Capítulo
15: <<I.D>>
-Cornelia Brooks será la primera en recobrar la
conciencia -declaró Madame Pomfrey a Minerva McGonagall, quien se hallaba en la
Enfermería tras asegurarse de que sus dos alumnos estaban a salvo tras el
traslado desde San Mungo. -Ella fue la primera y será la primera en
recuperarse. Fue hace dos semanas cuando empezó a… Descongelarse. Busqué en mi
diario cómo curé a la señorita Granger cuando ocurrió la última vez… Y he de
decir, que con los nuevos avances de la magia, el proceso se ha acelerado para
bien.
-Me alegro, Madame Pomfrey. Brooks es una alumna
brillante, no queremos que tenga que saltarse muchas clases…
-Perdone la interrupción, Minerva, pero… ¿Saben ya
en el Ministerio que se trata de un basilisco?
-Por supuesto, los aurores que vinieron sabían lo
que estaban buscando. Incluso parece ser que el joven James Potter también lo
ha descubierto…
-Querrá hacerse el héroe como su padre.
-Yo le veo más parecido a James Potter y a Sirius Black, si me lo permites.
La anciana enfermera se rio.
-¡Desde luego! Las ocurrencias que tiene ese
muchacho… Ojalá tenga suerte en la vida. Los nombres que lleva no son de
personas que salieron bien paradas después de la guerra. Y ojalá esto no sean
señales de una nueva -se lamentó Madame Pomfrey.
Minerva McGonagall asintió con vehemencia. Se
despidió de la Enfermera con una sonrisa y salió de la Enfermería. A mano
izquierda, sobre el alfeizar de la ventana que daba al espectacular paisaje
escocés de invierno en plena noche; se hallaba una lechuza mensajera negra como
el tizón, que se camuflaba entre la oscuridad.
La Directora sacó de su bolsillo la carta que
llevaba guardada y la releyó. Se sentía orgullosa de su propia caligrafía, lo
único bueno que podía obtenerse de aquella carta.
<<Para
I.D.
Me
temo que queda menos para que los augurios comiencen a cumplirse.
Guárdate.
La Enfermería por la mañana era mucho más acogedora.
E incluso estaba más llena, pues, en caso de que algún alumno tuviera alguna
dolencia, lo comunicaba por la mañana para pasar el menor tiempo posible
postrado en una camilla que por la noche parecía sacada de una novela de
terror.
Madame Pomfrey había mandado a Cornelia Brooks y a
Fred Weasley al fondo de la Sala, justo bajo el gran ventanal que ofrecía una
cálida luz durante el día y la luz de luna durante la noche.
Allí se encontraba James Potter en su visita
rutinaria a su mejor amigo. Estaba menos frío que la última vez que lo vio. Le
había crecido el pelo y le llegaba por encima de los hombros, parecía una foto
vieja de su tío George. El color bermejo iba comiéndose al ceniza que había
poblado su figura e incluso en algunas zonas, el rojizo de su pelo parecía
haber cobrado vida. Dándose por vencido, abandonó la silla que estaba al lado
de la camilla, que seguramente Madame Pompfrey dejaba allí para él y para
Roxanne, quién solía acompañar a su hermano muchas noches enteras y le velaba
para que no despertara solo en un lugar tan inhóspito.
Comido por la curiosidad, se acercó a la otra
camilla. La enfermera le había dicho que Cornelia Brooks se iba a recuperar
antes que su amigo y quería ver cómo era que había mejorado. Se descubrió a sí
mismo acercándose a ella y observándola detenidamente. Sus ojos habían recuperado
por completo el color que parecía haber robado de los océanos. Su tez era más
rosada que la de Fred y su cabello se había vuelto completamente castaño, enredándose
en los rizos desordenados que la caracterizaban. Mantenía una expresión de
serenidad, totalmente contraria a la de su amigo, la cual le hacían encogerse
cada vez que lo veía. Ella, al contrario, le transmitía paz. Seguramente no le
habría dado tiempo a reaccionar.
Se preguntó si estaría igual de fría que su amigo,
por lo que le rozó la yema del dedo. Estaba templado y, para sorpresa de James,
tembló en respuesta de su roce.
En seguida, apartó el dedo. No tardó en volverlo a
acercar, para probar si temblaría de nuevo. Cambió de idea y posó su mano sobre
la mano abierta de ello. En los siguientes segundos no ocurrió nada.
Justo cuando iba a retirar la mano, los dedos de la
muchacha se cerraron con fuerza sobre la mano de James.
Éste dio un brinco. Retiró la mano a toda prisa e
incluso se separó un metro de la camilla.
Posó su mirada sobre la muchacha.
Su expresión había cambiado.
Estaba frunciendo el ceño.
-¿Me sientes, Brooks? -le preguntó sin recibir
respuesta alguna.
Minutos más tarde
estaba tocando y experimentando con la mano de Fred sin éxito.