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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Sábado 23 de Enero de 2021, 18:38 [ Más información ] Tweet
(V) Capítulo 40: Amantes de la ira.
Lo primero que notó al recobrar la conciencia fueron las marcas en forma de media luna que tenía le escocían en las palmas de sus manos. Lo que acababa de ocurrir se lo devolvió su cerebro en forma de flashes. Se acarició la nuca y, al volver a mirarse las manos, se percató de que debía tener una herida abierta dada la cantidad de sangre. Sus piernas estaban esparcidas por el suelo, de forma que era evidente que había salido disparada hacia la dura pared contra la que su cabeza había chocado. Su mente le recordó por qué estaba allí. Intentó incorporarse a duras penas y no logró más que incidir en el dolor de todos sus músculos. Buscó con la mirada borrosa a su hermana por aquel pasillo. Los cristales de la torre habían explotado. Cerró los ojos con fuerza, deseando que no hubiera saltado por allí. Después de lo que acababan de hacer, Lola Brooks sentía que debía sentirse poderosa. Más estaba tan exhausta que sus pensamientos eran lentos y torpes. Recordó a su hermana dándole las manos, cuyas uñas se habían clavado en sus palmas al sentir toda la magia de la ciudad verterse sobre su ser. Y ella experimentó algo que jamás creyó que podía rozar: la magia. Fue como si se hubiera convertido en un interruptor. En un imán que repelía la magia. Conforme la tocaba, cuando Cornelia había bebido la magia y rozaba a Lola, ella la hacía desaparecer. Y, como imanes contrapuestos, salieron disparadas hacia lados contrarios cuando un rayo de energía se interpuso entre las dos. Literalmente, un rayo que había nacido del interior de Lola. Quizás no podía producir magia, pero... Podía ser muy poderosa si la canalizaba. ¿Cómo había llegado Cornelia a esa conclusión? ¿Quizás era aquello lo que se suponían que debían hacer en el fin del mundo? Aún así, sabía con certeza que Cornelia intuía que aquel sería el resultado. Cornelia. ¿Dónde estaba su hermana? Si ella había lanzado el rayo... Cornelia habría sido la primera en recibirlo. Quizás el amor por su hermana hizo que no le doliera tanto levantarse. Al hacerlo, echó un vistazo a través de las vistas del Tate Modern. Sintió ganas de vomitar. El caos inundó su vista. Un dragón caído sobre la catedral de St. Paul fue lo primero que avistó. Pero también acromántulas, dementores, arpías, vampiros, licántropos, veela, magos y brujas... Todas las criaturas mágicas sobre el suelo. Sobre las aguas del Támesis. Inconcientes. -¡LÍA! -Su voz salió antes de pensarlo. Trazó sus pies hacia el otro extremo de aquel lugar. Había sido totalmente destrozado. Adiós al ascensor y a ninguna forma muggle de poder descender del sitio más alto de Londres. -¡LÍA! Escuchó un gemido. Se sobresaltó. Comenzó a respirar profundamente. Se golpeó mentalmente la cabeza. No. Podía. Entrar. En. Pánico. "Al menos", pensó para sí misma, "nadie puede llegar aquí sin magia". Vio a su hermana encogida sobre sí misma en el suelo. Con la espalda arqueada. Tratando de inhalar aire, pero sin alcanzar su objetivo. Como si no hubiera oxígeno en aquel mundo. En el mundo en el que Lola Brooks había apagado la magia. Se arrollidó ante ella. Vio el dolor que debía estar sufriendo en su mirada. No supo qué hacer. No supo dónde poner sus manos. Su ceño fruncido la delató. Sus sonidos inaudibles de preocupación revelaron ante su hermana que estaba perdida sin ella. -El Ojo no querrá problemas con nosotras... Después de esto -Dijo en un hilo de voz y en una triste sonrisa. A Lola Brooks se le cayó el alma al suelo. Al subsuelo. Porque ambas sabían que era mentira. Acababan de demostrarle al Ojo de lo que eran capaz. De detener toda la magia de una de las ciudades más grandes del mundo sin siquiera saber cómo se hacía. El poder de Cornelia... Si había hecho eso para detener la magia, incluida la suya propia... ¿Cómo sería su poder cuando lo utilizara para potenciar la magia? Su hermana alzó su dedo índice y froto el ceño de Lola. La muchacha que estaba sobre sus rodillas soltó un pequeño sollozo. Porque eso era lo que aprendió, pese a poco tiempo con ella, que su madre, Penélope Brooks, les hacía a ellas cuando las veía preocupadas. Algo que, según Cornelia, había aprendido de Adam Brooks, su padre. Quitar las arrugas de su frente que mostraban tristeza. Enfado. Era su forma de demostrarles su amor. Un gesto íntimo. Cercano y familiar. Algo que había anhelado Lola durante toda su vida. Y que se le escapaba entre los dedos como si cogiesa arena en sus manos cada vez que lo encontraba. Fue el último gesto de su madre. Porque sabía qué era lo que debía hacer para protegerlas. Debía replantearle la situación a Ivonne Donovan sacrificándose. Pidiéndole un favor. Eso es lo que aprendió Lola Brooks. Y lo vio también en los ojos de Cornelia. Por eso sollozó. Por esa razón, tuvo que controlar su respiración y parecer como que era la hermana fuerte. El apoyo. Pero no lo era. ¿Cómo iba a serlo? Todas las personas que había considerado su familia habían sido asesinados por la misma razón. Pero, como que se llamaba Lucrecia Brooks Donovan, no dejaría que le pasara nada a su hermana. Entonces, oyó el rugido del dragón y a su hermana lanzar una larga bocanada de aire. La magia había vuelto. Solo significaba una cosa para Lola: tenían que salir pitando de allí. Todo debía suceder exactamente como le habían contado que una vez ocurrió. Por lo que esperó al momento en el que Londres sucumbió, por primera vez, al poder de Cornelia Brooks. Nadie le había avisado de que dolía. Los pulmones le abrasaron el pecho como si hubiera dejado de existir el oxígeno. Los huesos se retorcían por dentro. Según Greg Zabini, quien había investigado aquel fenómeno años atrás -o años después; se trataba de una reacción de las criaturas mágicas a la privación de la energía que corría por su sangre. Los muggles pudieron huir porque no la tenían. Aprovecharon para escapar de las garras de los licántropos. Del fuego maligno. Del Beso del Dementor. De los colmillos de los vampiros. De las varitas. Porque todos y cada uno de ellos detuvieron sus pensamientos durante la hora que duró aquello. Los cronistas lo contarían como un parón en la batalla. Los muggles, en la batalla final, llamarían a su dios muggle para que lanzara el rayo de nuevo. Sin saber que el mismo "dios" que había lanzado su salvación, sería el que también lanzaría su derrota. Las cosas habían cambiado. No todo se cumpliría tal y como Remus Lupin lo había aprendido. Así que tenía que asegurarse de que lo más importante de aquel día por una serie de consecuencias en cadena... Sucedía. -¡PROTEGO! -Se protegió el Ministro de Magia, Richard McKing. Remus rodó los ojos ante un duelista tan patético. Había descubierto quien era. Lo vio en sus ojos en cuanto posó sus ojos sobre él. Lo siguió, Apareciéndose de un lado a otro, hasta dentro del reloj más conocido del mundo. El Big Ben. Se protegían a través de los engranajes de los hechizos de uno y de otro. -¡No puedes escapar de tu destino, señor Ministro! -Le gritó. Vio el hueco de las escaleras. En lo más profundo, alguien había lanzado un fuego maligno que comía, poco a poco, las escaleras hacia ellos. Sobre las escaleras y sobre las paredes, un ejército de Inferi trepaba amenazante. No era muy fan de los Inferi. No les temía. Pero eran realmente molestos. No les importaba de qué bando eran los que estaban en frente. Así que no dudarían en ir a por Remus. Un fastidio, si alguien se lo preguntaba. -¡Tú puedes cambiar tu destino, Remus! ¡Tus padres son grandes personas! ¡Puedes tener una nueva vida ahora! -Le rogaba. Remus sonrió y se encogió de hombros. Eso era todo lo que era Richard McKing: palabras. Después de todo, era un político. Y a Remus no le gustaba nada la política. Venía de un mundo en el que no era necesaria y había vivido como un rey. Miró de reojo cómo los Inferi se habían montado unos sobre otros y estaban rellenando el hueco de las escaleras con su cuerpo. Amenazando con llegar a su altura. Chasqueó la lengua. Debían crear algo para que tuvieran algo de cerebro y darles órdenes para que no mataran a sus colegas de batalla, ¿no? Realmente el Ojo, en ocasiones, no pensaba las cosas bien. Aunque... Podían ayudarse entre ellos como colegas, ¿no? Salió de su escondite detrás de la aguja principal de la torre y saltó hacia donde se encontraba McKing. Vio en sus ojos la muerte. Pero no tenía ni idea de lo que le esperaba. -¡DESMAIUS! El cuerpo del Primer Ministro se precipitó al hueco de la escalera. Remus se sacudió las manos y los pantalones. "Bien hecho", se dijo así mismo. -¡NOOOOOO! Remus giró abruptamente la cabeza para encontrarse a Sebastian McKing paralizado sobre una de las plataformas inferiores viendo el cuerpo de su padre. Remus, resoplando, alzó su varita hacia él. -¡Petrificus Totalus! -Conjuró con cierta desgana. Era como ver una parte de la película que realmente podía saltarse. Ahora el muchacho lloraría. Se despertaría o bien en mitad de Inferi intentando convertirle en uno de ellos -no un mal plan para acabar con todos los McKing siendo devorados por bestias; o bien justo antes para Desaparecer al instante. Vida o muerte. El dilema favorito de Remus. Por supuesto, la película que Remus estaba presenciando era diferente. -¡Levitacorpus! -Lanzó una voz, esta vez femenina, al lado de la estatua en la que había convertido a McKing Junior. -¡Eres un bastardo! -Aquello iba dirigido a él. Rodó los ojos. Esta era la edición especial de la película que podían ahorrarse los productores. ¿Qué? A Remus le fascinaban las cosas muggles porque en su mundo estaban prohibidas. -¡No lo vas a conseguir! ¡No te lo permitiré! Y, bien, una lección para aquellos que, con la experiencia de Theia Daphne Malfoy, quisieran enfrentarse a Remus Lupin: nunca debían decirle que no iba a conseguir algo. Porque había viajado al pasado. Oh. ¿Qué no recordaban eso? Bueno, sí, la cría Malfoy también. ¿Y qué? Probablemente estarían todos muertos para cuando llegó aquí. Además. Había matado a su propia madre. Oh. ¿Qué se les había olvidado? Vaya. Remus volvió a sacar su varita. Vio de reojo cómo el cuerpo de Richard McKing, suspendido en el aire, ascendía al mismo ritmo que los inferi. Curioso, ¿no? Estaba destinado a morir. Si distraía a Malfoy, tan solo tenía dejar que la vida y la muerte siguieran su curso. Pero, oh, no podía jugar tanto tiempo con eso. -¡Scindio! -Apuntó su varita hacia el cuerpo de McKing. Su cabeza se desencajó del resto del cuerpo. Remus sonrió alegremente. -¡NOOO! ¡NOOO! ¡NOOOOO! -Theia Malfoy estaba desbocada. Por supuesto. Sabía, tan bien como él, que significaba aquello. Se giró hacia él. Con aspecto amenazante. Como si tuviera algún tipo de efecto sobre él. Ja, era graciosa la muchacha. -¡TÚ! ¡ERES LA PERDICIÓN DE TODOS! ¡DEBERÁS ESTAR ORGULLOSO! ¡CON TU MIERDA DE VIDA! ¡NADIE TE QUIERE! ¡POR ESO LO HACES....! Y... ¿Pretendía que aquello le irritara? ¿Le produjera algún tipo de... reacción? Estaba terriblemente decepcionado. Si Lily Luna en su futuro había criado así a Malfoy, sería porque, era evidente, no tenía ni idea de cómo hacerlo. -¡SECTUMSEMPRA! -Le gritó Remus a modo de respuesta. Vio Sebastian McKing moverse de nuevo. Los Inferi habían llegado a su nivel. Los Inferi devorando a su padre y convirtiéndolo en un hombre decapitado más que se enfrentaba a él. Remus no podía creerse lo que veían sus ojos. Asegurándose de que Malfoy estaba quejándose como una inútil por sus heridas, le fascinó la escena que tenía. No iba a engañar a nadie, sintió cierta emoción al ver los ojos desorbitados de Sebastian McKing. Pero más fascinado se encontró cuando el joven no dudó en lanzar una Bombarda Máxima hacia el ejército de Inferi que, en ese momento, encabezaba el que había sido su padre. No solo tendría que llorar la muerte de su padre. Sino castigarse así mismo por haberle matado de nuevo. Sinceramente fascinante, ¿no? Quizás podía sentir cierta simpatía hacia él. Ambos habían matado a sus progenitores. Pues tenían más en común de lo que pensaban. Hasta que sus ojos se toparon con los suyos. No creyó que nadie tuviera tantas ganas de acabar con Remus Lupin que Sebastian McKing en ese instante. E hizo algo que nunca entendería. Se apareció al lado de Theia Daphne Malfoy en lugar de buscar venganza con él. O sea, ¿prefería salvar la vida de la que había intenado proteger a su padre en lugar de dar muerte al asesino? Había elegido la vida a la muerte. Remus estaba desolado y defraudado. ¿Por qué no se había convertido en un mago oscuro, tras aquello? Habría sido el culmen de su carrera como director de aquel tipo de orquestas. El joven Lupin se balanceó sobre sus pies. Tampoco iba a buscar su propia muerte, ¿eh? Así que decidió aparecerse sobre el césped que se encontraba justo en frente del Big Ben. Primera fila para ver el símbolo de la Caída de Londres. Miró su reloj de muñeca. Tan solo faltaban unos minutos para que el Big Ben cayera y se convirtiera en escombros. Vio cómo la base de la torre estaba en llamas. Como la aguja se tambaleaba. Estaba envuelto en aquella destrucción. -¡Huid! ¡Huid todos! ¡Hay inferi en el Parlamento y van a venir aquí! -Gritó una voz. Estaba interrumpiendo su visión y la castigó mentalmente. Una estampida de magos, brujas y muggles fueron a su dirección desde el puente que caía sobre sus propios cimientos. Remus rodó los ojos. Qué exagerados. ¿No veían que aquello era historia inevitable? Mejor presenciarlo que huir a un callejón para que te devorara un licántropo. Entonces, vio algo que no esperaba ver aquella noche. O que no quería ver. Bufó. Porque era lo único que trastocaría sus planes. Después de aquel día, todos sabrían quién era él. El asesino de Richard McKing. Solo podía hacer una entrada así al mundo mágico, ¿no? Siempre le recordarían como el asesino del Ministro de Magia. Tenían como testigos a Malfoy y a McKing Junior (¿o Senior ahora?). Era la pesadilla de todos ellos. Porque sabía y no tenía problemas en admitir que estaban todos condenados a la derrota. Todo el mundo le odiaría. Absolutamente todos. Lily Luna Potter alzó las cejas al verle. Remus intuyó que no podía huir en ese instante en el que la atrapó y se quedó anclado en el sitio. ¿Qué clase de hechizo no verbal había utilizado? ¿Por qué ella era tan poderosa y sútil y su discípula era un desastre? Se aproximó a él con cara de desesperación. Vio su nariz torcida, su pelo sucio, sus ojos llorosos y la valentía por la que la Resistencia jamás dejaría de seguirla hasta el fin del mundo. Sin decir nada, como si entre ellos entendieran lo que sucedía -había sido Remus el que había propuesto la Caída de Londres para aquel día, pero eso eran simples detalles; le cogió la mano y tiró de él. Seguramente tomó la decisión más estúpida de su vida. Se dejó llevar. Corrió con ella en la estampida de personas que huían de los Inferi hacia un lugar seguro. Según las cambios de dirección que tomaba Lily Luna, lo estaba llevando a Trafalgar Square. Oh, allí, según las crónicas, estaba su hermano James. Sería donde se reunirían para entender que aquello había sido producido por Cornelia Brooks. No, no podía dejar que le señalaran a él y la pusieran en su contra sin antes... ¿Qué? ¿Qué debía hacer antes? Ese era un punto de inflexión para Remus, ¿no? ¿A qué había estado jugando con Lily Luna todo aquel tiempo? Suspiró. Estúpido Remus Lupin. Remus se detuvo, tiró de Lily Luna por inercia. La apartó hacia un lado de la avenida, donde la verja hacia la residencia del Primer Ministro muggle había sido tirada por la desperación de las personas. Allí ya no había nadie, pues no había salida por allí. Tampoco había salida para Remus. La cogió por los hombros. Lily Luna frunció el ceño. Se mordió el labio. Remus chasqueó la lengua. Estaría preocupada porque el Secreto Mágico había sido revelado y él era, para ella, un muggle más. Supuso que le estaba pidiendo una explicación -pues llevaba la varita en la mano. Y estaba tratando de formar palabras. No supo por qué se sintió nervioso. O como cuando alguna comida le sentaba mal. Seguramente serían alguno de los hechizos que le había lanzado el Ministro haciendo estragos. Era resistente, más no sobrehumano. Quizás aquel momento no tenía salida para Remus. Pero no podía desaparecer de la vida de Lily Luna así sin más. Era algo que intuía que debía hacer. No. No era que lo intuía. Ni que debía. Por primera vez, se encontró así mismo sintiendo que necesitaba algo de verdad. -Escúchame, Lily -La obligó a mirarla. No estaba asustada. Tan valiente. Supiró. -Lo siento -Le dijo. Vio la confusión en sus ojos. -Tú eres la única a la que le debo una disculpa -Vio su intención de interrumpirle y de decirle algo. -Tienes todo el derecho a odiarme… Pero antes de que lo hagas… Puso sus labios sobre los de ella. Cálidos. El tacto era electrizante. Jamás había sentido nada así. No era una chispa de destrucción. Era una chispa de vida. Remus quería alejarse de aquello. Debía hacerlo. Pero no podía. Lily Luna Potter era como un acantilado al que se había tirado sin siquiera pensar en lo que podría hacerles a ambos. Tal vez ese era el nudo que notaba en su estómago. Profundizó el beso. Pasó las manos por las caderas y la atrajo hacia ella. Recorrió todos los rincones de su boca. Trazó líneas sobre su cintura. Sintió su estómago retorcerse. Su cabeza dar vueltas. Aquel día, Lily Luna sabría que él era su enemigo. Lily Luna respondió a su beso con el fuego que siempre la había caracterizado. Lanzando sus brazos alrededor de su cuello. Sintiendo su cercanía y correspondiendo a la pasión que acababa de nacer entre ambos. Todo aquello sería un recuerdo lejano. Sintió los dedos de ella tirar del cabello de su nuca. Gemir contra su boca. Pero no todavía. Remus la atrajo más así. Solo un poco más. -¡POTTER! -Bramó Zoe McOrez. -¡REMUS LUPIN DEJA A POTTER! Lily Luna se separó rápidamente de él. Inhalando todo el aire que habían compartido. Dejando un espacio entre ellos. Vio el reconocimiento en los ojos de Lily Luna Potter. Exacto. Le dedicó una expresión serena. No, Remus Lupin no le mostraría que estaba arrepentido. Porque no lo estaba. No se arrepentía de ser quién era. Tampoco se arrepentía de besarla. Pero ella sí. Porque ella sabía quién era Remus Lupin. No había hecho la conexión hasta justo aquel momento. Por supuesto que Theia Malfoy les había avisado de su presencia. ¿Y no había pensado que su Remus era el Remus Lupin que acababa de asesinar el Ministro de Magia? Claro que no lo haría. Ella confiaría en él. -Tú…-Susurró. -Algún día podrás explicarme tú por qué -Le dijo simplemente Remus. -¡LUPIN, DEJA A POTTER! ¡ELLA NO SE PUEDE TOCAR! -No le haría daño -Por la mirada de Zoe, estaba a punto de decir algo que la condenaría a una muerte dolorosa por su parte. Se apartó de Lily. Se había quedado paralizada. La miró. El fuego había ocupado la preocupación que antes estaba en sus ojos. Su rabia estaría envenenando su sangre. Se merecía aquello. -Solo quería saber porqué -Se justificó a Lily. Aunque no le respondió. Sintió la varita de Zoe en su nuca. -No he encontrado mi respuesta… -Dijo lentamente. -Nunca te he mentido… Solamente he ocultado información… Siempre te he dicho que era Remus. La palma de la mano de Lily le cruzó la cara. -¡¿CÓMO TE ATREVES?! ¡ERES UN ASESINO! -Le gritaba con furia. Pero le miraba dolida. Zoe apretó su varita en su nuca. -¿¡PRETENDÍAS CONVERTIRTE EN UN MAGO PODEROSO A MI COSTA?! ¿¡CÓMO HE SIDO TAN IDIOTA?! -No sería tan imbécil como para creer que tú eres la de esa profecía… -¡CALLA! ¡NO QUIERO OÍR NADA MÁS DE TI! -Posó su varita firmemente sobre la punta de su nariz. -Theia nos contó que mataste a Vic. A tu madre -Espetó. Oh, si Theia les hubiera contado todo lo que de verdad había hecho, Lily Luna Potter no tardaría en matarle. -¿Es verdad? Remus sintió las varitas sobre él. -Sí. Aquello fue como una bofetada para Lily Luna. -¡¿POR QUÉ?! ¡DIME QUE NO LO HARÁS! ¡NO TOCARÁS A MI FAMILIA! ¡NO TOCARÁS A TU FAMILIA! ¡PORQUE COMO LA TOQUES, ME ASEGURARÉ DE MATARTE! Remus suspiró. Recibió todo aquello con tranquilidad. Y su expresión serena estaba alterando a Lily Luna. Una lágrima salió de su rostro. Suspiró. Aquello sí que causó reacción en él. Su nudo. Se deshizo para retorcerse aún más. Maldita sea. De esto hablaba cuando decía que Theia Daphne Malfoy no era la discípula digna de Lily Luna. No dudaba en que Lily Luna cumpliría con su amenaza. -¿Por qué no lo haces ahora? -La desafió. -Estoy indefenso ante ti, Lily. Mátame y acabe conmigo antes de que acabe con mis padres. Remus sabía por qué Lily Luna no lo haría. Y, por desgracia, no era el motivo que a Remus le gustaría. O... ¿Qué le gustaría a Remus? En cualquier caso... La joven estaba frustrada con su temperamento, su violencia y había hecho un voto de no matar si no era necesario. ¿Era su cadáver necesario? Sí. Era absolutamente necesario si quería ganar esa guerra. Ella debía saberlo. ¿Por qué no lo hacía? -Porque tu mayor miedo es que tu familia te perdone y tengas que vivir con la culpa de lo que has hecho -Le espetó. Retiró su varita. -Bienvenido a ese mundo, Remus Lupin… Tus padres están vivos y te quieren. -¡LUPIN! ¡VÁMONOS! -Mi padre y mi madre me abandonaron. -No lo harán aquí -Aseguró Lily Luna. -Tendrás que ver cómo luchan por ti… Ese es mi castigo para ti. -¡LUPIN! -El amor de tus padres -Sentenció Lily Luna. Remus se quedó silenciado. Se arrastró hacia atrás por el agarre de Zoe. Y lo sacó de allí con la Aparición. Hubo un silencio en el que Remus Lupin tuvo que asimilar lo que había ocurrido. Sonrió. Pero no se ajustaba a lo que sentía. Sonrió porque había conducido la guerra hacia donde él quería. Sonrió porque la muerte de McKing había sido trágica y justo como a Remus le gustaba. Era perfeccionista. Le gustaba hacer las cosas bien. Pero no se sentía suficiente. Maldijo a Lily Luna. Todo aquello, desde el principio hasta el final, era su culpa. Alguien carraspeó. Estaban en una de las mansiones. Zoe McOrez lo miró. Con un atisbo de preocupación. Conocía muy bien qué significaba aquello. Él era el discípulo de ella. -No dejes que Potter se meta en tu cabeza, Lupin -Le espetó Zoe. Sabía aquel tono. -No sabe de qué está hablando… -¿Por qué has protegido a Potter? -Porque si ella muere, mi hermano también. -El alma de tu hermano lleva muerta desde que nació. -Lo convirtieron en ese monstruo de pequeño. Él no tiene la culpa. -¿Eres la niñera del Ojo? -Soy la que se asegura de que los críos como tú no la caguéis con vuestras estupideces…¿Por qué ibas detrás de Potter tú? -Ojalá pudiera contestar a esa pregunta. Se hizo un silencio. La verdad de su propia frase caló en sus huesos. Por primera vez en mucho tiempo, Remus Lupin no sabía la respuesta a algo. A muchas cosas. A él. -Inténtalo y no informaré a mi abuelo de lo que acaba de ocurrir. -¿Por qué harías eso? -Se extrañó de aquello. ¿Qué había ocurrido con la Zoe que no dudaría en echarle una semana a las mazmorras para que aprendiera a comportarse como un asesino cruel y despiadado que no dudaría en matar a todos los que se pusieran en su camino? -Porque los hombres os equivocáis… Y necesitamos que nos acabes de contar cómo dominar el mundo. -Oh, por supuesto, siempre tan ambiciosa -Le dedicó una sonrisa de suficiencia. No fue correspondida. Nunca lo era. -¿Por qué Potter? ¿Ocultas algo? -Zoe examinó su varita mientras lo observaba a través de sus largas pestañas. -No oculto nada -Recalcó él. -Es verdad. No lo sé. Se encogió de hombros. Como para restarle importancia. No lo sabía. Ojalá lo hiciera. -Pero la buscaste. Fuiste a ella antes que al Ojo -Entornaba sus ojos hacia él. Oh, perfecto. Sospechaban de su fidelidad. Justo lo que necesitaba en ese instante. Los dos bandos en su contra. -Frank lo sabe. ¿Era eso una amenaza de muerte? Había visto cómo Frank McOrez se dedicó toda la noche a degollar a muggles y a juntar las cabezas en las verjas que rodeaban al Parlamento británico. Alguien debía de hacer de psicólogo con él. -Quizás quería ver cómo era la líder de la Resistencia antes de que el Ojo matara a toda su familia -Respondió, ignorando el comentario sobre el pequeño sociópata. Pero era evidente que Zoe no se iba a tragar la justificación que se daba así mismo. -Te he visto besarla, ¿debo preocuparme? -Le puso una mano sobre su hombro. En el vocabulario de Zoe McOrez eso significaba una cosa: si debía preocuparse, estaría muerto en un pestañeo. Le alegraba saber que algunas cosas no cambiaban. -La has visto apuntarme con su varita, no creo que debas hacerlo -Sintió el nudo retorcerse un tanto más. Debía ir al médico con urgencia. Quizás era la comida horrible que cocinaban allí. -Mi preocupación no es lo que ella pueda sentir… Sino lo que tú puedas tener dentro de tu cabeza para hacer algo así. ¿Qué insinuaba? -Un soldado no tiene emociones. -Si fui tu mentora en el futuro, debes saber que no me trago esas estupideces a no ser que seas un sociópata como mi hermano. -¿Quién ha dicho que no lo sea? -No me arruines esta guerra por un beso, Lupin. Pero Remus Lupin había confiado demasiada información al Ojo como para arruinar la guerra ahora. Iban a ganar. El futuro que él había conocido iba a cumplirse. Lo sabía. No arruinaría el futuro por un beso. No arruinaría el futuro por Lily Luna Potter.
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