente y levantó su varita. -¡Petrificus Totalus! -¡Protego! -respondió el joven Gryffindor esta vez, y el hechizo se desvió. -¡Ahí tienes, Albus! -agregó, feliz de haber conseguido dominar el hechizo. Alguien resopló a su espalda, en visible desacuerdo por su actitud. Scorpius giró levemente para mirar sobre su hombro y no se sorprendió al ver a una joven pelirroja que lo miraba con gesto desaprobatorio. -¿Algún problema, Weasley? -le preguntó, en tono insolente. Desde que la Weasley le insistió en una disculpa por las acciones de su padre en la guerra contra la familia, la tensión entre ellos era visible. Albus puso los ojos en blanco ante el nuevo encuentro. -¿Por qué lo preguntas? -atacó rápidamente la joven. -No sé, tal vez estás teniendo un problema con este hechizo y necesitas ayuda de los que ya «sabemos» cómo hacerlo -su respuesta ácida era justo lo que no necesitaban. El rostro de Rose adquirió un tono rojo, una mezcla de vergüenza y rabia. Albus soltó un suspiro. Sabía que jamás de los jamases se podría recriminar el desconocimiento de Rose. -No necesito nada de ti, Malfoy. Y mucho menos tu ayuda -le espetó enojada. -No se te nota -continuó provocándola Scorpius, con una sonrisa divertida dibujada en sus labios. Rose Weasley pareció ignorarle. -¿Me toca defenderme? -preguntó a su pálida contringante. -Sí, te toca -concedió Alice calmada. Buscó auxilio en la mirada de Albus y este asomó una sonrisa de apoyo. -Entonces ataca con lo que mejor tengas -le ordenó Rose en tono imperativo. Alice alzó levemente las cejas, y miró hacia donde estaba Malfoy, quien aún observaba a Rose con expresión burlona. -¡Flipendo! -exclamó Alice, finalmente. -¡Protego! -respondió Rose, con una elevada potencia. Una neblina salió entonces de su varita y se dispuso entre ella y el hechizo que Alice había lanzado. Pero, para sorpresa de todos, la niebla no solo detuvo el hechizo, sino que provocó que el mismo rebotara y fuera a impactar contra el mismísimo Malfoy. El muchacho salió despedido varios metros hacia atrás, para ir a caer contra el piso, con el pelo desaliñado cayéndole sobre la cara y el enojo brillándole en los ojos. -¡Excelente, Rose! -alabó el profesor MacMillan, caminando hacia ella. - Lograste repeler completamente el hechizo…Creo que esto merece puntos para Gryffindor… ¡Cinco puntos para Gryffindor! -Se dirigió hacia el joven de cabellos plateados, quien se había levantado.- ¿Se encuentra bien, señor Malfoy? Se sacudió el polvo de la túnica con más fuerza de la necesaria. Solo un gruñido logró salir de entre los labios del muchacho, que el profesor tomó como un «sí». Rose sonrió satisfecha y ambos entrecruzaron miradas desafiantes antes de darse la espalda. La clase de duelos terminó pocos minutos después. Cuando salieron de la misma, Scorpius aún refunfuñaba por lo bajo, entre gruñidos. Albus sólo podía disntiguir alguna que otra expresión como «quién se cree». Peter Greenwood no dejaba de darle la razón, enfadado, por su parte, con la superioridad de John Collins. Tanto Scorpius como Peter hacían una buena pareja en ser dos adolescentes enfadados con el mundo. A su lado, Alice caminaba como si flotara sobre el suelo, ensimismada una vez más en sus pensamientos antes de comentarle a sus amigos que aquel verano se iba de vacaciones de nuevo y no podría verles hasta que la locomotora tomara rumbo Hogwarts en septiembre. Albus pudo ver cómo aquello entristecía a su amiga, pues, pese a sus ciertos roces, ya habían conseguido ser muy amigos de nuevo. -Verás no tengo mucho tiempo y no creo que me dejen quedarme mucho más… Así que lo que sea que te preocupe, cuéntamelo rápido, ¿vale? Charlie Weasley se llevó la mano a la nuca y se la rascó. Se arrepintió al instante de decir aquello, pero era la más pura verdad. Su sobrina Dominique le había mandado una lechuza urgente para que se reuniera con él en la Torre de Astronomía y él había acudido en cuanto le hubo llegado la noticia de aquello. Su sobrina respiraba nerviosa y miraba hacia varios lados, como asegurándose de que nadie se encontraba allí para escucharlos. -Sé que es una criatura la que ha asesinado al hijo del Ministro y la que ha petrificado a esos alumnos, a fantasmas y, bueno… Intuyo que tú ya lo sabes -sus ojos se entornaron, tanteando el terreno que le presentaba a su tío. -También sé que se trata de un basilisco. Charlie Weasley exhaló aire. ¿Es que acaso no se esperaba aquello? -Pues entonces ya sabes que tienes que tener cuidado -le advirtió, esperando que su sobrina siguiera hablando. Suponía que eso no era todo. -Lo sé porque… Un día andando por el Bosque Prohibido el basilisco se metió en el lago. ¡Yo no lo vi! Y fue… -miró hacia otro lado, como temiendo encontrar la mirada de su tío. -Fue porque me encontré con unos centauros que me subieron a sus lomos para escapar de allí. Sin lugar a dudas, Charlie Weasley se quedó ojiplático. -¿Te has subido en un centauro? -Sí, tío… -¿¡Te has subido en un centauro?! -recalcó perturbado por esa información. - Pero… Pero… Los centauros nunca harían eso. ¡Es una deshonra para ellos incluso pensarlo! -Lo sé, tío, pero yo corriendo no podía huir del basilisco…Y, bueno, supongo que me ayudaron. -¡Por las barbas de Merlín, Dominique! -Charlie Weasley aún no se podía creer lo que escuchaba. -¿Cómo se lo has agradecido? ¡Ya sabes la relación de los humanos con los centauros…! -¡Lo sé, tío! Volví para agradecérselo en varias ocasiones, pero no se dejaron ver -Dominique suspiró. -Hasta el otro día, que me necesitaban porque el basilisco había envenenado a uno de los suyos y… Y necesitan lágrimas de fénix para que sobreviva. Yo les he prometido que lo haré. Por eso te he llamado, tío. Necesito lágrimas de fénix. Charlie Weasley iba a explotar. Se llevó las manos a la cabeza, con desesperación. Demasiada información en poco tiempo. -Dominique, me temo que eso será sumamente complicado… El único fénix que podría haber hecho eso era Fawkes y lleva veinte años desaparecido… -¿Y no se guardan las lágrimas de los fénix? -Me temo que no, sobrina mía, eso es algo tan puro que perdería su esencia enfrascado. -¿Y qué hago? -Hablaré con Harry… Quizás él pueda hacerlo volver. Los flashes lo inundaron y por un momento se cegó. Al salir del Ministerio de Magia no esperaba encontrar tal enjambre de periodistas. Parecía que había vuelto a su adolescencia, cuando los periodistas no dudaban en perseguirle para encontrar jugosos datos que enloquecieran a sus lectores. Quizás aquella era una de las que más le dolían. Había perdido la costumbre de mantener la compostura ante momentos así. Podría ser porque jamás pensó que tendría que volver a pasar por aquello. -¿Desde cuándo lo sabía? -¿Cree que han sido secuestrados? -¿Qué piensa de que su hija haya podido irse de casa? -¿Cómo afectará esto a su puesto en el Ministerio? -¿Han pensado que quizás esté muerta? -¿Cómo es que los aurores no han podido averiguar nada en una semana? -¿Es culpa de la ineficacia del Departamento de Seguridad Mágica? -¿Y si están muertos? Harry Potter gruñó y se dirigió a todos ellos. -No haré ninguna declaración con respecto al estado de la investigación… Sólo les pido que entiendan que… ¡Es mi familia! ¡Dadnos un respiro!
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