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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Domingo 17 de Enero de 2021, 16:45 [ Más información ] Tweet
(V) Capítulo 33: Siempre en la memoria
Tan solo una mente que funcionara de acuerdo con la lógica, la estadística y las leyes de la probabilidad, habría previsto el motín del Departamento de Seguridad Mágica. Esa persona era Lorcan Scarmander. Su madre le había dejado escribir un artículo al respecto en El Quisquilloso. No obstante, dada la reputación por teorías poco fundamentadas que se había ganado en el pasado, nadie pareció darse cuenta de que Edward Whitehall era malas noticias desde el día en el que pisó el Departamento como ayudante. ¿Qué Auror estadounidense en busca de venganza por la muerte de su tío -Primer Ministro estadounidense obsesionado con las profecías -era de confianza? Lorcan había enfurecido cuando El Profeta aportó los mismos datos que él había ofrecido hacía meses. Tan solo Hugo Weasley pudo entender su rabia. Su hermana le había dicho que no se preocupara, pues estaba claro que él lo había publicado antes que nadie y que los lectores se acordarían. En ocasiones, el parecido de su hermana con su madre era abrumador en cuanto al optimismo. Él, si era honesto consigo mismo, se parecía mucho más a su padre, quien, para decepción de algunos, no era tan parecido a su bisabuelo Newt como el mundo vendía. Sí, los Scarmander eran excéntricos. Pero para el ojo del que no ve más allá de su propia normalidad. A Lorcan nunca le había molestado las miradas de irritación del resto de las Casas de Hogwarts cuando decidía pasear alguna de las ropas que adquiría de alguna remota comunidad mágica y que eran mucho más cómodas que el uniforme de Ravenclaw. Los profesores habían intentado detenerle. Pero solo habían conseguido que Lorcan hiciera un escrito de que la normativa del colegio permitía excepciones ante el uniforme si hacían una petición por escrito. Por supuesto, nadie se leía algo como las normas de Hogwarts. Probablemente nadie sabía que existían. Lola Brooks usó aquel conocimiento para llevar dos días a la semana el uniforme de Beauxbattons -decía que era del color de su Casa y estaba mucho más a la moda que algo tan básico como una camisa y una falda. Lorcan no pudo estar más de acuerdo con ella. Después de aquello, el director Longbotton vetó más peticiones. Había que mantener un orden. El joven siguió buscando en la estantería de su abuelo Newt Scarmander algún libro que le fuera útil para resolver los nuevos frentes abiertos. Ya sabían cuál era el eje de todo -al menos eso creían, pues tenía la intución de que había algo más allá de que Cornelia Brooks fuera la Portadora del alma de Morgana. Lorcan y Hugo hicieron una conexión importante, gracias a algún que otro comentario hecho por Lily y Lys. Algo como "pues ya sabemos para qué están haciendo esos experimentos, ¿no?" de Lily Potter derivó en el "¿de verdad creen que un ritual creado por Merlín puede fallar?" de Lyslander Scarmander. Si Lorcan pudiera haberlas besado a las dos lo habría hecho. Solo que Lyslander era su hermana y no quería enfrentarse a la furia de Lily por atreverse a tal osadía. No había que añadir que Lorcan y Hugo fingieron que era algo que ya habían pensado antes y se excusaron para ir a buscar un libro para gritar en silencio "¿¡Cómo no lo hemos visto antes?!" "¡Rowena deberá estar decepcionada!" Los experimentos del Doctor Schneider eran cubiertos por diversas unidades dentro de los Guardianes de Hogwarts. La Unidad de Fuera de Hogwarts tenía a Lucy Weasley pendiente de los pasos de Edward Whitehall y a Monique Jordan junto con Christopher Nott y Fred Weasley para desarrollar una pócima que pudiera curar aquello. La Unidad de Colaboración Externa contaba con Albus Severus Potter y sus diferentes aliadas: Alice Longbotton -situación comprometida en el instante -, Renata Driggs e Isabella Zabini. Algo lo extrajo de sus pensamientos. Un diario de cuero y usado en mitad de la balda dedicada a los Animagos que tenía su abuelo. Su abuelo no escribía diarios. Escribía libros y se encargaba de venderlos y encuadernarlos de la forma más extravagante posible. Aquello era normal. Incluso elegante. Rozó con la yema de sus dedos el lomo de cuero. Cuero auténtico. Algo que su abuelo jamás tendría voluntariamente. Aquello fue suficiente para tener la curiosidad de Locan Scarmander. Newt Scarmander jamás tendría algún producto hecho de piel de animal. Jamás. Aquello debía ser algo importante para él, como para conservarlo sin romper y despojar esas hojas de la piel de dragón que lo envolvían. Sintió un escalofrío al sacarlo de la estantería. Acarició la portada. Tenía dos letras bordadas en el centro de color esmeralda y rodeado de un borde color plateado. Los colores de Slytherin. Su bisabuelo había sido Hufflepuff. Su bisabuela no había ido a Hogwarts. Sus abuelos eran Hufflepuff. Su padre había sido Hufflepuf también. ¿Por qué tendría un diario de alguien claramente que pertenecía a la Casa que había sido su enemiga en el tiempo en el que probablemente ese diario tuvo algún uso? ¿Quién era L.L? Abrió el cuaderno. Paseó su mirada por las primeras hojas y se le cayó al suelo. Tuvo que parpadear varias veces. No pudo creerse lo que había leído. Los dibujos e ilustraciones que había visto. En una letra sumamente cuidada, L.L explicaba cómo un alma de un muerto podía dominar el alma de un vivo. Los experimentos de Schneider. ¿Por qué tenía su abuelo aquello y cómo no había dicho nada? Tragó saliva. Escuchó algo en su espalda y rezó para que no fuera Peeves otra vez. -Oh... Lo has encontrado -Escuchó la voz distraída de su abuelo, en realidad bisabuelo, Newt Scarmander. No supo qué decir. Seguía mirando al diario que había quedado abierto sobre sus pies. -¿Qué he encontrado? -Preguntó Lorcan. Su abuelo suspiró. Con las manos temblorosas, el joven se agachó al suelo y recuperó el cuaderno. Fijó la mirada en su abuelo en busca de una posible explicación. Newt -como les obligaba a sus nietos y bisnietos que le llamaran -esbozó su tímida sonrisa y evitó el contacto con los ojos de Lorcan. Era un gesto que su hermana consideraba tierno. Lorcan sabía que era por su posible autismo. -El cuaderno de Leta, por supuesto -Respondió con una sonrisa. Lorcan tuvo que fruncir el ceño al no tener ni la más remota idea de a quién se estaba refiriendo. -Leta Lestrange... Una vieja amiga... -Por la risa que se le escapó, aquella Leta, que no era su bisabuela, debió haber sido algo más que una vieja amiga. Para más pruebas, se ruborizó. -Iba a dárselo a la muchachita de San Mungo... -¿Jordan? -Creo que ese es su apellido, sí... Sintió una punzada en el estómago. Gracias a las cartas de Monique Jordan a Hugo Weasley, mediante la intermediaria Trust, la joven aspirante a Sanadora les había contado cómo Newt Scarmander les había ayudado a descifrar uno de los componentes del líquido azul de Schneider. Era la razón por la que Lorcan se encontraba en su casa y fisgoneaba entre sus cosas. -¿Por qué...? -Comenzó algo irritado. Recordó que su bisabuelo tan solo tenía ciento veinte años. -¿Cómo es posible que una Lestrange acabara siendo tu amiga? -Su bisabuelo no entendió la pregunta. Por supuesto, Newt nunca había sentido mucho aprecio hacia las diferentes rivalidades de las Casas. Fue expulsado de Hogwarts, por Merlín. Aquel hombre no creía en el orden y en la civilización. -¿Por qué Leta Lestrange tenía un cuaderno donde explica exactamente cómo hacer uno de los experimentos de Schneider? Su abuelo resopló como si fuera un adolescente pillado en mitad de una broma. Ni siquiera escondió la sonrisa. Por Rowena, su hermana -su bisnieta -estuvo a punto de ser asesinada por uno de aquellos experimentos. ¿No había llegado eso a sus oídos? -Su familia perteneció al Ojo... Fueron ellos los que le pasaron el resto de su investigación antes de... Bueno... -¿Qué investigación? -Interrumpió. -A Leta le gustaba experimentar con la magia -Explicó. Estaba proyectando su pasado ante sus ojos. No le estaba mirando a él. No porque no fuera capaz de hacerlo, sino porque cuando contaba historias de su pasado solía deambular sus ojos sobre la habitación. Como si pudiera encontrar a sus viejos amigos allí. Quizás lo hacía. Quizás los veía. -A los dos nos encantaban las criaturas mágicas y... Quería saber si algún día podría convertirse en una para escapar de Hogwarts... -¿Cómo un Animago? -No... Fundir su alma con la de un animal -Suspiró. -Como fundir el alma con la de un mago -Completó Lorcan. -Como lo que hace Schneider... Su abuelo le fulminó con la mirada como si hubiera insultado la memoria de Leta Lestrange. No era nada malo decir la verdad. Era así. Era muy probable que estuviera ante el origen de los experimentos. Incluso si el motivo nació de forma totalmente diferente. -Leta nunca quiso hacer daño... -Refunfuñó. -Iba a conseguirlo... Iba a fundir un jarvey con Silas Hane... ¡No iba a poner su vida en riesgo! ¡Tuve que decir que era yo ¡ ¡Su familia la habría desheredado! -¿Por ella te expulsaron de Hogwarts? La risa que soltó le descolocó por completo. ¿Su abuelo estaba orgulloso de haber sido expulsado de Hogwarts? Siempre había leído que no estaba de acuerdo con la institución... Pero también había asumido que se trataba de una exageración. Y que había sido expulsado por traer una criatura mágica prohibida al Colegio. -Es importante que la Sanadora sepa que esas fusiones solo se romperán con amor... Es lo que siempre le faltaba a Leta... Y creía que nadie nunca lo encontraría... Utilizó parte de la plata de Goblins de la que estaban hechos los cascos de su archivo familiar en Gringotts... Y obligó a los Goblins a que le pusieran aquella condición...Fue difícil para una niña extraer un poco del poder que irradia en el Departamento de los Misterios... Pero no cuando, al prometerse con mi hermano, ella podía entrar y salir del Ministerio mandando Imperios... -Se volvió a reír. -No dejó de investigar su forma de escapar y ser libre hasta el último día... -¿Y cómo el Ojo tiene esto? -Los Lestrange compraron su entrada al Ojo con el descubrimiento de una heredera a la que no querían -Se encogió de hombros. -Pero Leta se encargó de que lo tuviera yo también... Por si lograban tener éxito con sus experimentos... -Entonces, ¿fueron pensados para animales? -Fueron pensados para ser libre... No para esclavizar -Sentenció. Se arrugó la frente y se dejó caer en su silla. -El camino al infierno está lleno de buenas intenciones, como dicen los muggles. Parecía como si cuánto más peligroso era el comenzar a sentir algo por James Sirius Potter, más evidente era también que ya no había marcha atrás. Lola le había dicho que lo ocultaba bien -no como James, lo cual destrozaba todo lo que pudiera ella crear. Una falsa pretensión, realmente. No estaban juntos. No eran pareja. Y, sin embargo, sus emociones estaban al borde de un precipicio cada vez que sentía la mirada de James sobre la de ella. Eso nunca le había pasado con Tom McGregor. Y a Cornelia Brooks le asustaba. Siempre había visto a James desde lejos. El buscador de Gryffindor que siempre tenía una imperiosa necesidad de llamar la atención. Si era honesta, lo había llegado a detestar en sus primeros años de Hogwarts. Se había planteado en ocasiones no ir a Adivinación por tal de no tener que mirar a sus ojos avellana. Y, cuando estuvo saliendo con Camrin Trust, sus muestras de afecto público eran totalmente inapropiadas. Pero lo había visto crecer y madurar. Justo cuando comenzaron a ayudarse mutuamente. Porque solamente él podía ser el Rey Oso de las profecías. El que lideraría una batalla en su contra. Exacto. Si sentía algo por él (o si él sentía algo por ella), podría obstaculizar la paz. La victoria de ellos. La derrota a Morgana. Debían tener cuidado. Era un pacto en silencio entre ellos dos. James la había apoyado en todo momento a su manera. Era una persona cariñosa. No estaba acostumbrada a aquello e intentaba no encogerse demasiado cuando encontraba un momento para pasar sus manos por su cintura y abrazarla. O para lanzarle un guiño. O simplemente quedarse mirándola con sus ojos avellana que le producía una tormenta eléctrica en su interior. No, no eran los mejores ocultando que sentían algo. Lola no había ocultado su entusiasmo. Probablemente era completamente su culpa que Rose Weasley también supiera algo. Y Hugo Weasley. Scorpius Malfoy. Frank Longbotton. Y, si era sincera, no sabía qué pensar de la nueva actitud de Frank frente a James. ¿Desde cuándo eran amigos? ¿Por qué? ¿Por ella? Era evidente que Lola, quien animaba a Cornelia a dar un paso y decirle a James que saliera con ella formal y oficialmente, no iba a actuar como persona protectora. Era consciente de que Frank ya lo había hecho. Pero, por algún motivo, le dijo a Cornelia que "el chico me recuerda demasiado a mí como para no dejar que sea feliz". Huía cuando le preguntaba si las cosas con Gwen estaban bien. Por tanto, no había nadie que se hubiera ofrecido a darle a James Sirius Potter una advertencia sobre sus intenciones con Cornelia Brooks -porque contar las veces que Tom McGregor le maldecía en los pasillos era una pérdida de tiempo y había hecho que Cornelia se distanciara de él. Cornelia lo agradecía. Porque no tenían por qué hacerlo. Porque, sí, aún fantaseaba con un beso de James...Pero nadie tenía por qué ser sobreprotector con ella. Aún no se habían enfrentado a Celius O'Smosthery. Una cosa era ayudar a buscar a su nieta y otra muy diferente era darle un apretón en la rodilla para apoyarla mientras Charlotte Breedlove le comunicaba todo lo que significaba su nuevo papel en la pequeña reunión que habían concedido en el Calderón Chorreante uno de los últimos días de las vacaciones de Pascua. Para no levantar sospechas, habían elegido el mismo día que el Memorial de Draco Malfoy. Si algunos reporteros preguntaban al salir del local, estaban yendo a la Mansión Malfoy después de una actualización sobre los exámenes de los E.X.T.A.S.I.S. Estarían hablando con posibles entrevistadores al ser los Gryffindor con mejores calificaciones -según las estadísticas. Corazón de Bruja no podía sacar un titular del nuevo fichaje de James y poner el rostro de ella en el panorama internacional. No era seguro. No era seguro para nadie que ellos estuvieran juntos. ¿Por qué? Porque el Ojo sabría, entonces, quién era ella. Y su tiempo de cortesía se acabaría. No solo el Ojo. Edward Whitehall también. Recordó la amenaza de muerte del Auror y se estremeció. Su cabeza. Quería su cabeza y la de su hermana. -...Deberás pensar en que cuando te gradúes, tu coartada debe seguir lo máximo que puedas. Te aconsejo, por tus altas calificaciones y tu interés en seguir con tu educación muggle, que vayas a una universidad en un sitio fuera de Inglaterra controlado por el Temple... Por ejemplo, Japón... Puedes mostrar tu interés en algún campo de investigación de allí... O... ¿Me estás escuchando, Cornelia? -Cornelia parpadeó varias veces. Su abuelo gruñó. Su tía abuela rodó los ojos. -Te pareces más a tu madre de lo que Luna Lovegood decía... -Suspiró, irritada. Aquello llamó su atención. Porque todo lo referente al pasado que desconocía de su madre y de su padre siempre le llamaba la atención. Y porque la mención de su madre aún le escocía. Sabía que Luna Scarmander había sido amiga de su madre en el pasado. Algo que descubrió cuando se quedó a residir con ella. Rolf Scarmander, un viejo amigo de su padre, había acogido a su madre antes de que ella y su hermana nacieran. -¿Usted conoció a mi madre? -Preguntó en un hilo de voz. -Claro que conocía a Penélope -Respondió Charlotte Breedlove como cuestionarse aquello fuera absurdo. -¿Cómo crees que tu abuela tardó tanto tiempo en descubrir que tu madre había dado luz a mellizas? ¿Cómo crees que convenció a Julie Morgan de que acogiera a Lucrecia? -¿Cómo quieres que lo sepa si nunca le habéis contado nada? -Espetó James a su lado. -La estamos protegiendo, Potter -El mismo tono fue utilizado por su abuelo Celius. Se fulminaron mutuamente con la mirada. Oh, claro. El Temple y el resto de las personas que se encargaban de protegerla optaban por la política de ocultarle cosas a Cornelia. James sabía que lo odiaba y hacía todo lo posible por ayudarla a descubrir todo aquello. Celius O'Smosthery no estaba nada contento cuando se enteró de que James la llevó a una reunión con centauros. -Te estaba diciendo que debes seguir pretendiendo no saber nada... Incluso si te distancias de todos tus amigos será mejor -Continuó Charlotte Breedlove. -En Hogwarts y fuera de Hogwarts... Nunca sabemos quién puede ser del Ojo...Mientras más alejada estés de todo, mejor... -No pienso esconderme, señora Breedlove -Dijo abruptamente. Los tres presentes se giraron hacia ella. -No me voy a poner en frente del Ojo o de Whitehall... No soy estúpida... Pero puedo ayudarles... -Les seguirás ayudando -Concedió Breedlove. -Pero en la distancia. No podemos dejar que Whitehall sepa dónde... -¿Te preocupa más Whitehall que el Ojo? -Preguntó con incredulidad. -Whitehall te quiere muerta y el Ojo no -Fue su respuesta. -El Ojo me quiere para poner el alma de Morgana dentro de mí -Espetó Cornelia. -Al menos, tendremos un margen de tiempo para que lo consigan -Suspiró Celius. -El Auror no dudará ni un segundo en lanzar un Avada Kedavra -Añadió. -Te queremos viva, Cornelia. Escuchó la respiración frustrada de James Sirius Potter. Solo podía significar que había algo que no le contaban del todo. Algo con lo que James Sirius Potter no estaba de acuerdo. Y era algo que no podía decir en voz alta. -¿Por qué? -Preguntó, de repente. -¿Cómo que por qué? -Inquirió Celius. James apretó su agarre en su rodilla. Cuidado. -¿Por qué me queréis viva? -Repitió. -¡Eres mi nieta! Exhaló aire lentamente. Fijó su mirada en Charlotte Breedlove. Su piel tensa y negra relucía bajo la luz de las velas de cera del local. Nunca había visto a una mujer con tanto poder en su aura. Era la Guardiana de la Magia. Las profecías hablaban de ella. Hugo le había contado que era una figura que se encontraba protegiendo el equilibrio desde los inicios de la magia. Y justo por esa razón, sabía que tenía una agenda oculta. -Si Morgana no vuelve, no habrá guerra y el Ojo no tendrá su objetivo... -Comenzó a decir, por primera vez, sus pensamientos en voz alta. -Lo más coherente sería acabar conmigo. Ivonne y Whitehall no están tan dementes... Sabéis que si yo dejo de existir... También dejará de existir la posibilidad de que Morgana vuelva -James dejó de respirar a su lado. -Todos sabemos que es así. Entiendo por qué mi abuelo querría protegerme... Porque mi madre quiere hacerlo... Pero... ¿Para qué me necesitas tú? Charlotte Breedlove no respondió. No fue ella quien dio un golpe en la mesa y soltó un gruñido. Quien se alejó de ella y la miró como si hubiera dicho lo peor que jamás había escuchado. Fue James Sirius Potter quien hizo todo aquello. Una parte de su corazón bombardeó más rápido. -Basta, Brooks -Dijo entre dientes. -No vas a morir, ¿de acuerdo? Todos estamos haciendo lo posible para salvarte y te prohíbo que vuelvas a decir algo así... ¿Me entiendes? Había cabreado a James Sirius Potter en otras ocasiones. Nunca antes había visto el fuego peligroso que se asomaba en su color avellana. Estaba reteniendo la ira. Su licantropía. -Y, por supuesto, nadie puede saber que sois Ajayu -Finalizó Charlotte Breedlove. A Cornelia Brooks se le atragantaron los pensamientos. Por un momento perdió la capacidad de pensar. Se quedó callada con la boca medio abierta mirando fijamente a Charlotte Breedlove. ¿Qué acababa de decir? ¿Qué James Sirius Potter y ella eran qué? No le dio tiempo a asimilarlo del todo. Charlotte Breedlove se levantó y se marchó. Parecía como si les acabara de regañar. Como si no debieran expresar sus emociones de forma tan abierta. Su abuelo le dio un beso en la frente y prometió estar en contacto con ella. Los dejaron a solas. Cornelia aún no había cerrado la boca. James la contemplaba pacientemente. Asimilando la bomba que Charlotte Breedlove acababa de soltar. ¿Cómo no lo había pensado antes? Sabía lo que eran los Ajayu. Tenía Cuidado de las Criaturas Mágicas desde tercero y los licántropos habían sido uno de sus ensayos favoritos. Cuando Teddy Lupin la confontró cuando quiso preguntarle sobre los "poderes licántropos especiales de James", le dijo que los licántropos solo podían tener poderes con los Ajayu y con el resto de la manada. Le explicó lo que eran los Ajayu. Almas gemelas que compartían energía en las batallas. Cornelia descartó eso por completo. ¿Cómo iba James Sirius Potter a ser su Ajayu? Ni siquiera se lo contó. Ni siquiera le dijo que sabía de aquella posibilidad. Aunque todo cuadraba. James había sido el único capaz de calmarla cuando tenía aquellas visiones horrorosas que cobraban incluso más sentido ahora. La había salvado de su inconsciencia y de su hipotermia en el Palacio de Hielo. Y ella le había hecho brillar en Luperca. Estaba claro que sentían algo el uno por el otro. Cornelia creía que era solo un sentimiento estúpido que se apaciguaría con el tiempo. Un sentimiento que no cabía lugar en la guerra. Y, en cambio, era lo que cambiaba por completo la estrategia que creía que tenían. Sabía que sus visiones pasarían en el caso de que Morgana ocupara su alma. Sabía que Morgana querría matar a James Sirius Potter. Y que, según sus últimas visiones, podría ocurrir. Si James sentía algo tan fuerte como un Ajayu hacia ella, solo complicaba las cosas. Porque si Morgana finalmente volvía en su cuerpo, sería muy difícil para James acabar con ella. ¿No? Tendría que decidir. Decidir si matarla o no. Esas eran sus visiones. La decisión de James Sirius Potter. Frunció el ceño. ¿Por qué James no le había querido decir nada de aquello? Estaba claro que el Temple había supuesto que ella ya lo sabía. Al menos Charlotte Breedlove lo había dado por sentado. La inseguridad, de repente, se apoderó de ella. ¿Y si James no lo había dicho en voz alta porque no creía que fuera así? ¿Y si él no creía que eran Ajayu y esa era la solución que estaba buscando? ¿Y si solo era -no era la primera vez que lo había pensado -una chica que necesitaba ser salvada y coincidía con el momento perfecto para James Sirius Potter de hacerse el héroe? Como si puediera leer sus pensamientos, James finalmente rompió el silencio entre ellos dos. -Debí suponer que Teddy te había contado algo -Suspiró. No se atrevió a mirarlo. -Siento no habértelo dicho antes... No sabía cómo reaccionarías -Se disculpó. ¿Cómo estaba reaccionando? ¿Llevaba más de cinco minutos sin hablar? -Hay Ajayu que nunca saben que lo son y otros que lo saben y no pasa realmente nada... No tiene que... No tienes que sentirte presionada, Cornelia. Por eso no te lo he dicho... No... No quiero que estés preocupada por eso. Intuyó que la suavidad de su voz era emitida para tranquilizarla. No obstante, sintió que su corazón latía más fuerte. James le estaba quitando importancia. Era eso, ¿no? No creía que fuera así. Incluso si lo decía la Guardiana de la Magia. James no sentía tanto hacia ella. Batió sus lágrimas y luchó por esconderlas. ¿Cómo era posible tener tantos cambios en su corazón en tan solo unos instantes? -Ya te has encargado de solucionarlo de todos modos, ¿no? -Susurró. Se giró para ver a James. La contemplaba con la misma intensidad que lo hacía siempre. Su corazón se resquebrajó. Oh, maldita sea. ¿Estaba enamorada de él? -Me dijiste que te estabas encargando de solucionarlo... Pero que no querías decirme nada porque no querías darme esperanzas. El muchacho se echó hacia atrás como si le hubieran dado una bofetada. -¡No! -Se escandalizó. -Es un vínculo que nunca se puede romper -Explicó apresuradamente. Oh, perfecto. Seguramente James la odiaría por tener que conformarse con ella. De todas las chicas que podían haber sido. Ni siquiera era tan guapa. -No, Cornelia, no quiero... -Bufó. Miró alrededor escaneando el local. -Nunca te lo he dicho porque tampoco encontraba el momento adecuado... Y está claro que no quiero que sea en un pub, ¿no te parece? La joven arrugó la frente. -¿A qué te refieres? -Dijo, poniendo sus manos sobre su asiento. Necesitaba un apoyo físico para que cuando le rompieran el corazón, no se cayera de bruces al suelo. James rodó los ojos. Cornelia se mordió el labio. Ya está. Todo aquello había sido un experimento para ver si a James le merecía la pena ser el Ajayu de Cornelia. ¿Por qué otra razón un Gryffindor y Premio Anual como él iba a interesarse en ella? Quizás por eso la estuvo evitando cuando volvió al castillo. Había Ajayu que no sentían nada. ¿No? -Cuando necesito que seas la Cornelia lista de siempre...Desaparece del mapa, ¿eh? -Esbozó una sonrisa de suficiencia. La joven no supo qué pensar. James escaneó de nuevo el local. Se percató, como ella, que algunos periodistas los habían avistado desde fuera. -Vámonos -Se incorporó y le tendió la mano. -Debemos hacerle caso a Breedlove... No pueden saber que somos Ajayu... Para colmo -Añadió con una risa sarcástica. Cornelia dudó en darle la mano. -¿Siento ser tu Ajayu? -Decidió formular aquello en forma de interrogación. Su voz tembló. Por supuesto que temblaba y estaba insegura. No quería ser una carga para James. En cambio, James alzó las cejas sorprendido ante aquello. Seguía con su mano extendida. Cornelia aprovechó para ayudarse de ella e incorporarse. Él parpadeó varias veces. Como si estuviera intentando descifrar algo de ella. Y lo estuviera consiguiendo, pues su expresión cambió a una mucho más seria. A la que solía utilizar cuando quería salirse con la suya. Y no escucharía un "no" por respuesta. Como cuando la acompañó en el Palacio de Hielo. La cogió del codo y la empujó contra su pecho. Puso sus labios cerca de su oído. -Quiero que seas mi Ajayu, Cornelia -Dijo con voz grave. Ella soltó un suspiro. Oxígeno que había estado reteniendo todo aquel tiempo. Sus rasgos se suavizaron. James la condujo hacia la salida trasera. -Vamos con los Malfoy. No le dio tiempo a contestarle ni nada. Pero Cornelia estaba aún asimilando todo aquello cuando James la cogió del brazo para Aparecerse en la Mansión Malfoy. ¿Qué se le contestaba a aquello? Definitivamente su inseguridad se había apoderado de ella, ¿no? Desde luego, la Ravenclaw era su hermana. Era estúpida. Sobre todo, por no saber qué responder. Podría decirle cualquier cosa. Como que no entendía muy bien qué suponía aquello. O que podría explicárselo mejor. Sobre todo debía decirle que estaba asustada. Sus visiones, las profecías y la guerra. ¿Qué debían hacer? ¿Hacer como que no sabían que eran almas gemelas? Había algo que se acababa de dar cuenta y que no sabía cómo decir. Quizás a eso se refería James con no saber cómo reaccionaría ella. O lo que quería contarle en un momento apropiado. Cornelia Brooks estaba enamorada de James. Sintió una punzada en el estómago. Oh, y eso era lo más peligroso que había hecho en toda su vida. Se dio cuenta de que James la arrastraba por los jardines de la Mansión Malfoy hacia donde magos y brujas se habían arremolinado para dar sus respetos a la memoria de Draco Malfoy. Por aquel motivo, ella llevaba una falda y una blusa negra. Y James una camiseta y unos pantalones de pinzas negros. No iban sumamente arreglados como la mayoría de los presentes allí. Los escaneó mientras James la guiaba hacia donde se encontraba Harry Potter con la hermana pequeña de James y su propia hermana. Lola, en seguida, acogió a su hermana en un pequeño abrazo. Lily Potter les sonrió. Y Harry Potter apretó el hombro de su hijo mayor. Después, le esbozó una sonrisa a ella. ¿Sabría Harry Potter que ella era la Ajayu de su hijo? Se sintió nerviosa. Por supuesto que lo sabía, ¿no? Decidió centrar su atención en otra cosa. Era curioso cómo Draco Malfoy había logrado reunir a tantas personas. Estaba claro que era más mérito de Astoria y de Scorpius. Más el motivo de aquel día era él, no ellos. Personalmente, Cornelia Brooks admiraba a Draco Malfoy. Conocía el sacrificio de un padre de primera mano. Su madre había hecho lo mismo. Y vio, al notar cómo Harry Potter desviaba la mirada de vez en cuando, también el conocía ese dolor. Había rumores de su enemistad. Más ella había conocido su tregua. Draco Malfoy había sido un héroe en silencio. Y aquel día, nadie iba a callar su heroísmo. Nadie iba a dejar que la familia que había protegido no se sintiera arropada. El señor Malfoy podría sentirse orgulloso. Se había sumado a la acción de Lily Evans y de James Potter de proteger a su hijo. No le importó. Seguramente no dudó como tampoco lo había hecho su madre. Recordó las palabras de su madre en una de las noches de aquel verano: "el amor es la fuerza más poderosa que existe". Después de todo, era el sentimiento que seguía teniendo fuerza después de la muerte. El único que podía evitar la muerte de otra persona querida. Tragó saliva. Observó que el hermano de James, Albus Potter, estaba unas filas más cercanas a la tumba de Draco Malfoy y a la familia de este. Estaba acompañado por Peter Greenwood, Hugo Weasley, Sebastian McKing, Richard Carter y Camrin Trust. Había más miembros de los Guardianes esparcidos por los asientos. Vio a los gemelos McGregor. Tom la miraba con cierto recelo. Por haber aparecido junto a James, probablemente. Debía tener una palabra con él. Estaban acompañados por Tim Marrs, Lucy Weasley, Rolf Rogers, Monique Jordan, Beatrice Fenwick y Christopher Nott. También pudo ver a Janet Rossen junto con Barbara Coleman y su hermana pequeña. Rose Weasley estaba junto a su madre y su padre. Al igual que los mellizos Scarmander con su padre. Incluso Frank había llegado con el director de Hogwarts. Distinguió a muchos de los profesores de Hogwarts. A magos y brujas del Ministerio. Y, en frente de todos, a Astoria Malfoy dando un discurso que no podía escuchar apoyada en su hijo Scorpius, quien llevaba en brazos a una dulce niña pequeña. No pudo escuchar el discurso. Decidió observar a los presentes. Las palabras que se escapaban del amor que Astoria sentía por Draco Malfoy abrían la herida que nunca curaría de sus padres. Tenía un nudo en la garganta. Y muchas ganas de llorar. No supo cómo aguantó todo aquel tiempo. Incluso si su hermana se había percatado de aquello. Había apoyado su cabeza en su cuello. Cuando el discurso hubo acabado, todos se acercaron tímidamente a dar sus respetos hacia Astoria. A charlar con sus viejos amigos. Lola se disculpó y fue a hablar con Frank y Neville Longbotton. James la atrajo hacia sí. Le dio un beso en la coronilla. -Mi madre no ha tenido funeral -Le dijo en un hilo de voz. -¿Quieres hacerle uno? -Le susurró en el oído. Se lo pensó. Naturalmente debía debatir aquello con su hermana. Pero no lo había pensado hasta aquel momento. Se sintió nerviosa. -Quiero tener algo para recordarla. James asintió. Más no dijo nada más. Recordó al instante que debía contestarle a su indirecta declaración, ¿no? No lo hizo. Tenía su cabeza inmersa en la muerte de su madre. En los héroes caídos... E inevitablemente en los que estaban por caer. Tan inmersa estaba, que no se percató de que seguía agarrada por James. Buen intento de no aparentar que entre ellos había algo. -Deberíamos... Deberíamos ser amigos, ¿no? -Propuso James, de repente. Ella titubeó algo que ni ella mismo supo qué era. Después de clara advertencia de Breedlove, debían, al menos actuar así delante de los demás. -¿Amigos? -Se burló Albus a sus espaldas en voz baja. Vio a James fulminarle con la mirada. Contempló de reojo el perfil de James. Y supo, justo en ese instante, que nunca serían amigos. Que nunca lo habían sido. Pero aquello no se lo diría. No cuando ser algo más era tan peligroso...Oh, demonios. ¿A quién iba a engañar? Desde que lo vio entrar por el Caldero Chorreante, tenía unas inmensas ganas de besarle. -Amigos -Le dijo Cornelia a Albus con una sonrisa torcida que había robado de las diseñadas por James Sirius Potter. Y entrelazó sus dedos con los de James. Quizás no podía saberlo el resto, pero era consciente de que el hermano de James necesitaba una clara directa para intuir lo que estaba pasando entre ellos. Todo lo perceptivo que era James... Todo lo ajeno a las emociones del resto que era Albus. -Es la única buena decisión que has tomado, James -Le dijo con conscendencia. Su hermano seguía fulminándole con la mirada. -¿Lo sabe mamá? -Preguntó Lily Potter, apareciendo detrás de ellos. James se rascó la nuca. -¿Vais a decírselo a toda la Madriguera? Porque no podéis... -Oh, James, vamos -Se lamentó Albus. -La abuela nunca creerá si no lo ve en persona que te gusta una persona con el mismo intelecto que la tía Hermione... -¡Albus! -Lo siento, James, todos nuestros tíos siempre habían apostado que te irías con una rubia de piernas largas y sin dos dedos de frente... -¡Lily! Cornelia se carcajeó. -Oh, no deberías reírte, Brooks -Negó Albus Potter. -No sabes lo que es un interrogatorio de Ginny Weasley... -Es mentira, Cornelia -Se apresuró a decir James. -Porque Alice nunca ha tenido un interrogario. Como si estuviera acostumbrado, Albus Potter fingió perfectamente bien que no estaba afectado por la mención de su novia. La cual estaba en Azkaban. Con su madre. Oh, los Potter y su tendencia a meterse en problemas. -Eso es porque mamá la conoce desde que nació...-Se adelantó Lily. -Cuando mamá salga de Azkaban, su misión será proteger a sus cachorros... ¿Está James a salvo contigo, Brooks? Su color de piel se perdió en el nudo que se asomó en su estómago. Lily Potter había dado en el centro de toda su preocupación. -¡Dejad de asustar a Cornelia!
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