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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Miércoles 13 de Enero de 2021, 10:53 [ Más información ] Tweet
(IV) Capítulo 46: El sol no luce para todos
Resumir todo lo que le había llevado allí, justo en ese instante, en el Departamento de Seguridad Mágica, era lo que hacía Albus Severus Potter en aquel instante. El panorama era el siguiente: habían recuperado a Imogen. ¿No se escuchaban las trompetas de celebración? ¡Eso era porque no había nada que celebrar! ¡No había sido una victoria! ¡Ni tampoco una derrota! ¡Había sido una masacre y todo estaba rematadamente mal! Para empezar, Imogen era la hija de Voldemort y Bellatrix Lestrange. Información que se llevaba con cuidado de un lado a otro para evitar que se filtrara a la prensa. Aunque se acabaría haciendo. Había supuesto una batalla campal dentro del Ministerio. ¿Qué hacían con la hija de Voldemort? Se suponía que debían protegerla, pues el Ojo la necesitaba para cumplir sus objetivos. No podían matarla, pues entraba dentro de sus objetivos. ¡Qué ironía! Por entonces, habían decidido meter a Delphini Riddle en Azkaban. Más seguridad que allí no encontraría en ningún otro sitio. Aunque claro, no era ninguna criminal, con lo cual no era justo, pues no podía cumplir condena por ser hija del Señor Oscuro. Aunque, tal y como estaban las cosas, nadie refutó. Nadie reclamó esa violación de derechos. Susan Jordan había muerto por la hija de Voldemort -aunque ya les comentaron que Susan sufría la misma condición que Molly Weasley, por lo que no tenía que estar vinculado necesariamente a aquella misión en concreto. Albus había quedado devastado por dentro al ver la desolación en Fred. Nunca había visto a una persona sufrir una pérdida tan desgarradora. Fred estaba en la Madriguera desde hacía unos días. Solo admitía la entrada de sus padres, de su tío Charlie o de James, cuando volviera. Anunció a todos que había dejado Hogwarts. Nadie le reprochó nada. Incluso si había sido una decisión tomada antes de la muerte de Susan Jordan. Gabrielle Delacour había perdido a su bebé. Estaba embarazada de cinco meses. Y el hijo era de un tal Dean Thomas -nombre que su padre dijo con no tanto aprecio como cuando hablaba de cualquier otro compañero de Casa. Había estado en el Refugio desde entonces y, cuando Albus fue a ver a su tía Hermione, encontró al tal Dean Thomas y a Gabrielle, mientras el Auror Lebouf bufaba por los rincones. Cuando su tía Hermione despertó y le contaron la noticia -«¡Felicidades! ¡Hemos rescatado a la hija de Voldy!», juró que no volvería a hacerle caso a Ivonne Donovan. Aquello era fácil por varios motivos. El principal era que Ivonne Donovan había amenazado la seguridad de Luperca. Se había llevado a Cornelia Brooks con ella. Y dejó de comunicarse con el resto del mundo. ¿Por qué? Incognita. Su hermano debería estar encolerizado. Y aun no sabía que su mejor amiga estaba muerta. Así, tenían por un lado los heridos en el Refugio. Los heridos en Luperca -Trust había conseguido vencer a la licantropía pero necesitaría tiempo de reposo hasta comenzar quinto curso; Moonlight había salido andando de la camilla en cuanto se enteró de que Imogen era la hija de Voldemort; Wakanda había tenido que asistir a la depresión de Umi; su tío Charlie reparó las heridas de Norberta; y Aurel tuvo que escapar de los licántropos con su prima Dominique a Bulgaria. Más los muertos. Por otro lado, la otra misión que parecía quedar en el olvido. Habían detenido a decenas de alumnos. ¡Treinta y nueve personas! Aunque cuatro escaparon. Estaban detenidas. ¿Dónde? Al principio, fue en el Departamento de Seguridad Mágica. Causó cierto debate, pues eran menores de edad. Pero, después, recordaron toda la implicación de que hubieran sido detenidos. Y la gran traición que habían cometido. Y los llevaron a Azkaban. El menor tenía once años y lloró tanto que le encantaron para que no hablara. Albus Severus Potter escuchó rumores. Y fue a visitar a su madre hacía unos días. Ginny le contó cómo no podía dormir desde que los niños habían sido trasladados. Gritaban. Lloraban. Chillaban. No querían estar allí. No habían tenido otra opción. Por esa razón, Albus estaba allí. En frente del Auror que había sido nombrado Jefe del Comité de Represión del Ojo. En otras palabras, el cazador. Lo llamaban así desde hacía tiempo. Pues siempre había estado obsesionado con rastrear a miembros del Ojo. Y ahora, el Ministerio Británico, le había ofrecido liderar su propia misión. Recolectó a Aurores que eran sagaces. Cuyas historias de la guerra o de sus familiares les hacían despiadados. También tenía a su cargo a los jóvenes que se iban a presentar a las pruebas de Auror el año siguiente. Suspiró. Recordó haberse despedido de sus amigos aquel año en el andén 9 y ¾ de King's Cross. Haciendo promesas. Todos los Guardianes que se habían quedado en Hogwarts para ver sus notas -y aquellos que no habían salido heridos por completo en alma o en físico. Para recoger sus pertenencias. Para decir un apropiado adiós y hasta el año que viene al castillo. Todos se reunieron. Chris Nott rompió el hielo agradeciendo haberle incluido en aquel gigantesco y peculiar grupo de amigos. David Morrit les hizo prometer que no dejaría al resto de Slytherin atrás, sobre todo a Claire Jenkins que estaría en sexto el año siguiente. Fenwick y Rogers prometieron seguir en contacto con todos. Aunque a Rogers lo hubieran cogido en el Ministerio y Fenwick estuviera ocupada en la Liga Inglesa de Quidditch. Prometieron verse en Navidad. Frank Longbotton se disculpó por su actitud y les dijo que, simplemente, aún no se sentía cómodo con aquel mundo pero que les agradecía no haberle echado del grupo -por suerte James no estaba allí. Lucy Weasley anunció que estaría ocupada con las Pruebas de Auror, pero que no se perdería ninguna quedada. Tim Marrs anunció que había rechazado la oferta de prácticas en El Profeta y que estaría pendiente de todos esos pequeños Guardianes. Tom McGregor anunció que haría todo lo posible por facilitárselo todo si el año siguiente le nombraban Premio Anual. Peter McGregor pidió que, por favor, no perdieran la costumbre de ser amigos. Bárbara Coleman juró que lideraría el Diario de Hogwarts a su favor el año siguiente. Ellie Coleman anunció que sería bateadora con su hermana el año siguiente para no perder la costumbre de que el equipo de Gryffindor fuera solo de Guardianes. Janet Rossen les dio un abrazo y les dijo que había recopilado fotos de la Casa de los Gritos y que se las mandaría en verano. Sebastian McKing les aseguró que el año siguiente estarían igual de unidos que aquel. Rose Weasley ofreció la Madriguera y la asistencia de sus padres si alguna vez la necesitaban. Lily Potter prometió a Fenwick que ocuparía su puesto de guardiana con honor, incluso si ni siquiera había hecho las pruebas de Quidditch. Lyslander Scarmander les aseguró que ella también sería parte del equipo de Quidditch con su nueva pierna. Y Lorcan les sorprendió a todos diciendo que él también se presentaría a las pruebas de Quidditch el año siguiente. Hugo Weasley se ofreció a protegerles a todos y a obsequiarles información que necesitaran. Peter Greenwood agradeció a todos por el mejor año de su vida. Scorpius Malfoy les invitó a todos la Mansión Malfoy en verano -aunque por la mirada de odio que compartió con su prima Rose, dudó que la invitación se extendiera a la persona que más había evitado desde que volvió del Refugio con la nariz hecha un estropicio. Y Albus Severus Potter prometió estar para todos en la Madriguera si lo necesitaran, pensando en qué sería de él en el futuro. Albus aún no sabía si quería ser Auror o no. Pero quería estar dentro de ese equipo. -¿Por qué un niño como tú quiere estar con un escuadrón de Auores? -Le preguntó Edward Whitehall. -No soy un niño cualquiera -Respondió con seguridad Albus. El señor Whitehall alzó una ceja. -Y no por ser el hijo de Harry Potter… Si es lo que está pensando -Se adelantó Albus. -Soy buen alumno. Probablemente el año que viene sea prefecto en Slytherin. Soy excelente en los Duelos. Sé convocar Patronus. Hablo pársel y he podido controlar a cuatro basiliscos. Y derroté con mi hermano a uno. Tengo casi quince años y he sobrevivido dos veces al Ojo. Creo que no soy un niño cualquiera, señor Whitehall… Creo que debería considerar mi propuesta. El hombre se rascó la barbilla. Sonrió. -No dudo que es usted Slytherin, joven Potter -Sugirió con cierta burla. -Ser Slytherin no significa ser un mago oscuro -Respondió el con firmeza. -Severus Snape fue Slytherin… -Un ejemplo controvertido has expuesto… -Regulus Black, Andrómeda Tonks, Draco Malfoy e incluso Merlín fueron Slytherin y ayudaron a la comunidad mágica más que otros Gryffindor como Peter Pettigrew o Ravenclaw como Quirinus Quirrell. Edward Whitehall se rio. Asintió con la cabeza y apuntó algo en sus notas. -¿Y qué opinas de que su amiga de la infancia, Alice Longbotton, sea una de ellos? Esperaba esa pregunta. La esperaba. Pero cada vez que escuchaba su nombre sentía su ausencia. -Ella decidió su camino -Respondió simplemente. Aquella respuesta sorprendió a Edward Whitehall. -Bien, bien… -Dijo el Auror. -¿Y si nos la encontramos? No me puedo permitir que un adolescente me estropee la misión porque se haya dejado llevar por los sentimientos… -Yo no siento nada por ella, señor Whitehall. El señor Whitehall asintió. Sorprendido. -Bien, joven Potter… Contaremos con usted, entonces. Albus sonrió con suficiencia. Sabía a qué jugaba Whitehall. Y él probablemente sabía que Albus había mentido. Pero le bastaba con aquello. Whitehall querría utilizarlo a él de cebo. Y él quería asegurarse de que Alice Longbotton no sería uno de esos jóvenes encerrados en Azkaban. Aunque tuviera que tragar una maldición de la propia varita de ese Auror para evitarlo. El llanto más doloroso es cuando uno está tumbado en la cama. Con una mano sobre la boca para no hacer ruido. Las lágrimas surcando el rostro y humedeciendo la almohada. El corazón rompiéndose. Se escuchaba crujir. Pensar una y otra vez sobre por qué se lloraba. Y llorar más fuerte. La otra mano descansaba sobre su corazón. Y la turnaba con su estómago. Los dos le dolían. Fred Weasley nunca había pedido felicidad. Solo un poco menos de dolor. Y, sin embargo, solo encontraba dolor. Su dolor hacia la muerte de Susan era la deuda por el necesario crimen de seguir viviendo sin ella. Él, quien había incendiado su mundo, pero jamás dejó que una llama la tocara a ella. La moraleja de su relación es que no importara lo mucho que lo hubieran intentado, lo mucho que uno lo deseara, lo felices que hubieran llegado a ser… Algunas historias de amor simplemente no tenían un final feliz En los días más oscuros. Uno tenía que buscar por un resquicio de luz. En los días más fríos uno tenía que hallar la cálidez. En los días de desolación debía asegurarse de que no estaba solo de verdad. Y en los días más tristes debía dejar los ojos abiertos para que lloraran. Para dejar que lloraran. Para darles la oportunidad de limpiar el dolor. Para volver a ver con claridad de nuevo -Solo quiero hablar con ella una vez más…Escuchar su voz… Y que me escuche a mí decirle que no debió hacer eso y que pudimos haberla ayudado… -Fred se sentía ridículo por expresarse entre respiraciones entrecortadas, lágrimas y convulsiones. -No puede morirse. Ella no. Quiero estar con ella… Repetía para sí mismo. - Llorar está bien, Fred, nos hace más fuertes -Oyó la voz de su padre. Era algo curioso. La muerte de un ser querido. Todos sabían que el tiempo en este mundo era limitado. Que eventualmente todos terminarían bajo alguna sábana. Para nunca despertar. Y sin embargo, siempre era una sorpresa cuando le sucedía a alguien amado. Era como subir las escaleras al dormitorio en la oscuridad, y pensar que había una escalera más de las que había. Su pie caía al suelo, a través del aire, y había un momento enfermizo de sorpresa oscura mientras intentaba reajustar la forma en que pensaba las cosas. -Ella no está aquí- Dijo en un hilo de voz. Su padre suspiró. -Ella no está aquí. Está muerta, estúpido. Está muerta. Se dijo a sí mismo. Era inútil describirle a su padre lo mal que se sentía. Aunque su padre, quien ya hubo perdido una vez a alguien muy importante para él, ya sabía como se sentía. Solo experimentando una pérdida similar podría empatizar su dolor. De lo contrario, era inimaginable. Ninguna verdad podía curar el dolor que sentía por la pérdida de Sue. Ninguna verdad, ninguna sinceridad, ninguna fuerza, ninguna bondad podía curar esa pena. Todo lo que pudo hacer fue verlo hasta el final y aprender algo de aquello. Pero lo que podía aprender jamás le ayudaría a enfrentarse a la próxima pena que le había llegado sin avisar. Roxanne no le previno de Susan. Su padre carraspeó. Encontró su voz en la habitación repleta de la tristeza de su hijo. -Las cosas que perdemos tienen una forma de volver a nosotros al final, aunque no siempre de la manera que esperamos -Le prometió.
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