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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Miércoles 13 de Enero de 2021, 10:53 [ Más información ] Tweet
(V) Capítulo 12: Lo bien aprendido, para siempre es sabido.
Si había algo que había aprendido era que no quería sentirse importante. Cuando uno era un niño mimado por unos padres que le habían criado en paz y amor, ser el centro de atención y robársela cuando podía a su hermana mayor era el mejor momento del día. Escuchar los aplausos por el ingenio de sus bromas en los pasillos era su banda sonora favorita. Nunca le importó las cámaras. Los periodistas. Que el resto de los alumnos le preguntaran por su familia. Robar un momento de la clase de Binns para explicar cómo su tío Fred y su padre habían descifrado el Mapa de los Merodeadores y había sido clave en la Guerra. Pero sentirse importante en una guerra desatada no era bueno. De hecho, significaba dos cosas: bien que estaba jodido o bien que los jodidos dependían de ti. Las dos situaciones, muchas veces, solía ser la misma. Y, ¿cómo iba a ser importante si estaba jodido? Porque estaría subjetivamente jodido. Para muchos, su tío Harry había sido importante. Pero si él hubiera estado en su lugar habría estado jodido. Y los otros jodidos dependerían de él. Exacto. Dos situaciones que eran, al fin y al cabo, la misma. Él no iba a ser tan importante como su tío Harry. Pecaba de arrogancia. Pero no tanta como James. O, al menos, no tanta arrogancia como la que una vez James tuvo. En ese punto de inflexión que fue cambiándoles a ambos desde la muerte de su hermana. Desde entonces, había ido a peor. No sabía en qué estado emocional se encontraba en ese punto -y no sabía si hablaba de él mismo o de James. Más debía ocultarlo. Aquella noche, debía ocultarlo. Porque aquella noche… Había gente que creía que era importante. Y, oh, Fred Weasley estaba jodido. Y los jodidos dependían de él. Aún no sabía si era por las malditas profecías. Si era por los astros. Si era por su propia naturaleza que le hacía estar podrido por dentro, por fuera, en el futuro, en el pasado y en todos los extremos y condiciones que pudiera albergar y ocupar. Pero aquellos seres confiaban en él. Si hubiera tenido voz -la cual no tenía, si alguien le preguntaba -habría dicho que estaban todos locos. Si hubiera tenido voto -era impensable imaginar siquiera que Fred Weasley pudiera tener alguna capacidad de decisión en aquel cónclave -, habría salido disparado de allí. ¿No era él el alumno inestable? ¿El de personalidad volátil? ¡Ni siquiera había acabado Hogwarts! Fred estiró su espalda. Por lo visto, un gesto poco educado en frente de aquellas personalidades, según la reprimenda que le vino por parte del rostro de su prima Dominique. ¿No se suponía que los habían reunido precisamente a ellos por ser cercanos a él? ¿Para sentirse más cómodo en aquel estúpido ritual? -Oh, ya ha llegado -Dijo con demasiado entusiasmo su tío Charlie. Salió de aquella tienda de campaña al escuchar nuevas voces del exterior. Dejándole a él con los invitados de tío Charlie. Sin tío Charlie, se sentía más vulnerable. ¿Cómo no iba a estarlo? Era un mago que podía lanzar tres o cuatro hechizos que le habían enseñado profesores de Hogwarts y dos Aurores a toda prisa. No era un experto. No era un guerrero. Ni una criatura mágica como los que le rodeaban. Barrió su mirada con sus acompañantes. Sabía que podían oler sus nervios. Su incertidumbre. E incluso su miedo. Su tío Charlie había llamado a híbridos. A magos que habían mezclado su naturaleza para acabar convirtiéndose en criaturas mágicas. Según el invitado que traía apoyado en su cadera, aquello podría potenciar su ritual. Para Fred Weasley, aquello era un palo a ciegas. Se había estado informando sobre los animagos. Era muy improbable que un mago tan penoso como Fred Weasley pudiera ser susceptible a aquellas cosas. Sentía la sonrisa tensa de Dominique Weasley sobre él. Ella representaba a las veela. Nunca había visto a su prima convertida y aquella noche lo iba a hacer. Su tío Charlie había insistido en que no iba a causar daño a nadie. ¿Qué grado de jodido podría alcanzar Fred Weasley aquella noche? Oh, sí. También estaba Moonlight -y era Luna Llena. Siempre se había llevado bien con aquel Auror. Era alegre, sarcástico, amigo de Teddy y de James. No aquella noche. Aquella noche era un licántropo. No ayudaba que su enemigo por naturaleza, un vampiro -Aurel- estuviera sentado a su lado. También estaba en presencia de una sirena de la isla de Skye -Zinnia -, la cual estaba cubierta con un hechizo de agua permanente y le miraba como cierta curiosidad, por lo que Fred apartaba con poco éxito su mirada de ella; una arpía -Galena -que le aterraba y no lo ocultaba, y un centauro -Firenze, quien le imponía demasiado. Newt Scarmander se sentó en frente de Fred, quien reposaba en el centro de aquellas criaturas. Y le sonrió. Como si se tratara de una criatura más. No lo era. Incluso si aquel ritual salía bien. Dudaba que lo fuera. Eso era lo que pretendían. Que tomara la forma de una criatura mágica. Más, ¿para qué tanto ritual? Estaba seguro de que era una de esas malditas profecías y que no le querían decir nada. Si no fuera por eso, ninguna de esas criaturas habría aceptado, ¿no? No obstante, otra idea le rondaba la cabeza. Era más alocada. Pero tenía todo el sentido del mundo si uno se detenía a pensarlo. Y era que Charlie y el señor Scarmander estaban locos por las criaturas mágicas. ¿Harían un cónclave para que un mago se convirtiera en una? ¡Harían un mundial de Quidditch si se lo permitían! Podía verlo en el brillo de Newt Scarmander. Ciento veinte años y seguía siendo ese mago que no tenía miedo de enseñar a todo el mundo que estaba rematadamente enfermo por sus criaturas. Él era ahora otra. Se sentía examinado. ¿Se habría sentido así Longbotton el año anterior? Brooks le había comentado a Sue algo de aquello. Tragó fuertemente algo de saliva que no hallaba en su boca seca. No. Podía. Pensar. En. Sue. Alguien debió notar su estremecimiento. O quizás olerlo. Leerle la mente. O lo que fuera que hicieran aquellas criaturas mágicas cuando a un mago se le rompía el alma y la herida sangraba. -Es increíble -Admiró Newt Scarmander. Se rascaba la barbilla. -Tenías razón, Weasley… Conoce la muerte como un thestral… Su alma llora como un banshee…Como un augurey…Un alma atormentada y violenta como la de un dragón… Magnífico… Fred Weasley lo interrumpió con una risa sarcástica. Bufó. Sacudió la cabeza. Se dio cuenta de que el resto de presentes le clavó dagas con su mirada. Acababa de resoplar ante la observación de una eminencia. Y le daba igual. -Me alegra saber que te parezca magnífico lo que mi alma sufre porque mi novia se suicidara delante de mí -Le espetó, buscando los ojos de Newt Scarmander. Recibió una colleja rápidamente. Se giró para ver que procedía de Moonlight. -Discúlpate ahora mismo -Le rugió. Seguía con su mano en alto. Fue su prima Dominique la que detuvo la siguiente colleja de Moonlight. Todos estaban demasiado en shock por la reacción de Fred Weasley aún. -Déjalo -Siseó su prima. Y, al instante, se transformó en veela. No tardó ni cinco segundos. Su rostro se alargó. Su boca se convirtió en un pico. De sus brazos salieron plumas. Y de sus dedos salieron unas finas lenguas de fuego con las que amenazaron a Alexander Moonlight -el Auror y licántropo más temido del Departamento amenazado por la dulce hija de Bill Weasley. Por supuesto, Moonlight se convirtió en lobo casi al instante y sostuvo la mirada de Dominique. Si Fred Weasley no estuviera nervioso y atento al reproche de tío Charlie, habría soltado algún comentario relativo a la tensión sexual no resuelta. Que parecía también divertir a Aurel. Y a Firenze. Vaya, allí todo el mundo sabía algo de esos dos que Fred Weasley no. Le preguntaría a Charlie. Si seguía vivo al siguiente día. Fred giró su mirada hacia Newt Scarmander. Se dio cuenta de que el vejestorio ocultaba sus ojos. Y que no le había mirado directamente a los ojos en ningún momento. Aquello le recordó a su prima Molly. Por un momento se sintió culpable. Tío Charlie le había avisado de la particular personalidad de aquel hombre. Podría habérselo dicho de manera más directa. Aunque, de igual modo, habría reaccionado así. Pues le había dicho la verdad. Algo que nadie le había señalado. Algo que se había ocultado así mismo durante todos esos meses. -Disculpe, señor Scarmander…-Dijo, más calmado. -Soy una mierda de persona. Escuchó la sonrisa de la sirena Zinnia. Y el gruñido de Moonlight. Estaba seguro de que Moonlight no podía ser tan educado cuando iba a esas reuniones, así que no sabía por qué le exigía tanto a él. Newt Scarmander esbozó una tímida sonrisa. Entre arrugas. ¡No iba a morir aquella noche! -Siempre he dicho las cosas como las pienso, Fred Weasley, no te castigues por hacerlo -Le aconsejó. El joven asintió. ¿Le acababa de dar permiso para ser Fred Weasley? Quizás aquel vejestorio no estaba tan mal. Su sonrisa se esfumó cuando vio a su tío Charlie y su inquisitiva ceja alzada. Quizás no. -Comencemos -La voz de Firenze retumbó sobre la tienda de campaña en la que habitaba con Charlie Weasley en la granja de dragones en Rumanía desde comienzos de verano. -Para ser animago, Frederik Weasley, se requiere habilidad, práctica y paciencia. Fred Weasley carecía de todas aquellas cosas. De nuevo, no sabía por qué le habían elegido a él. No obstante, si era por su naturaleza tormentosa estaba claro que no había alma más torturada que la suya, ¿no? Sí, su prima Lucy también había sufrido. Pero él había amado. Se lo habían arrebatado. De una forma tan horrible. Y era violento. Si Fred se acababa convirtiendo en una criatura mágica, tenía miedo de convertirse en un dementor. Le había transmitido sus miedos a tío Charlie. Y le había dicho que aquello era imposible. Solo esperó que no hicieran todo aquello para acabar siendo un mosquito. Galena se incorporó. Puso en las manos de Fred una hoja de mandrágora. Fred se la llevó a la boca. Su prima Dominique le pasó la varita. Él la sostuvo. Todos le miraron. Se oía de fondo los truenos de la tormenta eléctrica. Recitó, por primera vez, el conjuro. -Amato Animo Animato Animagus -Dijo Fred con la dificultad de la hoja en el cielo de su boca. Todos asintieron. Debía tener la hoja en la boca durante un mes entero. Para crear la poción. Diariamente. Bbeer la poción durante una tormenta eléctrica. Que sería justo en un mes. Y una vez finalizado. Podría convertirse. Y descubrir qué forma adquiriría. De luna llena a luna llena. -Si la hoja se remueve o se ingiere -Relató Aurel, con su melosa voz. -Tendrás que comenzar el procedimiento de nuevo -Le recordó. Y Fred no quería eso. No, por Godric Gryffindor. -No, por Helga -Se rio Newt Scarmander. Fred Weasley se rio y escupió la hoja de su boca sin querer. El lobo bufó. Zinnia rio. Galena suspiró. Y Newt Scarmander rio aún más fuerte. Charlie Weasley relató las instrucciones, de nuevo, para comenzar el proceso. Iba a ser un mes muy largo. -¿Por qué no sonríes un poco, Hugo? -Le preguntó Lyslander Scarmander, mientras interrumpía a su amigo por tercera vez. Sebastian McKing escondió una sonrisa. Después de dos años conociendo a Hugo Weasley, sabía que estaba a punto de llamar a Mandame Pince para que la sacara a rastras de la biblioteca. -Las sonrisas son contagiosas -Insistió la muchacha. Hizo su mejor demostración. Sebastian McKing estuvo de acuerdo con ella. La vio sonreír y no pudo resistirse a imitarla. Sobre todo, cuando sus hoyuelos eran tan dulces y su aura tan puro. Seb había tardado en acercarse a la que llamaban «la luz de Hufflepuff», más una vez que lo hubo hecho, no había marcha atrás. Se había dado cuenta de que la joven brillaba cuando tenía a sus amigos a su alrededor. Y nunca la veía sin nadie cerca. Era como un agaporni. Se preguntó si ese sería su Patronus. Era todo lo contrario a Hugo Weasley. Mientras que uno repelía el contacto social, la otra lo abrazaba y lo acogía. Se había preguntado, aquellos dos años, cómo Hugo Weasley podía ser amigo de Lyslander Scarmander. Teniendo en cuenta sus personalidades tan contrapuestas. Pero le bastó con estar tres veces con ellos en la biblioteca para comprenderlo. Eran amigos de la infancia. Estaban acostumbrados el uno al otro. Y por eso estaban acostumbrados a sus personalidades. Eran un desafío el uno para el otro. Y, paradójicamente, parecían complementarse. Seb intuyó que ni Lorcan Scarmander -quien estaba bastante inmerso en su lectura-, ni Lily Potter -quien había huido a la hora de estar allí -se daban cuenta de cómo funcionaban Hugo y Lys. Pero Seb era un muchacho observador. Y se sintió fascinado. Hugo decía que no necesitaba la ayuda de Lys para su investigación -intelectualmente podría ser cierto. Pero justo cuando Hugo estaba bufando y llevaba más de diez minutos sobre la misma página de un libro -y Seb lo sabía porque le estaba observando -Lys le soltó ese comentario como si nada, alzando su vista de sus deberes. Había ocurrido en otras ocasiones. Conversaban, incluyendo a Seb en lo que fuera que Lys quisiera preguntar. Y después Hugo avanzaba rápidamente. Por su parte, Lyslander quería ayudar en la investigación -pero, por lo que había escuchado, solo lo había pedido una vez -así que Hugo de vez en cuando proponía lluvia de ideas entre Lorcan, Lily, Seb y Lys. Y Hugo siempre escuchaba atentamente a lo que decía Lys. Incluso si Seb sabía perfectamente que Hugo Weasley no necesitaba en absoluto una lluvia de ideas. Estaba seguro de que era algo que hacían de manera tan automática que nunca intentarían descifrar cuándo lo habían comenzado a hacer. Sonrió para sí. Hugo Weasley levantó sus ojos de su cuaderno de notas, donde tenía apuntadas las profecías y miró con el ceño fruncido a Lys. -Estoy vacunado -Dijo simplemente. Seb soltó una risa. La tapó cuidadosamente con la boca. No quiso que Madame Pince lo expulsara a él, precisamente. Lorcan seguía abstraído en su novela de «El Arte Oscuro de Morgana Le Fay». Supuestamente para ayudar a Hugo Weasley, aunque Seb intuía que también era para fines recreativos. Vio por el rabillo del ojo cómo Lyslander presionaba los labios para decir algo. No obstante, pinchó con su dedo el antebrazo de Seb. Este se estremeció y sintió un escalofrío por la espina dorsal. Como si le hubieran pillado espiándoles. Lyslander seguía sonriendo. -¡He escuchado que te vas a presentar a las pruebas de Quidditch! -Exclamó en un grito ahogado para no despertar la curiosidad de Madame Pince. El color subió rápidamente a las mejillas de Seb. Este buscó el iris azul de Lys con objeto de descifrar cómo sabía aquello. Aunque perfectamente podría saberlo. Lys conocía a muchos alumnos de Hogwarts que podrían haberlo visto entrernar. Y esa interrogación fue entendida por Lys. -Te vi entrenar el otro día cuando acabé con James… Seb arrugó el ceño. -¿Tú estabas también en el campo? ¿Por qué? Aquel fue el turno de Lys de sonrojarse. Y dio un respingo. Definitivamente no era de lo que ella quería hablar. Pero Seb sentía curiosidad. Todo el mundo sabía que Lys aún tenía dificultad para andar. Lily Potter se había convertido en su porteadora -decía que le daba fuerzas para las pruebas como bateadora. -Yo he preguntado primero -Dijo tímidamente. Hubo un silencio un tanto incómodo entre ambos. Seb le sonrió. Más atisbó a Hugo inclinarse hacia ellos sobre la mesa. Él estaba enfrente de ellos dos, quienes estaban el uno al lado del otro. -Se va a presentar a bateador -Contestó Hugo Weasley cortantemente. En su lugar. Aquello le habría ofendido, de no ser porque Seb sabía el motivo por el que había hecho aquello. -¿Qué haces jugando a Quiddicht? ¿Con James? ¡Por Rowena! -Estaba enfadado. Más bien, irritado. Hugo Weasley no era capaz de enfadarse. Requería demasiado esfuerzo. -¿Y tu pierna qué? -Espetó. -¿Y si te caes? -No le pasará nada porque la que tengo es de mentira -Dijo con cierta burla. Más la burla no llegó a sus ojos. Sus propias palabras le dolieron. Seb sintió la necesidad de abrazarla. Era como si su luz se estuviera extinguiendo por segundos. Hugo Weasley, en cambio, parecía no notarlo. Rara vez lo había visto percatarse de que sus palabras podían herir a las personas. Incluso cuando podía tener buenas intenciones. O cuando fueran ciertas. -Las reglas no deberían permitir que… -Hugo -Fue Lorcan el que dio la orden para que se detuviera. -No estoy paralítica -Interrumpió Lys. Hubo otro silencio. Era evidente que nadie pensaba aquello. No obstante, Seb se preguntó si era aquello lo que Lys pensaba de sí misma. -¿Lo ha aprobado Madame Longbotton? -Inquirió Hugo. Seb miró a Lyslander. Esta rodó los ojos. Dio una palmada en la mesa. Cerró el libro. Lo metió en la mochila. Seb se apresuró a ayudarla. Pero ella tiró de la mochila para impedírselo. Vio un brillo húmedo en sus ojos. Escuchó a Lorcan resoplar. Hugo gruñó. Seb apretó su mano en el brazo de Lyslander. Quiso que supiera que tenía su apoyo. -Sí que tengo la autorización de Madame Longbotton, Weasley -Dijo con firmeza hacia Hugo. -Oh -Dijo Hugo. Incorporándose y colocando la mochila sobre su hombro, le lanzó una mirada desafiante. -La ayuda de James Potter y el apoyo de la Liga Inglesa de Quidditch, si quieres más información… Lorcan y Lily fueron los primeros que insistieron en que me apuntara a las pruebas de Quidditch… -Miró a Seb y asintió hacia él. Le dio la mano y la apretó. Seb se incorporó con ella. Recogió rápidamente las cosas. No estaba tomando un bando. De hecho, él había avisado de que había quedado con Lebouf sobre esa hora. Pero probablemente Hugo se lo tomaría como tomar el bando de Lys. Ya lidiaría con aquello. -Sé que parece que todo el mundo necesita tu aprobación, Hugo… -Suspiró. -Ya estoy cansada de eso. La escuchó asentir para ella misma. Hugo abrió la boca para decir algo, pero la cerró. Daba igual, de todos modos. Lyslander ya había emprendido su marcha hacia los pasillos de Hogwarts. Era muy probable que Hugo Weasley no volviera a concentrarse en toda la tarde. Seb siguió los talones de Lyslander. -Lys…-La llamó. -Sabes que se preocupa por ti. Aquello era cierto. Ella debía saber que era cierto. Pocas veces Hugo Weasley se irritaba por algún ser vivo. Y pocas veces era por un motivo que no estuviera relacionado con su investigación. De hecho, casi ninguna. En la opinión de Seb, aquello debería ser un halago. Aunque Lys estaría acostumbrada aquello. Vio sus dorados rizos zumbar mientras asentía. Le contempló con una triste media sonrisa. Se encogió de hombros. Incluso acostumbrada, no era la mejor sensación no contar con el apoyo de un amigo. Sobre todo, si ese amigo era Hugo Weasley. Más aquella era la opinión de Seb. -Pero alguien tiene que recordarle que no es un dios -Puntualizó. Seb arqueó las cejas. Sorprendido por la respuesta de Lys. -Y siempre ha valorado mi opinión aunque haga que como si por ser Hufflepuff no fuera importante… -Añadió con la nariz arrugada. Pero con firmeza. Como si estuviera muy segura de lo que dijera. Como si aquello fuera una estrategia. Seb no pudo evitar reírse de aquello. Lyslander se contagió de su risa. -Hugo Weasley es una especie complicada-Le dijo en un susurro. -Debemos acercarnos a él como a un hipogrifo… -Le observó con una sonrisa sincera. Tal y como lo decía parecía estar revelando un secreto. Desbloqueando la clave para ganarse el respeto de Hugo Weasley. -Tú eres una criatura también especial, Sebastian -Le dijo. Seb supo que era un cumplido. Y, no supo por qué, la manera en la que dijo su nombre le hizo ruborizarse. -Nos vemos en el campo de Quidditch. Dicho esto, se marchó. No dijo nada. Porque se quedó un tanto sin palabras. Aquel particular grupo de amigos usualmente le hacía quedarse así. Cojeaba un poco menos. Era casi invisible para quien no lo supiera. Lo encubría con pequeños saltos. Se rascó la nuca. Miró su reloj de muñeca y supo que llegaba tarde. Pero le daba un poco igual. Se mordió el labio. Aligeró su paso hacia la Torre de Astronomía. Con suerte, estarían solos allí. Cruzó los dedos para no encontrarse con nadie. Podrían fácilmente inventar una excusa. Tan barata como que se habían encontrado allí. Pero, ¿casualmente en la torre más alta de Hogwarts? Demasiada coincidencia, ¿no? Especialmente teniendo en cuenta que se trataba de Peter Greenwood. De estar a solas con Peter Greenwood. Sebastian McKing era nuevo en aquello. Literalmente nuevo. Pero había escuchado los rumores de Greenwood. Decían que había estado con Keegan. Pero que su relación había sido abierta. Por tanto, no sólo había estado con Keegan. Había escuchado -¿quién decía que los Gryffindor de cuarto curso no eran unos cotillas?- que el año anterior lo habían visto en un armario de escobas con Christopher Nott. ¡Christopher Nott! ¿¡Cómo no lo sabían el resto de Guardianes?! Estaba claro que, de haberlo sabido, Seb se habría enterado por alguno de ellos. Aunque siendo Greenwood el que llevaba allí los cotilleos, dudara que lo revelera. Podría que también fuera mentira. Y solo fuera un rumor. Había rumores que eran mentiras. Y después estaba Sebastian McKing. Tenía claro que le gustaban las chicas y los chicos. Muy claro. Pero nunca había besado a un chico. Y así empezó aquello que tenía con Greenwood. Pues, estando los Potter y Malfoy fuera de su alcance, el siguiente en la línea de la corona era Greenwood. Y Seb era un muchacho valiente e imprudente...y ambicioso -y un estúpido que se había metido en la boca del lobo y podía saltar en el espacio, ¿no? Y fue él el que se lanzó a Greenwood la segunda noche en el castillo. Salió bien. De hecho, bastante bien. Greenwood y Seb tenían más cosas en común de las que uno podía pensar. -Pensé que me habías dejado plantado, Seb -Se rio Greenwood. El joven enrojeció. Y se dio cuenta de que fue un error teñir sus mejillas de rojo, en tanto que a Greenwood le encantaba preguntar por qué. Seb intentó disfrazarlo. Rodeó el cuello de Greenwood con sus brazos y le comenzó a besar. Como intuía, Greenwood arqueó una ceja y se apartó. -No es lo que piensas… No… Nunca va a pasar nada... Suspiró Seb. Ocultándole detalles que no quería aclarar. Aquella vez no se sonrojaba por la misma persona por la que siempre se habría sonrojado. Greenwood se rio. -Oh, Seb, la maldición de enamorarte de tu amigo -Y le besó. Porque eso era lo que tenían en común. Y por eso se buscaban. Se atraían, estaba claro. Se gustaban. Se buscaban. Pero no sentían. Porque ambos sentían por otras personas.
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