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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Domingo 17 de Enero de 2021, 16:45 [ Más información ] Tweet
(V) Capítulo 25: Un pensamiento contra natura
Casi todos los que lo conocían habían aprendido a vivir con aquella faceta. A Hugo Weasley le gustaba cada vez menos el Quidditch. Sí, vio su atractivo de pequeño. Pero ya no. Ya había otros pasatiempos que le absorbían de manera más productiva. Era un inepto para jugar. Y nadie iba a pagarle por ver. Siempre pensó que el que peor llevaría aquella batalla sería su padre, Ronald Weasley. Toda su familia era forofa del Quidditch. Su tía Ginny había sido una jugadora profesional. Pero, incluso si muchos lo pensaban así, el talento no se llevaba en la sangre. Sin embargo, su padre no se preocupó en absoluto. Ser un genio lo compensaba con creces. Además, tenía a su hermana para desfogar sus frustraciones con aquel deporte. Fue Lyslander Scarmander la que no aceptaba aquella premisa. Por lo que aquel día, se había visto obligado -forzosamente, bajo coacción y toda serie de amenazas -a asistir al partido entre Hufflepuff y Ravenclaw. Hugo no quería que Lys pensara que le aburriría -solo que era bastante predecible que Hufflepuff iba a ganar. ¿Por qué? Porque, aunque Ravenclaw siguiera teniendo su equipo y a los anteriores jugadores que tan bien, Hufflepuff seguía teniendo a Lyslander. Y al resto los había visto entrenar. Tenían la actitud de un equipo que quería justicia para los antiguos jugadores que habían sido asesinados en el Ala de la Enfermería el pasado curso. Ninguna estrategia de los Ravenclaw les arrancaría la victoria. Efectivamente ganaron. Y lo celebraron como si hubiera sido la final... Pues Ravenclaw -para los menos versados en la estadística -era el equipo ganador en todas las apuestas. Lily y Sebastian le debían doce galeones. Cuando la fiesta comenzó -por cortesía de Peter Greenwood, quien no había apoyado a ningún equipo para poder titularse el gestor del evento; Hugo decidió no asistir. No porque no tuviera ganas -¿qué Weasley le decía que no a una fiesta?; sino porque estaba bastante ocupado con los últimos y minúsculos avances que estaban consiguiendo Brooks, Malfoy y él. Había pensado en pedirle a su hermana que se uniera. Sobre todo, teniendo en cuenta que parecía haber visto algo de amabalidad entre Malfoy y ella en el tren de vuelta al castillo. Pero debía pensárselo mejor. Si alguien conocía su destino, igual querría cambiarlo. Cuando se encontró a Lyslander Scarmander en el pie de la escalera que llevaba al hogar de los Ravenclaw, se preguntó si era aquel el acertijo del día. Tenía aún el sudor en el pelo. La ropa de haber jugado a Quidditch. Y un enorme baúl en sus manos. Entornó los ojos. -¿Qué haces aquí? -Le preguntó. Era la estrella del partido. ¿Por qué estaba allí? Pasó por su lado y comenzó a subir las escaleras. Ella le siguió. Oyó el ritmo de sus pasos. Como si no estuvieran en sintonía. Era espectacular como, pese a su movilidad reducida, había logrado asombrar incluso a los cazatalentos que los equipos de Quidditch profesionales mandaban a los partidos de Hogwarts. Había sido humilde y le había agradecido su talento a James Sirius Potter. Bueno, si bien el talento no iba en la genética, con trabajo y práctica de otro hábil jugador sí que se podía obtener. No comentó nada cuando, una vez que acertó el nuevo desafío -¿quién se creía que era preguntándole aquella del huevo y la gallina?-; dejó pasar primero a Lyslander. Ella le sonrió entusiasmada. Aún no había respondido a su pregunta. Corrió hacia los mullidos sofás y se lanzó a ellos. Le tendió a Hugo Weasley el baúl y lo inspeccionó con demasiada curiosidad. ¿Sería un encargo de Lorcan? Pero... No. Lorcan dormía en la habitación con él. -Es un regalo de Navidad atrasado -Explicó Lys. Él alzó las cejas. Pocas cosas podían sorprenderle a Hugo Weasley. Más una persona tan impredecible como Lys siempre conseguía hacerlo. -Oh -Hizo una pausa. Tragó saliva. -Yo no te he regalado nada. -¿Y por qué lo ibas a hacer? Su retórica estaba bien empleada. Nunca se habían obsequiado regalos. Sólo los que sus padres hacían en su lugar. E intuía que aquel baúl no era cosa de Luna y Rolf Scarmander. -¿Por qué lo has hecho tú? Lys se sonrojó. Aquello hizo que Hugo frunciera el ceño. ¿Le daba vergüenza regalarle un viejo y destartalado baúl? -En realidad, es el regalo que me ha hecho mi abuelo…-Respondió tímidamente. -Pero pensé que tú le darías un mejor uso. No podía ser cierto. -¿¡Newt Scarmander?! -Siempre lo haces sonar como si no pudiera estar emparentada con un gran mago. Era uno de los grandes magizoologistas del mundo. Había ayudado a derrotar a Grindelwald. Hugo Weasley adoraba a ese hombre. Se veía tan reflejado en su incomprendido talento. -Eh… No -Alcanzó a decir, ante la inquisidora expresión de Lys.- La sorpresa es porque me vas a dar algo que…-Intentó contenerse.- ¡Te ha dado Newt Scarmander! -En vano. -Podría ser una simple pluma -Se burló su amiga. -… Pero no lo es -Acertó Hugo. -¿En serio crees que haría algo así? -Tener una pluma de Newt Scarmander sería un honor, Lys. Es el hombre que ayudó a derrotar a Grinweldwald. Para su sorpresa, Lyslander soltó una pequeña carcajada. Quizás era la misma reacción que cuando idolatabran a su madre. Uno se acostumbraba a estar rodeado de grandes mentes. -Bueno, ya sé cómo comprar tu opinión para cuando me haga falta… -Nunca podrías comprar mi opinión -Le rebatió. -Soy un genio… Los genios no se dejan convencer tan fácilmente por brujas que manipulan como tú… Lo dijo en voz baja, más sabía que Lys lo había escuchado. Y le sonrió. No se lo iba a tomar a mal, porque tenía razón. -¿Ni con el baúl de mi abuelo? Hugo alzó las cejas. Entrecerró la mirada para comprobar que no se estaba quedando con él. Pero, ¿cómo iba a hacerlo? Le estaba ofreciendo esa sonrisa tímida que Lyslander siempre dibujaba en su rostro cuando le daba vergüenza admitir algo. Como cuando le decían que era una estrella del Quidditch. O cuando le llamaban «la luz de Hufflpuff». -Eso… Eso… -Hugo Weasley se había quedado sin palabras. -Cuenta con mi apoyo, respeto y opinión para lo que necesites, Lyslander Scarmander. -¿Ahora quién es el genio? Se incorporó y se puso los brazos en jarras. -Deberías estar en Slytherin. Le tendió el baúl. Supuso que era mucho más que un baúl. -Te dejaré que lo descubras cuando estés a solas -Se burló. Como si le hiciera gracia su entusiasmo. Hugo sacó el libro que llevaba con él de la túnica y del que no se separaba, para no estropearlo al deshacerse de capas de ropa que le molestarían para apreciar mejor el regalo. Se arrepintió un poco cuando Lyslander lo cogió. Y comenzó a ojearlo. No podía deleitarse en su momento si tenía que estar pendiente de que Lys no lo estropeara. Los hechizos del príncipe de los Encantamientos de Myrddin Emrys no era un libro cualquiera. Era el libro que le había elegido a él en el hogar de la Guardiana de la Magia. Su autor, recordó las palabras de Charlotte Breedlove, era el mismísimo Merlín. -¿Qué es este libro? ¿Por qué su pregunta iba dirigida a la naturaleza de su libro? De nuevo, Hugo seguía sin comprender el funcionamiento del cerebro de Lyslander. Una vez se lo comentó a su madre y dijo que lo entendía perfectamente. Que a ella le había pasado lo mismo con Luna. Por suerte, Lorcan era mucho más similar a Rolf. -Nada -Dijo simplemente. -Oh, nada. Ya -Lanzó un largo suspiro. -Un libro, ¿no reconoces ese tipo de objetos? -Muy gracioso, Hugo -Ambos sabían que el sarcasmo no era la mejor arma del muchacho. -¿Tiene algo que ver con las profecías? Otra vez lo descolocó con aquella pregunta. Un libro escrito por Merlín y olvidado en una colección... ¿Por qué un libro iba a tener relación con las profecías? -¿Por qué lo dices? Lyslander lo miró como si hubiera estado esperando una respuesta afirmativa. -¿Por qué si no ibas a tener un libro tan viejo sobre resurrección y teorías de la sangre mágica? Casi se atragantó con su propia saliva. Repasó mentalmente todo el contenido del libro. No. No. No había nada de aquello. -¿Dónde has leído eso? - Juró que había leído el libro entero. De la primera palabra hasta la úlitma. Ella le tendió el libro abierto por dos hojas. Una hoja versaba sobre las posibles funciones de un hechizo para calentar la comida y la otra estaba llena de líneas y garabatos que parecían trazados a mano -algoq ue a Hugo le obsesionó durante los primeros meses en los que estudió el libro. -Pues por estas ilustraciones... Parecen hechas a mano, ¿eh? -Son simples líneas...-Comentó como si nada. Intrigado por la mirada de Lyslander hacia ellas. - Y no pone nada de resurrección. Ni de teorías de sangre. Ella se giró hacia Hugo. Le dirigió una sonrisa de superioridad. Él se estremeció. -Eso es porque tú no puedes verlo -Le dijo enigmáticamente. Su estómago hizo un giro mortal y casi se quedó sin respiración. -¿Puedes repetir eso? -Balbuceó a duras penas. Ella asintió, como si fuera una profesora ante un alumno con problemas para comprender el idioma. -No puedes verlo...-Le retiró el libro de las manos de Hugo.- Porque está cifrado -Hugo frunció el ceño. -Quien quiera que fuera el autor no quería que descubriera lo que había escrito. No quería admitirlo... Pero aquello tenía más lógica de la que esperaba. -El autor era Merlín-Dijo para ponerla en contexto. Quizás la ayudara.- Ahora dime cómo sabes eso. Ante sus ojos, se sentó en el sofá y le invitó a que la acompañara. Él la obedeció dócilmente. -¿Me dejarás ayudarte a partir de ahora? Por supuesto, Lyslander solo haría algo por coacción. Sinceramente, creía que iba a ser Slytherin desde que le pusieron el Sombrero Selecciondor. Cómo su humildad y esfuerzo habían compensado a su manera de conseguir las cosas seguía siendo un misterio. Suspiró. Le miró con sinceridad. -No tienes que pedirme permiso para ayudarme si quieres, Lys. -Pero tú no me lo has pedido -Señaló ella.
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