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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Miércoles 27 de Enero de 2021, 11:55 [ Más información ] Tweet
(V) Capítulo 23: Los perjuicios de la Navidad (II)
Honestamente, a Cornelia Brooks no le habría importado pasar la Navidad en Hogwarts. Pero como su vida parecía estar atada a las decisiones del resto... Estaría entrometiéndose en la celebración navideña de la familia Weasley. No era como si no se sintiera a gusto entre los miembros de aquella familia. Habían sido muy amables de ofrecerles a ella y a Lola quedarse en el Refugio de Bill Weasley. Lola estaba pletórica por volver a Gwendoline Cross. Pero había razones por las que no sentía del todo cómoda. La principal era sencilla y predecible: no quería ponerles en peligro. Incluso si el Ojo aún seguía persiguiendo a su abuela y su identidad aún no había sido descubierta. La otra razón era que era una persona introvertida y estar rodeada de una familia ruidosa y numerosa era una pesadilla para ella. Y la última era que comenzaba a sospechar que los miembros de aquella familia intuían que entre James Sirius Potter y ella había algo más que cordialidad. Mmmm. De nuevo, Cornelia era una persona introvertida. No por pasar más tiempo con James Potter iba a transmitirle algo de su carisma. No, Cornelia era así. No iba a cambiar. Ser introvertida no era un defecto. Solo un rasgo de su personalidad. A la gente le costaba mucho asimilar aquello. Por lo que cuando Fleur Weasley bromeó en la cocina preparando el festín de aquella noche que si estaba nerviosa por volver a ver a James, ella respondió un simple "No" que probablemente le indujo a pensar que era una maleducada. No ayudaba que Lola fuera el alma de la fiesta. ¿Estaba nerviosa por ver a James? No. Era cierto. ¿Por qué iba a estarlo? Lo veía todos los días en el Castillo. Solo habían pasado tres días sin verse. Ni que fueran pareja. Porque al contrario de lo que Fleur Weasley se pensaba: no lo eran. Eran amigos. Claro, eran mucho más que eso y ambos lo sabían. El beso que se habían dado en el Bosque Prohibido no era de amigos. Como James la miraba desde entonces no era como a una amiga. Como ella pensaba en él tampoco. No se habían vuelto a besar -por mucho que intuía que ambos querían. Él estaba ocupado y ella también. Después de todo, era James quién le había dado un motivo para pasar horas y horas con Hugo Weasley -y esporádicamente Scorpius Malfoy -en la biblioteca. Lo más cercano a él que había estado fue tras la Fiesta de Navidad de Slughorn. Cornelia se había quejado por el hecho de que James la hubiera retenido. A lo que James había respondido que no quería atraer la atención sobre ella delante de Zabini -por mucho que fuera amiga de Albus Potter, había confirmado que ella seguía siendo del Ojo. Y no debía saber que Cornelia Brooks era la nieta de Ivonne Donovan. Cornelia comprendió que James pensaba dos pasos por delante de ella. Tal vez era buena idea que estuviera en la cabeza del Temple. Era prudente. Incluso cuando nunca habría pensado que podía serlo. La besó en la frente cuando se despidieron en la Sala Común. Y al día siguiente se marcharon a pasar la Navidad fuera de los muros de Hogwarts. Habían decidido ser amigos. Pero también lo habían dicho antes de besarse por segunda vez en el Bosque Prohibido, minutos después del primer beso. Imaginó que era una tregua ambigua. Que podrían romperla siempre que no hubiera nadie delante para recordarles que no era su decisión más lógica. Pero de eso se trataba, ¿no? Habían dejado de perseguir a una razón coherente en cuanto sucumbieron a su propio destino. Y James decía que iba a cambiarlo. No hizo hincapié en qué. Pero Cornelia estaba cada vez más segura de que James sabía lo que ella sabía. Y mucho más. Su hermana la extrajo de sus pensamientos zarandeándola. -Vaya, Lola, estás realmente guapa -Alabó Cornelia. Su hermana frunció el ceño. -No deberías sonar tan sorprendida. -¿Tiene algún tipo de límites tu amor hacia ti misma? -Le cuestionó con una ceja alzada. -Ninguno que yo conozca. Se dio una vuelta sobre sí misma. Llevaba ropa ceñida y brillante. Purpurina sobre sus ojos. Y trozos de cristal. Como si fuera a un festival. Tuvo que reprimir una risa. Por el contraste. Su hermana podía celebrar la Navidad como quisiera. Sabía que se expresaba a través de su ropa y su maquillaje. En cambio, Cornelia había optado por unos vaqueros y un jersey. Con lo que se sentía cómoda y segura. -Oh, James, por favor, déjala... -Escucharon la voz de Albus Potter al llegar por polvos flú. James Potter se apareció a su lado. Lily Potter justo después resoplando.Y Harry Potter les recibió con una mirada de disculpa. -¡Trust tenía doce años cuando saliste con ella! ¡Lily puede hacer lo que quiera...! -¡No! ¡Tengo! ¡Novio! -Les replicó Lily a sus hermanos. -¿Cuántas veces os tengo que decir que ese muggle es mi amigo? A modo de respuesta, Albus soltó una carcajada. Se percató de que Lola también había entendido por qué Albus Potter se reía. Ella frunció el ceño. -¿Queréis dejar de llamares amigos? -Esta vez se dirigió también a James. James hizo amago de atacar físicamente a su hermano. Su padre lo detuvo. -Hola, jovencitas -Les saludó Harry Potter. Era la primera vez que Cornelia Brooks conocía a Harry Potter. No se sentía en absoluto intimidada por la sonrisa afable de aquel hombre que se parecía tanto a Albus Potter. Con el cabello desordenado que habían heredado sus dos hijos. Pero aquella amabilidad. Aquella honestidad. Y unos ojos esmeralda que parecían perdonarla por todo. Aquello fue lo que la intimidó. -Hola, Harry -Dijo con una sonrisa Lola. Le costaba recordar que Lola había sido la vecina de los Potter. -¿Cómo van las cosas por el Gobierno Súper Secreto de los Magos? Causó una risa en el hombre, mientras todos se quedaron mudos. -Siempre pueden ir mejor -Le respondió con una sonrisa. -¿Y Ginny? -Preguntó. Y Cornelia quiso meterle un calcetín en la boca. Harry Potter sonrió. -Acabamos de estar con ella -Pasó su mano por el hombro de Lily, como para que esta le transmitiera el apoyo que necesitaba. -¿Somos los primeros en llegar? -Preguntó Albus, mirando a través de ellas. -A parte de tío Bill y tía Fleur... Y Vic y Remus, claro -Cornelia y Lola compartieron una mirada. ¿Nadie les había avisado de la otra inquilina que allí se encontraba? -Sé que Cross está aquí -Les leyó la mente. -Hablé con ella por carta sobre los basiliscos... -También están tus otras primas -Respondió Lola. -Una que es guapísima y claramente heterosexual... Y otra que estaba llorando y se ha ido a limpiar el rímel -Aclaró. Cornelia se mordió la lengua por dentro. Los Potter se quedaron en silencio. -Y una familia de locos. -Deben ser Dominique y Lucy...Y los Scarmander-Asintió Lily. Se apartó de su padre y de sus hermanos. -Voy a ver a Gwen. Cornelia parpadeó atónita. Lily Potter conocía a Gwendoline Cross... Y la llamaba por su nombre de pila. Una información que también eran buenas nuevas para su familia. Harry Potter apretó sus dedos sobre el puente de su nariz. Albus Potter rodó los ojos. Y James, finalmente, clavó su mirada en ella. -Voy a ver a Luna -Dijo James. Le indicó con la mirada a Cornelia que la acompañara. Salió del salón sin decir nada más. Cornellia se quedó asintiendo torpemente. Ella le siguió. Porque, bueno, después de todo, pasó unos meses con Luna Scarmander el año anterior. Y por mucho que le frustrara su excentricidad... Le había cogido cariño. Cuando Luna Scarmander los vio a los dos acercarse a ella, les dio una extraña sonrisa. Una mezcla entre tristeza y felicidad. Le brillaron los ojos. Cornelia tragó saliva. No le gustaba estar fuera del círculo de información que claramente tenían James y ella. Aunque Luna Scarmander era como un familiar más para James Potter -había sido la mejor amiga de su madre. -Qué cosa tan curiosa -Musitó. -¿Cómo está Ginny? -Dirigió la pregunta hacia James. El joven abrazó a Luna. Lo cual hizo que Cornelia se sintiera un tanto fuera de lugar. Estaba claro que no era algo fácil que su madre estuviera en Azkaban en Navidad. La segunda Navidad. Y Luna era la mejor amiga de su madre. No había que ser un genio para adivinar que la relación de Ginny Potter y James Sirius Potter era muy estrecha. Cercana. Lo había intuido el año anterior. Pero lo confirmaba en cada segundo que James aspiraba el olor de Luna, quizás intentando buscar en él algo que le recordara a su madre. Para tenerla presente en la cena de Navidad. -Es la persona más valiente que conozco -Fue la respuesta de James. A Cornelia se le hizo un nudo en la garganta. Al menos, la madre de James estaba viva. Luna Scarmander se desató de los brazos de James. Se aproximó a Cornelia. Le sonrió. Supo qué escondía esa sonrisa. Había una razón por la que se había quedado con Luna Scarmander el año anterior. Había sido una petición de Penélope Brooks. Porque Penélope conocía a Luna de cuando era joven. Y a Rolf. Y, tal y como James buscaba en ella a su madre, ella también. -Ya le he dicho a Lola que es igual que Adam... Pero tú... Eres exactamente igual que ella -Le acarició la mejilla. Se había obligado a no pensar en ella en Navidad. Parpadeó varias veces para combatir las lágrimas. No sabía si Luna conocía el destino de su madre. O si James lo había descubierto ya. Si no lo hacían, probablemente lo harían justo entonces. Porque Cornelia no solía llorar delante de nadie. -Ven -Le susurró James en el oído. La cogió de la cintura. Atravesaron el salón. Habían llegado más miembros de su familia, pero Cornelia no los veía bien. Sus ojos se habían humedecido. -Vamos, te vendrá bien el aire. Salieron al exterior. El frío aire del invierno azotó bruscamente sobre su piel. James la seguía empujando hacia una pequeña colina. Cornelia no le miró en ningún momento. Avergonzada por parecer tan débil y tan vulnerable últimamente delante de él. Pero su abuela había intentado matarla. Y su abuela había matado a su madre. Quitando a una hermana que acababa de descubrir, estaba sola en el mundo. Sintió un cosquilleo en su interior cuando James la apretó contra ella. -Lo siento -Sollozó. Se retiró las lágrimas. -Es solo que...-Inhaló aire. - Mi madre. James la atrajo contra su pecho. Posó su barbilla contra su pelo. -¿Por qué no me lo dijiste antes? -Pensé que te lo diría el Temple. Escuchó un resoplido. El Temple solo contaría lo que le interesaría. O quizás Celius había querido que James fuera su distracción. O no darle más motivos para que estuviera preocupado por ella. Cual fuera el motivo se lo agradeció. -No sabía que el Ojo os había descubierto. Controló el llanto que amenazaba con escapar de su garganta. Porque si lo dejaba salir, no sabía si podría detenerlo. Y no quería dar un espectáculo delante de toda su familia. -No fue el Ojo -Dijo en un hilo de voz. James no dijo nada. No se movió. Quizás asimilando aquello. O, tal vez, confirmando algo que él había sospechado. No lo supo. Porque no pudo verle. Estuvieron así un largo momento. En el que, poco a poco, Cornelia fue cogiendo fuerzas. Supuso que era eso que hacía de James un licántropo especial. -¿Te hizo eso a ti? -Le cuestionó. Estaba hablando del estado en el que se encontraba cuando Celius la rescató. No necesitó aclarar a quién se refería. Después de todo, él la había visto aquel día en Luperca. Había presenciado cómo raptó a Cornelia de la protección que los licántropos le ofrecían. Como interrumpió lo que estaba destinado a pasar. En vano. -Me hizo más que eso -Susurró. -No tienes que contármelo -Se apresuró a decir James. -Tú sabes por qué lo hizo -Le dijo. No era una pregunta. Sino una afirmación. La intución de Cornelia le indujo a pensar la razón por la que Ivonne Donovan la había estado torturando. Por qué intentó inducirla al suicidio. Y el motivo por el que mató a su madre cuando intentó detenerla. Ella, en su ensoñación del Imperio, pensaba que era porque mataría a James Sirius Potter. Y aquelló desataría algo. Más tenía que haber otro motivo superior. -Sí -Añadió con firmeza. Y aquello era lo que James Sirius Potter sabía y quería que Cornelia descubriera. Era lo que había estado buscando con Hugo Weasley, ¿no? Lo que escondía aquel Pro Anima. Habían descubierto que el grito de los centauros era el lema del Temple. Pro Anima Artorius. Por el alma de Arturo. Si sabían que era el lema del Temple, era gracias a que se lo había aclarado su tío Charlie en la Fiesta de Slughorn. En el mundo muggle, ese lema venía escrito en una cruz que fue descubierta hacía casi cuarenta años -relativamente reciente para todas las investigaciones que pudieron llevarse a cabo desde entonces. Sí que dejaban claro que la leyenda muggle de Arturo pertenecía al rey de Glamorgan y de Gwent, un tal Athrwys ap Meurig. Fuera como fuere... Habían descubierto que el Rey Arturo era muggle. ¿Por qué, entonces, el Temple adoraba a un muggle? En el mundo mágico, no habían podido comprobar si allí se encontraba la tumba del Rey Arturo -o de Athrwys ap Meurig. Más, ¿por qué alabar su alma? Hugo Weasley tenía la teoría de que Arturo había sido el fundador del Temple. Y que, cuando murió, fueron los caballeros de la Tabla Redonda -compuesta, según Hugo, por magos y muggles como la base del Temple- los que siguieron con su objetivo. Su objetivo era buscar el Santo Grial -por lo que se unieron a ellos una serie de muggles que conocían la magia. Cuyas generaciones la seguirían conociendo incluso después del Estatuto. Era una teoría de lo más coherente. Y, supuso, que el Ojo también querría lo mismo: el Santo Grial. No obstante, había aún incógnitas que se les escapaban. Habían comenzado a barajar la posibilidad de que sus profecías estuvieran conectadas con los tiempos artúricos de algún modo. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Y qué tenía que ver ella en todo eso? ¿Qué era exactamente el Santo Grial? ¿Para que necesitaba el Ojo a los instrumentos y por qué el Temple quería evitarlo? ¿Y por qué alababan al alma de Arturo? Ella suspiró. -¿Cuánto sabes exactamente? -Le cuestionó. Porque intuía que James sabía la respuesta a algunas de esas preguntas. Y, probablemente, tendría otras preguntas que ni ellos serían capaces de formular. -Más de lo que me gustaría -Le besó la coronilla. Cornelia se apartó de él y lo cuestionó con la mirada. -¿Por qué lo sabes tú? Él se encogió de hombros. -Yo tengo la misma pregunta -Resopló. -Tu tía abuela... Charlotte Breedlove... Ella es la que me ha elegido a mí. -¿Ha dicho por qué? James negó con la cabeza. Frunció los labios. Pensativo. -Quizás porque las criaturas mágicas tienden a hacerme caso... -Pero no eres el Alfa de tu manada -Le recordó estúpidamente. Él sonrió. -Y no pretendo serlo, gracias -Se rascó la nuca. -No podemos cuestionar a la Guardiana de la Magia, ¿no? Su sabiduría es superior a la del resto... -¿Qué tiene que ver el Rey Arturo con todo esto? James le pasó el brazo por los hombros y comenzó a hacerle descender por la colina. Supuso que no solo quería evitar el tema, sino volver al Refugio con su familia. Le había hecho olvidar que quería llorar la muerte de su madre. Y ahora tenía otro cosa con la que ocupar su mente. -Deberías enfocarlo de otro modo -Le susurró. -No te preguntes qué le ocurría al Rey Arturo... Sino por qué nuestra generación. Ella arrugó su rostro. ¿Debería ignorar el hechod de que acababa de referirse al eje del misterio como "nuestra generación"? ¿Quién eran exactamente? Optó por dejar pasar aquellas preguntas. James estaba esperando que dijera algo. La miraba con curiosidad. -¿El Ojo sabe la respuesta? -Inquirió. James pareció pensarse qué responderle. -No tiene la respuesta para todo -Decidió contestar. -Nosotros tampoco. Pero tenemos preguntas diferentes. -Entonces... ¿El Rey Arturo y su leyenda no es importante? Si no lo era, Hugo Weasley se iba a llevar una gran decepción. -No he dicho eso -Interrumpió James. -Solo te he aconsejado que te preguntes primero quién eres tú. Por qué nosotros. Su generación. La imagen de su visión en la que mataba a James la azotó. -¿Y si no me gusta lo que descubro? -Yo sé lo que vas a descubrir y me sigues gustando -Y le guiñó el ojo. El rubor subió a sus mejillas. Y, antes de seguir el camino de vuelta al Refugio, la besó. Fue rápido. E hizo acelerar su corazón. Se apartó rápidamente. Como si no acabara de hacerle sentir como si pudiera vencer al destino en unos segundos. Entonces, Gwendoline Cross aprovechó ese momento para salir dando un portazo del Refugio. Les miró. Estaba irritada. Empuñaba su varita. Exhaló oxígeno. -¿Gwen? ¿Estás bien? -Cornelia se apartó de James e hizo amago de rozarle el hombro para relajarla. O calmarla. Gwendoline Cross era importante para ella por asociación. Porque si le pasaba algo a la persona que Frank quería estando ella presente, nunca se lo perdonaría. James se quedó atrás. Observándolas. Unos gritos salieron del Refugio. Cornelia ladeó la cabeza. -¿Qué ha pasado? Gwendoline tembló. Nunca había visto tanta emoción dentro de esa muchacha. -Rose Weasley -Les dijo. Y posó sus ojos en James. -Me encargaron asesinar a Rose Weasley -Suspiró. -No lo hice, como podéis comprobar -Señaló al interior de la cabaña. -Intenté ahogarla la noche en la que una Weasley murió... -Y fue Roxanne -Completó James. La asesina asintió. -No es como si los de ahí dentro no supieran quién eres -Recapacitó Cornelia. -No lo hiciste... Te negaste a una orden. Eso demuestra justamente de qué parte estás. Pero la recibió una risa sarcástica. -No lo hice porque alguien me interrumpió -Contestó. -Y si me pillaba, no podría haber asesinado a McGonagall -Les confesó. -Si Jordan no hubiera entrado en el baño, habría matado a Rose Weasley. Para Cornelia, aquella revelación no suponía gran cosa. Cornelia Brooks sabía quién era Gwendoline. Y algo como aquello no significaba que vería a aquella muchacha de otro modo. Pero sería diferente para James. Estaba confesando una tentativa de asesinar a Rose. Su prima. Lo escuchó resoplar. -Estabas bajo las órdenes del Ojo -Recordó Cornelia Brooks. -No podrías negarte. No podrías dejar que tuvieran un motivo para no confíar en ti. Tú no tomaste esa decisión... Pero sí la de salvar a Frank, a Lebouf y... -Debéis dejar de pintarme como una víctima del Ojo -Espetó Gwen. -Porque fue el Temple el que me vendió al Ojo en cuanto nací. Fue el Temple el que sabía todo lo que me hacían incluso con seis años y, en ningún momento, decidieron ir a por mí -Cornelia no tuvo palabras. Gwen dirigió su mirada a James. -Entiendo perfectamente que Rose Weasley no quiera verme porque soy lo más cerca que ha estado nunca de la muerte -Admitió con dureza. -Manda un Patronus a algún miembro y que protejan el Refugio -Le ordenó. Si ella no había mandado un Patronus antes, quizás era porque no podía conjurarlos. -Mi misión es proteger a Victoire Weasley... No a toda su puta familia. -Gwen -Advirtió Cornelia. -Está bien -Suspiró James. -¿Tienes un lugar a dónde ir? Aquello puso en alerta a la joven. Podría haber ido a la Sede del Temple fácilmente. Si no hubiera sido destruida. Podría acudir a su propia madre y a Charlie Weasley. Si no les pusiera a ellos en peligro. Gwendoline Cross se estaba dando cuenta de aquello. De que estaba completamente sola. -Me las apañaré -Les respondió. Parecía que les estaba desafiando. -Te llevaré a Frank -Propuso rápidamente Cornelia. No esperó que Gwen se apartara de ella. -¡No! -Espetó. -No quiero obligar a Neville y Hannah Longbotton a tener a una asesina en su casa. Y Cornelia la entendía perfectamente. -¿Dónde irás entonces? -Perguntó James. Se dirigió a él. De nuevo. Como si le estuviera pidiendo permiso. Recordó que James estaba en la cabeza del Temple. Y que la naturaleza de Gwen era ser un soldado. -Grimmauld Place está vacío, ¿no? -Le cuestionó. -Te llevaré yo -Respondió James. Ni siquiera respondió cómo sabía sobre aquel lugar. Y era culpa de Cornelia, pues el año pasado informó que iba a aquella propiedad de Harry Potter para la reunión de los Guardianes de Hogwarts. -Y le diré a Frank Longbotton dónde estás si quieres -Añadió. Bueno, no se había tomado a mal saber que Gwendoline Cross era la persona a la que había estado ayudando Cornelia cuando les encubría para que se vieran. James le mostró una sonrisa sincera a Cornelia. -No hagas como si no supieras que después de la guerra me meterán en Azkaban, Potter -Le dijo. Cornelia arrugó el rostro y borró su sonrisa. -¿Qué? -Los miró a los dos incrédulos. -¿De qué está hablando, James? El joven suspiró. -El Temple y el Ministerio de Magia decidieron que Gwendoline Cross no iría a Azkaban por sus crímenes siempre que colabore con ellos -Informó James. -¡¿Qué?! -Le miró. Atónita. ¿Era eso el tipo de cosas que James sabía y le ocultaba? -Pero... Pero... Pero... Pero Gwen siempre ha sido del Temple. -Eso es lo que ocurre cuando una espía ha nacido en el otro bando, Cornelia -Dijo simplemente Gwen. -Ningún bando te respalda cuando se descubre la verdad. Nadie confía en ti... Y sigues siendo propiedad de los demás porque te temen -Tenía razón. ¿Cómo no se había planteado antes aquello? -Pero temen algo que ellos mismos crearon. -No... No es justo -Comentó simplemente Cornelia. -Estoy seguro de que, tras la ayuda de Cross, se lo pensarán mejor una vez que ganemos esta guerra -Añadió James. -No tengo expectativas -Interrumpió Gwen. -Cuidado con que teman tu poder, Cornelia... O no dudarán en encerrarte...Incluso si no haces nada... Porque, ¿qué hizo Imogen? ¿Ser hija de Voldemort? -Se rio. Puso una mano sobre el hombro de James Sirius Potter. -Cuidado con tu chica, ella ni pasaría por Azkaban para recibir el Beso de un Dementor. Las cejas de Cornelia Brooks se dispararon hacia arriba. James castró la voz de Gwen con la mirada. -¿Eso es lo que tú le harías? -Le cuestionó. Y debería haber castrado con la mirada al joven. -Yo escucharía lo que tiene que decir, porque tiene una voz propia que no es el Ojo y no es el Temple -Afirmó con fuego en su mirada. -Yo esperaría a que fuera ella quien tomara sus decisiones...Tú deberías saberlo... Eres un licántropo... Los monstruos no nacen... Se crean, Potter. -¿Eso es lo que deberíamos hacer contigo? -Pediría un juicio justo en el que se contemple todo por lo que he pasado... Por desgracia, el Tribunal de Wizengamot no verá más allá del asesinato de Minerva McGonagall... Es más fácil encerrarme que culparse a ellos mismos. James suspiró. -Antes de cambiar la justicia... Tenemos una guerra que ganar. De nuevo, hablaba como si él tuviera el poder de cambiar el mundo. De cambiar por completo el concepto mágico de justicia. -No ganarás nada si no confías en los que están dispuestos a luchar por ti -Le espetó Gwen. James sonrió. -Estás ayudando a mi hermana a no sentirse una asesina... Intuyo que eso no es algo que hace cualquiera -Sopesó el joven. -No puedo forzar al resto a que confíe en ti, Cross. Es algo que debes demostrar. -¿Tengo otra opción? -Salvarte a ti misma -Respondió Cornelia. -Pero no has huido... Te has quedado aquí para luchar con nosotros. ¿Por qué? -Porque si no me quedo hasta el final, mi vida deja de tener sentido. -No tienes que morir por el Temple -Instó James, quizás leyendo las palabras no dichas de Gwen. -Y, sin embargo, es lo que único que puede liberarme. Les dedicó una amarga sonrisa.
Nota del Autor
Queridos lectores y lectoras:
Espero que os econtréis todos bien y que estéis disfrutando de estas aventuras. Como siempre os invito a opinar, a dudar y a revelarme alguna de vuestras teorías sobre esta historia.
Por mi parte, vengo a aclararos información que he puesto en este capítulo y que considero interesante que sepáis. Como siempre, intento fundamentar todo en hechos históricos o leyendas que existen de verdad -y darle mi versión, claro está. De este modo, me gustaría revelaros que el lema del Temple, tal y como nos narra Cornelia, existe en la realidad como una inscripción en una cruz de electro:
Un abrazo,
C
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