|
||||
![]() |
Menú
|
La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Lunes 25 de Enero de 2021, 16:18 [ Más información ] Tweet
(IV) Capítulo 40: Leopold
-¡AAAAAGGGH! AIDEZ MOI! ¡MI PIEGNA! Susan Jordan se giró para ver cómo un hombre con garras de hombre lobo y colmillos de vampiro mordía sin cesar la pierna de Gabrielle Delacour. Su sangre se derramaba. Era una visión horrible como la voz rota de súplica de la Auror. -¡DESMAIUS! -Gritó Susan hacia el hombre. De su varita salió una luz roja. El hombre lobo se derrumbó en el suelo. Aturdido por el Encantamiento aturdidor que había conjurado Susan Jordan. -AIDEZ MOI! -La Auror francesa gritaba de dolor. Se dispuso a ayudarla. Una mano le detuvo. Se giró. Seamus Finnigan. Un viejo amigo de su padre. Habían estado asistiendo a aquellos dos magos y a otro Auror que había sido asesinado desde que subieron a aquella planta. No habían parado de hacer frente a todos los miembros del Ojo que los enfrentaban. Cuando el edificio comenzó a temblar, los dementores se acercaron a ellos. Pudieron enfrentarlos con sus Patronus. Y descendieron por las escaleras. Al resto de sus amigos. En lugar de huir. Aquello hubo preocupado a Fred y a Susan de no ser por el hecho de que no hicieron desaparecer a los demás miembros del Ojo. Seamus Finnigan tenía sangre en su barbilla. Tenía el pelo canoso y tantas entradas que parecía luchar contra la calvicie. Susan lo había conocido tras la amistad que desarrollaron después de la batalla de Hogwarts su padre y él, dos grandes fanáticos del Quidditch. Aunque, por supuesto, Lee Jordan siguió siendo el mejor amigo de George Weasley, como lo había sido durante toda su juventud. Esa era una de las razones por las que Susan y Fred se llevaban tan bien. Estaban destinados. Se habían conocido antes de entrar en Hogwarts. Más fueron las bromas de los primeros años lo que hizo que se uniera aún más a James y a Fred. Y era inevitable que acabara sintiendo algo más que amistad por Fred. Cuando se lo contó a sus padres, no se sorprendieron. Tal y como Lee Jordan nunca había podido ser neutral con Gryffindor, parecía tener el mismo sentimiento hacia Fred Weasley. «¿Utilizáis el mismo champú?», fue lo último que le preguntó su padre en referencia a Fred en su última carta. No obstante, tras su infarto unos años antes, su madre le avisaba que debía controlar su energía, por lo que sus comentarios no gozaban de la misma chipa que antaño. Todo aquello cruzó por la mente de Susan Jordan cuando el antiguo amigo de su padre se acercó a ella. Su padre le había dicho en una carta que «tuviera cuidado con los descendientes de las personas más valientes que conozco». ¿Sabría su padre algo de la misión de aquel día? Él también había formado parte del Ejército de Dumbledore. Él había sido el creador de la Pottervigilancia. Aquello le hizo volver a la realidad. El pelo húmedo de las goteras que caían del hielo derretido. Parecía como si estuviera lloviendo dentro del castillo. Negó con la cabeza. -La llevaré al Refugio… -Dijo. Señaló a la Auror francesa. Lo decía con el ceño fruncido y severamente preocupado por la mujer que gritaba ayuda en francés. -Tenéis que buscar a Lupin… ¡Rápido! ¡Salid de aquí si no lo conseguís! Corrió hacia la mujer. Le ayudó con unos encantamientos en la herida. Susan Jordan se volteó para seguir las indicaciones de Finnigan e ir a por Imogen. Completar aquella maldita misión que había acabado con la vida de Aurores. Con la de un licántropo. Había herido a tantos. Fred la cogió de la cintura. La acercó al torso de él. Posó un beso sobre su coronilla. Sintió su respiración contra su cuello. Y un cosquilleo en su estómago. Fred tenía la capacidad de tranquilizarla y ponerla nerviosa a la vez. Incluso en el peor de los momentos. -Ve con ellos -Le pidió. Sus ojos se mostraban tan preocupados por ella que casi le hizo caso. Ella negó con la cabeza. Enroscó su mano en la varita. Se separó de Fred. -¡Vamos a por Imogen! -Recordó ella. Algo chocó con ellos e hizo que se separaran. El vampiro que antes habían visto pasó por ellos con Charlie Weasley en brazos. Al verlo, Susan había temido su presencia. Más, Gabrielle les indicó que estaba de su parte. ¿Un vampiro de parte del Temple? Por supuesto. El Temple podía conseguir que incluso una colonia de dragones dejaran a su líder estar allí. Era de una palidez atractiva. Con apariencia joven. Dientes de los que brotaba sangre. Una criatura que no podía salir durante el día, más, en el Norte, pese a ser tarde, ya era de noche. Al pasar a través de ellos, ni siquiera se paró a ver quiénes eran ellos. El cuerpo del tío de Fred se sacudía y gemía en los brazos del vampiro. -¡Corred! -Les apremió Seamus Finnigan. Bien. Tenían que buscar al Teddy Lupin. Les adelantó hacia donde Finnigan les había dicho que debían ir para acudir a la llamada de Ted Lupin. Mientras, el vampiro llegó a la terraza. El edificio sufrió una sacudida. Susan tuvo que agarrarse a Fred para no caerse de bruces al suelo. Fred la sujetó como pudo. Pudo ver el temor reflejado en los ojos de Fred. Más también el coraje que les hacía ser Gryffindor. El balcón se desprendió del edificio y cayó a las aguas gélidas del Norte. El edificio comenzó a descender. El suelo temblaba. El agua corría por las paredes. Parecía que llovía. Vieron al vampiro saltar con Charlie Weasley en sus brazos hacia el vacío y las aguas heladas. -¡NOOO! -Gritó Fred. Susan lo agarró con las dos manos hacia ella para que no fuera tras ellos. Las alas de Noberta generaron el alivio en el interior de Susan y de Fred, cuyos brazos se habían tensado mientras estaban entrelazados. La dragona llevaba en sus lomos al vampiro y a tío Charlie. El fuego de su boca les sorprendió. Más lo lanzaba hacia el centro del edificio. Para hundirlo sobre las aguas. Observaron a tío Charlie incorporarse sobre Norberta. Entrecerraba sus ojos hacia ellos. Les hizo un gesto con la mano. Como una despedida. -Finnigan se ha llevado a Delacour -Informó rápidamente a Fred, al ver que estaban solos en aquella habitación. Cuyas ventanas habían roto los Aurores al entrar. -Vamos a por… -Se ha llevado a tío Charlie y a Norberta -Dijo Fred. Susan vio alivio en sus ojos. -Sue, debemos irnos… Intuía que iba a decir aquello. -¿Y James? -Preguntó Susan. Fred negó con la cabeza, sacudiendo sus rizos. -Estará bien… Siempre lo está… Pero nos dijeron que ayudásemos a los Aurores y ya no hay ninguno -Razonó Fred. Era cierto. Estaban solos. Los demás estaban muertos. Finnigan se había llevado a Delacour. Su tía Charlie había desaparecido con Norberta y el vampiro. Y no sabían nada de los demás. Se dieron un apretón de manos para desaparecer juntos. Algo que habían tenido que aprender a la fuerza. El Ministerio, hacía unos días, les había dado el título a aquellos guardianes que sabían aparecerse. Ellos dos lo habían conseguido. Estaban consiguiendo tantas cosas juntos. No obsante, algo lo evitó que consiguieran salir de allí en ese instante. -¡LEOPOLD! -Susan se estremeció al escuchar aquella voz. Nunca la había escuchado. Nunca. Se giró para ver quién era. Pues era familiar, pese a saber que no sabía quién era. Un hombre robusto. Alto. Con una capa negra. Una varita alzada hacia ellos. Unos pasos decisivos hacia ellos. Un rostro que no conocía. Pero que era vagamente familiar. No supo por qué. Más sintió un escozor por todo el cuerpo. -¡DESMAIUS! -Conjuró Susan hacia él. -¡EXPELLIERMUS! -Dijo él. Acto seguido, soltó una risa. La varita de Susan salió disparada por los aires. Ella sacó la daga que le había dado McKing. Con cuidado. Se la enseñó. Pero el hombre le sonreía. Con sorna. Como riéndose de ellos dos. -¡Soy Norman! -Le dijo. Miraba fijamente a Susan. Ella se estremeció. Fred se interpuso entre el llamado Norman y ella. Más ella alzó la daga. No. No permitiría que a Fred le pasara algo. Debían salir de allí. -¡Tu amigo Norman! ¡Íbamos a ir juntos a la boda de los Weasley!… ¡Pero la jodimos! ¡Te han encerrado en el cuerpo de esa muchachita! ¡Despierta, Leopold Rookwood! Susan sintió el vello de su piel erizarse. Sus manos temblar sin que ella supiera cómo. -¿Qué demonios…? -Escupió Fred hacia el hombre. -¡No sé de qué habla! -Dijo Susan. Despesperada. Frustrada por sentir cosas en su cuerpo que no le pertenecían. Por respirar de un modo diferente al que lo haría con normalidad. No sabía que estaba pasando. Pues, era cierto, no sabía a qué se refería. No sabía quién era ese hombre. Y, sin embargo, era infinitamente familiar. Como un rostro de un sueño. O de una pesadilla. Como un recuerdo de otra vida. -Ohhh -Ovacionó el hombre. Se llevó las manos a sus caderas. Los señaló. Soltó una carcajada. -Sois pareja… Qué romántico… ¿Verdad, Leopold? ¡Te estará encantando! -Se volvió a reir. A Susan se le escapó un gruñido. Fred alzó la ceja hacia Susan. Preocupado. Más que en todo aquel día. -¿Estás bien? -Ella asintió. -¡LEOPOLD ROOKWOOD! -Susan vio a Fred estremecerse. Pero se quedó paralizada. No pudo darle la mano como le gustaría. Ni decirle en voz baja algo para relajar su tensión msucular. Era como si su cuerpo se hubiera quedado congelado. Como si no pudiera ejercer control sobre él. Sus dedos acariciaron la cuchilla de la daga sin ella darles ninguna orden. -¡El hermano de Augustus Rookwood! ¡El hermano del asesino de…! ¿Cómo se llamaba? ¿Fred Weasley? Vio que Fred tembló de ira. -¡DESMAIUS! -La luz azul salió de la varita de Fred. El hehizo dejó inconsciente a Norman. Lo derrumbó sobre el suelo. Con tanta fuerza que su cabeza chocó contra el suelo haciendo un sonido seco. Fred se giró hacia Susan. Sin importar si había matado a alguien. Más preocupado por Susan que por sus propios actos. Pero esta no podía moverse. -¿Has escuchado lo que ha dicho…? No le dejó acabar. El cuerpo de Susan se movía solo. Paseó su mano, empuñando la daga, sobre el rostro de Fred, haciéndole una incisión en la mejilla. Fred se echó hacia atrás. Le miró aturdido. Susan quiso gritar. Quiso sacudir lo que fuera que tuviera en su interior. ¿Estaba bajo Imperium? ¡No! ¡No se sentía en trance! ¡Pero debía estarlo! ¡Ella jamás le haría daño a Fred! Entonces, lo supo. -Exacto, Susan Jordan -Dijo su propia voz. La de Susan Jordan. Solo que ella no quería decir nada de aquello. Sonó gutural. Más grave. Una voz que salía de su cuerpo y que se dirigía a ella misma. -Vamos a repetir la historia… Un Rookwood y un Fred Weasley… Sintió que su cuerpo se sacudía por la risa. Una risa que no era de ella. Sintió que sus ojos se centraban en Fred. El muchacho, aún perplejo, la miraba con la frente arrugada. ¡No sabía lo que le estaba pasando por dentro a Susan Jordan! ¡No era consciente de su estado! ¡Las pesadillas en niebla eran reales! ¡No! ¡No! ¡Ella no podía ser como Molly Weasley! ¡No! ¡Ella no era una Rookwood! ¡Ella era Susan Jordan! ¡No podía hacerle daño a Fred! ¡No! ¡Debía haber algún modo de evitar aquello! Quiso patalear dentro de su mente. Quiso gritar. Bramar que le devolvieran el control sobre sí misma. Chillar. Vio en los ojos de Fred que no comprendía qué estaba pasando. ¡Debía huir de ella! ¡Debía desaparecer! ¡Dejarla abandonada! Oh, pero eso jamás lo haría Fred… ¡Lo iba a matar! ¡No podía controlar su cuerpo! «¡Huye!» Gritó en su interior. Pero no pudo formular palabra. Su pecho volvió a sacudirse. Las comisuras de sus labios se elevaron en una sonrisa tan sádica que quiso morir allí mismo. -¿Sue? -Le cuestionó extrañado Fred. Se escuchó un estruendo bajo sus pies. El suelo tembló. Se inclinaron de nuevo. Aquella, una inclinación vez más pronunciada. El agua del hielo que corría por el pasillo hizo que se escurrieran. Ambos acabaron deslizándose en vertical por el pasillo hasta la pared del extremo. Sobre la que sus cuerpos se lanzaron y se estrellaron por la inercia de un edificio que se volcaba sobre el agua. Lentamente. Pero a una velocidad que hacía temblar todo a su alrededor. El cuerpo de Susan se incorporó sobre lo que antes había sido una pared y ahora era suelo. Miró el agua correr por el pasillo que ante ella se volvía en una gran chimenea en verticual de la que caía agua. Su pelo rizado caía sobre sus hombros húmedos. Sus ojos se centraron en Fred. Sintió cómo su cuerpo se tensaba. Cada músculo. Se llevó la empuñadura de la daga a los labios. Se inclinó. Entrecerró los ojos hacia Fred. Como si fuera una presa. Se relamió los labios. Fred la miraba perplejo. Aún sin saber qué estaba ocurriendo. «¡Sal de aquí!» Quiso gritarle Susan con todas sus fuerzas. «¡No soy yo!». Susan se abalanzó sobre Fred con la daga en la mano. Y, una vez que su cuerpo chocó contra el de Fred, le asestó una puñalada en el muslo. Fred gritó de dolor. Ella se rio de él. Sacó la daga del músculo de Fred. La observó. Se la llevó a los ojos de Fred. La sangre de Fred goteaba. Manchando la sudadera de bateador de Quidditch que llevaba Fred. La punta de la daga señalaba el corazón de Fred. Entonces, Susan pensó con tanta fuerza que hizo que su mano se detuviera mientras Fred agonizaba de dolor. «Maldita sea, Fred, clávame la daga a mí…». Pero sabía que no lo haría. Y supo, con toda la certeza del mundo, lo que debía hacer. Sabía que si acababa con la persona que la poseía, ella moriría con su huésped. Con Leopold Rookwood. Era lo que había entendido Lily Potter cuando Molly Weasley acabó con todos aquellos alumnos. Había sido poseída por otra alma. Que controlaba su cuerpo. ¡Ahora lo entendía! Lily Potter había tenido el coraje de acabar con su prima Molly Weasley. Más, como les contó James que le había dicho su hermana: «Molly ya no existía». Y Fred también moriría. Quizás no a la vez que ella. Quizás no del mismo tipo de dolor. Pero pasaría. Uno no podía vivir mucho tiempo si le rompían el corazón. Pero ella no podía ser el cuerpo que lo asesinara. Ella ya estaba muerta. Susan Jordan ya estaba muerta. Ya no existíra. Solo en su mente. Sin voz. Sin dominio. Solo para ser testigo de las muertes que corrieran a su cargo. Solo existiría su cuerpo. Susan Jordan ya no existía. Leopold la había conquistado. Susan Jordan ya no existía. No. Lo último que haría sería salvar a Fred. Salvar a los fuegos artificiales que la habían acompañado todo aquel tiempo. Los que le habían hecho creer que era especial. Los que le habían prometido que sería Sanadora. Al menos, aunque no alcanzara el título, conseguiría salvar a alguien. Y esa persona era Fred. Su Fred. El recuerdo que la hacía tan feliz que podía convocar Patronus con solo evocar su risa. Su mano no iba a acabar en la dirección que su cuerpo quería. Debía evitar que Leopold matara a Fred. Y podría evitarlo. Podría evitarlo porque amaba a Fred. Y jamás le haría daño. El amor era una fuerza poderosa. Y Susan estaba llena de ella. La sentía. Era, de hecho, lo único ue percibía del mundo en aquel instante. De su mundo. Encerrada en un asesino. Y debía ponerle fin. No era algo que no hubiera ocurrido antes. La muerte sería otra aventura más. Cuando un guerrero veía su inevitable muerte, decide tomar primero su propia vida. Para evitar que no perecieran más a su costa. Sabía que muchos aceptarían aquello. Habría muerto con honor. Habría salvado vidas tan solo arrebatándose la suya. Salvar a Fred era suficiente. En el momento en el que tuvo control sobre la daga y la detuvo antes de rozar a Fred, contempló a la muerte. Susan llegó a un acuerdo con ella. La había aceptado. Sin embargo, supo que Fred tardaría en hacerlo. Por eso su expresión fue indescifrable. De todo lo que no pudo decir por lo que estaba ocurriendo en tan solo unos segundos. Susan lo miró a los ojos. -Siempre te querré -Entonces, hundió la daga en su propio corazón con tanta fuerza que lo paró al instante. No fue un golpe tan preciso como le hubiera gustado, no con la habilidad con la que un asesino lo habría hecho. Pues era ella la que controlaba la daga. Luchó por clavarla lo suficientemente profundo en su corazón, sin estar segura de poder hacerlo desde aquel ángulo. Entonces, su lucha se detuvo. Sintió que había acertado. Estrelló sus labios por última vez sobre los de Fred. Respondieron aturdidos. Se separó de él. Casi en una sonrisa. Aunque llena de dolor. -¿Susan…? -No me olvides -Susan se quedó sin aliento. Esas fueron sus últimas palabras. Pudo ver a Fred. Su rostro lleno de horror. Su grito quedó insonorizado por el vacío que se apropió de ella. Por la oscuridad. Por la muerte. Y, de pronto, dejó de sentir por completo. No notó que la zarandeó. Que la sacudió. Que gritó su nombre y pidió ayuda. Que no entendía lo que había ocurrido. Que la amaba. Que ella no podía morir. No. Ella no. Pero sí supo que Fred estaba a salvo. Supo que no se lo pensó dos veces y desapareció con ella y apareció en la Madriguera. Con su cuerpo en brazos. Ambos húmedos por el hielo. Con la piel pálida y los labios morados. Con el cadáver de Susan Jordan atravesado por una daga clavada en el corazón. Supo que haría todo lo posible para devolverle la vida. Pero ya era tarde.
![]()
Potterfics es parte de la Red HarryLatino
contacto@potterfics.com Todos los derechos reservados. Los personajes, nombres de HARRY POTTER, así como otras marcas de identificación relacionadas, son marcas registradas de Warner Bros. TM & © 2003. Derechos de publicación de Harry Potter © J.K.R. |