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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Lunes 25 de Enero de 2021, 16:18 [ Más información ] Tweet
(V) Capítulo 12: Explosión mental (I)
-¿Otra vez? -Preguntó su hermana. Estaba intentando no reírse. Porque, bueno, estaban en el despacho del director. Y, si había aprendido algo después de aquellas semanas, era que Cornelia Brooks era la alumna ejemplar que jamás soltaría una risita en el despacho del director de Hogwarts. Ni cuando a su hermana se le desorbitaran los ojos. -¿Por qué estás haciendo eso otra vez? -¿Tiene problemas mentales? -Pregunto la voz del cuadro. O, más bien, el retrato que se movía. Y que podía ir de retrato en retrato. O sea. ¡Ni en la mejor ciencia ficción! Había que decir que saber eso y temer encontrárselo de noche había sido todo un panorama que afrontar… ¡Pero es que dormían de noche! ¡Los muy malditos! Lola había cogido la manía de exasperarles. Porque, sinceramente, sabía que no podían lanzarle un hechizo de vuelta. Como podría hacerle un mago de verdad. Oh, definitivamente no era Gryffindor. -Te lo he dicho un millón de veces, Lía -Le replicó a su hermana. -Me críe en el mundo muggle y tengo diecisiete años… ¿Cuadros vivientes? Es lo más parecido a ir a Disneyland -Le confesó. -Y aún no me has enseñado el resto de Hogwarts… -Oh, Godric… Supo que su hermana temía aquel momento. El día que saliera de Enfermería y tuviera que hacerse cargo de ella. Y no podía evitar sentirse culpable. ¡Pero tampoco podía evitarlo! ¡Ni controlarse! Supuso que tendría a esos repelentes amigos como canguros. Se estremeció solo de pensarlo. Los McGregor. Quería escupir bilis solo de pensarlo. Había consolado a su hermana cuando se enteró de que Susan Jordan -la única amiga de su hermana que merecía la pena en ese universo mágico -había muerto. No le dieron detalles y ambas intuyeron que no los querían saber. Y Lola maldijo para sus adentros cuando se enteró de que Fred Weasley tampoco estaba en Hogwarts. Sus dos posibles amigos allí. Porque el imbécil de James Sirius Potter no se había presentado para verla a ella -su amiga de la infancia -o a su hermana -fuere lo que tuviere con ela. Bueno, tan solo en dos o tres ocasiones. Pero era como que huía de allí. El director Longbotton lo excusaba diciendo que estaba muy ocupado. ¿Qué clase de amigo era ese? Además, cada vez que preguntaba su nombre delante de los repelentes McGregor tenía que escuchar un bufido. Frank Longbotton -quien Lola admiraba secretamente por ser el amante de Cross, la cual era el amor platónico de Lola, por si no lo había dejado claro -decía que Potter era un imbécil. A ver, Lola conocía a James y sabía que era un imbécil. Pero una cosa era que lo fuera y otra que lo demostrara. Al menos, Lola intuía que había una muchacha en Hogwarts que podía acogerla bajo su ala. Después de todo ella -Lucrecia Brooks Donovan -había sido la que le había enseñado el alcohol. Lola sabía que esas cosas no se olvidaban nunca. Rose Weasley debía tenerla en un altar. Seguro. Lola se giró hacia un anciano que parecía dominar al resto de retratos. Lo contempló. Y el hombre le devolvió la mirada analítica. -Joder, Lía… -Se llevó la mano a la boca. No encontró palabras para explicar lo que sintió al verle. Creyó reconocerle. Obviamente el resto de mortales no pudieron haber encontrado a una figura similar. Pero. Era indudable que era él. -Lía…-Le señaló con un dedo tembloroso. Su hermana frunció el ceño. Quizás pensando en cómo demonios iba a saber ella quién era ese mago… Pero, ¿¡cómo no iba a saberlo?! -¡¡¿ES GANDALF?!! Silencio. Intriga. Lola se giró hacia Cornelia. Esperaba una respuesta y la quería de inmediato. Su hermana ahogó una risa -de nuevo, despacho del director de Hogwarts, reírse y Cornelia Brooks. -Ese es el director Albus Dumbledore, Lola -Dijo, escondiendo una sonrisa divertida. Lola no pudo evitar sentirse engañada y malipulada por los malditos magos. Por supuesto que no serían tan nobles como para tener un retrato del mejor mago de todos los tiempos colgado en el despacho del director de un colegio. En su instituto, tenían a la Reina de Inglaterra… ¿Por qué allí no tenían a Gandalf? -¿Y dónde está el retrato de Gandalf? -Preguntó, entrecerrando los ojos. Vio la decepción de que aquel gran mago no iba a existir y antes de que saliera de la boca de su hermana la detuvo con una mano. -Ya lo encontraré -Era de la Edad Media. Quizás se llamaba de otra forma. Quizás era Merlín. Sabía que Merlín había existido. Porque James y Cornelia maldecían en su nombre. Estaba segura de que eso no estaba bien visto. Su abuela Julie le decía que no estaba bien maldecir en el nombre de dios. A no ser que Merlín fuera un demonio. -¿Albus Potter se llama así por este viejo? -¡Lola! -Le regañó su hermana. Se disculpó con la mirada ante el director Albus. Pero el director le guiñó un ojo. Lola hizo una mueca de disgusto. ¿Alerta pederasta? -Ayudó al padre de los Potter de joven a ganar la guerra. Oh, claro que le ayudó. Una figura se apareció ante ellas. Lola enmudeció. Aún no estaba acostumbrada a que la gente se apareciera en el aire. Neville Longbotton menos. Sinceramente este hombre era de lo más entrañable. Mientras que su hijo podría pasar por el dios del sexo -sinceramente entendía la razón por la que había derretido el corazón de una asesina; el padre era el dios de la ternura. Su hermana sabía rodearse de buenas personas. Sabía que tenía una hija. Se preguntó si también sería una diosa del sexo. No supo qué expresión estaba poniendo -solo imaginándose a una diosa del sexo con los rasgos de Frank Longbotton -, pero su hermana le dio un codazo. Ella le sonrió. Tendría que darle unas lecciones a su hermana. -Me alegra de que te hayan dado el alta, señorita Brooks -Dijo con esa voz que utilizaban los padres de las películas. Y que ella siempre había deseado que fuera de su padre. -Señorita… Brooks -Dijo refiriéndose a Lola. Siempre había sido Morgan. Y supuso que no estaba acostumbrada ni al apellido de sus padres ni a que distinguir cuándo se dirigían a ella o a su hermana. Aunque estaba claro cuando lo hacían. El tono para su hermana era mucho más dulce. Le indicó un asiento. Obedeció. No oponía resistencia a Neville Longbotton. No cuando se había convertido, en aquellas dos semanas, en la única figura paterna aceptable que había tenido en su vida. Su hija debía ser una diosa para desecharlo como figura paterna. -Voy a ponerle el Sombrero Seleccionador… Espero que su hermana le avisara del proceso como le previne. -Oh, sí -Se adelantó Lola. -No hace falta -Dijo, mirando con recelo al Sombrero. ¿Un Sombrero que había pasado por todas las cabezas de todos los alumnos? ¿Qué clase de higiene era aquel? Resopló. Ni siquiera lo había limpiado antes de hacer amago de ponérselo. Pensó en todos los piojos que podrían derivarse de aquella pequeña interacción. -Ya he decidido qué quiero ser. Cornelia volvió a regañarle con la mirada. -Es el Sombrero Seleccionador el que Selecciona -Señaló dócilmente su hermana. ¡Veinte puntos para Gryffindor, hermana! O algo así le habían dicho. Fuera como fuere, iba a tener que ser de una Casa para participar de la vida del Colegio. Iba a dar clases que no fueran clases para que se familiarizara con el mundo mágico. Como hacían con el dios del sex…Frank Longbotton. Esperó fuertemente que el director no fuera de esos que leían el pensamiento. -También me han dicho que escucha tus preferencias -Puntualizó Lola. Neville Longbotton detuvo el Sombrero Seleccionador antes de posarlo sobre su cabeza y que se le traspasaran todos los piojos desde aquellos campesinos de la Edad Media que no se bañaban nunca. Se removió en el asiento. -¿Qué Potter te ha dicho eso? -Cuestionó. -No se lo diré para no meterlo en problemas -Respondió Lola. Le puso el Sombrero y Neville suspiró. Miró atentamente a los ojos de Lola. -Sé que ha sido James -Le confesó con un guiño. -Solo quería saber si alguien más sabía el truco. Ella se mordió la lengua por dentro. Sintió algo en su estómago. Aquella era otra de las escenas de película de padre e hija. ¿Qué le pasaba aquel día? ¿No había tenido ya demasiadas escenas en su vida que le dejaban claro que no había superado que no tuviera padre? Ah, claro, que ahora sí que sabía que había sido asesinado por su abuela. Y había tenido una madre. Por unos meses. -Bueno -Dijo una voz en su cabeza. -¡JODER! -Gritó Lola, dando un salto. Escuchó a algunos retratos reírse. Cornelia Brooks tuvo que mirar a sus zapatos. La muy educada tapando su risa. -Oh, una squib… ¡Interesante!…¡Muy interesante! ¡Muy ambiciosa! ¡Pero mucho más inteligente! ¡Y curiosa! ¡Ingeniosa! -¿Lola? Inteligente. Sí. ¿Después de todo lo que había en ese castillo? ¿Curiosa? Solo necesitaba un mapa y una linterna y sería feliz. Muy feliz. Podía estallar la guerra que quisiera que ella estaría escuchando los cotilleos de esos retratos. Había escuchado que su hermana estaba en Gryffindor. Los valientes. Y los que tenían coraje. ¿Cornelia era así? La miró. Quizás aún no lo había demostrado. Pero tenía que protegerla y ayudarla. -¿Oh? ¿Quieres estar con tu hermana? ¡Pero en otras casas sacarías tu potencial! -Hufflepuff era patético, recordó que James había dicho algo así. No sabía por qué. Ella quería ayudar a Cornelia como mejor pudiera. Sacando su mejor potencial. Que, si era sincera, no sabía cuál era. -¿Estás segura de que es eso lo que quieres? -¿Realmente estaba teniendo una conversación en su mente con un sombrero milenario? -Sí, lo estás. Pero si estás segura de que quieres sacar tu potencial… Te pondré en… ¡RAVENCLAW! El director le quitó el Sombrero Seleccionador. Lola arrugó su nariz. Y miró, preocupada, Cornelia. Ella parecía no esperar aquella decisión. Sinceramente, Lola tampoco. Neville Longbotton tampoco. Sería una gran espía. Ocultaba muy bien su intelecto. ¿Qué esperaban? ¿Slytherin? -¿Sabes, Lía? -Dijo, con un tono de desaprobación. -No sé si quiero estar en la misma Casa que tus amigos los repelentes… -¡Lola! -Le regañó de nuevo. Ella sonrió y escondió una carcajada. Se levantó de un salto. -Podéis aprovechar el almuerzo para ver el Gran Comedor… -Comenzó a decir el director. -Lola participará de todas las actividades y beneficios que ofrece la Casa de Rowena Ravenclaw y esta noche uno de los Prefectos le explicara todo lo que supone estar en esa Casa. Pero el Premio Anual…-El director se rascó la nuca. El Premio Anual era James Sirius Potter y el traidor que no iba a verlas, Buda sabía por qué. -Ha pensado que fuera cual fuera la Casa de Lola, se quedara en la habitación de Cornelia y ocupara la cama de la señorita Jordan… En caso de que la señorita Cornelia tuviera algún otro… Suceso o problema nocturno… Lola presionó sus labios. Exactamente no sabía lo que eran los problemas nocturnos de Cornelia, pues dormía como un tronco gracias a una de las pociones de Madame Longbotton. Más, al parecer, su hermana había tenido un par de pesadillas -o visiones, según afirmaba ella -que despertaban a todo el mundo. Y de las que ella no recordaba nada. Eso decía ella. Pues Lola conocía a su hermana y sabía que las visiones que tenía se habían quedado impregnadas en su cerebro por el silencio que conllevaba al día siguiente. Pero Lola no preguntó ni un solo día. Le recordó demasiado al estado que tenía Cornelia cada vez que Ivonne Donovan estaba unas horas con ellas. ¿Qué clase de visiones tenía su hermana para sufrir de ese modo? Había otra pregunta que le rondaba la cabeza. ¿Por qué su abuela querría matar a Cornelia? ¿Por qué había llegado tan lejos incluso para matar a su madre por detenerla? Pero Lola las disipaba cada vez que las hacía. Sabía -lo sabía con certeza -que Cornelia estaba intentando averiguar por qué. O lo intentaría averiguar. Debía protegerla. Quizás no estaban preparadas para saberlo todavía. -Muy considerado por su parte -Respondió de manera educada Cornelia. Lola no supo si, de verdad, pensaba aquello. ¿Qué opinaba Cornelia sobre James? Su hermana le había hablado un par de veces de él. Más cogía el tema con pinzas. Como si le diera miedo profundizar. Como si hablara de él por Lola y no por ella. Aún tenía una conversación pendiente sobre James con ella. Más siempre la evitaba. Y no quería presionarla. -¿Qué opinas, Lola? Ella barajó las cartas. ¿Una habitación con desconocidas o una habitación con su hermana para protegerla? ¿Por qué le estaba preguntando? -¿Esto va en contra de las reglas? -Inquirió al Director. Vaciló con la cabeza. Lo cual significaba que sí, pero que haría una excepción por las circunstancias. Ella sonrió. -Seré tu sombra, hermanita. Evidentemente, no era lo que Cornelia quería escuchar. Pero sonrió educadamente. -Muchas gracias por todo, director Longbotton. -Es mi deber cuidar de mis alumnos -Le respondió él. Bajó la cabeza hacia Lola y les indicó las escaleras hacia fuera de su despacho. Se dirigieron al Gran Salón. El camino fue corto. Cornelia la arrastró del codo por todos los pasillos. Decir que se le cayó la baba hubiera sido infravalorar la reacción de Lola al conocer Hogwarts. Por primera vez en su vida, Lola se había quedado sin palabras. Los alumnos -vestidos con esas túnicas feas y con corbatas de diferentes colores como si aquello fuera un apartheid -la miraban a ella con curiosidad. Más por la cara de boba que por el hecho de que fuera nueva. Pues había tantos alumnos que posiblemente podría haber pasado desapercibida. Se había colocado la túnica de Ravenclaw. La corbata de Ravenclaw. Y vestía uniforme. Quien no conociera a Lola debería saber que aquello no duraría mucho. Lola no supo cómo describir el Gran Salón cuando entró. Si tuviera su teléfono móvil, tendría que haber hecho una panóramica horizontal y vertical para incluirlo en su visión. Pero no era solo el tamaño. Entrar y ver el cielo -un hechizo mágico que simulaba el techo -era como entrar por primera vez al Hamleys. Solo que mil veces mejor. Si creyera en alguna religión, ese sería su Nirvana. Y, después, estaba esa sensación. Esa sensación de hogar. De risas. De niños. De olor a comida deliciosa. Empezó a salivar sin darse cuenta. Le habían dicho que la comida no dejaba de llegar. Oh, por Mark Zuckerberg, iban a tener que abrir un gimnasio solo para ella. -¡Cornelia! La mesa de Ravenclaw, su mesa aparentemente, estaba ocupada por los amigos repelentes de su hermana. Rodó los ojos y bufó. Y su hermana le pegó un codazo, que aquella vez dolió. Había sido clara en decirle a su hermana que no le caían bien. Incluso si uno de ellos era su exnovio. Le daba igual. Los exnovios no eran amigos. Mucho menos un imbécil como aquel. Les había dicho que tenía el ojo morado por el juego ese que tenían con las escobas voladoras -por lo visto la idea de las escobas de los mortales tampoco era tan alocada. Pero Lola sabía que se lo había inventado, pues James había dicho que aún no había empezado la temporada. ¿Por qué Cornelia Brooks seguía siendo su amiga? Lola, después de meses conociendo a su hermana, había comprendido que era de esas almas caritativas que no sabían decir que no a sus viejas amistades. Se sentía en deuda con ellos por algún motivo. Lola miró a su alrededor para encontrar algún rostro conocido y escapar de los tentáculos que Tom McGregor intentaba enroscar en su hermana. Porque su hermana era ajena al hecho de que su ex novio tenía las intenciones de dejar el prefijo ex. En la mesa de las corbatas azules, vio una cabellera pelirroja cuyo rostro le recordó a Rose Weasley. Intentó llamar la atención de él sin éxito. Muy ocupado leyendo un cuaderno. Oh, claro, esa debía ser la mesa de los inteligentes. Debía haber empollones también. En la mesa de las corbatas verdes, no vio a nadie conocido. Solo a una muchacha que la miraba con interés -y se guardó su rostro para sus futuras conquistas, aunque su hermana le hubiera avisado que tuviera cuidado, pues algunos querrían matarles. ¡Más divertido! De las corbatas amarillas no conocía nadie. Supuso que aquellos eran los patéticos Hufflepuff. Y después se encontró a las corbatas rojas. Pero no vio a James. Ni a Rose Weasley. Vio a una corbata verde infiltrada que le recordó mucho a James. Y le saludó. Era Albus Severus Potter. El hermano de James al que le intimidaba cuando eran pequeños -lo cual era su pasatiempo favorito cuando iba a casa de los Potter. Pero estaba demasiado distraído con su desayuno. Un muchacho muy apuesto de cabellos platinos estaba sentado a su lado hablando con otro muchacho también muy atractivo. Debía beber agua de allí para transformarse una diosa del sexo como esos. Qué suerte no ser heterosexual, no sabría a quién elegir. -Lola, vamos -Su hermana la cogió del brazo y la arrastró a la mesa del Pulpo McGregor. Suspiró resignada. Comenzó a echarse mucha comida en su plato. Cornelia rodó los ojos. Estaba dispuesta a llevársela si no se la comía. Pero dudaba que se dejara algo con lo hambrienta que estaba. Madame Longbotton -la madre del dios del sexo y, oh, bendita y afortunada era Cross- estaba preocupada por su dieta, le había preguntado que si solo se alimentaba de pizzas en los años en los que había estado viviendo con el doctor Morgan. La respuesta era vaga. Pues también había estado el alcohol implicado. Más, ¿era algo que debía saber la mujer del director? Nope. No, cuando pretendía experimentar las fiestas mágicas. Ignoró por completo la charla superficial del Pulpo McGregor. Su gemelo la miró con curiosidad. Si les distinguía era porque uno no tenía una cicatriz en el uno. Se sentía observada. Y estaba harta. Una quería comer en paz. -¿Qué? -Le espetó. Con la boca llena. -¿De verdad eres la hermana de Cornelia? Rodó los ojos. No iba a responder a esa pregunta. -Cornelia me ha dicho que eras amiga de Potter -Dijo Pulpo McGregor. Ella resopló. Vio que su hermana comenzaba a estar molesta con su actitud. Era ella la que la había obligado a estar allí. De acuerdo, eran muchachos que podrían ser pasables. Pero sabía que las intenciones de su ex no eran las mismas que las de Cornelia. Sobre todo por cómo hablaba de su amigo James. Y por el tono que acababa de utilizar. -No sé por qué utilizas el pasado -Espetó. -Es mi amigo. Mi mejor amigo. -No lo veo aquí preocupado por su mejor amiga -Puntualizó. Ah, o sea que por estas cosas le habían pegado un puñetazo en la cara. -Suele pasarle eso… Solo mientras pueda parecer que se hace el héroe… Aparece… Es todo un espectáculo Potter -Podría darle un puñetazo en el otro ojo para que fuera a juego. -¿Verdad, Cornelia? Lola dejó de masticar. El muy imbécil. Su hermana también dejó de masticar. Por supuesto, McGregor no sabía por lo que tenía que haber pasado Cornelia. Solo lo sabían los profesores. Y Frank Longbotton. Pero una alumna no se pasaba dos semanas en el hospital del Colegio porque estuviera un poco cansada del viaje. ¿Cómo se atrevía a hacerle hablar mal de su amigo? Lola arqueó una ceja. Cornelia parecía incómoda. Lola frunció el ceño. ¿Cómo no lo había pensado antes? Claro que tenía sentido. Lola había dado por sentado que Cornelia y James eran amigos en Hogwarts. Había tomado por una broma cuando ambos lo habían negado. Pero era verdad. No solo era verdad, sino que el ex de Cornelia odiaba a James. Y ponía la mano en el fuego por el hecho de que a Cornelia no le había caído muy bien James antes -por supuesto tenía sentido, pues James había hablado de las bromas que había hecho y Cornelia era todo hastag santidad. Obviamente, Ivonne Donovan y sus batallitas habría hecho que se conocieran. En la cena de navidad de su abuela, James había ido de representante. No era la cita de Cornelia. Lola abrió la boca. Sorprendida. Obviamente todo lo que les había ocurrido y que Cornelia le había contado de James no lo sabía nadie más que ella. El Colegio de Magiay Hechicería de Hogwarts no sabía que James y Cornelia eran amigos- o, mínimamente, conocidos con tendencia a salvarse la vida el uno al otro. Para Lola, eran más que amigos y Cornelia no quería admitirlo porque era imbécil también. Pero, paso a paso. Tenía sentido, entonces, que James no hubiera querido acosarlas tanto en la Enfermería. Pues no sería lo que se esperaría de él -aunque al muy imbécil ya podría darle igual aquello. O quizás si estaba ocupado, pues ni estaba allí almorzando. Bueno, bueno, la cosa era que ninguno de esos McGregor sabía que, en realidad, James Sirius Potter era todo lo contrario a lo que estaban diciendo cuando se trataba de Cornelia Brooks. Y, sinceramente, Lola quería ver cómo su hermana salía de aquella antes de salvarla. Hogwarts acababa de empezar para Lola y no estaba nada mal. Sonrió como cuando un villano sonreía porque su plan estaba saliendo justo como quería. Igual debería haber sido Slytherin. -No sé a qué te refieres -Contestó Cornelia, mirando fijamente a su plato de comida. ¡Já! McGregor hizo una mueca de desaprobación ante aquella respuesta. Lola sonrió con suficiencia. -Para empezar, cómo usó a Trust… ¡Ya viste el artículo ese! Ni siquiera la conocía realmente y… -Lola se rascó la barbilla. No conocía esa historia. Su conversación con James iba a ser larga. Cornelia Brooks rodó los ojos. -Es un niño mimado… Siempre va diciendo que es hijo de Harry Potter y…-Apuntó hacia Cornelia. -Solo se acercó a ti cuando descubrió que eras la nieta de Ivonne Donovan. Si no, no existirías para él. Lola vio que aquello hizo mella en su hermana. ¿Era cierto? Oh, James, el que iba a tener un puñetazo a juego con McGregor iba a ser él. Quizás Lola no tenía fuerzas, pero estaba segura de que el dios del sexo Longbotton se uniría a ella. En fuerzas. Fuerzas de boxeo. Ante el silencio de Cornelia, Lola, en calidad de hermana, debía actuar. -¿Estás celoso de James Potter? -Le cuestionó. Una no podía andarse con rodeos. Su hermana dio un respingo. Y la amenazó con la mirada. Y supo que si McGregor pudiera lanzarle uno de esos hechizos de matar, lo haría en ese momento. -¿Por qué iba a estarlo? -Inquirió. Se encogió de hombros. Fingiendo estar despreocupado. -No es como si quisiera algo de él. Lola sonrió con suficiencia. Era justo aquello. -¿Tienes miedo de que ahora que es Premio Anual Cornelia piense que es más listo que tú? -Le cuestionó Lola con un puchero. -¡Lola! -Su hermana, de nuevo, le reprochó con la mirada. -No hagas eso… Lola quiso preguntarle el qué -aunque se refería a poner en evidencia a Pulpo McGregor diciéndole la verdad y más que la verdad: era un celoso y temía perder a Cornelia a manos de James Potter… Y era la misión de Lola Brooks que aquello se hiciera realidad. Una figura se alzó detrás de Cornelia. Lola supo cuándo no debía decir cosas -la diferencia, supuso, entre los Gryffindor y los Ravenclaw es que los Ravenclaw eran suficientemente listos como para decir las cosas que se debían decir en el momento oportuno. Y aquel no era un buen momento. Había dejado de serlo en cuanto aquel muchacho llegó al Gran Comedor y se detuvo en la mesa de Ravenclaw. A la altura de las hermanas Brooks. No debía ni mencionar que estaban hablando de él. ¿Y aumentar su ego? Nope. McGregor se giró con desgana. Y vio su ira crecer en sus ojos. O la envidia. Se convirtiría en un ser verde. Definitivamente había dado en el clavo. Ella era lista y Ravenclaw, ¿no? Lo acababa de demostrar. No hacía falta tener a un Sombrero que se desintegraría en diez años para que se lo dijera. -¿Qué quieres, Potter? -Preguntó McGregor como si su presencia le aburriera. Ocurrió algo de lo que supuso que James Sirius Potter no era consciente. Pues su expresión parecía completamente ajena a esa situación. Pero cuando su presencia se anunció, todos los alumnos se giraron para verle. Todos. Todos los de la mesa de Ravenclaw y alrededores. Como si alguien hubiera dicho que un famoso actor de Hollywood estaba allí. Vio que su hermana no estaba acostumbrada a ese tipo de atención y se hundió en el asiento. James Potter se pasó la mano por el pelo, el cual lo llevaba desordenado como siempre. Tenía puesto el uniforme de Gryffindor. Las mangas del uniforme subidas por los codos. La corbata con un nudo completamente horriblemente mal hecho. Y su ingnia de Premio Anual, que prácticamente no se veía. Su mandíbula asomaba un poco de barba. Tenía un poco de ojeras. Y parecía como si llevara sin dormir varios días. Recordó que el día anterior había sido Luna Llena -en realidad, había sido una observación de Cornelia. Y que, pese a ser un licántropo de la hostia, seguía siendo un licántropo. Pero es que incluso en esa situación, lo podría exponer como dios del sexo -aunque no lo haría, ya que una no pondría como dios del sexo a su futuro cuñado. -Buenas tardes a ti también, McGregor -Le saludó con falsa educación.
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