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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Jueves 21 de Enero de 2021, 20:22 [ Más información ] Tweet
(V) Capítulo 39: Naturalidad
Cuando Lola Brooks siguió los talones de su hermana fuera de la Sala de los Menesteres, una de las posibilidades era que su hermana ignorara las órdenes de James e hiciera lo que le diera la gana. Después de todo, ¿no eran lo que hacían los Brooks? Su madre les había contado aquel verano que ella conoció a su padre cuando la detuvieron en el mundo mágico de Nueva York por confundirla con una muggle. Porque tenía sumamente prohibido entrar al mundo mágica. Y no hizo tan bien el disfraz de muggle. Sinceramente, Lola pudo sentir cierto orgullo cuando Cornelia la cogió de la muñeca, la sacó del castillo y le dijo que aguantara el vómito cuando hizo amago de aparecerse. Y lo hizo. Allí estaban. En mitad de Londres. Lola tuvo que vomitar en una papelera. Eso de encoger su cuerpo a niveles que los muggles no podían entender no era muy agradable. Además, aterrizar a los pies de la catedral de St. Paul, la cual estaba siendo devorada por un fuego maligno y dementores acechando a los transeúntes tampoco era una visión para un estómago susceptible. Como si su hermana supiera a donde estuviera yendo, la arrastró por el Millenium Bridge. Sus pies temblaron ante la sacudida de muggles que querían cruzar al otro lado del Thames. Lola miró hacia atrás. Dementeros estaban aspirando almas de inocentes. Su pecho incrementó una respiración entrecortada. -Tengo un plan, Lola -Dijo Cornelia con determinación. -Tú y yo podemos detener este ataque. Oh, admiró su decisión. Pero, ¿su realismo? Ni siquiera progresaba adecuadamenete. ¿No había olvidado que ella era un squib? Apoyo moral podría dar de manera infinita. A lo mejor la necesitaba para que la animara. Si la hubiera avisado, se habría llevado pompones. Seguro que así ahuyentaría a los Dementores. -¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! Lola no pudo evitar soltar un chillido cuando un Dementor se aproximó con demasiada peligrosidad hacia ellas. No era Gryffindor. Así que, manos en el aire y sacudiendo su cabeza, aligeró el paso y sobrepasó a Cornelia hacia el otro extremo del puente. Se detuvo al cruzarlo, todos los muggles mirándola con preocupación -pues algunos no veían a los Dementores y simplemente creerían que era un ataque terrorista. -Actúa con naturalidad -Siseó Cornelia. Ella bufó y se dejó arrastrar de nuevo por Cornelia. -Para este tipo de situaciones, con naturalidad es entrar en pánico… Así que puedo entrar en pánico ahora mismo. -¡NO! ¡No me refería a eso! Actúa como si fuera un día normal… -Intentó aclarar su hermana sin éxito. Incluso los muggles estaban comenzando a gritar. A llamar a la policía. A -oh, no -tirarse del puente para escapar de aquellas sombras que enfriaban el ambiente y que parecían sacadas de una película de terror. -Últimamente mis días normales consisten en entrar en pánico a cada instante…- Susurró, mientras dejaban atrás el Millenium Bridge y se adentraban en la dirección del Tate Modern. -¿Vas a cooperar? -Preguntó su hermana con resignación. -Cuando una persona ha entrado en pánico, ¡no se les puede pedir que colaboren! -Replicó Lola. Por la expresión de su hermana, decidió ignorarla. Con un toque de varita, abrió de par en par las puertas de la gran y deprimente torre de ladrillos que servía de museo que solo los intelectuales conocían. No era el mejor sitio para resguardarse de la batalla, ¿no? Una vez que entraban no había salidas. Y las exposiciones eran demasiado inquietantes como para ser acogedoras. ¿Nadie recordaba que habían sido expuestos cuadros de niños con problemas mentales? -Neutralizaremos toda la magia que hay en Londres -Anunció Cornelia. Lola arrugó el rostro. ¿Ambiciosa? Ps, nada de anda. -Por eso te necesito, Lola, si neutralizas toda la magia de Londres hoy... El Ojo se quedará sin la mayor parte de sus armas y podremos... -La teoría me parece fabulosa, Lía -Interrumpió Lola. -Pero la ejecución... No sé hacer nada, ¿recuerdas? -Pero yo sí y tú eres mi hermana -Sentenció Cornelia. -Al fin y al cabo, así es como se hará el ritual... -Suspiró y comenzó a subir las rampas que llegaban hasta lo alto de la torre desde la que uno, como turista, podía divisar gratis todo Londres. -Desde allí el hechizo difusor alcanzará a todos los que estén en peligro... Comenzaron a aligerar el paso. Lola pensó en utilizar el ascensor... De esos inventos muggles útiles que ahorraban tiempo y energía. Pero su hermana quizás había pensando que en caso de accidente, sería una caída libre curiosa. De todos modos, si pretendían subir hacia lo más alto y los dementores las seguían -o los dragones, inferí y esas criaturas que James había mencionado -la altura también sería curiosa para saltar desde arriba. Lola se detuvo al lado de una ventana desde la que se veía el lugar por dónde habían venido. Su hermana tiró de ella. ¿No iba a dejarla ver cómo magos y brujas oscuras estaban partiendo el Millenium Bridge en mil pedazos, cuyos fuertes alamabres se estaban sacudiendo en el agua y asestando a los civiles que pretendían huir nadando? -¿Podrías explicarme, brevemente, por qué se me ha asignado esta misión? -Inquirió Lola, sin aliento. ¿Quién le iba a decir que su hermana, quien no sabía lo que era hacer deporte, estaría más en forma que ella? Debía ser el alcohol. -Tú neutralizas la magia, Lola… Y yo puedo hacer un Encantamiento para extenderlo a todo Londres y detener el ataque. -¿Cómo un gran apagón de magia? -Se cuestionó. Maldita sea, ¿por qué no les dejaban las ideas de grandes actos heóricos a los Ravenclaw? -Algo así -Respondió su hermana, sin mirar hacia atrás. James Sirius Potter iba a matarlas a las dos. Podría intentar detener la batalla... Pero si sobrevivían, se enfrentarían a la furia de un licántropo. -¿No vendrán a por nosotras? Por supuesto, a Lola le movía un instinto tan humano como el de la supervivencia. Era humana. Más humana que bruja. Así que nadie podría culparla por querer vivir... Que sí, que quería proteger a sus amigos... Pero el realismo de la misión era aplastantemente incierto. -Distraeremos toda la atención a nosotras... Y dejarán de atacar al resto de muggles. Nos quieren a nosotras, ¿no? Oh, genial. Un cebo con luces de neón. O, mejor dicho, ponerles el trofeo a plena vista. -¿Y por qué utilizar una torre alta desde la que puedan ver cómo lanzamos la magia y que vengan a por nosotras? -Así será más eficiente -Aseguró Cornelia. -Así moriremos seguro -Concedió Lola. Se adentraron entre el mar de gente que estaba intentando proteger a la familia real británica en el Buckingham Palace. Agradeció que no hubiera nada de aquello en el mundo muggle. Para eso estaban los sangres pura. Según le habían contado a Alexander Moonlight, cuando McKing avisó al Primer Ministro muggle, una de las primeras medidas que tomaron fue desalojar el palacio y ponerles a salvo. ¿Habían avisado al resto de la población? Por supuesto que no. Eso hacía que Moonlight estuviera bastante molesto con el hecho de que aún tenía que salvar a todos los que se encontraran en el palacio y alrededores. Porque los alrededores eran gente pudiente que salían de edificios para montarse en coches y huir de allí. El Ministro Muggle había pedido al mejor equipo para aquella zona. Y allí estaban ellos. Arthur Weasley los había denominado "Los Ángeles de Charlie". Por el tono de burla en el que lo dijo, a Moonlight no le gustó ni un pelo. Aunque era un nombre acertado, ¿no? Vio a Charlie Weasley liderar al trío que le seguía derribando a magos y a brujas del Ojo que se estaban haciendo con aquel edificio. Fred Weasley les seguía con la mandíbula apretada y, muy probablemente, incubando su próxima transformación. A su otro lado, Dominique Weasley protegía a todos los muggles de hechizos para prevenir que se sumaran a la alfombra de cadáveres que cubría Londres. Dos magos se acercaron a ellas y Moonlight alzó su varita. Les observó con cierta sospecha. No llevaban la túnica del Ojo. Pero no parecían trigo limpio. Fred Weasley fue más rápido que Moonlight y se avalanzó a ellos... Para darles un abrazo. -¡Atticus! ¡Vanger! ¡Habéis venido! -Exclamó el joven Weasley. Se giró hacia el resto de su equipo con una sonrisa sincera. -Son amigos míos... Me han ayudado en un par de ocasiones... Son los magos que nos ayudaron a James y a mis amigos en la fiesta de los Dale... -¿Los que le borraron la memoria a mis compañeros? -Interpeló Moonlight con tono serio. -¡En efecto! -Asintió Fred con una sonrisa. Le dio una palmada en el hombro a uno de ellos. -Son buenos, ¿eh? -¿De qué los conoces, Freddie? -Preguntó con cierto escepticismo Charlie Weasley. Algo entre dolor y culpa cruzó el rostro del joven. Fue Dominique Weasley quien se interpuso entre su primo y su tío. -No es momento para explicaciones... -Puso sus brazos en jarras. -Tenemos que salvar a muggles. Todos, incluidos los que Moonlight había clasificado como matones del Callejón Knockturn, se fueron en direcciones diferentes del St. James's Park. Moonlight desarmó a tres magos encapuchados. Escuchó a Dominique luchar contra una acromántula. A Charlie Weasley montar en Norberta y llevar en su lomo a muggles y ponerlos en un lugar seguro. Y el rugido de Fred Weasley convertido en dragón. Se fijó, también, en que Atticus y Vanger realizaron un hechizo al aire. Segundos después, numerosas sombras y figuras se unieron a ellos. Moonlight alzó las cejas al reconocer a criminales de menor grado, ex convictos, fugitivos de la ley mágica... Arremetían con el mismo ímpetu que él contra los encapuchados. ¿De qué conocía Fred Weasley a esos tipos? Sintió una mano suave en su hombro. -Tengo un plan -Anunció Dom. -Gracias a Merlín -Suspiró. Estaba claro que no saldrían de allí vivos si uno no hacía algo inteligente. O si no huían. Pero, por desgracia o fortuna, todos ellos eran Gryffindor y ninguno se rendiría. -Implica fuego -Añadió la joven veela, viendo cómo de la boca de metro comenzaban a salir muggles que huían de inferí que estaban apestando el subsuelo de Londres. -Ni de coña -Terció Moonlight. -No voy a dejar que te hagas la heroína. Adelantándose a ella, Moonlight, transformándose rápidamente en licántropo, comenzó a cargar con todos los inferí que estaban saliendo de las escalinatas de la parada del metro. Lanzó por los aires a muggles para que -aunque recibieran golpes -no fueran mordidos por aquellos esqueletos peligrosos. Pronto, el fuego comenzó a consumirlos. Moonlight miró hacia Dominique Weasley transformada en veela. Sintió que su interior se llenaba de valor al ver cómo destruía sin piedad al ejército de inferí. Entonces, sin que Moonlight pudiera hacer nada por ella, Dom se adentró en el metro y su luz y fuego se apagó al tener a todos los inferí sobre ella. -¡NO! Comenzó a quitarse todos los inferí que habían aprovechado para ir a por él de encima. Rugió. Intentó adaptar su visión para ver dónde demonios se había metido Dom. Gruñó. Sacudió con sus garras y colmillos a varios inferí. Y una bomba de fuego sacudió todo el interior del subterráneo, haciendo volar hacia atrás el cuerpo peludo de Moonlight. Tosió. Vio que los Inferi habían quedado calcinados a su alrededor. Vio que Charlie se detuvo a su lado con Norberta y varios muggles en su lomo. Que Fred sobrevoló su cabeza en tensión. De repente, llena de cenizas y con las alas abiertas, Dominique Weasley salió subió lentamente las escalinatas. Sus pies descalzos sobre los restos de Inferi. Escuchó un sonido colectivo de gritos que procedían del interior más profundo del subterráneo. Compartió una mirada con Dom. De alivio. De orgullo. De tensión. Porque ese sonido significaba que había más Inferi y habían sido llamados por el fuego de Dom para su futura destrucción. Moonlight se acercó a Dom. Posó su hocico sobre su hombre. Inhaló. Sus cuerpos brillaron. La joven le acarició el costado de su rostro licántropo. Estaban dándose energía. Cumpliendo con el deber de Ajayu en la batalla. Se miraron. Había que seguir luchando. Moonlight se convirtió en humano rápidamente. Le tendió su varita. Quizás estaba cansada, después de aquello, en su forma veela. -No necesitas un arma cuando has nacido siendo una, ¿no? -Le sonrió la muchacha. -Sal conmigo, Dominique -Soltó de pronto. -Pero... Ya salgo contigo... Me has pedido salir muchas veces -Dijo ella, con su voz transformada por tener su boca forma de pico puntiagudo. -En realidad, no -Insistió Moonlight. -He hecho sugerencias inapropiadas y frecuentemente he presionado por la desnudez... Pero nunca te he pedido una cita de verdad. Se dio cuenta tarde de que no era el mejor momento para aquello. -Salgamos de aquí con vida y ya veremos, Alex. Aunque nadie pudo verlo, Moonlight sintió todo su ser brillar al oírla decir su nombre de aquella manera. E hizo lo que cualquier hombre enamorado hubiera hecho -o eso creía Moonlight. Se puso a su lado. Y siguieron luchando por sobrevivir. Por salvar a los demás. Por mantener vivo lo que era su mundo. Salió de una celda para meterse en la guerra. Dejó lanzar una bocanada de aire. Enroscó su puño en su mano. La varita alzada en su otra mano. -¡DESMAIUS! -Vociferó Alice Longbotton contra Renata Driggs. Vio que la muchacha, la que había sido su amiga durante aquellos últimos meses, cayó de bruces al suelo. Miró a su alrededor. El London Bridge había caído sobre las aguas del Támesis y había llevado consigo parte de los edificios que se enroscaban a sendos lados de la orilla. Había coches hundiéndose. Personas saliendo de las aguas negras. Sangre. Reconoció a los kelpies acudir a por sus futuras víctimas. A los que procedían de una City y rascacielos en llamas encontrarse sin salida. Sin pensárselo dos veces, Alice se agachó al adormilado cuerpo de Renata. Se aseguró de que su cabeza no hubiera sufrido ningún daño al caerse. Sabía que era su deber atacarle. Pero Alice ya era libre de elegir. Y no elegiría ningún bando. Sino a personas. Iba a ayudar a Renata. -Levitacorpus -Susurró una voz detrás de ella. Como si la hubieran pillado con las manos en la masa, se giró de un salto y aguantó la respiración. Descansó sus ojos al ver quién empuñaba la varita. Acomodó la túnica de Renata, dándole la espalda a Albus. -No puedo dejar que le pase nada -Dijo Alice detenidamente. La mano de Albus se cerró sobre su hombro. Relajó su respiración. Confiaba en ella. Albus había logrado entender aquel tipo de gestos en Alice. Y la estaba ayudando. -Hemos venido a ayudar a quien pueda estar en peligro, ¿no? -Comentó simplemente Albus. Se dejó apoyar en él. En su torso. Albus pasó su rostro por el hueco de su cuello y la besó en la mejilla. Sintió un escalofrío por dentro. No, no un escalofrío. Sintió calor. Se sonrojó. En silencio, guiaron el cuerpo de Renata Driggs hacia uno de los huecos que habían dejado los escombros. Miraron alrededor. Parecía el fin del mundo. Albus le dio la mano y la apretó. -Mandaré un Patronus a Louis para que venga a por ella -Anunció Alice. Formuló una serie de encantamientos para que pasara desapercibida ante el resto del mundo. Y suspiró. -Vamos, debemos buscar a tu madre... -Volvió a ver escombros. Gritos. Sonidos de ambulancia. Policía. Fuerzas especiales. ¿Qué iban a hacer esas personas contra vampiros y acromántulas? -No creo que el Temple aguante mucho más en la batalla -Susurró. -¿Quieres decir que nos rendiremos? -Preguntó Albus, inseguridad rozando su garganta. Alice comprobó, por última vez, que dejaba a Renata Driggs en buenas condiciones. Tiró de la muñeca de Albus hacia el lugar dónde habían dejado a Ginny Potter. Estaban rodeados de cenizas. El Ojo tenía influencia por todo el mundo. Redes que había trazada durante siglos y siglos. Una alianza temporal como la del Temple jamás podría con ellos. Estaban dando todo de sí... Y el Ojo aún no había puesto sobre la mesa todas sus cartas. Era una simple demostración de su poder. Era un aviso para que se rindieran. Era una señal de que no estaban preparados para luchar contra ellos. Recibió una mirada desesperanzadora de Albus. Sus ojos esmeraldas no habían perdido el brillo, incluso ante la nube gris que les cubría y que había manchado su piel. ¿Debía decirle que la solución era marcharse de allí? No. No podía hacer aquello. Dejaría que Albus le transmitiera esperanza. Había estado demasiado tiempo en Azkaban. Se estremeció, evitando pensar en momentos oscuros y torturas. Los cabellos rojos de Ginny Potter se acercaron a ellos. Seguida de Aurores. Y no de los Aurores que veneraban a Ginny. La madre de Albus les lanzaba hechizos. -¡PROTEGO! -Conjuró rápidamente Alice. -¡PETRIFICUS TOTALUS! -Conjuró una voz por encima de la de Alice. La muchacha se volteó rápidamente. Vio por el rabillo del ojo que los Aurores de Whitehall habían quedado anclados en el suelo. La mujer de gran talante y piel oscura movió con su varita un trozo del London Bridge y se lo lanzó a los Aurores, derribándolos y arrastrándolos metros lejos de ellos. Alice entornó los ojos. -Señora... Señora Breedlove -Saludó incrédulo Albus. Alice formó una 'o' con sus labios. Así que... ¿Aquella era la que tantos dolores de cabeza estaba dando al Ojo? ¿La Guardiana de la Magia? Tenía sentido. Alice podía sentir su poder a la distancia. Sus ojos color violeta brillaron al verla. -No deberías haber venido aquí, Albus Severus Potter -Sentenció la mujer. -¿Charlotte Breedlove? -Inquirió Ginny Potter, interponiéndose entre la bruja y, Albus y Alice. -¿Viene a protegernos? La mujer ignoró por completo a Ginny Potter. No era una sabia decisión. -Mamá, la señora Breedlove... -¡Me da igual! ¡Por su culpa te secuestraron! ¿Recuerdas? -Vociferó Ginny Potter. Esta vez, tenía la varita apuntada hacia la Guardiana de la Magia. -Aléjese de mi hijo. -Me temo que no es posible -Insistió la bruja. Alice se sintió desnuda cuando su mirada se clavó en ella. -Veo que por fin nos conocemos, Alice. Si Albus antes estaba un tanto relajado, en aquel momento se tensó. Dio unos pasos y se puso al lado de su madre. Como si quisiera protegerla de la Guardiana de la Magia. Alice sintió los nervios crecer en su interior. ¿Cómo sabía quién era ella? ¿Por qué querría conocerla? -¿Ha venido a ayudarnos a librar esta batalla? -Preguntó Albus. Charlotte Breedlove sonrió. Una sonrisa cordial. De suficiencia, pero amable. Como si fueran unos críos que no entendían el juego en el que estaban envueltos. Y justo debía ser así. -Vengo a sacaros de ella para poneros a salvo -Contestó con una amable sonrisa que confundió a Alice. -La batalla os matará si seguís en ella -Aclaró. Escuchó el gruñido de Ginny Potter, como una leona a la que le amenazaban a sus cachorros. Deseó que su madre fuera así. De valiente. De poderosa. De osada. Deseó ser ella así. Pero se quedó anclada en el sitio. Asimilando que aquella mujer había llegado a la misma conclusión que ella. Una parte de ella se alegró. Pero decidió ocultarla. Debía culpar a Azkaban por sentirse rematadamente exhausta y sin ánimo para librar una batalla sin fin. -¿Dónde es a salvo? -Preguntó Albus. -No hay ningún lugar seguro. Alice tragó saliva. Ginny compartió una mirada con ella que no supo descifrar. Y se sintió culpable por algo que aún no sabía. Y no sabría si alguna vez lo haría. ¿Qué sabía Ginny? Charlotte Breedlove tendió la mano a Albus. -Un lugar en el que tu Alice estará a salvo -Prometió la mujer. La muchacha frunció el ceño. Sabía el resultado de aquella clase de palabras. Pero, en cambio, aquella era la Guardiana de la Magia. Creía que solo las descendientes de Morgana eran de su interés. ¿Por qué había ido, en mitad del campo de batalla, a llevarles a un lugar seguro? -Tu madre también puede venir, Albus. Confía en mí... Todos querrán interrogar a Alice ahora... Incluso el Temple... Necesitas un lugar seguro para ella... Un lugar alejado de todo. Albus agarró el antebrazo de Breedlove. -No me fío de ti -Siseó. -No es en mí en quién debes confiar, joven -Dijo en un suspiro la bruja. Entonces, giró su mirada hacia Alice. -Podréis ver a los demás cuando las aguas se calmen... -¿A dónde los vas a llevar? -Preguntó Ginny Potter. -A donde pertenecen. Con un giro de muñeca, su varita los juntó a todos a su alrededor. Y Desaparecieron de un Londres en ruinas, dejando atrás gritos, sirenas de autoridades muggles, llantos, sangre y magia negra. Cuando Alice abrió los ojos, se encontró con las esmeraldas de Albus. La ayudó a incorporarse. Soltó una exclamación al ver dónde les había llevado Charlotte Breedlove. Sus cejas chocaron con su frente. Su mandíbula se desencajó. No sabía que lugar era... Pero sentía extrañamente como en casa. Era un hall enorme de mármol blanco, cubierto por frondosas plantas que habitaban pequeñas hadas del bosque. Sobre ellos se alzaba una gran cúpula de cristales verdes que bañaban el lugar de un ambiente fantástico y exótico. Había ventanas por todos lados que daban al paisaje exterior. Solo veía agua. Agua. Y un terreno verde rodeando el agua. Estaban en una isla. Aquel pequeño palacio con una cúpula de cristal era una isla en mitad de un lago. Era como si todos los rincones que viera estuvieran hechos para ella. Las plantas que su padre le había enseñado de pequeña y que tenían numerosas propiedades curativas. Aromáticas. Las hadas que su padre decía que existían como pequeñas criaturas del bosque creadas por la magia para asistir a los peregrinos. El agua que siempre la calmaba, lo que más añoraba de la Sala Común de Slytherin. ¿Por qué parecía que aquel lugar era un reflejo de su alma? -¿Dónde...? Una figura se acercó a ellos. Alice aguantó la respiración. Una sirena. Se arrastraba por aquel suelo de mármol gracias a lo que parecía ser un hechizo. Su rostro era exuberantemente bello. Tenía el cabello negro azabache. Los ojos de un color rosado que fascinaron a Alice. Escamas que nacían de su cola y ocupaban parte de su torso y de los costados de su rostro. -Os presento a Zinnia -Dijo Charlotte Breedlove. -Ella se encargará de vuestra instalación... Debo marchar a encargarme de que la magia siga su camino... No les dio tiempo a decirles nada. Tampoco le importó a Alice, se había quedado embobada viendo a aquella sirena aproximarse a ella y a Albus. Ginny Potter comenzó a respirar profundamente. Quizás preparando un hechizo. -Bienvenidos a la isla de Skye, queridos Albus y Alice -Anunció Zinnia, con una voz tan profunda como el océano. -Vuestro hogar. Se limpió con el puño la sangre que brotaba de su labio inferior. Era Rose Weasley. No podía dejar que la venciera un maldito encapuchado del Ojo. Respiró con dificultad. Apoyó sus rodillas en el suelo. Tenía rasguños en las manos de haberse arrastrado por el asfalto cuando aquel mago la tiró por el suelo y la revolcó por un hechizo. Tenía una herida en el hombro. Había recibido un Cruciatus. Sus ojos estaban humedecidos. Pero no se rendiría. Todo a su alrededor era un caos. Su querido Londres. Había corrido a Picadilly Circus. El eje de Londres. Ya no había muggles vivos allí. Solo un rastro de cadáveres por el suelo. Autobuses rojos volcados. Las pantallas de los edificios con roturas. Anuncios que quedaban obstruidos y con un sonido zumbante que indicaba que iban a explotar de un lado a otro. Se levantó sobre sus pies. Alzó de nuevo la varita. No sabía quién era aquel mago. No podía verle la cara. Los rasgos. Si moría en aquel momento, nunca sabría quién había sido su verdugo. No moriría... No era aquel su destino. Por ese motivo, no podía permitirse una rendición. Incluso si tenía una costilla obstruyendo sus pulmones por una de las zarandeadas. Había dejado que Scorpius acudiera al Parlamento. Habían recibido un mensaje de Camrin Trust pidiendo ayuda. Ella decidió seguir a Bastien Lebouf calles en dirección opuesta. Y le perdió. No supo si fue cuando las acromántulas comenzaron a perseguirles o si fue al dividirse por el ejercito de Inferi que salió de las cloacas. Estaban rodeados. El cielo estaba negro y rojo. Como el asfalto. Como el agua que corría por el río Támesis. Escupió sangre sobre el suelo. Alzó la varita. Repasó mentalmente todos sus hechizos. Entonces, una fuerza comunal se posó delante de ella. -¡AARGH! -Gritó desesperada. Theodore. El licántropo con los ojos inyectados de sangre. -¡CONFUNDUS! El licántropo se tambaleó hacia atrás. Rose corrió sobre sus pasos y se montó en la escalinata de Cupido que quedaba en el centro de aquel eje. El licántropo pareció estabilizarse. Una sombra apareció de la nada y se montó sobre el licántropo. Rose Weasley vio cómo aquella figura femenina agarró con sus manos la piel del licántropo. Clavó varias dagas en su columna, mientras el licántropo daba sacudidas y... Gwendoline Cross seguía hiriéndole. -¡DETRÁS DE TI, WEASLEY! -Vociferó Gwendoline Cross. Rose Weasley se giró. Tres Dementores la acechaban por la espalda. Enroscó rápidamente su varita en su mano. Apuntó hacia los dementores. -¡EXPECTO PATRONUS! La luz que salió de su varita la cegó por un instante. Las pantallas de los edificios paradearon. Los Dementores salieron disparados. El dragón de Rose Weasley rugió ante todos los cadáveres que se extendían a sus pies. -¡JODER, WEASLEY! -Exclamó Cross. Se giró para ver a Cross. Le había clavado una espada en el ojo del licántropo. Estaba disparándole con una pistola desde la distancia. Vio que una figura, la del encapuchado anterior, apuntaba desde cierta distancia a Gwendoline Cross. -¡CROSS! -Intentó avisar Rose. Pero sería tarde. Era imposible que le diera tiempo a reaccionar. Ella la había salvado. Incluso si antes, en otro tiempo, la había intentado ahogar. -¡DESMAIUS! El encapuchado salió volando por los aires, chocando con un escaparate que estalló en mil pedazos. Rose Weasley se acercó a Cross, quién seguía disparando al licántropo. Vio que las balas perseguían a la criatura como si estuvieran encantadas. Alzó las cejas. El licántropo, también se dio cuenta, comenzó a desaparecer de allí. No obstante, comenzaron a ser rodeadas por varios encapuchados. -Si me ayudas, Weasley, saldremos vivas de esta -Dijo en voz baja Gwendoline Cross. Rose se mordió el labio con saña. -¿Me pasas una pistola de esas? Ocurrió algo que Rose Weasley jamás llegaría a creer. Gwendoline Cross le sonrió. Y, aunque Rose más tarde pensara que se debía al cansancio de la batalla o a la intensidad del momento, supo que era una sonrisa sincera. La joven asesina le pasó una pistola. No hacía falta que le enseñara cómo utilizarla. Rose ya sabía cómo hacerlo. Su abuelo Arthur tenía una en la Madriguera. La cargó. Le quitó el seguro. Y apuntó a los encapuchados. Con una varita como la de Rose y una pistola de esas características... Sería una buena duelista al lado de Cross. -Vaya, vaya, vaya -Dijo una voz de un hombre más joven de lo que parecía. Su cabello rubio relucía ante las luces de las pantallas. -¿Quién diría que combatirías al lado de una de estas comadrejas de sangre sucia? -Escupió el hombre. -¡Hoy no saldrás con vida, Octavio! -Dijo enfurecida Cross. Rose se sorprendió al oír tanta rabia de aquella muchacha. No era como si no fuera algo lógico -era una asesina, ¿no? Pero su rabia estaba llena de emoción. Algo que no pensaba que Cross tuviera. -Eres tú la que nunca deja que nada viva, ¿recuerdas? Aquello pareció tocar una fibra sensible en la asesina, la cual se sacudió violentamente de ira a su lado. Algo sorprendente también. Rose apretó su varita. Podía luchar al lado de Cross... Siempre que esta estuviera estable. Rose supo que estaba jugando con Cross, por alguna disputa o cualquier cosa que hubiera entre ellos que seguía siendo algún tema peliagudo para discutirlo antes de un duelo. Querría debilitarla emocionalmente. Bueno, aquel era el día en el que tenía que salvar dos veces a Gwendoline Cross. Chasqueó la lengua. -¡EXPELLIERMUS! -Conjuró Rose hacia uno de los encapuchados, cuya varita salió disparada. Entonces, empezó el duelo. -¡CRUCIATUS! -¡PROTEGO! -¡BOMBARDA! -¡AVADA KEDAVRA! Disparos. -¡EXPELLIERMUS! -¡PETRIFICUS TOTALUS! -Oyó decir a Bastien Lebouf. Rose siguió con sus duelos. -¡REDUCTO! Disparos. -¡CONFUNDUS! -¡PROTEGO! Se escucharon disparos. Pero de un arma diferente. Como una metralleta. -¡FRANK! -La voz ahogada de Cross sorprendió a Rose Weasley. -¡NO TE ACERQUES! -¡TENEBRIS VULNERE! -Rugió Octavio Onlamein hacia la joven asesina. Rose Weasley la vio doblarse en el suelo y su boca echar sangre abruptamente. Oyó la risa de los encapuchados. Como si el hecho de herir a Gwendoline Cross fuera una victoria personal. La joven Weasley sintió pena por la muchacha. Antes de sentir culpa y arrepentimiento or su actitud temprana hacia ella en el Refugio, decidió actuar. Se interpuso entre ella y los encapuchados. El día en el que Rose Weasley protegió tres veces a Gwendoline Cross. Vio de reojo cómo el hechizo utilizado había creado una herida profunda en su pecho. Frank Longbotton había acudido a ella. Bastien Lebouf desarmó a varios encapuchados. Y rápidamente se apresuró a sacar su varita para sanarla. Sebastian McKing apareció junto con Camrin Trust de uno de los callejones. Apuntaron a los encapuchados. -¡Longbotton nos ha llamado! -Dijo Trust. Rose asintió. Los tres muchachos apuntaron con sus varitas a los encapuchados. Frank Longbotton se aproximó a ellos y apuntó su arma. Se miraron entre sí. Debían distraer a los encapuchados hasta que Gwendoline Cross se recuperara para seguir pateando el culo al Ojo. O eso esperaba Rose Weasley. En cambio, un estruendo cruzó el cielo. Un halo de luz que partió el cielo en dos. El suelo retumbó. Rose Weasley sintió, de repente, que se ahogaba. Como si le faltara oxígeno. Miró a su alrededor. Todos estaban con dificultades respiratorios. Incluso los encapuchados. Vio a Bastien Lebouf dar puños al suelo. A Gwendoline Cross toser sangre. A Trust mover su varita y no emitir ni una chispa. A Frank Longbotton acudir sin problemas a Gwendoline Cross y gritar desesperado. A Sebastian McKing mirar a Rose Weasley y apuntar al cielo. La luz provenía del Tate Modern.
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