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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Lunes 25 de Enero de 2021, 16:18 [ Más información ] Tweet
(IV) Capítulo 30: Lo que no hace falta decir
Siempre había una primera vez para todo. Estar a punto de cumplir quince años y que fuera la primera vez que traía amigos a casa le avergonzaba. Le había puesto nervioso. No quería que a sus amigos les gustara su casa. Simplemente quería que se sintieran cómodos. Habrían escuchado historias. Allí habían pasado cosas horribles. Y él no sabía ni la mitad de ellas. Había sido la antigua sede de los mortífagos. Se corrigió a sí mismo. No era la primera vez que sus amigos iban a su casa. Habían estado allí para el funeral de su padre. Y Rose Weasley se había quedado allí cuando rescataron a Albus, para asegurarse de que estaban bien. Definitivamente, la Mansión Malfoy no era un pozo de buenos recuerdos. Ojalá no lo trajeran a colación. Scorpius Malfoy odiaba hablar de su padre. Se le empañaban los ojos. Se le hacía un nudo la garganta. Y quería salir huyendo de allí. Había estado tan preocupado en todo momento, que, cuando llegó a su casa tras ver a todo el mundo llorar en Hogwarts, se percató de algo. No había llorado la muerte de su padre propiamente. No se había tirado ni un solo día acostado. Refugiado del mundo. Abranzando alguna fotografía de él. Y pensando en cuánto lo echaba de menos. Cuánto lo quería. Había estado ocupado. Tenía que mostrarse fuerte para su madre. Y su madre se fortaleció. Debían arreglar la casa en verano. Y, para Pascuas, ya estaba terminada. Tenía que cuidar de Theia cuando su madre se derrumbaba o necesitaba un respiro. Si lloraba en su casa, su madre lo sabría. En Hogwarts tampoco podía. No quería mostrarse así en el cuarto que compartía con Peter. No quería decir nada a Albus para que pusiera su rostro compugnido y se preocupara por él, cuando acababa de ser secuestrado, cuando acababa de ser traicionadopor Alice o cuando su familia estaba destrozada por asesinatos a sus miembros o su madre era prisionera de Azkaban. No se sentía con ánimos de desnudar sus sentimientos ante nadie de su equipo de Quidditch. Incluso si eran una tercera familia para él. ¿Hablar de sus sentimientos con Potter o los Weasley? No era una opción. Inviable. Potter se lo contaría a Albus. Fred Weasley entendería tan bien su sentimiento que no quería recordárselo. Rose Weasley aún le decía que su pelo olía a cerveza. ¿Con Fenwick? Sería como terapia de choque. ¿Con Rogers? No querría una solución, simplemente alguien que le escuchara. ¿Con Carter? No podía sentirse tan vulnerable ante el miembro que mejor le caía. Solo había podido hablar de ello con Alice. Porque, aunque no llegara a entenderlo del todo, sabía exactamente lo que decir. Y Scorpius agradecía la calidez de su amistad. Por esa razón, nunca la puso en duda. Y, sin embargo, ella no estaba allí. En el sótano de su padre. Al que solo podían acceder aquellos con sangre de la familia Malfoy. O aquellos que los Malfoy dejaran entrar. Para contemplar la colección de artilugios de su padre. Era algo que había querido enseñarles desde hacía tiempo. Sobre todo a Hugo Weasley. Sabía que sus amigos apreciarían lo que había allí. Pero solo Hugo Weasley o Rose Weasley lo llegarían a entender. Obviamente no iba a invitar a Rose Weasley. Pensó en hacerlo. Pero, tras ver la negativa tan directa y brusca hacia Trust y Carter, se lo replanteó. Él no iba a pedirle una cita ni una fiesta de pijamas. Pero, bueno, su ferocidad le intimidaba. Cuando Astoria Malfoy se enteró de que Scorpius iba a invitar a cuatro amigos a su casa, se puso eufórica. No le gustó tanto que quisiera enseñarles sótano de su padre. Pero le dijo que de aquello se trataba. Scorpius estaba un tanto frustrado desde que su madre le dijo tajantemente que él era ahora el reflejo de lo que había sido Draco para su hermana pequeña y para el resto del mundo. Sin presión, ¿eh? Debía ser el mejor Malfoy de la historia. Hacerla orgullosa. Oh, para nadaScorpius estaba al borde de sufrir un infarto con tantas cosas en la cabeza. Por suerte, estaba su hermana. Aquel precioso bebé que le quitaba el aliento cada vez que reía. -¿Es de su agrado, Sebastian? -preguntó su madre dulcemente. -Sí, señora Malfoy, muy bueno -Respondió cordialmente Sebastian McKing. Había bajado al sótano para ofrecerles limonada. Scorpius conocía a su madre. Quería ver cómo eran sus amigos. Como si no se fiara del todo que Scorpius no tuviera buenos amigos. Ella conocía a Albus. Y a Hugo. De vista. Pero no a Peter ni a Sebastian. Quería saber a quiénes traía a casa. ¿Su madre era una escéptica? Naturalmente. Su marido había sido asesinado y tenía dos hijos a los que proteger. Scorpius suspiró. -¿Cómo están tus hermanos, Albus? -preguntó su madre a su mejor amigo. -Bien, señora Malfoy -respondió educadamente Albus. -Mi hermana volverá a Hogwarts después de vacaciones y mi hermano está igual que siempre. La señora Malfoy asintió. Como si Scorpius no se lo hubiera dicho ya. Su madre sabía que Lily Potter había lanzado un Avada Kedavra a su prima Molly Weasley. También le había dicho que estaba mejor de lo que cualquiera había previsto. «Una jovencita muy parecida a su madre», había dicho Astoria. Y también le había contado que James era el que lideraba a todos los Guardianes y que, además, era un licántropo. «Todo un Gryffindor», había dicho. No obstante, se habría quedado con las ganas de preguntar directamente a Albus. -¿Y tu hermana, Hugo? -se dirigió con un vaso lleno de limonada hacia el joven Weasley. Este entornó los ojos. Scorpius se mordió la lengua por dentro. -Mi hijo me ha dicho que es una jovencita excepcional. Hugo guardó silencio. Parpadeó. Perplejo. El resto también permaneció en silencio. Peter Greenwood dejó escapar una breve risa. Sebastian McKing giró la cabeza hacia otro lado. Albus cerró los ojos. Scorpius quería aclarar que lo que le había dicho a su madre era que le costaba superarla en las asignaturas, como siempre le preguntaba su padre. Y que, sin ella, no habrían podido batir récord en Quidditch. No había mentido. Pero su madre había tergiversado las palabras. -Excepcional… -Dijo Hugo Weasley. Un silencio de pausa. Tensión. -Podría decirse que sí. -¿Por qué no ha venido? Creía que era de vuestro curso, ¿no, Peter? -Se dirigió hacia el joven. Este sorbió limonada para no responder. Oh, no se libraría del interrogatorio de Astoria. -Todo grupo de jovencitos necesita una mujer que los encauce… -Tenemos a Alice -dijo simplemente Peter. Astoria alzó las cejas. Oh. Sí. Su hijo también le había hablado de Alice. Le había contado absolutamente todo. Y pidió a Merlín y a todos los poderosos magos que no se dirigiera a Albus. Por favor. -¿Por qué no ha venido, Albus? Scorpius miró a la suela de sus zapatos. Peter hizo que tosía. Hugo frunció el ceño. Oh, sí, el sabelotodo no lo sabía todo. Sebastian McKing soltó una risa. Peter le dio un codazo. Albus se rascó la nuca. -No ha podido venir, señora Malfoy -se excusó. Sin más información. ¿Qué creía su madre? ¿Qué les sonscaría todos sus secretos de adolescentes? ¡Si ya los sabía! Les estaba haciendo sentir incómodos. Y era precisamente lo que Scorpius no quería. -Hugo, tú que eres el más responsable -le dijo Astoria. -Asegúrate de que la próxima vez mi hijo invita a Alice y a Rose -Sentenció. Por si no había quedado claro que su madre quería conocer a las féminas que rodeaban la vida de su hijo. -Tengo muchas ganas de conocerlas -añadió. Scorpius bufó. Tocó a su madre por el hombro. Le retiró la bandeja y la puso encima de una mesa. -¿Alguna otra sugerencia, mamá? Su madre entornó la mirada. -¿Debería? -inquirió ella. -Podría invitar también a Lily Potter -Scorpius rodó los ojos ante el comentario de Peter. -Es muy amiga de Hugo también… -¡Oh, por supuesto! -Su madre se alegró de aquello. Scorpius negó con la cabeza hacia su amigo. Pese a que Scorpius lo negara con sinceridad, Peter Greenwood estaba convencido de que Scorpius Malfoy sentía algo por Lily Luna Potter y no lo quería admitir para que sus hermanos no lo quemasen en una hoguera. No perdía la oportunidad de dejar clara su opinión. -Vale, mamá… Creo que Theia está llorando, ¿no la oyes? -le insistió Scorpius, aquella vez, empujándola con un dedo hacia la salida. -Hijo, tu hermana no llora -le dijo claramente. -Pero os dejaré a solas… Portadse bien… Aquí hay muchas cosas que os incitarán a no hacerlo -La advertencia fue seria. Miró a sus amigos. Se tensaron. Bueno, no se alejaba de un aviso real, ¿no? Su padre no coleccionaba sellos precisamente. Su madre, finalmente, se marchó. Y los dejó a los cinco en silencio. Hasta que Peter se desternilló de risa y lo siguió Albus. Sebastian los miraba con una sonrisa. Y Hugo parecía querer que se callaran. -Imagina cuando traigas aquí a una chica… -Dijo socarronamente Sebastian, ante la sorpresa de todos. Comenzaba a ser un chico con un poco más de luz. Como si la distancia en el tiempo desde la muerte de su hermano le fuera encendiendo paulatinamente. -¡Eso lo tienes que grabar en video! -Se rio Albus. -Me pregunto quién será -Scorpius le señaló con el dedo índice para que no siguiera con su broma. Peter alzó las manos en señal de paz y aguantando la risa. -¡Eh! Que ahora tengo mis dudas… No sé que pelirroja prefieres… -Carter te matará si se entera -secundó Albus entre risas. -Pues no tendrá ningún motivo -terció Scorpius. -He de decir -Interrumpió Hugo Weasley. -Que te mereces algo más que Lily o que Rose… Ninguna está a tu altura -Añadió con solemnidad. -¿Gracias? -inquirió Scorpius Malfoy. Bueno, al menos aquel pequeño genio tenía las expectativas altas para él, ¿no? -Bueno, en el Quidditch podría ser mejor que tú… -Advirtió Sebastian. Peter se paseó por delante de Hugo y de Sebastian. -Y vosotros… ¿qué? -Les interrogó. -¿Pelirrojas? ¿Rubias? ¿Gryffindor morenas de actividades sospechosas…? -Yo no soy Albus Potter -respondió deliberadamente Sebastian McKing. Este se atragantó con la limonada y tosió hasta que pudo respirar bien. Miró a McKing y se preguntó qué diantres le había hecho al hijo del Ministro para atacarle de aquella manera. -Oh, pero lo de Albus es diferente, ¿verdad? -Peter corrió a pasarle el brazo por el hombro de su amigo. Lo giró ante Hugo y Seb. -Os presento a Albus Potter, sabe lo que siente, pero no sabe cómo hablar en los momentos más importantes de su vida… -¡Peter! ¡No le digas nada a ellos! -¿A quién crees que se lo vamos a decir? -Se encogió de hombros Seb. Scorpius agradeció que el tema de conversación hubiera cambiado en detrimento de su amigo Albus Potter. Les había contado su último encuentro con Alice. No pudieron evitar soltar carcajadas. Albus estaba realmente preocupado. No podía hablar con Alice en otro sitio. Sus cuadrantes no volverían a coincidir. Y odiaba pensar que Alice creyera que no le correspondía. Simplemente no había sabido qué decir. Peter le contó que él había dicho «Te quiero» y nunca los había sentido. Entonces Scorpius le dijo que precisamente por eso, la situación de Albus era más complicado. Era difícil decirlo cuando verdaderamente lo sentías. O ese fue su consejo. -Pues a Rose -suspiró Albus. -Mi hermana y yo no hablamos de esas cosas -dijo extrañado Hugo. Como si solo pensar aquello fuera un insulto para ellos dos. -¿Desde cuándo eres un cotilla, Hugo? -Le dijo, fastidiado, Albus. Él sonrió con suficiencia. -Soy curioso. Soy Ravenclaw. El editor jefe del Diario del Castillo es Ravenclaw… -¡Lo pillamos! -Le interrumpió Peter. -Pero me tienen a mí para solucionar sus problemas de amor, ¿verdad, amigos míos? Scorpius rodó los ojos. Como si él tuviera problemas de esos. O, en caso de tener incertidumbre, como si fuera a contárselos a Peter. Él había creado el rumor de que a Scorpius le gustaba Lily. Todos los Guardianes de Hogwarts creían eso. «Tiene doce años, Malfoy», le espetó incluso James Potter. Por mucho que él lo negara, el rumor era más fuerte que la verdad. -Tu experiencia la sacas de tus películas y dudo que hayas visto películas románticas como para poder darnos un solo consejo…-comentó Scorpius. Peter arrugó el rostro. Scorpius asintió, convencido de que el momento de silencio de Peter le estaba otorgando la razón. Aún no podía nombrar una película romántica que hubiera visto y de la que sacara alguna conclusión real. -El Imperio Contrataca -declaró finalmente Peter. -¿El Imperio Contrataca? ¿La de Star Wars? ¡Eso no es romántico! -Se escandalizó Scorpius, quien había sido obligado por su amigo a verlo, una vez que les dejaron entrar tablets y otros dispositivos electrónicos a Hogwarts. Sin Internet. Pero él tenía algo que llamaba disco duro, que en realidad era una caja muggle en la que había mucha información. Peter resopló. Alzó su vaso de limonada para apoyar su discurso. -Au contraire, querido, es muy romántico -le corrigió. -La última escena, ya sabes, cuando están a punto de poner a Han en esa cámara de congelación… ¿Recuerdas? -Mmmm -murmuró Scorpius. -Y Leia se inclina y le dice «Te quiero» -siguió relatando Peter. -Eso es cursi, no romántico -interrumpió Hugo. Vio a Albus rodar los ojos ante la insensibilidad emocional de su primo. -Han le dice «Lo sé» -le decía a Scorpius. -¿Y? Peter sonrió. Con suficiencia. Preparándoles para la conclusión final que arreglaría sus vidas. -No tiene que decir nada tan trillado como «Te amo»…Porque eso ya se entiende. Y eso, queridos amigos, es romántico -concluyó. Scorpius ladeó la cabeza. Se bebió un trago de limonada para no darle la razón. -Yo no dije nada, Peter, salí corriendo -recordó Albus. Peter asintió con una sonrisa. -Tú no eres Han Solo, Albus -dijo su amigo. -Tú eres tonto -dijo simplemente. -¿Te quedaste callado? -se burló Hugo Weasley. Se rio. Oh, Weasley con sentido del humor. -¿No sentías lo mismo? -Intentó adivinar Seb McKing. -Au contraire, queridos -Imitó Scorpius a su amigo Peter. -Pero ella ya sabe lo que Albus siente por ella… No hace falta que lo diga. Y eso también es romántico -Sonrió a su mejor amigo. -Aunque tu forma de decirlo sea huyendo -añadió. Los cuatro se rieron. Menos Albus. Bufó. -¿Nos vas a explicar que nos querías enseñar o vamos a seguir riéndonos de mis errores? -preguntó un tanto enfadado. -¡Por Merlín, Albus! -Exclamó Hugo Weasley. -¿Es que acaso no eres consciente de lo que tienes en frente? -¿No? Hugo resopló. Se acercó con paso firme hacia la vitrina que tenía Albus Potter en frente. La observó como si se tratara de un gran tesoro. Y era cierto. Scorpius sintió cierto orgullo por el hecho de que su padre hubiera logrado hacerse con aquella colección. -Bienvenidos a la Colección de Reliquias Mágicas de Draco Malfoy -anunció con mucho orgullo el hijo del fundador de aquel lugar. Se paseó por las vitrinas. -Lo que Hugo señala es el Escudo de Lancelot… Y eso de allí es el Tamhlem, el cuerno de chacal, la Taza de jamshid y la Espada de Fragarach… -Los ojos de sus amigos se pasearon por algunas de las reliquias que veían en las vitrinas. Había tantas. -El inventario es el libro que está en la entrada. Hugo se acercó rápidamente hacia una vitrina en concreto. Scorpius escondió una sonrisa. -¿Es esto lo que creo que es? -Lo preguntó con precaución. Seb, Albus y Peter se acercaron tras él para contemplar aquel objeto. Albus miró a Scorpius con una interrogación en el rostro. Seb alzó las cejas. Y Peter fingió adoración. -La varita del Sauco -confirmó Scorpius -Pero…-Comenzó Albus. -Tu padre la trajo aquí cuando comenzó todo… Creía que si permanecía en la tumba de Dumbledore la acabarían encontrando -aclaró. -Y aquí sólo se puede entrar por un vínculo de sangre -añadió, asombrado, Hugo. -Yo puedo entrar sin sangre -corrigió Seb. -No lo hagas -le ordenó Scorpius con una sonrisa. -¿Cómo es posible que tu padre encontrara todo esto…? Son reliquias que los magos no han podido encontrar en siglos…-Se asombró Hugo. Se paseó por otras vitrinas. -Eso es lo que os quería contar -Suspiró Malfoy. -Mi padre me dijo que había recibido indicaciones para encontrar algunos, hacía años, de una mujer… Y cuando comenzó el tema de la búsqueda de Ivonne, me dijo que estaba seguro de que era ella. -Percibo un pero…-Se adelantó Albus. -Mi padre me dijo que era una mujer de piel oscura -finalizó Scorpius. Albus encogió su rostro. -Habría que preguntarle a Brooks -se mofó Seb. -Igual es adoptada, bien visto -corroboró Peter. -¿Crees que fue el Ojo? Scorpius suspiró. Aquello le había acechado todo aquel tiempo. Y, por fin, se sentía no tan mal diciéndoselo a alguien. No lo haría con su madre. ¿Decirle que aunque su padre hubiera muerto para protegereles, había ayudado al Ojo con objetos potencialmente oscuros que ellos mismos custodiaban? No era la mejor forma de recordar a su padre. -Quiero pensar que no -se sinceró. -No -declaró Hugo Weasley. -No fue el Ojo -Aclaró. -¿Qué más te dijo de esa mujer? Scorpius se encogió. -Se llamó a sí misma guardiana de la paz y del equilibrio de la magia… Pensó que fue Ivonne por lo evidente… Pero… -Fue Charlotte Breedlove -anunció Hugo Weasley. Respiró profundamente. -Y creo que es hora de que os cuente yo algo. -¿Por qué me suena ese nombre? -murmuró Albus. -Porque es la misma mujer que protegió a Remus cuando Victoire fue atacada el año pasado -reveló. -Charlotte Breedlove es… Nuestra guardiana -Dijo, enigmáticamente. -Llevo conociéndola un par de años y… Me ha dado un libro con todas las profecías que se van a suceder para que ocurra el objetivo del Ojo. -¿Cuál es el objetivo del Ojo? -cuestionó Seb. -No lo he descifrado aún -se lamentó Hugo. -¿Y ella lo sabe? -inquirió Albus. Hugo asintió. -¿Qué tiene que ver con Ivonne? -Ivonne Donovan es clave, por supuesto… Pero… Las profecías no se centran en Ivonne Donovan como el Ojo y el Temple piensa… -¿Brooks? -Tanteó Peter. Hugo sonrió. -Todos nosotros -corrigió. -Cada uno de nosotros, de algún modo u otro, ayudaremos al objetivo del Ojo… Hay profecías sobre todos… -¿Por qué haríamos algo que quiere el Ojo? -espetó Seb. -Esto… Esto no se lo podéis decir a nadie -Les advirtió. -A nadie. Todavía no están preparados para saberlo… Pero debía contárselo a alguien -Se sinceró. -Lily… Lo que ha hecho ella… No es nada en comparación con todo lo que vamos a tener que hacer. Va a haber una guerra. Peor que todas las que hemos conocido… Peor que lo que nuestros padres se esperan… Y nosotros seremos piezas clave… Pero… Al contrario de lo que todos pensamos, para llegar a nuestra paz… Hay una profecía que dice que el Ojo primero deberá lograr su propósito. Se hizo un silencio sepulcral. -¿Qué? -espetó Albus. -Las profecías se pueden romper -Dijo, sabiamente, Scorpius. Hugo asintió. -Sí… Si tienes fuerza de voluntad, sí se puede romper -cedió Hugo. -Pero no sabemos quiénes son los que nombran en las profecías… Y… Es muy difícil controlar a todo el mundo… Es el destino… Podemos variar algo… Pero no el futuro en su totalidad. No este destino. No estas profecías. -¿Nos estás diciendo que vamos a perder? -inquirió Peter. -Nadie gana o pierde en una guerra -respondió Hugo.
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