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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Jueves 21 de Enero de 2021, 20:22 [ Más información ] Tweet
(V) Capítulo 9: Carne de mi carne
-¿Qué? ¿Qué pasa? -Janet Rossen sonaba preocupada. No era como si no estuviera montando un drama por todo aquello, ¿no? Le había cogido de la muñeca y la había retirado de Coleman y de Trust para acercarla hacia ella y hacia la salida de la Sala Común. Podía también añadirse el hecho de que Rose Weasley sintiera los nervios a flor de piel. En cualquier otra circunstancia, habría acudido corriendo a Alice. Pero su mejor amiga ya no estaba en Hogwarts. Y no era una situación que podía debatir con Albus. Y, bueno, el otro primo en el que podía confiar para ese tipo de cosas -James -estaba bastante ocupado como para molestarle con sus tonterías. Por eso había acudido a Janet Rossen. Había sido, después de todo, la única amiga que tenía en Gryffindor. Pese a que no eran verdaderamente amigas. No era su mejor amiga. Y seguramente Janet prefería estar con Coleman y Trust a sucumir a los dramas de Rose Weasley. Y, sin embargo, nunca le había negado tiempo. -Es mi primera ronda nocturna con Malfoy -Silbó entre dientes. No había que ser un genio para saber que aquello significaba que un conflicto de la talla de la Batalla de Hogwarts podría desencadenarse en las próximas horas. O al menos eso era lo que Rose pensaba desde que Malfoy le dejó bastante claro que pensaba que era la peor persona en pisar Hogwarts desde Tom Ryddle. -Oh, es verdad -Dijo Janet. Con entusiasmo. -Suerte que puedes compartir horas y horas con el chico más guapo de nuestro año… -Murmuró, haciendo pucheros. -Va a terminar en un baño de sangre -Gimió desconsolada Rose, frotando su frente. Janet Rossen rodó los ojos. Olvidaba por completo que era una de las personas más desepseradamente optimistas del universo. ¿Por qué era su amiga? -Estarás bien -Le prometió, frotándole el brazo. -Es agradable y todos los de primer curso le han adorado. Su razonamiento no ayudó en absoluto, pues no quería recordar cómo Malfoy había manejado con suma naturalidad a los irritables niños de primero que se perdían cada dos por tres en los pasillos y acudían a ellos entre lágrimas. Rose nunca había tenido problemas con aquello y supo lo ensimismada en sí misma que había estado desde que llegó al castillo. Scorpius Malfoy, por el contrario, parecía simpatizar con todos ellos y simular una perfecta figura paternal -pues, como recordaba a diestro y siniestro Albus, tenía una hermana de dos años, después de todo. Por ese motivo, Rose siempre huía de los de Primero y maldecía el día en el que tuvo que ser Prefecta con Malfoy. Era evidente que estaba demostrando que Rose Weasley no estaba tan preparada para ser Prefecta. -¡Pero me odia! ¡Lo sé! ¡Preferiría morir abrasada por el fuego infernal a tener que hacer rondas hoy con él! Janet se estremeció. No miraba a Rose. Más bien a un punto detrás de ella. Hizo una mueca de disculpa. Y se encogió levemente de hombros. Era como si quería que se la tragara el universo. Fue entonces cuando alguien se aclaró la garganta detrás de Rose Weasley. Se giró para ver a Scorpius Malfoy erguido sobre ella. Con los brazos cruzados sobre su uniforme de Gryffindor del que sobresalía su insignia de Prefecto. Tenía una expresión indescifrable. La que quería hundirse en las profundidades del universo en ese instante era ella. -Bien -Dijo Malfoy simplemente. -Es hora de nuestras rondas -Anunció, señalando con la cabeza la salida de la Sala Común. Rose miró hacia Coleman y Trust, quienes habían dejado de hablar para fijarse en el intercambio de los mundialmente conocidos archienemigos de Gryffindor. -A menos que prefieres morir abrasada por fuego infernal. Salió por el Retrato de la Dama gorda antes de que siquiera Rose pudiera contestar con algún contraargumento ingenioso -afortunadamente, pues no tenía ninguno en mente. -Buen comienzo -Dijo Janet, escondiendo una sonrisa. -Sí, eso salió bien -Suspiró Camrin Trust, mientras oía el suave carcajeo de Bárbara Coleman. Rose tuvo que agradacer al universo por que solo estuvieran ellas cuatro en la Sala Común. Eran sus compañeras de cuarto. Podía haberlas odiado en los primeros años. El año anterior, gracias a los Guardianes de Hogwarts, tuvo que tragarse sus prejuicios. Siempre había sabido que Janet Rossen era un respiro de paz -además, su hermano había sido asesinado y eso había hecho que en el cuarto existiera cierta unión desde que la trágica masacre de Molly Weasley ocurrió. Era cierto que Bárbara Coleman era un grano en el culo y seguía participando de los cotilleos por su puesto en El Diario del Castillo, más no era mala persona del todo. Y Camrin Trust había sido una sorpresa para Rose. Sabía que nunca serían grandes amigas, pero no quería privarse de la amistad que podía ofrecerle. Después de todo, aquel año estaba completamente sola -Albus estaba más ocupado que nunca y Alice no estaba. -Os veré mañana -Dijo Rose en un suspiro. Era hora de afrontar a su compañero. Salió por el Retrato de la Dama Gorda y, como esperaba, Malfoy no la estaba esperando. Bajó por las escaleras movedizas de la Torre de Gryffindor para adentrarse en los pasillos que la conducirían a la clase de Aritmacia. Allí decidirían qué pasillos y rondas hacer mientras monitoreaban algunas detenciones -¡quién había podido tener detenciones en la primera semana de clase! Malfoy no la miró cuando entró en la clase. Forzó una sonrisa. Que también la ignoró. Supuso que tendrían que esperar al profesor Lupin. Algo que no se acostumbraba a decir, por cierto, pues para ella siempre era Teddy. Más no podía llamarle así cuando era Prefecta. Tenía que dar ejemplo. Y mantener una distancia profesional con los docentes. Incluso cuando era su primo. O, bueno, algo así. Teddy -el profesor Lupin -debía darles unas indicaciones que debían tener en cuenta a la hora de hacer las rondas nocturnas, pues aquella era la primera que harían. Pero habían pasado cinco minutos en el silencio más incómod de sus vidas y ni rastro del Profesor. Seriamente pensaba que Teddy no estaba hecho para las formalidades. Quizás podía aprovechar ese momento para disculparse con Malfoy. No solo por el hecho de que la hubiera descubierto diciendo que prefería morir en la hoguera a lidiar con él. Sino por, bueno, todo por lo que debería haberse disculpado hacía tiempo. Había tenido todo el verano para pensarlo. Y había llegado a la conclusión de que Scorpius Malfoy había sido el objeto de odio de Rose Weasley por daño colateral. Había sido la cabeza de turco. Era una de los objetivos que tenía Rose aquel año para madurar y demostrarle a Hugo y a su madre que era una bruja responsable, independiente y que se crearía ella a sí misma. Se acercó a Malfoy, quien andaba distraído mirando los libros de la estantería de la profesora Vector, y le agarró del brazo. Para sorpresa de nadie, él la sacudió. -Malfoy, mira, sólo quería… -Empezó Rose. Más fue abruptamente interrumpida. -Quiero que trabajemos juntos, Weasley -Sentenció. -No somos amigos. Lo has dejado claro siempre. La miró fijamente. De repente, se dio cuenta de lo cerca que se encontraban. Rose pudo ver las ligeras pecas que Scorpius Malfoy tenía sobre el puente de su nariz y que acaba de descubrir -¿desde cuando los Malfoy tenían pecas? Rose abrió la boca para hablar. -Malfoy, solo quiero… -No, no quiero oírlo -Le alzó una mano para interrumpirla. De nuevo. -No he sido más que amable contigo, Rose Weasley. Todo lo que haces es quejarte e insultarme frente a mis amigos y seguir con ese prejuicio de los sangres pura… -Solo quiero disculparme -Le interrumpió esta vez Rose. Malfoy rodó los ojos, como si fuera lo que le faltaba por oír. Por supuesto, Rose no podía culparle. Así que ella rodó los ojos con él. Definitivamente, de allí saldrían ensangrentados como si fuera la peor batalla de la historia. Estaba segura de que había historiadores y periodistas con plumas preparados para escribir sobre el duelo del milenio. -Voy a por el profesor Lupin -Dijo como si nada. Huyó de ella rápidamente bufando. Tan solo dos minutos después, una cabellera rubia con la túnica de Gryffindor entró en la clase de Aritmacia. Comenzaba a sentir cierta repulsión por todos los cabellos dorados de su propia Casa. -Rose Weasley -Arrastró su nombre con una sonrisa radiante. -Acabas de hacer realidad una de mis fantasías. La joven se retiró con cierto recelo del muchacho y le lanzó una mirada de advertencia. Palpó su varita en su propia túnica y sintió un alivio recorrer su cuerpo al encontrarla con ella. No debía ser estúpida de dejársela en su dormitorio, ¿no? Tampoco era como si temiera a Peter Glyne. Sí, había lanzado un Cruciatus a Isabella Zabini. Pero a ella nunca le haría nada. -¿Estás seguro de que tienes detención aquí? -Le cuestionó. -Por supuesto… Los astros me han escuchado… Bien sabe Merlín que quería pasar tiempo contigo a solas en detención -Lo dijo con un tono claramente seductor. El mismo tono que había escuchado mil veces a Fred utilizar el año anterior con Susan. Y aquello le hizo sentir un peso vacío en el estómago. -Bueno, Malfoy vendrá ya mismo -Le advirtió. Glyne chasqueó la lengua. Pero, lejos de desapareciera su sonrisa socarrona, la ensanchó. Y aquello no le gustó nada a Rose. Aquel alumno tenía un severo problema con los sangres pura. No era como si Rose quisiera defender a sangre y espada a Malfoy, pero había lanzado un Cruciatus a Zabini -con la cual no había tenido ningún problema hasta ese incidente. Con Malfoy había sido un constante conflicto desde el primer día que pisó el castillo. -¿Segura? ¿No es él entonces al que he visto con Coleman hace un rato…? -Se rascó la barbilla. La contempló esperando su reacción. Pero ella permaneció impasible. ¿Qué pretendía? ¿Qué quitara puntos a su propia Casa? -He pensado en comenzar con Transfiguración… Sacó su varita. Y se llevó rápidamente la mano a la frente, pues quitar la varita era lo primero que debería haber hecho. Estúpida. Estúpida. Estúpida. No obstante, Glyne no era ninguna amenaza. A menos para su seguridad. Apuntó a un tintero que tenía la profesora Vector sobre uno de los pupitres y lo convirtió en un pequeño ramo de rosas. Lo cogió con delicadeza y se lo tendió a Rose. Rose intentó -con todas las fuerzas que tenía y con toda la voluntad que pudo encontrar en el interior de su alma -no reírse ni rodar los ojos. ¿Quería hacerlo? Oh, muchísimo. -Una rosa para una rosa… Muy… Original. El joven sonrió satisfecho. ¡Satisfecho! Quiso pegarle con un manual de heteros básicos en la cabeza. ¿Cómo había podido ir al Baile en tercero con él? Realmente tenía que aprender a tomar mejores decisiones de ahora en adelante. Glyne se aproximó a ella. Rose se estremeció. Vale, Glyne era un Gryffindor atractivo y eso era una puesta en común en su dormitorio. Pero había numerosos factores por los que aquello estaba mal -era bastante arrogante, era un imbécil, lanzaba Maldiciones Imperdonables a inocentes alumnos (aunque define «inocente», ¿no?), estaba en detención y ella era Prefecta. El joven hizo amago de acariciarle la mejilla. Ella se echó hacia atrás como si se tratara de una serpiente tratando de moderle. -¿Vendrías conmigo a Hogsmeade? -Le preguntó. Si hubiera bebido agua, la hubiera escupido sobre su rostro. No por asco. No. Porque era la primera vez que alguien le pedía una cita a ella. A Rose Weasley. ¿Y qué si era Glyne y le iba a decir que no? ¡Era la primera vez que alguien le pedía una cita! Pensó instantáneamente en Alice y se dio una bofetada mentalmente por hacerlo. Porque no le gustaba echarla de menos y sentirse sola y triste y desolada y… Oh, Godric. -Esto…. -Piénsalo, ¿vale? -Le pidió, haciendo un puchero. Bueno, ya estaba pensado, Glyne. -Podemos pensar en cómo acabar lo que Whitehall empezó… Ya sé que a ti tampoco te gustan estos sangres pura del Ojo rondando por Hogwarts… Volvió a acercarse a ella. Tuvo que tragar saliva y forzar una sonrisa. Más la sangre se le congeló. Por supuesto que Glyne también iba a pensar que ella estaba a favor de aquel tipo de ataques. ¿Por qué no iba a pensarlo? -Pero el Ministerio ha declarado que la caza es ilegal hace unas semanas… Glyne hizo un gesto con la mano como para que restarle importancia. Se mordió la lengua por dentro. -También he escuchado que han metido a un representante del Ministerio para comprobar que no hacen daño a los sangres pura aquí… Pero sabiendo que el mismísimo Albus Potter está de parte de Whitehall… No deberíamos tener problemas, ¿no? -Dicho esto le guiñó. La mandíbula de Rose Weasley casi roza el suelo. Estaba claro que Albus uniéndose a Whitehall iba a darle solo credibilidad a sus actos. Nadie iba a intuir su verdadero motivo -Alice. Cada uno lo interpretaría como querría. Y Glyne tenía muy claro cómo hacerlo. Alzó de nuevo la mano hacia Rose. -¡Locomotor Wibbly! -Conjuró el profesor Lupin desde la puerta de la clase de Aritmacia. Debía agradecerle más tarde a Teddy por haberle lanzado a Glyne el hechizo de las piernas de gelatina que hizo que el joven Gryffindor cayera torpemente sobre su trasero hacia atrás, retirándose de la Prefecta. -¡Peter Glyne! ¡A mi despacho! ¡Llevo esperándote veinte minutos! Dicho esto, el profesor Lupin se marchó. Glyne se levantó maldiciendo en voz baja. Se dirigió hacia la puerta y sacudió con fuerza el hombro de Scorpius Malfoy, postrado sobre el marco de la puerta con una expresión indescifrable sobre su rostro. Malfoy obsequió una mueca de desaprobación hacia su compañera de rondas. -¿Planeando otro ataque a los sangres pura? -Inquirió con una ceja alzada. Rose rodó los ojos. Malfoy entró en la clase, con la aparente intención de acercarse a ella y con la mandíbula tensa. No obstante, se detuvo ante las rosas que había transfigurado Glyne. Soltó una risa sarcástica y las cogió. -¿Me permites? -Sacó su varita y apuntó hacia ellas. -¿Perdona? -Inquirió. El joven Gryffindor apunto hacia ella con las rosas de Glyne. La escudriñó con la mirada. -¿Vas a decirme que no te ha molestado que te haya traído rosas? Rosas. Porque te llamas Rose. Te conozco mejor que eso, Weasley. Alzó las cejas. Vaya. Vaya. Vaya. ¿Desde cuándo Scorpius Malfoy podía haber sabido algo así? Bueno, si Hugo Weasley tenía razón en algo -y malditamente la tenía muchas veces -era en que Malfoy era un ser inteligente. No había que ser un genio para saber que una rosa era la flor menos original del universo. Por Merlín. -Supongo que intentaba ganarme para decirle que sí a ir a una cita con él -Comentó como si nada. No era como si quisiera presumir del hecho de que el sector masculino se interesara en ella, pero algo le instó a hacerlo. Sobre todo cuando tenía que escuchar todos los días a todas sus compañeras de clase suspirar cierto Prefecto. -Por supuesto, solo a ti se te ocurriría ir a una cita con Peter Glyne. -¿Qué tal con Coleman? Cambió de tema, recordando lo que le había comentado Glyne. Sinceramente no sabía si aquello era cierto, en tanto que Malfoy había ido a buscar a Teddy. Más, ¿y si lo era? Estaba segura de que lo descubriría mañana. Si Coleman finalmente había conseguido a Malfoy -era su objetivo desde que entró al castillo -no dudaría en gritarlo a los cuatro vientos. -No sé de qué me hablas -Dijo arrugando la nariz. -Claro. Malfoy se encogió de hombros de manera despreocupada. Malfoy se giró hacia las rosas alzó su varita y apuntó con determinación. -Reducto -Conjuró, haciendo explotar las rosas. Rose dio un respingo. Y, adiós, tintero de la Profesora Vector. -¿Supongo que en vez de destrozarme la nariz ahora me lanzarás una Maldición Imperdonable? Soltó una risa ante el comentario tan descabellado. Pero no. Malfoy estaba hablando en serio. Oh, Godric. -No lo haría por las razones por las que lo haría Glyne - Respondió, rechinando los dientes. -¿Segura? Porque soy un Malfoy, Rose Weasley. Creía que a ti no podía engañarte. De nuevo, aquel tono que había utilizado en el tren. Una voz llena del mismo odio que había utilizado ella en El Refugio para dirigirse a él. Se lo tenía merecido. Estaba justificado. Suspiró. Arrepentida, otra vez, de ser Rose Weasley. Echó un vistazo para comprobar que no había nadie. Era hora de que Rose se disculpara. Era hora de liberarse de todo aquello que había aprendido de Ron Weasley. De todo aquello que había proyectado contra Scorpius Malfoy y que no se merecía. -Siento todo lo que te dije -Soltó de pronto. Scorpius Malfoy frunció el ceño. Antes le había dicho que quería disculparse, así que no debía estar tan sorprendido.- Mi madre estaba… Muy mal… Vi a Gwendoline Cross y… No manejo bien las emociones como has comprobado… Rose no pudo sostenerle la mirada en ningún instante. Ni cuando soltó una risa. Como para quitarle importancia, pues evidentemente a Rose no le apetecía que Malfoy se riera de ella si ella podía hacerlo antes. -¿No me digas? Lo ignoró. -Y cargué todo contigo aquel día -Siguió. Antes de que pudiera decir nada más.- Pero no quería decirte nada de aquello. Tengo a decir cosas que pueden hacer daño a los demás cuando algo me está haciendo daño a mí…-Que se lo dijeran a Albus o Alice. Antes de Hogwarts, se habían peleado mil veces con ella y ella ya había aprendido la lección.- Realmente nunca me ha molestado que seas un Malfoy -Aunque no había sido la mejor persona en demostrar aquello. Y también su padre había hecho un gran trabajo en meterle en la cabeza aquello. ¿Qué culpa tenía ella si confiaba en Ron Weasley? Tragó saliva. ¿Iba a perder el orgullo en las siguientes palabras? Lo que hacía una por que su madre se sintiera orgullosa de ella. Le escribiría una carta aquella noche solo para contárselo. Le había prometido que le pediría perdón a Malfoy. Era el primer paso para demostrarle que no era una inmadura como decía su hermano. Y para demostrarle a su madre que era lo último que haría por ella.-Es precisamente el hecho de que hagas de tu apellido un ejemplo a seguir todos los días lo que me hace odiarte desde el primer día… Te he tenido envidia porque eres lo que se supone que yo debía ser. Eres mejor que yo en todo. Lo único que mi padre me ha pedido. Lo único de lo que podía presumir ante mi madre. Lo que siempre me recuerda mi hermano…. Solo ahora me he dado cuenta de que no es tu culpa. Le miró de reojo. Con miedo porque… Bueno porque podía reírse de ella y echarle en cara todo -absolutamente todo -lo que ella había hecho mal aquellos años. No era poco. Él la miraba tan confundido como debían estar los periodistas e historiadores que esperaban el duelo del siglo. Rose sentía decepcionar pero tenía otros asuntos de los que ocuparse. La recibió el silencio. Malfoy la contempló como si tratara de encajarla en un puzle. Seguía sin decir nada. -Para no querer decir todo lo que dijiste… Te aseguraste de decirlo bastante bien -Le espetó. Alguien sentía un poco de rencor. - Bastantes veces…-Añadió. Rose apartó la mirada. -Qué oportuno que ahora que esos insultos no son aprobados por el Ministerio los quieras retirar -Puntualizó. Ella lanzó una bocanada de aire. Rose se avergonzó, de nuevo. Hugo tenía razón: Scorpius Malfoy era inteligente. Había dado en el clavo de nuevo. Como en El Refugio. Como aquella vez que le pidió que se disculpara por lo que había hecho su familia. Quizás se lo merecía. -No necesito que me creas, solo quería decírtelo… Sé que si no fuera por mí no sabrías nada -Le recordó. Suspiró. Recordó un titular del Profeta de aquel verano y suspiró de nuevo, sabiendo que Scor no lo habría leído tampoco. -No pretendo reprocharte nada con lo que te voy a decir ahora -Le adelantó. No quería una lista más de motivos para que Scorpius Malfoy la odiara. -Solo creo que es algo que necesitas saber y que estoy segura de que nadie te ha dicho… -Es sobre Lucius -Adivinó. Era fácil adivinarlo. Pero Rose frunció el ceño. -Sí. ¿Le habría dicho algo Glyne? Era su compañero de cuarto. Sabía que Farben, el mejor amigo de Glyne, también tenía el universo en contra de los sangres pura. ¿Le habrían contado todo a Malfoy para hacerle daño? Sacudió la cabeza para centrarse en sus propias palabras y quitarse el peso de encima. Al menos aquello no seria un motivo para que la odiara. -¿Por qué me lo vas a decir tú? Evidentemente no podía ser porque Rose Weasley quisiera compensar por todas sus malas acciones los años atrás. Claro que no. Y quizás tenía otros motivos. Era cierto. Pero sí que pensaba que Scorpius Malfoy debía saber aquello. Sabía que si la situación fuera al revés, Malfoy lo haría por ella. Porque en muchas ocasiones la situación había sido al revés. -¿Por qué crees que no te lo ha dicho nadie más? -Porque quieren protegerme. Porque creen que así pueden protegerme -No se alejaba de la realidad. - Bueno, pues yo creo que Albus se equivoca. Te conozco mejor que eso, Malfoy. Sé que querrías saberlo. -Inspiró. Se hizo acopio de fuerzas que, de noche y cansada, no tenía. -Ha amenazado a tu madre. Quiere devuelta la Mansión. Ha lanzado un comunicado para que lo devuelva. También te quiere a ti como heredero Malfoy… -No me sorprende. -En nombre del Ojo. -Lo intuyo. Rose se quedó en silencio. Incluso si lo intuía o se lo había imaginado, quería dejarle unos segundos para que asimilara aquella nueva realidad. Le miró de reojo. Su expresión era tensa, como si no quisiera que sus emociones se manifestaran. Él manejaba mucho mejor que una sociedad secreta y su abuelo -el mortífago -estuvieran al acecho de su madre y de su hermana. -El Ministerio está ayudando a tu madre… Mi madre ayudó con la idea de las estatuas… -¿Cómo sabes eso? -La cortó de repente. Su voz más aguda de lo habitual. Lo único que le había desestabilizado en toda la noche. -¿Las estatuas protectoras de la Mansión Malfoy? -Rose asintió levemente con la cabeza. Con miedo a cómo se tomaría aquello. -¿Sabes eso? -He estado ayudando a mi madre todo el verano. Por supuesto que sé eso. -¿Sabes la seguridad de mi casa mejor que yo? No supo distinguir si aquella pregunta era seria o irónica, pues no era una conversación que podía derivarse en broma -como habría pasado con Greenwood. Por lo que decidió cambiar suavemente la dirección de la temática. -Por eso creo que no deberían haberte dejado atrás. Aunque claro, igual ahora querrás volver a tu casa… -¿Por eso lo has hecho? ¿Para que me vaya a mi casa a proteger a mi familia? -Sonaba visiblemente ofendido e irritado. Incluso cerró sus manos sobre la varita. Como un espejo, Rose también se sintió irritada y ofendida. -¿En serio crees que soy tan egoísta? -Se sintió horrorizada al ver que, en efecto, Malfoy pensaba aquello. -Oh, Godric… Scorpius -Le llamó por su nombre y se sintió extraño en sus labios. -La familia es más importante que cualquier rivalidad que podamos tener tú y yo. Aquella verdad cayó sobre ambos como un peso tan fuerte que los hombros de Scorpius Malfoy se hundieron y ella soltó el aire que no se había dado cuenta que estaba reteniendo desde que vio a Malfoy en la Sala Común. Ya le había pedido perdón. Ya estaba liberada de sus prejuicios. No era amiga de Malfoy. Y, probablemente, él seguía odiándola un poco. Pero al menos ella ya se sentía bien consigo mismo. Eso era lo importante. Vio la frente de Scorpius Malfoy relajarse conforme sus ojos se posaron cautelosamente sobre ella. -¿Cuál es exactamente la amenaza de Lucius? Rose tragó saliva y pensó detenidamente en qué contarle. -No es tanto una amenaza como… Una promesa. - ¿Cómo? -Obviamente hay seguridad porque todos esperan que quiera volver, algo que tu padre ya se aseguró de que no pasara… -Scorpius Malfoy la escudriñó con su iris grisáceo, descubriendo que Rose Weasley era conocedera de que Draco Malfoy había vetado a Lucius Malfoy de la Mansión. Más había cosas que el heredero Malfoy no sabía. ¿Se suponía que debía saber aquello? Era algo que ella había aprendido ese verano. ¿En serio nadie había tenido la decencia de contárselo a Malfoy? -Pero te quiere a ti como heredero Malfoy. Verdadero heredero Malfoy -Recalcó Rose. Vio cómo Scorpius entrecerró los ojos y apretó los dientes. - Quiere que te unas al Ojo. Algo así como que te volveras oscuro y que será la venganza a Astoria por haber destruido su familia. No podía odiar a Rose por contarle aquello. Pero odiar al mensajero solía ser lo primero que uno hacía cuando recibía malas noticias. Se hizo un silencio y Rose no supo cuanto tiempo estuvo esperando a que Scorpius Malfoy dejara de mirar sus zapatos y dijera algo. O se largara. O reaccionara. No pudo evitar pensar en que todo lo que ella le dijo en el Refugio encajaba perfectamente a los deseos de Lucius Malfoy. Obviamente, aquella era la razón por la que Glyne y muchos otros alumnos habían considerado que expulsar, maldecir o hacer la vida imposible a Scorpius Malfoy y a otros herederos sangres pura con pasado sospechoso era un acto heroico. -Los Malfoy siempre serán Malfoy, ¿eh? -Comentó Scorpius. Pero el sonido de su voz parecía emitir un gemido. -Por eso no me lo quieren decir. Y por eso tú sí que me lo quieres decir. Sinceramente, ¿qué esperaba diciéndole aquello? Claro que iba a pensar que quería restregarle todo aquello. ¿Cuándo no lo había hecho? Rose batió sus pestañas para esconder el dolor que sentía en su estómago. Un reflejo del que trataba de esconder Scorpius Malfoy. Y, como solía ocurrirle a Rose Weasley, la furia ocupó el lugar del resto de emociones que sentía. Bueno, suficiente madurez por aquel día. -¿Sabes? -Le espetó. Fue entonces cuando Scorpius alzó la mirada hacia ella. Y la clavó en sus ojos con determinación. Como si esperaran una batalla. - Serías bastante hipócrita contigo mismo si al final te unieras a algo como el Ojo -El joven parpadeó. - Pero bueno me estarías dando la razón y no tendría que quejarme, ¿no? El muchacho abrió la boca para decir algo. Pero la cerró de pronto. Se le quedó atrapado algo en la punta de la lengua. Arrugó la frente hacia Rose y la observó como si le estuvieran saliendo dos cabezas de sus hombros. Como si no la entendiera en absoluto. Ya, ella tampoco lo hacía. El joven sacudió su cabeza. Se rascó la nuca. Se ajustó la insignia de Prefecto y suspiró. -Voy a hacer las rondas por el ala este… Solo -Añadió. Rose se aproximó con el amago de decir algo pero él la detuvo distanciándose de ella. -Necesito tiempo para pensar. -Se dio la vuelta y comenzó a pasar por los pupitres para salir de la clase. -El profesor Lupin ha dicho que los Prefectos de Gryffindor hagamos las rondas por esta zona. Si necesitas algo, mándame un Patronus. -Pero… -Se escuchó cerrar la puerta detrás de él. Pero ella había dicho en las reuniones que no se comunicaría con Patronus con el resto de los Prefectos y Profesores porque no manejaba bien ese Encantamiento. No solo a Scorpius Malfoy aquello le daba absolutamente igual, sino que sabía que era completamente mentira. Y le frustraba que él supiera aquello. Salió resignada de la clase. Abrió la puerta para salir. ¿Qué necesidad tenía de cerrarla con tanto ímpetu? ¿En serio quería hacer una salida dramática? Oh, la testosterona. Se juntaba demasiado con Greenwood y se le estaba pegando la vena dramática. Sacó su varita de la túnica y convocó un Lumos para que la acompañara por los pasillos. Y sus pensamientos -así como sus problemas -acudieron a ella para que no estuviera sola. No podía dejar de pensar en que tenían que solucionar la controversia de los sangrres pura. Ya se lo había dicho a James. Y este le había dicho que era un problema que debían afrontar dando ejemplo. Sí, sí, se notaba que era un buen Premio Anual, por mucha mala publicidad que estuviera repartiendo McGregor. También pensó en Alice y en lo demasiado que la echaba de menos. También pensó en Brooks y en lo que le había dicho James de que tenían que venir -y de que aparentemente Lola se quedaría en Hogwarts. Y en Susan Jordan y en Fred. Y en Lucy Weasley, pues el año anterior había pasado bastante tiempo con ella. Suspiró. Oyó un ruido que la sacó de todo aquello. Un ruido que la hizo ruborizarse. Rose Weasley nunca había besado a nadie. Y, bueno, nunca había hecho más cosas más allá de besarse o de pasar mucho rato besándose con alguien. Pero sabía lo que pasaba cuando dos personas se besaban. Y, desde luego, sabía distinguir los gemidos de dolor… A los gemidos de placer. Y procedían de un aula que, dadas las horas y el toque de queda, no debería estar ocupada por un alma viva -pues era Hogwarts y había fantasmas. Ahora bien, como Prefecta tenía un deber: entrar a esa aula y comprobar que no había nadie. ¿Quería hacerlo? Debía hacerlo. ¿Quería hacerlo? ¡No! A Rose Weasley le daba vergüenza hablar de esas cosas… ¡Cómo iba a verlo! Alice siempre se había reido de ella por cosas así. Sobre todo después de contarle en tercero que había ido al Lago Negro con Albus y que se habían estado besando. O cuando Fred bromeaba de lo que hacía con Susan el año anterior. O cuando James había salido con Camrin y sus muestras de afecto en público eran tan evidentes. O cuando tenía que ver las muestras de afecto de sus primas Victoire y Dominique con sus antiguos novios en la Madriguera o en Hogwarts. O las del resto de los alumnos. No sabía por qué, pero se sentía algo intimidada. O incómoda. Obviamente algún día aquello no le supondría ningún conflicto. Como decía su tía Ginny -cuando se dio cuenta de que miró hacia otro lado cuando sus padres se besaron una vez en la Madriguera -, «cuando tengas las hormonas revolucionadas serás como tu padre con su primera novia». Su tío Harry se había reido y había añadido que «viendo tu genio y cómo juegas al Quidditch, Rose, no dudo que serás toda una Weasley». En ese momento tía Ginny le pegó un puñetazo. Y Rose no supo qué pensar de aquello. Lanzó una bocanada de aire. Era una Prefecta. En el Manual de Prefectos no ponía exactamente que debía separar las lenguas de las gargantas de los alumnos… Pero se sobreentendía que debía hacerse aquello. Quiso taparse los ojos, pero aquello solo empeoraría la situación. Con la varita en alto, giró el pomo de la puerta. -¡Estas no son horas de estar deambulando por el castillo! -Bramó, con su mejor tono de Prefecta que pudo sacar de sus pulmones. De todas las personas que podía encontrarse en una clase abandonada en la noche, no había imaginado encontrarse a aquellos dos alumnos de Gryffindor inclinados el uno sobre el otro en un apasionado beso. Las manos por todos los sitios. El pelo despeinado. Los labios enrojecidos. Las mejillas encendidas. Las camisas desabrochadas. -Rose… -Comenzó a decir Sebastian McKing. Se aclaró la garganta. Se separó del otro muchacho y se removió los rizos. -Por favor, no digas nada a nadie. Estaba visiblemente avergonzado. El otro muchacho tenía una sonrisa de diversión en su rostro. -¡20 puntos menos para Gryffindor! -Siguió ella, con las formalidades. -Rose, por favor, nadie lo sabe… -Suplicó Sebastian McKing. La muchacha suspiró. -Weasley -La llamó aquella vez Peter Greenwood. -Juramos solemnemente no repetir esto si tú no dices nada… -Rose, por favor -Volvió a suplicar McKing. No supo si fue el cansancio. El día que llevaba. La promesa a sí misma de ser una nueva Rose. O quizás el temor en los ojos de Sebastian McKing. La muchacha bajó la varita. Pero alzó una ceja. -No lo hago por ti, Perry. Había algo que fallaba cuando uno creía que estaba en casa. Uno bajaba la guardia y suponía que la barrera mágica de protección no tenía que ser tan fuerte como la del lugar de trabajo. O que al no estar el hijo que uno cuidaba, no tenía por qué reforzarla. Pero, sobre todo, uno creía que estar en casa era estar a salvo. Curioso. La mayoría de los asesinatos a lo largo de la historia se habían cometido en casa de la persona asesinada. Donde uno más a salvo se sentía era donde más vulnerable era. Podrían decírselo a James y Lily Potter. ¿Encantamiento Fidelius qué? Hogwarts también era supuestamente el lugar más seguro del mundo. Estaba seguro de que había más alumnos asesinados allí que en el Hospital de San Mungo por muerte natural en un solo año. A Remus Lupin siempre le había fascinado aquello. Por esa razón, él no era vulnerable. Porque él nunca había tenido una casa. Un hogar. Él nunca se había sentido amado. Y, verdaderamente, dudaba que lo hubieran amado. Eran solo historias cuyos hechos posteriores desechaban la idea que querían inducirle la señora Breedlove y el señor Goshawk. El presente en el que se encontraba podía ser diferente. Pero el futuro que él vivía y había experimentado era muy claro. Sabía con certeza que el Ojo aún no confiaba en él. Más no lo habían torturado -no podrían conseguirlo cuando él mismo sabía qué torturas iban a hacerle. Él las había practicado ya. Habían encargado a Octavio Onlamein su custodia. Sabía que aquello ocurriría y estaba de acuerdo con la situación. También tenía como sombra a Frank McOrez desde que algún miembro se chivó de sus visitas a la joven Potter. Por muy tajante que hubiera sido con que McOrez no conseguiría ser un gran mago a costa de Potter, McOrez afirmaba estar trabajando en una solución. Una solución con la que no parecía estar de acuerdo su hermana mayor. Remus había conocido a Zoe en el futuro -había sido su mentora, después de todo -y sabía por qué. Sabía que Zoe intentaba limpiar el alma de su hermano. Y que esa «solución» de McOrez solo empeoraría las cosas. Zoe era una gran maga. A su juicio, Zoe podría haber llevado el Ojo sobre sus hombros si Graham no estuviera ciego por la crueldad de Frank. Frank McOrez quería -ansiaba -saber por qué Remus Lupin había puesto sus ojos sobre Lily Luna Potter. ¿Era porque también estaba en la misión de Frank McOrez de convertirse en un gran mago a través de la profecía? ¿Cómo osaba interrumpir su victoria? Después de todo, era un metamorfomago y solo necesitaba un chasquido de dedos para hacer su cabello dorado como en la profecía. Remus Lupin se rio ante aquella acusión y le recordó quién era él en la Profecía. Su parte no se entrometería en sus deseos. Más la ambición de Frank McOrez no le permitía creerse aquello. Honestamente, a Remus le daba igual lo que pensara Frank. Mientras no le descubriera ante Potter. Entonces, sí que tendrían un problema. ¿Qué quería Remus Lupin de Lily Luna Potter? Remus chasqueó la lengua. No era una pregunta que estuviera bien formulada si uno se paraba a pensarlo. Teniendo en cuenta todos los factores. Todas las realidades. El pasado. El presente. Y el futuro. La verdadera pregunta para Remus era: ¿Qué quería Lily Luna Potter de Remus Lupin? La intriga era demasiado para Remus. Si fuera de alguna casa, sería Ravenclaw. No todos los asesinos sin piedad tenían que ser Slytherin. No obstante, aquella pregunta no podía detenerle de sus pequeñas misiones. Aquellas que hablaba con Graham McOrez y con el Señor. Oh. Un momento. ¿Remus Lupin podía comunicarse con el Señor? ¡Por supuesto! Privilegios de venir del futuro. Quizás una de las razones por las que el Ojo le miraba con recelo. Después de todo, no todos los días venía un mensajero que declaraba haber matado a la Guardiana de la Magia. Por eso estaba en la fachada de aquella casa. Su casa, si separaba a pensarlo. Puesto que había cosas que habían cambiado en aquel presente, tenía que acelerar un par de cambios. En efecto, si Remus Lupin no era vulnerable porque no tenía casa…Teddy Lupin había hecho demasiados hogares para ser un huérfano. Cambió levemente sus rasgos. Por pura precaución. Llamó a la puerta. Y, rápidamente, Teddy Lupin la abrió. La verdad era que Remus Lupin solo había conocido a sus padres cuando era un niño. No tenía recuerdos de ellos. Recuerdos sólidos. Había visto fotos de ellos. Y no los había visto en persona. Había visto de refilón a su madre en una esquina. Pero nunca se había topado frente a frente, cara a cara, con uno de sus progenitores. Siempre pensó que sería una tarea fácil: sacar la varita y matarlos. Más se vio tan sumamente reflejado en sus rasgos, que tuvo que tragar saliva un segundo. Le recibía con una sonrisa. Tenía el pelo algo largo y rizado. Grueso. El tabique de la nariz algo retorcido como el de él. Los ojos almendrados como el de él. Las cejas pobladas como las de él. Y sonreía con la boca torcida como algunas veces lo había hecho él. Era bastante corpulento. Y le miraba como si estuviera intentando descifrar que hacía un muchacho allí. Debían llevarse solo unos pocos años. Pero su gesto era el de una persona mucho más mayor. Como si hubiera vivido más. Como el propio Remus. Volvió a tragar saliva. -¿Necesitas ayuda, muchacho? -Dijo aquello como si estuviera acostumbrado a que jóvenes acudieran a él los fines de semana. Había escuchado que le habían hecho profesor en Hogwarts. En su mundo, Teddy Lupin no había durado tanto como profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. En su mundo, Teddy Lupin nno había durado tanto. -¿Puedo entrar? -Preguntó. Pero no necesitó invitación. Le sacudió el hombro al entrar y le recibió la casa que había reformado de los que habían sido sus abuelos. Se había informado sobre aquello. Al parecer, Teddy Lupin quería que su hijo tuviera un hogar con él aunque ya no estuviera con Victoire Weasley. Las palabras de Charlotte Breedlove podrían tener razón en esa realidad, pero acabarían separándose. Teddy Lupin acabaría yendo a una misión por hacerse el héroe en el Palacio de Hielo o en cualquier otro sitio y Victoire Weasley tendría que dejarlo todo para hacerse Guardiana de la Magia. Nadie se ocuparía de Remus Lupin, pues, ¿quién iba a hacerlo en mitad de una guerra? Vio que Teddy Lupin le miró con escepticismo mientras Remus barría con sus ojos la casa. Las fotos de Teddy Lupin con su hijo. Teddy Lupin con Harry Potter. Teddy Lupin con los Potter. Teddy Lupin con Andrómeda Tonks. Teddy Lupin con Alexander Moonlight. Teddy Lupin con fantasmas para Remus Lupin. -¿Puedo ayudarte en algo? Había invitado a un monstruo a su propia casa. Y estaba incluso dispuesto a ayudarle. ¿Cómo iba a poder ocuparse de su propio hijo si era así de imprudente? ¿Acaso no quería velar por su propia seguridad para que su hijo no creciera solo? ¿Qué clase de persona irresponsable era aquella? Le miró furioso. Aquella era la persona a la que había odiado durante tanto tiempo. El profesor de Hogwarts que se unió a una misión en sustitución de un Auror francés y que acabó siendo asesinado por imprudencia. Sí, aquello no había ocurrido. Pero que Remus -un asesino entrenado y sin piedad -estuviera en su propia casa y que hubiera entrado sin resistencia, solo indicaba que aquello podría pasar en cualquier instante. Remus estaba furioso. Remus lo había perdido todo por culpa de sus padres. Ese hombre ya había sido asesinado una vez. Remus Lupin era poderoso. Mucho más poderoso que Teddy Lupin. No tenía nada que perder, pues ese Teddy Lupin era un fantasma para él. Era terríficamente peligroso. Rugió para sus adentros. -Me he equivocado, señor -Contestó simplemente. Nota del Autor: Queridos lectores y lectoras: Espero que os encontréis todos muy bien de salud, ánimos y ansias de esta historia. Aprovecho para desear suerte a aquellos que sigan teniendo ahora finales o aquellos que tengan ahora una de las semanas más tensas del año (¡porque prometo que no será nada en comparación!). Prometo actualizar a partir de ahora más a menudo, más he tenido un descanso que coincide con el fin del periodo de exámenes. Hago este breve parénteis, también, para contaros un breve proyecto que llevo haciendo desde hace un tiempo en un Word y que he querido subir a Potterfics desde hace meses… Más mi batalla contra Potterfics sigue siendo perdida. Se trata de un fanfic paralelo a este (no es un spin-off, pero habrá de esos cuando acabe la saga -o no-, para quien le interese, estoy abierta a preguntas y sugerencias, pero ya tengo mis ideas… Aunque tendréis que esperar a que acaben algunas partes de la saga porque habrá spoilers). Como decía se trata de una forma de conocer a los personajes de esta historia diferente que he visto en otras plataformas y que me parece bastante original. La subiré a Wattpad y os dejaré el enlace aquí y en la portada. No es una narración per se, sino la historia contada a través del Instagram de nuestros Guardianes de Hogwarts… Un contenido visual y al que seguro que estáis acostumbrados. Estará, como en este fanfic, dividido en siete partes. Os iré avisando con cada parte que suba, así que no seré muy insistente. Contadme que os parece, si os apetece, y echadle si queréis un vistazo. Estoy abierta a sugerencias, quejas, Avada Kedavra y Patronus de Rose. Espero, como siempre, vuestros comentarios. Un fuerte abrazo a todos y a todas, C P.S: https://www.wattpad.com/story/231463495-el-instagram-de-la-tercera-generaci%C3%B3n
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