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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Lunes 25 de Enero de 2021, 16:18 [ Más información ] Tweet
(V) Capítulo 6: Una nueva forma de vida
-Esa sangre te sienta bien, Longbotton -Le dijo el joven de cabellos negros rizados, esbozando una sonrisa de suficiencia. Alice Longbotton apartó la mirada de él para dirigirla a la que se había convertido, forzosamente, en lo más parecido a su nueva amiga. Esta le miraba con una expresión divertida en su rostro. ¿Qué tenía aquello de divertido? Estaban entrenando. Renata Driggs vigilaba el ejercicio. Como si aquello fuera garantía suficiente para su salvaguarda. Derrick Collingwood estaba sentado sobre un banco de madera unos metros detrás de Renata. Observaban a Alice mientras debía resistir a la paliza que le había dado Louis Weasley. Este se pasaba una pomada por sus nudillos enrojecidos. Le había reventado el labio, de donde le brotaba la sangre a la que se refería Collingwood. Y le había lanzado un hechizo de tortura que había inventado Zoe McOrez. Los cuatro estaban probándolo entre ellos. Para el ejercicio del entrenamiento que hacía en ese momento Alice al mover su varita lentamente. Sanarse a ella misma después de una paliza para no depender de nadie más. -Oh, Collingwood, cállate -Le espetó Louis rondando los ojos. -Resalta el color de tus ojos -Siguió alabándola. Ella bufó ante la insistencia diaria de aquel joven con respecto a ella. -¿Seguro que no le puedo pegar? -Preguntó Alice hacia Renata. Esta sonrió con sinceridad. -Nope -Dijo Renata, negando con la cabeza y haciendo brincar las trenzas que se había hecho y que cubrían todo su cabello. -¿Ni un poco? -Suplicó Alice, acabando el hechizo que hizo sanar su herida del costado. Alice Longbotton se recogió el pelo con un lazo que tenía atado en su muñeca y exhaló una bocanada de aire. Si sólo pudiera arranacar la cabeza de Derrick Collingwood, su existencia en aquel lugar sería menos insoportable. No soportaba sus cumplidos. No aguantaba que la mirara como si la desnudara con sus ojos. No estaba tranquila si estaba a solas con él. No quería su presencia en ningún momento. Y, aún así, la obligaban a convivir con él en aquella mansión de la campiña inglesa. Los habían sacado a todos de Beauxbatons. Una tarde agosto. Como si tuvieran miedo de que los Auores llegaran y se los llevaran a todos. Miedo. Eso era algo que no existía en los miembros del Ojo. Pero, ¿en los niños que habían reclutado? Había oído llantos por la noche de algunos a los que aquello les había pillado sin previo aviso. Había visto el temor en el temblor de sus manos lanzando Maleficios. Era algo que había pasado desapercibido para ella cuando se escapaba de Hogwarts para entrenar allí. Pero, una vez llegada la noche, muchos alumnos sacaban a relucir sus vulnerabilidades. Alice reconoció a Montdark, a Theodore y a Alexis -la mujer del tío de Rose y Albus -entre los que comenzaron a llevarse a los niños a las diferentes mansiones que tenía el Ojo por el mundo. Más bien, por Europa. Italia. Noruega. Alemania. Polonia. España. Mantenían juntos a los que se conocían de antes. Y así lo habían hecho en su caso. Alice Longbotton estaba en la elegida mansión de la campiña inglesa con Renata Driggs, Louis Weasley, Derrick Collingwood y con la ocasional interrumpción de Frank y Zoe McOrez. No era un mal sitio. Tenían prohibido saber dónde estaban exactamente. Como si, gracias al Juramento Inquebrantable, fueran a hacer algo que el Ojo no quisiera. Tampoco sabían a quién pertenecía aquella mansión. Había elfos domésticos que le ayudaban en todo lo que querían. Pero, ¿el nombre del dueño de aquel edificio que parecía sacado de una novela de los libros muggles de Jane Austen que le había descubierto a su madre? No querían descubrirlo. Como si no supieran que se trataba de un mago oscuro que había apoyado en su momento a Voldemort. Alice se imaginaba que pertenecía a los Lestrange por algunos de los retratos que pudo ver. Más sabía que no estarían allí siempre. Que los irían cambiando de sitio. De vez en cuando, Montdark u Octavio Onlamein se aparecían allí para ayudarles a entrenar. Para recordarles que no podían perder el estado físico. Para recordarles, más bien, que estaban en mitad de una guerra y en cualquier momento les llamarían para la batalla. Sin embargo, cuando hacía un día tan agradable como aquel y se habían acostumbrado a tolerarse pese a sus diferencias, a una le era fácil olvidar que en cualquier momento la lanzaban a maldecir a Aurores o a sus propios amigos. Si aquello ocurría, si en algún momento el Ojo le ordenaba lanzar un Avada Kedavra sobre Rose, o sobre Scorpius, o sobre Greenwood, sabía que ella no obedecería. Ni sobre su hermano. Ni sobre su padre o su madre. Ni sobre Albus. Se estremeció solo de recordarlo. Esperaba que nunca le encontrara y que nunca descubriera que estaba recibiendo el mismo entrenamiento que había hecho a Gwendoline Cross una asesina despiadada. En ocasiones, se encontraba a sí misma imaginando conversaciones con él. Le contaba sus problemas en su cabeza y deseaba estar con él para que sus brazos la acogieran. En sus brazos nada podría salir mal. Envidió a su hermano por que Ivonne le hubiera enseñado a comunicarse con Cross en la distancia -lo cual, descubrirían más tarde, que era solo porque Gwen era la que podía hacerlo y solo lo haría con Frank. Quizás debía haber previsto hacer eso con Albus. Ya era demasiado tarde. Otras veces le resultaba difícil no escribirle una carta. ¿Qué ocurría si le mandaba una carta? ¿Entraba dentro de las prohibiciones del Ojo? Se lo preguntaría a Montdark. Era un hombre que se había apiedado de ella. Y no sabía por qué. Aunque intuía que había escuchado su terrible historia con Albus Severus Potter. Al fin y al cabo, él la había presenciado. Y todos sabían, además, que Albus Potter se había alistado a los Cazadores que había reunido Whitehall. Evidentemente, Alice sabía que era para protegerla. No mentiría si decía que había tenido ilusiones de Albus viniendo a por ella en mitad de aquella mansión. Pero era más complicado que aquello. Montdark le informaba de lo que sabían de los Cazadores. Le hubo dicho, tan solo un día atrás, que «hoy he visto a tu Potter». El corazón de Alice había dejado de latir por un instante. Era lo más cerca que había estado de él en todo el verano. «Ha cambiado mucho desde la última vez». Se burló, en referencia a la identidad que hacía llevar Albus. Le contó que Albus ya sabía que estaba escondiéndose, pero que no había podido saber dónde exactamente. Alice tensó sus labios. Entrecerró los ojos. Acabó de curarse. Y decidió, en ese instante, que no perdía nada por preguntarle a Montdark si podía mandarle una carta a Albus. Incluso si tardaba en llegarle. O si se la daba en otra de sus misiones. Se rascó la nuca. Louis le tendió la mano. Se incorporó de un salto. Como si sus energías no se hubieran drenado por los Encantamientos de Curación. Se mordió el labio. Pero estaba drenada de energía. Zoe McOrez se apareció elengatemente -esto era, andando como si para ella aparecerse fuera abrir una puerta y no sufrir una arcada -junto con Frank McOrez. Alice se tensó al instante. No solían ir directamente a ellos. Nunca. Para ellos tenían la otra ala de la casa y no solían mezclarse con ellos. Como si fueran dioses superiores. En cuanto a maleficios y entrenamiento físico, lo eran. Habían sido formados desde su más temprana infancia. -¡Frank! -Le saludó amistosamente Collingwood. Pues él, verdaderamente, era el único que sí que podía mezclarse con ellos. -¿Por qué tienes el pelo que parece que te has metido en el centro de un huracán? Alice disimuló una risa. Le lanzó una mirada de advertencia a Louis en cuanto este puso la mano en su boca para esconder su sonrisa. Renata Driggs rodó los ojos. Los tres habían sido los que habían comenzado la teoría que se apoyaba, constantemente, sobre hechos. Alice lo había empezado a sospechar el año anterior. Renata Driggs podría haber sido la que le diera pruebas cuando le pidió que jamás insinuara lo que pensaba. Y Alice se lo contó a Louis, pues este acabaría haciendo preguntas. Preguntas como: ¿Por qué Frank McOrez puede convocar un Patronus? ¿Por qué los hermanos McOrez nunca entrenan con los demás? ¿Por qué Frank McOrez lanzó un Cruciatus a Greg Zabini? ¿Por qué Frank McOrez ha entrado a la habitación sonriendo? Miró a Louis con una ceja alzada. Este se tocó los labios y le lanzó un gesto de burla. Alice entrecerró los ojos. Se tocó los labios. Más supo, al instante, al topar sus ojos con el rostro de Frank, que no eran los labios de Alice en los que tenía que fijarse. Sino en los labios hinchados de Frank McOrez. En su pelo alborotado. Y en la evasión de Zoe McOrez al resto de miradas inquisitivas. Sintió un carcajeo nacer de su garganta. Lo escondió con una tos inapropiada para finales de agosto. Quizás eran simples coincidencias. Más era bastante entretenido cuando no tenían ningún otro entretenimiento. -Ha pasado algo serio -Anunció Frank. Alice tragó saliva. Cruzó sus dedos, llevándoselos detrás de ella. Aunque fuera bruja, esperó que aquello funcionara. Que no tuviera nada que ver con que habían cogido a los Cazadores. Que Albus Potter estuviera bien. Aunque, para Frank, aquello serían buenas noticias. Intentó relentizar su pulso. -¿Nos tenemos que trasladar? -Fue la cuestión que planteó Derrick Collingwood. -Me había acostumbrado a vivirá aquí… -Son los Cazadores -Dijo, aquella vez, Zoe McOrez. Mirándoles a todos de manera intimidante. Alice intentó no reflejar en su semblante que estaba al borde del infarto. De nuevo, intentó tranquilizarse. Su tono fue de desprecio. Eso no ocurriría si a Albus le hubiera pasado algo. -Están matando a los que se llevaron a Azkaban. Están matando a niños y torturándolos -Escupió las palabras con odio. Se hizo un silencio en el que el resto trató de asimilar aquello. Alice se sintió incómoda. Su boca se había quedado medio abierta. Su ceño fruncido. Se llevó una mano al corazón y lo sintió latir a una velocidad extrema. Tragó saliva. ¿Cómo podía el Departamento de Harry Potter hacer algo así? Sintió las lágrimas acudir a sus ojos pero las rechazó pestañeando rápidamente. -No es posible -Dijo, con serenidad, Louis. Exhaló un suspiro al ver el rostro de Louis. -Alexis nos lo ha contado -Confirmó Frank. Alice tragó saliva. Si ella decía eso, entonces debía ser verdad. Confiaba en Alexis. Volvió a pestañear para sacudir sus lágrimas. —No los están matando con Avada Kedavra, ni deshaciéndose de ellos como si fuera una pena de muerte… -Aclaró Frank. Alice asintió. Sabía que venía a continuación. -Les hacen revelar información que no pueden desvelar… Y el Juramento Inquebrantable hace el trabajo por ellos -Sentenció. Para nada afectado como su hermana. Se pasó la mano por el pelo y se lo acomodó detrás de las orejas. Hacía aquello cada vez que intentaba ordenar sus pensamientos. Últimamente, muy a menudo. -Era algo que podía pasar -Razonó Renata Driggs. Se aclaró la garganta. -Pero, ¿no se han dado cuenta de que si les siguen interrogando morirán todos? Alice advirtió la urgencia en la voz de Renata y supo las dos cosas que se le habían pasado por la cabeza. En segundo lugar y menos importante, si les acababan capturando a ellos, correrían el mismo peligro. Como decía Renata, «era algo que podía pasar». Pero, en primer lugar, la preocupación de Renata era Hunter Avery, un Slytherin de sangre pura un año mayor que ellas, quien había sido capturado, y con el que había comenzado a salir desde la Navidad anterior en secreto -pues no querían que su hermana Ann se enterara y se lo dijera a los padres, en tanto que las familias de sangre pura tenían cierta tradición con las relaciones. Desde el primer día, Renata había estado sumida en una preocupación que la acompañaba desde entonces. Había sido Hunter quien había avisado a Frank para que avisara a todos, pues él no sabía quiénes eran todos. También avisó a Renata. Y fue la razón por la que Renata no estaba en Azkaban. Ni con una sentencia de muerte sobre su cabeza. No podía ni imaginarse lo que debía estar sintiendo Renata en aquel momento. Se acercó a ella y le dio la mano. Renata le lanzó una sonrisa amarga. Le apretó el agarre. Nunca serían amigas del todo. Pero se necesitaban. Ella, al menos, tenía a Louis Weasley. Más, en muchas ocasiones, prefería a Renata. Había convivido con ella en la misma habitación cuatro años. Había sido la que le aconsejaba cómo tratar a los miembros del Ojo. La que le enseñó a no destacar entre ellos. La que le advirtió sobre el peligro que podía suponer Albus para ella. No eran amigas, más podía ser la persona que mejor podría comprenderla. -No son estúpidos -Dijo con reticencia Zoe. -Incluso si no lo han descubierto todavía, saben que en cuanto revelan algo, los niños mueren. -¿Quién? -Preguntó abruptamente Renata. Zoe negó con la cabeza. -No ha sido Avery, Driggs -Aquello consoló hasta a Alice, incluso cuando Avery no había sido una persona agradable con ella en absoluto. Era, como Albus lo había descrito una vez, el típico Slytherin. -Alexis nos ha dicho que el Departamento no lo sabe y que por eso está ocurriendo -Razonó Zoe. Alice sintió que el peso sobre su pecho se aliviaba. -Y que, aunque Whitehall confía en ella como para nombrarla una de sus cazadoras, no le cuenta casi nada de lo que hace… Por ejemplo, no sabía que se encontró con Potter en Dinamarca y que están más cerca de lo que creemos. Aquello último lo dijo mirando fijamente a Alice. Como si ella tuviera la culpa de aquello. Tal vez Albus presionara. Pero conocía a Albus. Le había dicho que confiaba en ella. Sabía que, en cuanto descubriera qué tipo de magos estaban dándole caza, haría todo lo posible por detenerlos. Incluso si beneficiaba al Ojo. -Hemos pensado que podrías ayudarnos a despistar a Whitehall, Longbotton -Anunció Frank. No fue una gran sorpresa para Alice. Renata apretó el agarre. -¿Qué queréis que haga? -Preguntó, entrecerrando los ojos y aceptando su destino. Pues, de otra forma, moría. Intentó que su nerviosismo no se apreciara. -Despistar a Whitehall -Concedió Frank. -Sabéis que haré lo que me pidáis… -Dejó claro Alice. -Pero no creo que Whitehall sea un ingenuo. -Whitehall estará vigilando a Potter, esperando que tú te pongas en contacto con él o que él se ponga en contacto contigo -Aclaró Frank. -Debemos utilizar eso. Por esa razón utilizó a Potter, ¿no? Potter es lo que puede hacer que acelere su caza -Insistió. -¿Vais a usar a Alice de cebo? -Preguntó, con un tinte de rabia, Louis. -Si es necesario, sí -Dijo tajantemente Frank. -Tienen a treinta y nueve de nosotros, Weasley. Imagina que fueras tú uno de ellos. Tienen a Ginny Potter encerrada allí. Te aseguro que a Whitehall le dará exactamente igual que seas un jodido Weasley -Le espetó. Sabía que Louis había asentido y miró cabizbajo a Alice después de aquellas palabras. Pues era la más pura verdad. Daba igual que fueran la hija de Neville Longbotton o el hijo de Bill Weasley. Whitehall no tenía leyes ni moral. Era curioso cómo le era más fácil simpatizar con el Ojo si tenía que antagonizar a Whitehall. Su padre había confiado en él. Era un Auror que siempre obtenía excelentes resultados. Solo que sus métodos quedaban ocultos. Su motivación siempre había sido la venganza de la muerte de su tío. La venganza nunca era una motivación sana. -¿Quieres cortar los cabos sueltos mandando a Alice a Azkaban para que no nos encuentre a través de Potter? -Aquella amarga pregunta provenía de Renata. Alice se sorpendió del tono de su voz. -No -Zoe estaba más calmada que cuando había empezado a hablar. -Si tu Potter realmente se preocupa por ti, hará lo que le pidamos para alejar a Whitehall del resto -Sentenció Zoe. -Albus Potter no se unirá al Ojo -Dijo Alice con cierta pasión que había echado de menos en su voz. Después del año y el daño que le había hecho a Albus por ser ella del Ojo, no podía permitir que Albus pasara por aquello. -No estamos hablando de Juramentos Inquebrantables ni nada por el estilo, Longbotton -Explicó Frank, haciendo un gesto con la mano para quitarle importancia a aquello que había destruido su estancia en Hogwarts durante dos años. -Nos basta con que Potter confíe en ti y verdaderamente quiera que no mueras a manos de Whitehall -Alice tragó saliva. Todos los presentes sabían perfectamente que Albus Potter estaría dispuesto a hacer aquello. Si es que no lo había hecho ya. -De que sea él quien despiste a Whitehall y que tú le ayudes a hacerlo creíble. Vaciló con la cabeza. -¿Cómo? ¿Tendré que verlo? -Porque si tenía que verlo no podría controlar sus emociones como cuando le lanzaban maldiciones. -¿O por carta? Zoe se encogió de hombros. -Aún no lo hemos pensado del todo -Dijo simplemente. -¿Entonces podemos confíar en que Potter confía en ti? -¿Tú has estado en Hogwarts en la misma Casa que ellos? -Se burló Renata. Se separó de Alice y cruzó los brazos sobre su pecho. Frank la miró con escepticismo. -Albus Potter no puede apartar sus ojos de Alice desde el primer día en primer curso -Declaró. -Es como si fueran de esas criaturas que necesitan al otro para respirar. -¿Los dementores y el cerebro de Frank? -Ironizó Collingwood. Se levantó del banco y se aproximó a Frank. Le dio una palmada en el hombro. -Todas las veces que intentábamos maldecir a Alice Longbotton estaba el maldito Potter en medio -Se quejó. -¿A eso te refieres, Driggs? Te recuerdo que el año pasado él era el que parecía querer maldecirla. -Bobadas -Desestimó Renata. -Potter retuvo a Alice para que no fuera al traslador y no la detuvieran… Confió en ella sin decirle que estaba bajo un Juramento Inquebrantable. Y la dejó ir -Les confesó a todos. -Albus Potter es una buena persona -Añadió. -Y si sabe que hay gente que, realmente, es inocente que está sufriendo hará todo lo posible por evitarlo. -Parece que estás enamorada de él, Driggs -Se burló Collingwood. -Solo quiero sobrevivir -Dijo sin más dilación. Renata se giró a Alice. -Pase lo que pase, me alegro de que seas tú quien está aquí conmigo para acompañarme y hacer que estos días sean menos tortura con Collingwood. Gracias. Esta es mi forma de pagártelo… -Renata… -Interrumpió Alice, sorprendida y un tanto avergonazada por aquella confesión en público. -¿Gracias a ti? Aquella interrogación fue suficiente para Renata. -Estaría bien que te pusieras en contacto con Potter pronto, Longbotton -Informó Zoe. -Si consigue información a través de ti… No insistirá tanto en los interrogatorios de los que están en Azkaban. -¿Qué hay de Bella? -Preguntó, de repente, Collingwood. Alice frunció el ceño. Recordando la hermana de Greg Zabini, de un curso superior a ella, que había rechazado hacer el Juramento Inquebrantable el año anterior. Renata nunca le contó por qué no lo hizo. Sabía que no era ninguna estrategia del Ojo. Los McOrez la llamaban la «traidora». El mismo apodo que tenía su amigo Scorpius. Le habían contado que Blaise Zabini, un miembro del Ojo, la había expulsado de su casa. Y que estaba bajo "protección" de Whitehall. Volvería a Hogwarts. -¿La traidora? -Escupió Frank. -No es una traidora, Frank -Insistió Collingwood. -Solo que no quería morir si algún día le pedíais algo que ella no creía que pudiera hacer… O que le capturaran y estuviera en el mismo peligro que su hermano ahora -Explicó, como tantas veces. -Pero ella cree en el Ojo. -No es suficiente -Respondió Frank. -Isabella Zabini correrá a cargo de sus propias acciones -Intervino Zoe. -Alice, ven conmigo para practicar tu Oclumancia. La vas a necesitar -Añadió. Alice se sintió náuseas en su estómago. ¿Significaba aquello que la mandaría al campo de batalla? ¿Significaba aquello que vería a Albus? Más, ¿a qué precio? ¿Bajo qué circunstancias? -Alegra esa cara, Longbotton, no te sienta bien estar preocupada por un Potter -Se burló Collingwood. -Le mandarás alguna carta, Longbotton, no queremos que las hormonas adolescentes se interpongan en nuestra seguridad -Advirtió Frank. Fue la risa disimulada de Louis la que le devolvió a la despreocupada vida de la campiña inglesa. Asintió con una sonrisa. Una carta. Podía hacer aquello. Era lo que quería. Aunque la tuvieran que leer todos para poner pistas falsas en ella. Sintió un calor familiar en su pecho y siguió a Zoe McOrez para practicar el arte de cerrar la mente.
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