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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Domingo 17 de Enero de 2021, 16:45 [ Más información ] Tweet
(V) Capítulo 38: En el momento oportuno
Estar de nuevo en Hogwarts era lo más parecido a una pesadilla. Llevaba simplemente dos segundos allí y ya se estaba arrepintiendo de pisar un pie en el despacho del director. Porque sabía que la juzgaría. Después de todo, ella había asesinado a la antigua dueña de aquel lugar. -El Ministro requiere su ayuda y la de los alumnos -Anunció. No temía que Neville Longbotton le lanzara ninguna maldición, pero había aprendido a ser precavida. Además, su propia hija estaba dentro del Ojo en ese instante. ¿En serio iba a juzgarla a ella por estar en una situación superficialmente similar? Ya, ya, ella era una asesina y había asesinado. Y, ¿qué esperaba? ¿Qué a su hija la estuvieran entrenando para lanzar Desmaius? La expresión de Neville Longbotton se había tensado al verla entrar. Y al decir aquellas palabras. Fue entonces cuando vio por el rabillo del ojo a Frank en el otro extremo del despacho. El muchacho llevaba una ropa muggle que ella conocía demasiado bien. Y la miró por encima del hombro. No era el momento de hablar con Frank Longbotton. -Frank, hijo, ya sabes lo que debes hacer -Indicó Neville Longbotton. -No -Soltó, de repente, sorprendiéndose a sí misma. -No va a mandarlo a él -No hacía falta que especificara de quién estaba hablando. -No está preparado, señor Longbotton... Necesitamos a magos que puedan lanzar hechizos y detener a las criaturas mágicas que se están haciendo con la ciudad de Londres... Es todo un caos... Necesitamos a sus magos... -Es mi decisión, señorita Cross -Dijo, irritado, Neville Longbotton. -¿Piensa perder a dos hijos a manos del Ojo? -Espetó Cross, de nuevo, sin mirar a Frank. No quería decir en voz alta lo evidente. Lo que llevaba temiendo tantos meses. Si Frank Longbotton estaba presente en cualquiera de sus misiones, las prioridades de Gwendoline Cross no serían las mismas. No podía dejar que el joven fuera y chafara, no solo su reputación, sino la seguridad del resto. -Frank, avisa a todos tus compañeros y dile a Albus que ha llegado su momento... -Espero que sepa lo que está haciendo, Longbotton -Insistió Gwendoline Cross. Estaba irritada porque aquel hombre no entrara en razón. -... Whitehall habrá retirado a muchos Aurores de Akzaban -Concluyó Neville Longbotton. -Señorita Cross, ayude al resto de Aurores en Londres... Ya hemos recibido su mensaje y Hogwarts estará a disposición de la ciudad. Lanzó una única mirada a Frank. Entrecerró los ojos y materializó su amenaza en una elevación de ceja. Frank Longbotton, quien sabía que había estado preguntando por ella a menudo por las cartas que leía de Victoire Weasley cuando se iba a dar un paseo, la ignoró por completo. -Llámame si estás en peligro -Le dijo finalmente. No podría haberse olvidado de que a ella -¡a ella! -podía llamarla porque Ivonne Donovan le había enseñado a hacer aquello. -No te necesito, Cross -Siseó Frank. El director se aclaró la garganta. Gwendoline Cross siguió clavando su mirada en Frank Longbotton. Su enfado hacia ella la abrasó. Podría haber sentido el fuego maligno sobre su piel en alguna ocasión. Pero aquella rabia hacia ella era completamente una nueva experiencia que la incomodó. Se vio a sí misma echando de menos los hoyuelos de Frank. Se odió por eso. Pero Weasley tenía razón. No podría luchar contra su propia mente todo el tiempo. -Pero yo a ti sí -Dijo Gwendoline Cross, antes de desaparecer. Desde que perdió la conciencia volviendo a los dormitorios de Gryffindor y Janet Rossen tuvo que levitarla hacia su cama, habían pasado muchas cosas. La mayoría malas. ¿Por dónde empezaba? Ah, sí. Se había emborrachado. Otra vez. Y eso era lo mejor que había pasado. Por supuesto. ¿Lo peor? Muchas cosas. Podría enumerarlas. En primer lugar, había perdido la dignidad y su primer beso. Quizás para otras personas el primer beso no era importante. Pero Rose Weasley, ahí donde uno podría creer que ese tipo de cosas eran de libros románticos muggles que nadie que ella apreciara leía, sí que le importaba a quién darle su primer beso. ¿Perry Greenwood? Cada vez que lo pensaba sentía unas ganas enormes de lavarse los dientes y la lengua con lejía -y, no, no hubo lengua. Menos mal. Lo segundo... Quizás también formaba parte de lo primero. ¿Por qué? Porque tenía relación con el beso a Greenwood. Lo cierto es que Rose no lo recordaba. Algo que agradecía a su cerebro. Volviendo al tema, no sabía por qué, pero Scorpius Malfoy no le hablaba. Uno pensaría "qué alivio", ¿no? Sí, ella también lo habría hecho de no haber comenzado a ser su compañero de biblioteca y tener una cordialidad más amena con él aquel año. ¿Otra persona que no le dirigía la palabra? Albus Potter. Y, sinceramente, lo entendía. Ella tampoco se dirigiría la palabra a sí misma si hubiera besado a su mejor amigo gay. La situación, por tanto, era apocalíptica. Había rumores de que Greenwood y Rose salían en secreto. Había rumores de que Scorpius Malfoy estaba celoso de Greenwood. Y otros, los menos favoritos de Rose Weasley, que decían que Rose había confundido a Greenwood por Malfoy y que estaban saliendo en secreto. Todos estos rumores, probablemente, habrían sido obra y orquesta de Barbara Coleman. ¿Por qué le haría eso a la dulce, pacífica y amable Rose Weasley? Porque había que ocultar de algún modo el hecho de que Camrin Trust había besado a Rick Carter y el último había tomado una decisión de "escóndete y no me busques". ¿Y los rumores sobre Hugo Weasley? Por mucho que Rose intentaba sacarlos a colación... Al mundo parecía no importarle en absoluto que Hugo Weasley hubiera besado a sus dos mejores amigos. ¡En serio, mundo! Al parecer, no era nada sorprendente en comparación con Rose Weasley besando a Perry Greenwood. En serio, Hogwarts... Por supuesto, si Rose relativizaba, aquel era el menor de sus problemas. No iba exagerar y decir que estaba ante el fin del mundo -porque verdaderamente, ¿qué podía superar aquello? Exacto. El fin del mundo. El fin del mundo mágico. Y otras cosas más. Como que su sobrino segundo Remus Lupin había venido del futuro para matarles a todos y hacer que el Ojo ganara. Genial. Simplemente estupendo. Oh, ¿Theia Malfoy? También había llegado del futuro. Pero, sin ánimo de ofender, los Malfoy en el futuro son de la Resistencia. Y, bueno, por último y, por eso, más importante, James Sirius Potter estaba llamando a todos los que iban a combatir en la Batalla de Londres -porque así lo había empezado a llamar su primo. Combatir. Ella. Tenía quince años. Sus padres tenían diecisiete. Cuando los artículos del Profeta decían que se sentían en la sombra de sus padres... Nadie estaba pidiendo un desafío mayor para ellos. De cualquier modo, sabía que iba a ir. Era Gryffindor, después de todo. Weasley. Más aún, era Rose Weasley. Y, sí, la había cagado hasta el fondo hacía dos noches. Pero, ¿aquel día? Volvía a ser la guerrera en la que se había convertido. Estaban todos reunidos en la Sala de los Menesteres. -... Y, por esa razón, solo vamos a ir Scorpius Malfoy, Sebastian McKing, Rose Weasley, Albus, Camrin Trust, Rick Carter, Hugo Weasley y Lily Potter -Anunció finalmente James, tras un pequeño discurso sobre cómo no podían hacerse responsable de la muerte de todos a la vez. Y cómo los hijos de los antiguos héroes estaban en parte obligados. -El resto tiene que ir inmediatamente a Enfermería a preparar camillas para todos los magos y brujas que vendrán después a Hogwarts para curar sus heridas de guerra. -Si es que vuelve alguno -Escuchó susurrar a Peter McGregor. Rose le castró con la mirada. McGregor le lanzó una mirada lasciva. Tuvo que reprimir el impulso de rajarle la garganta con la varita. No sabía qué había hecho con McGregor, pero desde la Casa de los Gritos le miraba como si estuvieran compartiendo un secreto. Janet la había tranquilizado diciendo que solo había besado a Greenwood. No obstante, lo decía dudando. Se odiaba a sí misma muchas veces. -James... -Comenzó a decir Cornelia Brooks. La sintió a su lado. Estaba tensa y... Con cara de muy pocos amigos. -No -Dijo tajantemente su primo. -James, no puedes dejarme aquí -Insistió Brooks. Vio el fuego de sus ojos brillar como lo había hecho el año anterior en una situación similar. -Todo esto es culpa de mi familia -Argumentó. -Debo ir. Fue Frank Longbotton el que le puso la mano en el hombro y le susurró algo en el oído. No la calmó. La muchacha rugió y gruñó y salió disparada de la Sala de los Menesteres. James bajó los hombros. -Iré a por ella -Dijo Lola Brooks en un suspiro, y desapareció por donde se había ido su hermana. -¿A qué nos enfrentamos, James? -Preguntó, de repente, Camrin Trust. James alzó la vista. Se ajustó la corbata de su uniforme. Rose Weasley miró a Camrin Trust. La vio entre Sebastian McKing y Lily Potter. La entendía perfectamente. Ella había decidido ponerse en aquella reunión al lado de su hermano Hugo -así que uno ya podía imaginar lo bajo que había caído. No hablaba por Trust, aunque sabía que debía dolerle estar separada de su mejor amigo. Carter y Trust no eran tan uña y carne como, por ejemplo, Albus, Malfoy y Greenwood -urgh, ¿por qué, Merlín?Pero sí que tenían una complicidad y una amistad que a Rose siempre le había recordado a la de su madre y su tío Harry. -Pues... -Suspiró James. Lo vio dudar. Iban a enfrentarse de todos modos a lo que fuera. Ya habían combatido contra dementores y, según Rose, estarían allí de nuevo succionando almas de muggles. -Al Ojo... A dementores... A dragones oscures... A vampiros, licántropos, acromántulas, inferí... Se hizo un silencio sepulcral. Rose Weasley escuchó a su propio corazón latir. Se giró para ver a Albus. Fue un acto reflejo. Sabía que necesitaba apoyo de alguien. Necesitaba a su amigo. Albus captó su mirada y asintió con la cabeza. Rose Weasley podía ser un poco idiota, pero Albus siempre había sabido perdonarla. ¡Y viceversa! Barrió su mirada y sintió la punzante sensación de que Scorpius Malfoy había interceptado su nerviosismo. -¿No deberías dar una charla de ánimo o algo así? -Preguntó Carter, captando la atención de los demás. -Adelante -Respondió Hugo rodando los ojos, como si aquello fuera una pérdida de tiempo. James Sirius Potter asintió con la cabeza y se enfrentó a sus amigos. -Tened cuidado -Dijo secamente. -Que no os maten. Hubo un silencio. -Sí, James, muy inspirador… -Suspiró Albus Potter. Todos comenzaron a salir de la Sala de los Menesteres. Pero James detuvo a Rose por la muñeca. Lo primero que se le vino a la cabeza era su misión contra Whitehall y de proteger a los sangres pura que no tenían relación con el Ojo. ¿Qué tenía que ver aquello con un día en el que parecían que todos iban a morir? Le alzó una ceja. James no la estaba mirando. Le pidió a Albus Potter y a Scorpius Malfoy que se acercaran a él. Rose soltó una breve exhalación. -El director me ha pedido que busquéis la espada de Godric Gryffindor -Les señaló a los tres. Albus asintió rápidamente. -Para detener los Juramentos Inquebrantables... Dice que alguno de vosotros sabe se refiere... Y que debe darse prisa porque... No le dejó acabar. Albus Potter salió corriendo. Como si estuvieran en mitad de un partido de Quidditch, Scorpius Malfoy alzó su cabeza hacia Rose y ella asintió. Siguieron los talones de Albus Potter a donde fuera que se estuviera dirigiendo. La respiración de Rose comenzó a ahogarse, pero no dio muestras de que aún tenía resaca. Scorpius parecía asegurarse cada cierto tiempo que ella lo estaba siguiendo. Como si, de repente, no le importara que hubiera besado a su mejor amigo. Realmente, ¿por qué esaba molesto? Era una incógnita que Rose había decidido no pararse a pensar. Podía convertirse en un problema más. Y ya tenía muchos de los que ocuparse. Porque quizás Scorpius Malfoy se había ido dando cuenta de porqué Albus corría como un condenado por los pasillos, pero Rose Weasley sabía por qué debían darse prisa. Por qué era Albus el indicado. Y por qué era sumamente importante que Alice Longbotton saliera con vida aquel día. Aquello último, no obstante, nunca lo diría en voz alta. Simplemente esperaría a que fuera demasiado tarde como para que alguien pudiera detenerla. Albus había entrado al despacho del director de Hogwarts, quien ya había marchado a proteger la ciudad de Londres. Scorpius dejó entrar a Rose primero como el caballero que era. Oh, los sangres pura y su educación sexista. En cuanto subieron al desordenado escritorio de Neville Longbotton, Rose Weasley lanzó una exclamación y Scorpius Malfoy maldijo por lo bajo con sorpresa. Albus Severus Potter, el hijo de la Casa Slytherin de Harry Potter, estaba empuñando la espada de Godric Gryffindor y les miraba a ambos con determinación. -¿No debes ser Gryffindor para...? -Interrogó entre balbuceos Scorpius. Al menos él podía haber articulado palabra. -Técnicamente no -Respondió simplemente Albus. -Alice la cogió en primero, ¿recuerdas? -Pero no se apareció ante ella...Y tú eres un Slytherin, Al -Insistió Rose. Preocupada porque algo anduviera mal con la espada o con el mundo mágico. -Albus Potter es un Gryffindor -dijo el Sombrero Seleccionador desde la estantería donde estaba guardado. Rose dio un brinco. Scorpius Malfoy entornó los ojos. Albus Potter bufó. -El muchacho es el que quiso ser Slytherin… El silencio entre los amigos fue suficiente como para indicar que habrían esperado cualquier cosa menos aquello. -¿Cómo? -Escupió amargamente Rose Weasley. Había estado enfurecida con once años porque el estúpido Sombrero la hubiera separado de sus amigos, decidiendo que no eran dignos de ser Gryffindor... ¿Y resulta que Albus Potter podría haber estado con ella y no dejarla completamente sola? Quiso decirle y gritarle todo aquello. Pero se disculpó con la mirada y musitó su motivo para hacer aquello. -Alice -Dijo simplemente. Rose Weasley cerró la boca que se había quedado colgando. Por supuesto que eligió ser Slytherin para no dejar a Alice sola. No podría recriminarle nada. Si tenía que dejar a alguien sola, sería a Rose. Porque, ambos sabían, que Rose no estaría del todo sola en Gryffindor. Pero Alice, incluso con la presencia de Albus, lo había pasado rematadamente mal. Los ojos de Rose se empañaron estúpidamente al emocionarse por el gran corazón, la nobleza y el amor que Albus Potter siempre había sentido por su amiga. Su primo tragó saliva. -¿Albus? -Scorpius sonó alarmado. -No me sigáis... Yo me encargo de esto... Vosotros ayudad al mundo mágico -Les ordenó. Y desapareció en el aire. Rose tragó saliva. Ella aún no estaba acostumbrada a desparecer. O a aparecer. Scorpius le tendió el brazo. Le miró de reojo. Se sonrojó. Podría parecer una broma... Pero siempre acababa Apareciéndose con Scorpius Hyperion Malfoy. -Cuando usted quiera… Hay personas que necesitan nuestra ayuda -Le sonrió. Y ella le devolvió una nerviosa sonrisa. Se agarró de su codo. Scorpius exhaló una bocanada de aire. -Siento haber besado a Greenwood -Dijo ella antes de que el muchacho hiciera su magia. -¿Cómo dices? -Dijo extrañado. -Siento hacer sentir a Greenwood mal... Yo... Ni siquiera lo recuerdo -Confesó estúpidamente, mirando fascinada a sus zapatos. -¿Por qué crees que me debes pedir disculpas a mí? Ella soltó un bufido. -Porque es evidente que estás molesto conmigo por algún motivo y solo se me ocurre ese -Dijo en voz baja, como si estuviera siendo castigada por sus padres. Scorpius pareció estar a punto de decir algo. Pero notó que se lo pensó mejor, porque sacudió la cabeza y se preparó para aparecerse. Sintió todas sus tripas removerse. Finalmente, sus pies rozaron el suelo de nuevo. Aparecieron en frente del Big Ben. El emblema de Londres. En llamas. Rose Weasley miró atónita a su alrededor. No estaba asimilando, en ningún segundo que transcurrió, nada de lo que estaba ocurriendo. Se llevó la mano a la sien. El Parlamento estaba siendo sobrevolado por dementores y dragones. Escuchó gritos provenir de todos lados. Muggles sacando a personas de la boca del viento. Magos y brujas encapuchados lanzando Avada Kedavra a diestro y siniestro. Coches arremolinados unos sobre otros. La gente corriendo hacia todos lados. Sangrando. Arrastrando cuerpos de un lado a otro. Los inferí saliendo de las cantarillas y arrastrando consigo a los que no habían logrado salir del metro. Se giró para comprobar que el Parlamento británico no era lo único en llamas. La nube negra que cubría el cielo no era la noche. Sino cenizas de una ciudad sangrando. Se había quedado paralizada. Esa era su ciudad. Sintió una lágrima recorrer su mejilla. Todos sus problemas parecieron minúsculos en aquel momento. Sintió los dedos de Scorpius entrelazarse con los suyos. Rose le miró a los ojos. -¿Por qué siempre que estamos en peligro…? ¿Acabo contigo? -Observó Scorpius. Incluso cuando aquello parecía el infierno desatado, Rose Weasley vio que Scorpius Malfoy le sonreía. ---------------------------------------------------------------------------- Albus Severus Potter había entrado en Azkaban con la espada de Gryffindor en una mano y su varita en alto en la otra -noqueando a dos Aurores para poder pasar. Había sonsacado a Glyne, hacía unos días, dónde estaba la nueva sede de Whitehall después de que su prima Lucy destruyera el Departamento de Seguridad Mágica. Rose Weasley, en nombre del Ministerio, le había prometido que Hogwarts perdonaría su estúpidez. Lloró cuando se enteró de que Whitehall había matado a antiguos compañeros suyos. Al recorrer los pasillos, Albus olió a muerte más de lo habitual. Sabía a dónde ir. Le había dicho a Lucy Weasley en una carta que le dibujara un mapa. Lo tenía memorizado en su mente. Lucy no le avisó de que iba a ver a antiguos compañeros de Casa y de Hogwarts. Muertos. Apilados. Apartó la mirada de aquella habitación y suspiró. Sintió una mano en su hombro. Dio un salto. Presionó su varita rápidamente sobre la frente de su atacante. Solo que no era un atacante. Albus abrazó rápidamente a su madre. Fue recibido con tanta fuerza que sintió que sus músculos se encogían. -¿Cómo...? -Este era el momento oportuno que tu padre me prometió -Respondió simplemente. -Siempre he tenido una llave... Había que esperar al instante adecuado... Lo he hecho bien, ¿no? Albus volvió a abrazar a su madre. Ginny Potter sonrió al ver a su hijo con la espada de Gryffindor. -Vamos, mamá, tenemos que sacar a Alice de aquí... No le dio tiempo a decir nada más. Albus le ofreció su varita. Ella, con un sonrisa de suficiencia, le enseñó que ya tenía una. Albus sonrió. Era evidente que no había llegado hasta allí sin cruzarse con ningún otro Auror. Asintieron entre sí. No había tiempo para dejarse llevar por el reencuentro. Escucharon un grito. Albus se estremeció hasta la médula. -Vamos... Debe haber sabido que ibas a venir a por ella -Se apresuró Ginny Potter. Lo empujó hacia los pasillos en los que se encontraban los jóvenes torturados. Llamaron su nombre. Su apellido. Albus abrió todas y cada una de las celdas esperando a encontrarse con Alice. Vio a Ann Avery. A Guy Helman. A Patrick Bennet. A Hunter Avery. De la última celda, sacó, entre otros antiguos alumnos, a Derrick Collingwood. No había rastro de Alice. Sintió un desazón que no supo cómo controlar. Comenzó a temblar. -¿Y Alice? -Interrogó a Collingwood. Este suspiró y señaló la habitación al final del pasillo que Lucy había denominado: "Sala de torturas". Rugió para sus adentros. Vio a su madre asegurarse de que todos aquellos muchachos estuvieran bien y tuvieran fuerzas para salir de allí. -Ve -Le ordenó Ginny Potter. Albus no necesitó más. Corrió hacia la Sala de Torturas de Edward Whitehall. Se encontró al Auror apuntando con una varita a Alice Longbotton, quien tenía unas vías saliendo de su piel a las que, probablemente, le había inyectado Veritaserum. Tenía el labio partido. Los ojos llorosos. La piel extremadamente pálida. Ojeras. Y estaba mucho más delgada. Su corazón casi se partió en dos allí mismo. Arremetió la espada contra Whitehall. Pero este, quien probablemente le estaba esperando se separó. -Vaya, vaya, Potter -Se mofó el Auror. -¿Cuándo me ibas a decir que tu novia le dio la Piedra de la Resurrección a Loring? -Le acusó. -¿Cuándo me ibas a decir que ha sido entrenada con esas sucias ratas para mentir y escupir sangre igual que ellos? Albus rugió y volvió a arremeter con la espada. Volvió a esquivarle con facilidad. Vio, pronto, la inutilidad de luchar con un arma que no sabía utilizar. Sacó rápidamente la varita y apuntó hacia Edward Whitehall, cuya varita seguía apuntando a Alice. Tragó saliva lentamente. -Yo sé más cosas que ella -Dijo Albus. -Suéltala e interrógame a mí -Ordenó. -Estuve meses encerrado y viviendo bajo su techo, Whitehall, yo puedo ser de más utilidad... El Auror esbozó una sonrisa. -¿Y por qué no me lo has dicho hasta ahora? -¡Desmaius! -¡Protego! -¡Expelliermus! La varita de Whitehall salió disparada hacia la otra punta de la sala. Albus confirmó de reojo que Alice lo miraba con la respiración entrecortada. Le señaló con la cabeza el Veritaserum. Por supuesto, Whitehall no necesitaba una varita para matarla a ella. -Dime, Longbotton, ¿en qué lugar se esconde Mordred? -Le preguntó haciendo caso omiso de Albus. -Alice, ¿de qué Casa de Hogwarts eres? -Slytherin -Respondió ella mirando a Albus con el ceño fruncido. -¡¿DÓNDE ESTÁ MORDRED?! -Rugió Edward Whitehall. -¿Cómo me solías llamar cuando estaba enfadado? -Preguntaba Albus a la vez, conforme se iba a acercando a Whitehall. -Severus -Respondió en un hilo de voz. Whitehall se giró hacia Albus irritado. Era evidente que le preguntaba cosas para que respondiera a sus preguntas y no a las del Auror. No había que ser un genio para deducirlo. No quería que muriera estando finalmente allí, con la cura en sus manos. Finalmente, Albus apuntó con la varita a Whitehall. Entonces, tuvo un dilema moral de segundos por la cabeza. No podía asesinarlo. No podía estar a su nivel. Por no hablar de todo el Departamento que estaba a su favor y que lo portarían como si fuera un mártir. Pero si lo petrificaba, escaparía y seguiría haciendo crueldades. Si lo torturaba, sería igual que él... No... -¡DESMAIUS! -Lanzó su madre en sus espaldas hacia el Auror. A todos les pilló por sorpresa. Todos se giraron al ver a Ginny Potter lanzar por los aires a un pronto inconsciente Whitehall. Albus decidió no perder el tiempo. Se acercó rápidamente a Alice. La besó en la coronilla. Le quitó las esposas con un Reducto. Se estremeció al ver las marcas de haberlas llevado demasiado tiempo. Y la besó con delicadeza en los labios con temor a hacerle más daño del que podría haber sufrido. -Albus... -Suspiró contra su boca. -Sabría que no me escucharías y que vendrías a por mí. El joven se giró para buscar la espada que había dejado en el suelo. La muchacha frunció el ceño. Albus cogió una de sus menudas manos y la acercó a la espada. Alice abrió su palma. Antes de cortar su palma con la espada, la miró a los ojos. Sus pozos verdes. Sintió ganas de besarla de nuevo. De abrazarla. De acogerla y no dejarla marchar nunca más. Pero, primero, debía liberarla. Ella asintió. Como si supiera todo lo que estaba pasando por su cabeza. Sabía que iba a ser liberada del Juramento Inquebrantable. Y confiaba en él. Incluso si iba a rajarle la mano con una espada legendaria. Como si ella fuera un horrocrux. -Te quiero -Le susurró antes de pasar la lengua de metal sobre su palma. La espada desprendió un pequeño halo de luz plateado. Un halo que se unió a la mano de Albus y a la de Alice. Y que hizo estallar el hilo de luz en mil estrellas pequeñas que llenaron la habitación en un segundo. Se posaron sobre el rostro de Albus y supo que nunca había visto una imagen tan liberadora en su vida. Ni una mujer tan bonita. El juramento se había roto. Un hilo de sangre brotó en seguida. Alice suspiró. La cogió por la cintura. Enrojeció al ver que su madre había presenciado aquel momento tan importante e íntimo para él. Y se aseguró de que Whitehall seguía en el suelo. -He ayudado a escapar a todos los del Ojo...-Comenzó a decir Ginny. Se tuvo que detener, porque Alice había cogido por el cuello de la camisa a Albus y había comenzado a besarle en mitad de un pasillo de Azkaban. -Niños...-Dijo impacientemente su madre. -Un momento, mamá -Dijo Albus con la respiración entrecortada. Albus pasó sus dedos por la cintura de Alice y la acercó a él. Profundizó el beso. Los labios que tanto le gustaban y que tanto había echado de menos. Por fin estarían juntos. Por fin la tenía de vuelta. No cabía en sí mismo de la felicidad. Alice lanzó sus brazos alrededor de su cuello. Y le dio más intensidad al beso haciendo que chocara contra la pared para darle mayor estabilidad. Ginny Potter carraspeó. Fue Alice la que detuvo aquello. Se separó con las mejillas sonrosadas de Albus, quien no apartaba su mirada de ella. Vio a su madre negar con la cabeza de reojo. Se aclaró la garganta y se ajustó el cuello de la camisa. -Lo siento, Ginny -Dijo con una sonrisa tímida Alice. Albus quiso besarla de nuevo. Supuso que su madre vio sus intenciones por lo que le apuntó con la varita. -Lo siento -Repitió Alice. Albus soltó una risa breve. No podía dejar de irradiar felicidad. Dio, incluso, un pequeño brinco. Ginny se acercó a Alice y la acogió en un abrazo. Albus sonrió al ver aquella escena. Observó a su madre besar la cabeza de Alice. Y examinar su estado físico. Le acarició la mejilla. Albus le enterneció aquello. Su madre siempre había querido a Alice tanto como quería a Rose. -Me alegra tenerte con nosotros, Alice -Confesó Ginny Potter. -A mí también me alegra tenerte de vuelta, Ginny -Sonrió Alice. -Tengo a una madre y a una novia prófugas...-Se burló Albus. Su madre se dirigió, aquella vez, hacia Albus. -Cuídamela, Albus Severus -Le ordenó con la autoridad que solo Ginny Potter Weasley tenía. -Ahora, vamos a salvar Londres, ¿no? Albus asintió con el ceño fruncido. Empuñó la espada. Cogió de la mano a Alice. Antes de desaparecer, le dio un último beso en los labios a Alice. Ginny Potter rodó los ojos, los sujetó a los dos por los hombros y los hizo desaparecer con ella.
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