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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Miércoles 27 de Enero de 2021, 11:55 [ Más información ] Tweet
(V) Capítulo 21: Sobre el peligro del amor
Zoe McOrez gruñó al escuchar los gritos. Su madre, Pansy McOrez, le había avisado de ellos. Eran una novedad desde que sus progenitores se mudaron a la antigua mansión de la familia Parkinson, donde sus abuelos maternos harían todo para proteger al hijo mayor de Graham McOrez, Cayo. Y los hijos de este. Eran una novedad que comenzaba a formar parte de la rutina de los sótanos habilitados para el joven Frank McOrez desde que llegaron allí. Se había preguntado, en ocasiones, si era una novedad solo para ellos. Si aquello no era la primera vez que ocurría. Estaba tan acostumbrada a las excentrecidades de su familia que no le extrañaría en absoluto. Desgraciadamente, su padre le había mandado a los sótanos para detener los gritos en más ocasiones de las que odiaba recordar. Había visto lo que había allí dentro. Al principio, debía admitir que había disfrutado y se había dejado llevar por un ambiente envuelto en esa droga mágica que nublaba todos sus sentidos excepto los más primitivos. Salía de allí como si un huracán hubiera pasado por su interior. No tenía que utilizar Legerimancia para saber qué era lo que pensaban sus súbditos cuando se Aparecían justo después para instruirles en las nuevas misiones. Los labios enrojecidos. El pelo apuntando en todas las direcciones. Las mejillas encendidas. Pero su hermano había ido convirtiendo aquello en rituales más oscuros. Incluso para ella. Y ya no le gustaba participar de ellos. Giró el pomo de la puerta. Lo primero que la recibió fue el inconfundible olor a Amortencia. Era cierto que olía a aquello por lo que un mago o bruja se sentía atraído. Y para ella olía a zumo de limón. A césped. A madera. Y a otras cosas que no quería evocar en el instante en el que la esencia entró en sus fosas nasales. Pues la Amortencia utilizada en aquel sótano era abundante. Eran, de hecho, tan abundante que la embriagaba. Era una droga. Un inhibidor de emociones. Un potenciador. La luz tenue del exótico decorado que su hermano había elegido aquella vez hizo que tuviera que parpadear varias veces para ver la escena que podía encontrarse en aquel momento. Rodó los ojos. Sobre los infinitos cojines y alfombras que ocupaban la sala, Frank McOrez coronaba sobre los dos cuerpos desnudos de muchachas. Los contempló. Sus movimientos lentos. Inyectándose Amortencia en las venas mientras gemían de placer. Observó los frascos vacíos de pociones de amor con las que estaba obsesionado su hermano. Su hermano se levantó al verla. Le sonrió de tal forma que hizo que Zoe estuviera alerta a lo que fuera hacer. Conocía bien a su hermano como para saber que no podía permitirse el lujo de bajar la guardia a su lado. La cogió con violencia de la mandíbula. Hizo amago de besarla en los labios, más Zoe se echó hacia atrás al notar el olor a todas las pociones y la esencia de Amortencia que la hacía sentir culpable. -Esta no es la solución -Gruñó Zoe McOrez, dando unos pasos hacia atrás. -No puedes engañar a las profecías intentando que Potter te ame utilizando una de esas pociones para que te convierta en ese gran mago que quieres ser. Escuchó su risa. Tuvo un mal presentemiento pero no hizo nada por evitarlo. Su hermano giró su mirada hacia las brujas que habían extendido sus brazos hacia él para que volviera con ellas. Arrastrándose por el suelo para llamarle. Zoe supo que debería apartar la mirada. Frank sacó un hacha de debajo de unos de los cojines. Lanzó el arma sobre el cuello de una de las jóvenes. Roció su sangre por toda la sangre. Y clavó justo en el cráneo de la otra muchacha el hacha. Dejándolo allí. Cuando volvió a mirar a su hermana, tenía una sonrisa poco humana en su rostro. Salpicado de gotas de sangre. Ella sintió las gotas sonre sus mejillas. No dijo nada. No quiso moverse. Su hermano la amenazaría con ese arma si intentaba algo. -Si puedo hacerlo con asesinas del Ojo, Potter no será un problema -Se limpió las manos sobre su torso desnudo. Zoe parpadeó lentamente. -Te matarán por incumplir órdenes del Ojo. Volvió a reírse. -No lo harán cuando me convierta en el mejor mago que ha existido en el mundo. Zoe apretó los dientes. Se mordió la lengua. Comenzaba a plantearse si realmente merecía la pena salvar el alma de su hermano. Zoe McOrez deseaba poder. Deseaba lo mismo que su hermano. Pero a ella no le nublaba esa falta de humanidad que hacía tan peligroso a Frank McOrez. Y que, cada día que pasaba, se oscurecía. Quería a su hermano. Era su hermano. Les habían enseñado de pequeños qué era lo que les esperaba después de aquella guerra. Sabía que su hermano había recibido aquella enseñanza de Tristán McOrez. De cómo el niño que una vez hubo sido se perdió en una de las veces en las que su tío le obligó a arrebatarle la vida a alguien y a morder el corazón del cadáver. Zoe siempre había pensado que aquel niño que jugaba con ella. El niño que se inventaba historias para cuando Zoe no podía dormir. Estaba allí. Y que, por esa razón, era capaz de crear un Patronus. Era lo único que le hacía anclarse a esa esperanza. Incluso cuando su madre le hubo contado que había magos oscuros que podían hacerlo, al tener control sobre sí mismos y sobre la magia. Como Dolores Umbridge. Suspiró. La escena que acababa de ver rasgaba las esperanzas que ella luchaba por construir. Por tener una vida con su hermano. Por acabar aquella guerra y sentarse al lado del Señor como mano derecha. Como le había prometido una vez su abuela. Ella sería la Comandante del Ojo. Y Remus Lupin, el muchacho que venía del futuro, se lo había confirmado. Salió de la sala de su hermano sin decir nada más. Remus Lupin también le había contado otras cosas. Cosas que le habían hecho sentir dudas. Sacudió su cabeza. Sacó el frasco que tenía preparado. Y se lo bebió. Su escuálida figura se empequeñeció. Su piel se suavizó. Sus ojos se tornaron verdes. Se Apareció en Hogsmeade donde sabía que Alice Longbotton no correría peligro, más ella sí. Era el fin de semana de las compras de Navidad. Y debía asegurarse de que las profecías se cumplían. Por motivos egoístas. Aunque no supiera exactamente a qué motivos estaba acudiendo. Se quedó en el callejón y respiró profundamente. Esperó que nadie la viera. Esperó que Albus Potter estuviera ocupado. Y que el resto de críos también. No necesitaba montar una escena. No se podía permitir que el Ojo supiera de su pequeña escapada a Hogsmeade. Tampoco estaba preparada para ver a Isabella Zabini. Probablemente le suplicaría que la llevara con los demás. Vio el cabello rojo que estaba buscando. Se aseguró de que no fuera ninguna otra estúpida Weasley. Se puso la capucha. Y se apresuró hacia ella. Iba sola. Distraída. La atrapó de codo y la acorraló en un callejón de la acera de enfrente. Conjuró rápidamente un Muffliato. Sus ojos atónitos estaban viendo a Alice Longbotton. -¿Ali? -Su voz sonaba insegura. Sus manos aprisionadas por el agarre de Zoe. -¿Quieres que...? ¿Albus? Su incoherencia hizo que Zoe rodara los ojos. -No soy Alice, Potter -Le espetó con impaciencia. No supo si fue el tono de su voz o sus encuentros previos lo que dio una pista de reconocimiento en Lily Potter. Tal vez la muchacha era más inteligente que el resto de sus familiares. Quizás por esa razón la había elegido su hermano para su estúpido cometido. -McOrez -Escupió. La notó tensarse bajo su piel. -Solo vengo a avisarte, Potter -Dijo Zoe. -Mi hermano intentará matarte... -Tu hermano me dijo que me necesitaba viva -Interrumpió con urgencia la joven. Y pudo oler su miedo. -Las cosas han cambiado... Ahora todos te quieren muerta -Suspiró ella. Menos Zoe, al parecer. ¿Nadie había escuchado los relatos del futuro? -No te acerques a él. Por el bien de todos. Por supuesto, el "bien de todos" para Zoe McOrez era muy diferente al que Lily Potter podría tener en mente. Y ella lo entendió al instante. -No voy a hacerte caso a ti -Le escupió. Era entendible. -¿No quieres vivir, Potter? Da igua quien gane, a todo el mundo le sirves más viva que muerta. -¿Y qué ganas tú? Zoe guardó silencio. -Una oportunidad. No era la respuesta que Lily Potter estaría buscando, pero iba a conformarse con ella. Alzó una ceja. -¿Te has arriesgado a venir a verme solo para decirme algo que ya hago y que haré? -Mi hermano es más peligroso ahora que antes... Y está enfrentándose a las órdenes del Ojo con tal de matarte, Potter. Soy un buen soldado -Añadió, como si nada de aquello tuviera verdadera importancia. Como si avisar prudentemente a Potter fuera parte de su rutina habitual. -Incluso si es mi hermano... El objetivo del Ojo es más importante que su individualidad. Lily Potter no pareció del todo convencida.Sería imposible. Ella no era un soldado. Ella era un individuo. Jamás entendería el sacrificio por el resto. Era hipócrita por pensar aquello, ¿no? Zoe también lo hacía porque sabía que un futuro con Lily Luna Potter era un futuro de éxito para Zoe. Y solo tal vez, si Frank no conseguía lo que pretendía, seguía habiendo esperanza para su humanidad. -Siento pena por ti, McOrez. Ella se rio. -No seas estúpida -Le dijo. -En un futuro, sentirás terror. Y lo dijo con la certeza con la que sabía que cuando el sol se ponía, la luz de la bóveda celeste se apagaba. -Está con Whitehall -Informó Albus Severus Potter lanzando una bocanada de aire de frustración. Tenía los puños cerrados. Se lo había imaginado. Tenía todos los indicios de que así fuera. De que Peter Glyne y todos sus amigos siguieran órdenes del Auror estadounidense. Más confirmarlo gracias a Coleman no dirimía su frustración. -Y comenzarán a amenazar y a sacar a alumnos de Hogwarts en Navidad. Le dio absolutamente igual que alguien pudiera escucharles en la Sala Común. Bella Zabini se encogió sobre sí misma y dio otro sorbo a su zumo de limón. Albus sabía que aquello debía asustarla. De todos los alumnos que podían ser los primeros en ser capturados por Whitehall, ella era la primera. Ya lo había sido. Además, al contrario que muchos de los que eran señalados sin ninguna prueba tangible, sus padres habían huido y su hermano estaba preso bajo órdenes de Whitehall. No era como si no fuera inevitable sospechar de ella. -No tienen pruebas -Señaló Zabini. Albus ladeó la cabeza. -¿Hacen falta tener pruebas verídicas? -Escuchó a la joven resoplar. Por supuesto, estaban hablando de Whitehall. Si quería algo, lo conseguiría. A cualquier precio. Sin importar traspasar el límite de la legalidad. -Glyne intentará meterse en vuestra cabeza y hacer que os expulséis solitos... Como a través de un duelo... -No somos tan estúpidos -Interrumpió ofendida. -Se me ocurre más de alguno que saltaría en el momento en el que insultaran a su familia -Recapacitó Albus. -Malfoy no lo hará -Le intentó tranquilizar Zabini. Por desgracia, Zabini no conocía a su mejor amigo tanto como él lo hacía. Lo había visto ignorar los comentarios de Glyne y dar puñetazos a la pared después. Relatarle las historias sobre el paradero de su abuelo Lucius y cómo estaba escondiendo a los miembros del Ojo. Como había prometido que sería Scorpius Malfoy el que lanzaría un Avada Kedavra para demostrar que era un Malfoy poderoso. -Eso espero. Greenwood y Albus hacían todo lo posible para distraerle. Se lo llevaban a las cocinas de los elfos. James había ampliado las prácticas de Quidditch. E incluso había pedido más rondas a Claire Jenkins. Su prima Rose parecía tener una tregua de paz con él. Les había bendecido a todos con aquello. Más sabía que si Peter Glyne se proponía alterar a su mejor amigo, lo acabaría consiguiendo. No era como si su padre hubiera sido asesinado por el Ojo y nadie lo hubiera apreciado. O como si su madre intentera compensar la mala fama de los Malfoy a toda costa. A costa de los artículos de El Profeta que la denigraban. O como si su hermana Theia no estuviera en peligro, así como su madre, por la amenaza de Lucius Malfoy de recuperar la Mansión. -¿No decías que el Ministerio nos iba a ayudar? -Preguntó Zabini en voz baja. Albus se mordió el labio. -Algo así... Mi tía Hermione me asegurado eso -Se rascó la barbilla. -Dice que tiene a alguien del Ministerio en Hogwarts en caso de que Glyne y Whitehall os intente poner en peligro. Y Scorpius decía que no serviría para nada si no era la mismísima Hermione Weasley-Granger la que estaba allí para detenerles. -Es curioso que el Ministerio quiera deshacerse de Whitehall... ¿No fueron ellos los que le dieron tanto poder? Albus se encogió de hombros. -Nadie sabía cómo era hasta que lo conocieron mejor, supongo -Reflexionó el joven. Observó la sonrisa de Zabini. Supuso que ella estaba de acuerdo con aquella idea de conocer mejor a las personas para descubrir cómo eran realmente. Albus siempre había sido bastante abierto al respecto. Quitando su etapa estelar en la que resintió a Alice. Zabini como compañera de Casa y de planes -y de Quidditch -no estaba mal. No sería una verdadera amiga nunca. Pues había cosas en las que seguían discrepando -como cuando aseguraba que ella creía en el Ojo. Pero tenían objetivos en común. -Tu hermano está esperándote fuera de la Sala Común, Potter -Le llamó Binns antes de subir a sus dormitorios. Albus arrugó la frente. Zabini le hizo un gesto para que acudiera a la llamada de James. Pero no dejó de tener el ceño fruncido. ¿James Potter acudiendo a él? Sí, bueno, en los últimos años eran más cercanos... James no tenía ni a Fred ni a Susan... Pero siempre que acudía a él le hacía sentir un peso incómodo en el estómago. Se sorprendió al ver una sonrisa tímida y una corbata desajustada. Albus entrecerró los ojos. -¿Teddy no estaba en su despacho? -Preguntó con escepticismo. -Oh, vamos, Al... ¿No puedo querer hablar con mi hermanito? -Pasó un brazo por sus hombros. No, James, eso era bastante extraño. -¿Qué quieres? Porque quería seguir hablando con Zabini acerca de cómo manejar el asunto de Whitehall y Glyne. Y, sinceramente, si James no estaba allí por motivos familiares o por lo que fuera que le mandara el Temple... ¿Qué demonios quería? -Vamos a las cocinas -Ordenó. Tuvo que arrastrarle, pues en el diccionario de los Potter, ir a las cocinas significaba hablar de lo que les estaba preocupando en ese momento. Y, bueno, no era por no ser mal hermano... Pero, ¿en serio no tenía James a otra persona con la que hablar de sus problemas? ¿Lola? En serio, Teddy era adulto. Al proceder de las mazmorras, tardaron en llegar a la pintura de un cuenco de frutas. James le hizo cosquillas a la pera. Se retorció. Se rió. Y se transformo en una perilla de una puerta verde, revelando una entrada. La enorme habitación de techos altos les recibió. Era casi tan grande como el Gran Comedor. Poblado de brillantes ollas de bronce. Sartenes amontonadas en las paredes de piedra. Una gran chimenea en el otro extremo. -Señores Potter, bienvenidos -Les recibió Winky. Albus sonrió al ver a aquella elfina doméstica. - ¿Qué desean? ¿Una taza de chocolate caliente para el señor Albus Potter? -Le sonrió con sus brillantes ojos. Albus asintió. Incluso cuando no tenía mucho apetito, complacer a Winky siempre era buena idea. -¿Un vaso de whiskey de fuego para el señor James Potter? Su hermano se tensó. Albus soltó una pequeña carcajada. -No, Winky... Una taza de chocolate está bien... -Winky solo recuerda lo que tomó el señor James Potter cuando vino la última vez con la señorita Lola...-Dijo con una disimulada sonrisa. -Pero Winky le hará un chocolate caliente si es lo que desea -Le guiñó el ojo y se dirigió hacia las cocinas. Albus seguía mirando a su hermano con diversión. -¿Te vienes aquí a emborracharte con Lola? -Inquirió. Su hermano suspiró. -La culpa la tiene tu amigo Greenwood por contarle a Lola la existencia del whiskey de fuego... -Me preguntó que diría Brooks si se enterara -Soltó una carcajada más sonora al ver cómo su hermano enrojecía. Eso era nuevo. Ver a su hermano inseguro y sonrojado. Habría pagado mil galeones por enseñarle esa estampa al James de trece años. -¿Por qué quieres hablar... conmigo? Se hizo un silencio en el que su hermano pareció plantearse seriamente cómo abordar lo que fuera que quisiera poner sobre la mesa. Al menos, se tranquilizó a sí mismo, no debía ser nada serio. -Tú... Tú eres más inteligente que yo para estas cosas. Las cejas de Albus se dispararon hacia arriba. Cogió la taza que le ofrecía Winky y le guiñó el ojo en agradecimiento. -Nunca pensé que dirías algo así. -Al, estoy intentando abrirme contigo... Por favor, no lo hagas más difícil... -O... Yo también soy un Potter... Sé lo difícil que es... Por eso tengo todo el derecho de saborear este momento como el día en el que mi hermano finalmente aceptó que no es el mejor en algo. Le disparó una mirada de reproche. -Es que... No sé con quién hablar de esto. -¿Teddy? James negó hundiendo los hombros. -No me ha demostrado ser el mejor para este tipo de consejos...-Albus soltó una risa nerviosa. Oh, Salazar. -¿Cuándo supiste lo que sentías por Alice? Y boooom. Balbuceó. Quizás debería haberse esperado que James fuera tan estúpido como para pensar que él era el mejor para ese tipo de consejos. O sea. Él. ¿No recordaba que había ignorado a Alice durante casi un año? ¿Qué era un imbécil? ¿Y que ahora estaba colaborando -casi- con el Ojo para ponerla a salvo? ¡Era un desastre en eso! Por la mirada que su hermano le dirigió, le imploró que se tomase su petición por un consejo en serio. -No lo sé -Respondió. -No te iluminas ni nada como una bombilla... -Su hermano resopló ante aquella comparación. Sí, no era lo mejor. -Siempre ha sido mi mejor amiga... Literalmente siempre. Más que Rose... Así que... No sé... ¿Siempre he sentido algo por ella pero soy un Potter y no me he dado cuenta hasta... hace nada? -James asintió. Como canalizando toda esa información. Realmente no le había dicho nada que él no pudiera haber deducido por su cuenta. -¿Tú sientes algo por Cornelia? Lo preguntó con incredulidad. Porque era Albus Severus Potter y nunca sabía leer las emociones en las personas. Brooks había estado con ellos en alguna ocasión. Y, desde que volvió a Hogwarts aquel año, notaba más cercanía con su hermano. Él no le había contado nada. Se preguntó si le había contado algo a alguien. ¿Tal vez a Lola y por eso el whiskey de fuego? Albus no era ajeno a todos los rumores que decían que a James Sirius Potter le gustaba Cornelia Brooks. Y su prima Rose había dicho en varias ocasiones que como James no le pidiera salir lo haría ella. Para su sorpresa, James negó lentamente con la cabeza. -Sólo somos amigos. Se rio. Estaba rojo como el color de Gryffindor. Y lo decía en voz baja. ¿Su hermano estaba enamorado? ¿Por qué otra razón lo había llevado allí a preguntarle por su experiencia con Alice? ¿Acaso creía que Albus era tonto? Volvió a reírse cuando vio que su hermano bebía el chocolate y suspiraba. ¡Era eso! ¡A su hermano le gustaba Brooks de verdad! ¿Y por qué razón no hacía algo al respecto? ¿O había hecho algo? ¿Y si le había rechazado? Eso sería un buen karma por parte del universo, ¿no? Albus sacudió su cabeza. -Yo tampoco creía en el amor y en todos los rollos que Vic y Lucy nos contaban... ¿Te acuerdas? Eso de las almas gemelas... Creía que lo de mamá y papá era algo que sólo podía ocurrir una vez en mil millones de años, porque... Porque veía a Teddy y a Vic y no quería algo así... No sé... Pero después de... Todo lo que he hecho por Alice… El cínico se ha convertido. Su hermano alzó la vista. -¿Qué estás haciendo exactamente por Alice? Notó cierta curiosidad en su voz. Más algo más. Como si ese fuera otro consejo que se atrevía a preguntar. ¿Qué estás dispuesto a hacer por ella? Se aclaró la garganta cuando dio un sorbo al chocolate. -Desafíar al Auror que podía matarnos a los dos por lo que haríamos…-Su hermano se rio. Era una risa sarcástica. Como si no se esperara nada menos. - A los Potter nos mueve mucho las emociones, ¿eh? Asintió firmemente. ¿Era tan estúpido como él? -¿Matarías a ese Auror si pone en peligro a Alice? Ouch, James, ¿qué era lo que pretendía hacer? -Alice ya está en peligro…-Suspiró tras una pausa.- No me necesita a mí para salvarse… Pero sí… Si estuviera en mi mano, no pestañearía en lanzarle un Avada Kedavra. James se echó hacia atrás en la silla. Le dedicó a su hermano una de esas sonrisas de suficiencia que habían sido su marca durante tanto tiempo. -¿Alguna vez has pensado en que si la gente nos oyera, nos encerrarían con mamá en Azkaban? -Todo el tiempo. Rose Weasley agudizó su oído. Notó que Lisa McKinnon y Sybil Gardner, dos Hufflepuff de su año, cuchilleaban algo y se acercaban, entre risas hacia ella. Esperaba que no fueran a reírse de su pelo enredado. De su sudor. O de lo que fuera que estuvieran conspirando. -…Pero si se lo preguntamos de forma educada…-Escuchó decir a Gardner. -Rose Weasley nunca lo haría -Cortó abruptamente McKinnon a Gardner. Y no había nada en el universo que le hiciera a Rose Weasley perseguir algún objetivo que justo aquella frase. Un fuego cruzó su mirada. Sus cejas se alzaron y se acercó a ellas. -Es solo que me presente… -Pero tú ya lo conoces, Lisa -Resopló Gardner. Por supuesto, que aquello iba a derivar en aquello. Rodó los ojos. Y juró que se le iban a salir de las cuencas. Aquello era lo que suponía el comunicado de Horace Slughorn. Llevaba seis años sin hacer ninguna reunión de su Club de Eminencias. Y quería celebrar la Navidad con sus alumnos más distinguidos en un baile en el que invitaría a figuras importantes de la comunidad mágica. Todos los alumnos de Hogwarts -por un motivo o por otro- querían asistir. Pero solo los más distinguidos habían recibido una invitación para ellos y un acompañante. Sí, sí, Rose Weasley había sido invitada. Después de haberse negado hacía en el pasado a formar parte de aquel Club, no podía negar que quería asistir a aquella reunión si iban a ir personas importantes de fuera de Hogwarts. También habían sido invitados sus primo Albus. Scorpius Malfoy y, supuso, que por insistencia de Longbotton para crear una imagen de aceptación en tiempos turbios. Cornelia Brooks, ¿cómo no? Hugo Weasley, ¿cómo no iba a ser invitado su hermano? Por Merlín. Sebastian McKing, por ser el hijo del Ministro, obviamente. Felicia Belby, una Ravenclaw versada en el arte de las Pociones. Y Marc McLaggen, muy probablemente por su familia. El problema para todos los invitados -al menos, para ella, era buscar una pareja. Si iba a ser invitado alguien del Ministerio, no podía traer a una cita que no pudiera balbucear más de dos o tres palabras juntas. Y, oh, no iba a invitar de nuevo a Glyne. Albus le había dicho que ya tenía una cita -y se sintió traicionada como mejor amiga de Alice. Y no iba a decirle a Carter que la acompañara cuando estaba claro que la había superado por completo. Gracias a los fundadores de Hogwarts. Intentó que no se notara su presencia allí. Ella, Prefecta, escuchando conversaciones ajenas. -Pero no en un contexto… Social… Solo por compartir clases… -McKinnon se giró hacia Gardner. -No creo que haya hablado directamente a Scorpius Malfoy o con Albus Potter en ninguna ocasión -Se lamentó. Pues qué suerte. Rose Weasley se echó hacia atrás cuando se dio cuenta del favor. ¡Esas Hufflepuff estaban hablando de Scorpius Malfoy y de su primo -y se lo decían a ella! ¿Por qué endemoniada razón querrían hablar con Malfoy o con Al? ¿Qué se los presentara? ¿Cómo podían estar interesadas en esos esperpentos de Hogwarts? -No necesitas que Rose te los presente… Además, Weasley y Malfoy ni siquiera hablan ya… Ya sabes cómo son -Argumentó Gardner. -…Pero Rose es la prima de Albus Potter y sí que me lo puede presentar a él -Susurró McKinnon, pero con un tono que Rose pudo seguir escuchando. -¿Y para qué? Te has intentado sentar en clase con él durante semanas… ¡Y siempre encuentra una excusa para evadirte…! -Aplaudió internamento por su primo. -¿Por qué no te rindes ya? -Sugirió Gardner. -¿Y Malfoy? Es el chico más guapo de nuestro año… ¿Pretendes que vaya a él y le pregunte que si quiere que sea su pareja para el Baile de Slughorn? Rose no pudo evitarlo y soltó una carcajada. -¿Weasley? -La descubrió Gardner. Tenía dos opciones. Salir corriendo o enfrentarse. Y era una Gryffindor. -Lo siento, es que he escuchado algo como que Malfoy es el chico más guapo de nuestro año… Serán imaginaciones mías -Espetó y volvió a reírse. Sybil Gardern se sonrojó hasta los extremos. Tomó varias inhalaciones. Largas y profundas. -Weasley -Hizo una pausa dramática. -Scorpius Malfoy es objetivamente atractivo y no puedes negarlo. -¡Sí que puedo! -Protestó. No había nada su compañero de rondas que fuera atractivo. Ni su insolencia. Su arrogancia. Su barbilla en alto cuando quería hacerse superior. Era demasiado irritante. Sobre todo, aquellas últimas semanas tras su gran disculpa que no había servido absolutamente para nada. Y Rose Weasley se había mordido la lengua. Se había prometido así misma ser madura y no caer en el juego de Malfoy. No iba a lanzarle una Maldición de Mocos de Murciélago aunque a veces tuviera que esconder su varita en la capa. Ignorarse el uno al otro era lo mejor que podían hacer. Influía el hecho de que no era el mejor momento para tomarla con Scorpius Malfoy... Y por esa se había librado. -Rose, todo lo que Sybil quiere hacer es tener una conversación civilizada con un chico que le parece atractivo. En realidad no es tan difícil encontrar a Malfoy atractivo.... Y Al es tu primo... y Scorpius es el mejor amigo de Albus… -Dijo la muchacha de Hufflepuff, como si aquello fuera una muestra de lo que hacían los Hufflepuff. La última vez que se miró el uniforme, estaba segura de que era Gryffindor. -¿Y qué? ¿Me tiene que parecer atractivo también a mí? -Bufó. -Créeme, soy una persona que tiene que lidiar involuntariamente con él más de lo que deseo… Y no quieres tener una conversación civilizada con él. Sobre todo cuando lo único que hacía era insultar su inteligencia. O, mejor aún, ignorar el hecho de que le hubiera pedido perdón por toda su actitud durante años... Para que la ignorara como si fuera un elfo doméstico antes de la liberación. -¿No me lo presentarías para que sea su pareja en el Baile de Slughorn? -Suspiró Sybil Gardner. Como si fuera trabajo de Rose Weasley buscarle pareja al maldito Malfoy. Rose la miró con incredulidad. -¡No! -Jadeó. -¡Y no es ningún prejuicio de esos! -¿Por qué no? -Oh, McKinnon, créeme que lo hago por tú bien… -Resopló. -Para empezar… Es un imbécil y un maleducado. Gardner, en cambio, la contempló con curiosidad. Y estupor. -Pero sólo contigo… Es un encanto con el resto de personas. Quizás es porque tú eres una maldecuada con él… -Dejó caer. La Hufflepuff. ¿Dónde estaba la sororidad? Rose se cruzó de brazos indignada. No podía discutir que era desagradable con Scorpius Malfoy. Incluso cuando era evidente que aquello había cambiado en aquellos meses. Por falta de práctica, le gustaría pensar. Hogwarts siempre recordaría sus discusiones con él. -No soy la mejor persona para hacerlo… Probablemente huiría de ti al asociarte conmigo -Dijo con sinceridad. -Esperaba que las cosas se hubieran calmado un poco desde que sois Prefectos los dos… -Suspiró Gardner. Rose apretó sus labios. Las cosas no se habían calmado en absoluto. Sólo estaban siendo más reservados y sutiles. No esperó a que le contestaran. No tenía nada más que decir. Se dirigió hacia la Torre Gryffindor. Ignorando a todos los que pasaban a su lado. Ignorando al sector masculino que podría ser potencialmente adecuado para una cita para el Baile... Porque no existía. Entró en la Sala Común y se lanzó en el sofá de un suspiro. Escuchó una risita. Y la queja de esa misma voz al ser golpeada por algo. Alzó la vista. Lola y Cornelia Brooks la contemplaban con curiosidad. Oh, sí, bienvenidas a las desventuras de la joven Rose Weasley. -¿Con quién vas al baile, Brooks? -Le preguntó sobre un cojín que enmudeció sus palabras. Lo que esperaba escuchar era que con nadie. O con Tom McGregor. Esas dos opciones la tranquilizarían. Había personas en una peor situación que ella. Más escuchó la risa de Lola Brooks. Y frunció el ceño. ¿No la había escuchado o qué? -Va con tu primo James -Oyó decir a Lola. Ahogó un grito en el cojín. ¿Por qué no tenía ningún beneficio el hecho de ser la hija de Hermione Weasley? Su madre había ido con Victor Krum a un Baile. ¿Y a ella solo le iba a pedir una cita Glyne o un Hufflepuff que parecía que tenía dientes postizos? ¿Es que acaso tenían miedo de ella? Su frustración debió ser evidente, porque Lola se acercó a ella y comenzó a acariciarle el pelo. -¿Por qué no vas con tu hermano? Sintió las lágrimas llegar a sus ojos al reírse. Oh, sí, claro. -Irá con Lorcan Scarmander para hacer alianzas profesionales... -Suspiró. Su hermano nunca perdía el tiempo. Quizás por eso ella era una perdedora. Porque mientras le frustraba encontrar una cita para el Baile, su hermano seguía pensando en ganar la guerra. Suspiró. ¿Y qué? Era una adolescente, maldita sea. Tenía derecho a un respiro. -Lola, deja de manosear a Rose Weasley -Escuchó decir a Cornelia Brooks. Rose se sonrojó. Se dio cuenta de que Lola tenía una sonrisa pícara en su rostro. -Oh, ¿eres...? -Temió ofenderla, más era Lola. -¿Cómo no te has dado cuenta antes? -Se rio Lola. -Oh, Lola, ¡es imposible saberlo! ¡Intentas ligar con todo! -Podía ver que aquel arrebato le sorprendió a Lola. A la vez que la divertía. -Intentas ligar con los retratos de caballeros medievales, con Flinch, con el director Longbotton, con su mujer y… ¡Sin contar a todos los alumnos y alumnas de Hogwarts! Probablemente ella no tendría problema para encontrar una cita en el Baile. -¿Te has incluido, Weasley? -Le preguntó. Claramente flirteando con ella. -¿Sabes? Si fueras al baile conmigo, incendiaríamos Hogwarts y haríamos que los ojos de todos explotaran de deseo. -Por Merlín -Musitó. No supo por qué, pero se había ruborizado. ¿Cómo conseguía Lola aquel efecto en cualquier ser vivo? -¡He decidido ir sola! Y la joven Ravenclaw le guiñó el ojo seductoramente. -Cómo me gusta una mujer empoderada. Rose Weasley se sorprendió a sí misma gustándose.
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