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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Sábado 23 de Enero de 2021, 18:38 [ Más información ] Tweet
<< ¿Quién es el mejor Potter?>>
Capítulo 12: << ¿Quién es el mejor Potter?>> El Gran Comedor albergaba a todos aquellos alumnos que desayunaban a finales de noviembre. Olía a huevos revueltos, a magdalenas y a pan recién horneado. Era imposible entrar allí y no tener hambre. Las alargadas mesas, atestadas en hora punta de la mañana, acogían a alumnos de diversas casas: cada vez la distancia entre las Casas se acortaba más. Albus Potter había decidido ir a desayunar con sus dos amigos: Scorpius Malfoy y Peter Greenwood. Al lado del joven de cabello negro como el tizón, se había acomodado su compañera de Casa, Alice Longbotton. Y, al lado de esta, se sentaba Rose Weasley, lo más alejada posible de Scorpius Malfoy, y haciendo la tarea junto con su compañera de cuarto Janet Rossen. -Tengo que reconocer que aunque al principio me quejara de que no estaban los cereales del supermercado que siempre como, estos bollos rellenos de chocolate no están nada mal...- comentó Peter Greenwood llevándose uno de esos dulces a la boca. - ¡Aunque sigo diciendo que es un peligro que la comida sea ilimitada! ¡Es un descontrol para la obesidad! ¿Cómo pretenden que niños de once años tengamos la suficiente conciencia como para saber cuándo parar? -Volvió a llevarse otro bollo a la boca. -Mi madre me pondrá a dieta en Navidad... ¡Adiós, turrones de la abuela! ¡Hola, magdalenas con trozos de chocolate de Hogwarts! Sus dos amigos sonrieron, e incluso Alice esbozó una sonrisa de la que se quejó Rose Weasley con la mirada. Lo cierto era que aquella apología a la obesidad no concordaba mucho con la delgada y alta figura del joven Peter. Llevaba hinchándose a dulces desde el primer día y su cara seguía siendo fina y angulosa. Quizás aquello sí que era magia. -Deberías probar las tartas que hace mi madre en Navidad... No tienen ni punto de comparación con las de aquí -aseguró Scorpius Malfoy mientras acababa de comerse la manzana. Scorpius miró de reojo a Rose Weasley. -Aunque hay algunas personas que han dejado de comer como si no hubiera mañana... Una prueba de superación personal inigualable, ¿verdad, Weasley? Albus sabía que su prima lo había escuchado perfectamente y también sabía que no respondió como solía hacer porque Neville Longbotton se encontraba desayunando en la mesa de los profesores. Al parecer, su madre le había regañado por la simple razón de que había acumulado una serie de incontables puntos negativos dirigidos a Gryffindor por pelearse con Malfoy. Si conseguía uno más, se quedaría sin regalos de Navidad. Llevaba una semana mordiéndose la lengua, pero su amigo Scorpius Malfoy no lo ponía fácil. -Deberías ponerte un poco de parte de tu prima, Albus -le sugirió Alice por lo bajini. El joven se encogió de hombros. -No me quiero posicionar en la rivalidad familiar de los Weasley y los Malfoy. La joven puso los ojos en blanco. -Tú no comes nada -le acusó Peter Greenwood hacia Longbotton. -No te quejes, así hay más comida para ti -le respondió con una sonrisa. -Hoy vamos a ir a ver a la "petrificada", ¿vas a venir, Rose? -invitó Albus. Alice tosió para hacer acto de presencia, pero Albus la ignoró. -Vamos a descubrir qué es lo que le ha pasado... Y necesitamos la Capa de la Invisibilidad, así que hemos pensado que si se la pudieras pedir a James... -¡He escuchado mi nombre, hermanito! -exclamó James Sirius Potter, tras entrar en el Comedor y dirigirse a su hermano. -¿Por qué no te sientas en tu mesa? -le preguntó con cierto retintín. Acto seguido, fijó su mirada en Malfoy. -¡Cuántos intrusos tiene Gryffindor hoy! No lo digo por ti, Longbotton. -Ya que está aquí, podrías pedirle la Capa de la Invisibilidad -sugirió Rose Weasley. Albus, que en ningún momento se había movido, lanzó una mirada asesina a su prima. -¿A qué se debe esa peligrosa petición? -preguntó mirando a la pequeña tropa que formaban aquellos seis niños. -¿Vais a robar comida de las cocinas? -inquirió, dirigiéndose hacia Peter Greenwood. -No es de tu incumbencia -respondió Albus. -Quiere decir que si nos la dejas, quizás podamos ayudarnos entre nosotros -dijo Alice. -No he querido decir eso. -¡Oh! ¡Os creéis el Trío de Oro! ¿O la Orden del Fénix? Fred Weasley se les unió. -¿Qué pasa, James? -Mi hermano ya ha sacado el Harry Potter que lleva dentro y cree que va a descubrir qué atacó a Brooks. Fred Weasley se rio. -¿Albus cree qué? -volvió a reír. -Si ni siquiera tiene la Capa... -¡Tú sí que no podrías descubrirlo! Lo único que haces es quejarte de todo y hacerte el superior... Pero hasta ahora no has demostrado que lo seas -le espetó Albus con fuego en los ojos. James Potter sonrió. Habían atraído la atención de todos alumnos que se encontraban a su alrededor. Muchos ya sabían que los hermanos Potter no se llevaban muy bien. No obstante, aquel era el primer enfrentamiento en público. -¿Y tú? ¿Tú sí que podrías descubrirlo? Todo el mundo dice que te pareces a papá, pero yo solo veo el físico... -¡También tengo su valentía! -Y por eso has acabado en Slytherin... -le recordó con saña su hermano. Nadie dijo nada por un instante. Todo el mundo esperaba el siguiente argumento punzante que estaba por venir. -Apostemos: ¿Quién es el mejor Potter? -propuso Fred Weasley entre risas que pretendían aflojar la tensión que había en la mesa Gryffindor. -Vosotros estáis en ventaja -puntualizó Alice. -Claro que estamos en ventaja -repitió con suficiencia James. -Queremos la Capa de la Invisibilidad... Papá me la dio a mí -le recordó Albus mientras se levantaba para hacer frente a su hermano. Cara a cara. -James, la Capa nos vendría de gran ayuda y si se la das... -Trato hecho -respondió, sin tener en cuenta los comentarios de su mejor amigo. -Pero vosotros sois más -añadió Fred, viendo la evidente desventaja. -Nosotros tenemos también a Jordan -advirtió James, buscando con la mirada a su amiga. -Y a mí -se presentó Rose Weasley. -No pienso estar en el bando de un Malfoy -aclaró. James sonrió hacia su hermano. -Me he llevado el cerebro de tu equipo... -Os hará falta... Nunca me has demostrado que tú tengas uno. Rose se levantó con ímpetu, seguida de Janet. Ambas con los libros en la mano y la pelirroja miró a Alice. -¿Y tú qué? -¿Tengo que elegir? Pensé que os ibais a pelear por mí. Es más fácil así. -Longbotton va conmigo -sentenció Albus. -¡Sí! Necesitamos algo de intuición femenina en el grupo -argumentó Peter Greenwood. -Que sea así. Aún no sabía cómo había acabado él allí. La biblioteca de Hogwarts era un sitio desconocido para Fred Weasley y tan solo lo había pisado para ir, solo por la simple adrenalina que le proporcionaba, a la Sección Prohibida. Miró a su prima Rose, que ojeaba con suma delicadeza un grueso tomo de algún libro sobre criaturas mágicas. Se trataba de una medida de seguridad. Eso había dicho Jordan. Si tenían que buscar información en algún libro, la más indicada para ello era Rose Weasley. Pero, claro estaba, Rose Weasley no podría defenderse sola ante lo que fuera que había atacado a Brooks. Un escalofrío le recorrió la espalda sol de pensar en que tenía una mínima posibilidad de enfrentarse a lo que fuera que había hecho que la persona más inteligente -con perdón de Rose- se quedara sin hechizos frente a lo que fuera que estaba en contra de ellos. O quien fuera. Rose Weasley ya les había contado lo que ella había visto en el Bosque Prohibido con Albus. ¿Se arrepintió de haber gastado bromas a Gwendoline Cross después de aquello? Mucho. Aquella alumna jugaba en otro nivel. Se le encogían los miembros inferiores solo de pensar que podría vengarse de ellos. Resopló. Al menos Rose Weasley sabría algún hechizo poderoso. -Puedes irte si quieres, Fred. Ya le he dicho a James que sé cuidarme solita. El joven negó con la cabeza. -Ni hablar. Y no porque lo diga James... Son las doce de la noche, sobre esta hora nos encontramos petrificada a Brooks... Tenemos que ir juntos por precaución. Rose cerró el libro con cuidado. Señaló su varita de color marfil. -¿La ves? Con esto y los más de quinientos hechizos que he memorizado durante estos últimos meses, creo que no tendré problemas si me dejas sola...- Contempló la esquiva mirada de Fred. -Al menos que seas tú el que se encuentra indefenso. -¿Yo? ¿Cómo te atreves a acosarme de cobarde? -Vale, vale, cómo tú digas, Freddy... -¡Te dejaré sola! ¡Pero si no vuelves en una hora... Vendremos los tres a por ti! -No esperaba menos -sonrió y abrió otro tomo. Fred se levantó de la silla y procedió a encaminarse hacia su cuarto. Le quedaba un largo camino. Y tenía tanto sueño que ni siquiera se dio cuenta de que había avanzado hasta la puerta de la biblioteca. Las ventanas que se encontraban a su izquierda mostraban el paisaje y la llovizna nocturna que a menudo caía por aquella época. Por la mañana, el suelo estaría escarchado y ellos tenían entrenamiento. Qué oportuno. Entonces, sintió una presencia a su espalda. Su cuerpo se encogió instintivamente. No era la presencia de la bibliotecaria, ni de Rose... Era algo mucho más voluminoso. Miró su reflejo en la ventana. La expresión de horror que cruzó su rostro se quedó inmortalizada. La secretaria del Ministro McKing interrumpió la reunión. Estaban celebrando una vista extraordinaria por motivo de un atentado muggle que había acabado con la vida de un mago inglés en Francia, por el que tenía que responder el Ministerio de Magia. Había sido Hermione Weasley la encargada de lidiar con los efectos jurídicas de repatriación y había pedido una reunión con el Ministro por algo que había descubierto. Al parecer, aquel mago inglés había sido advertido de un inminente atentado cerca del portal que comunicaba con el Ministerio de Magia de Francia. Lo que parecía ser una falsa alarma había acabado con la muerte de una decena de muggles inocentes y de él, un antiguo auror enviado por el antiguo Ministro Shacklebolt. Éste había reunido a un grupo de antiguos aurores, con el simple propósito de comprobar si los rumores que vaticinaban una nueva guerra mágica eran ciertos. Roddy Martindale, el difunto mago inglés, había dado con la respuesta. Pero era una respuesta que abría la caja de Pandora de las preguntas sin resolver que les perseguirían durante años. Hermione Weasley sabía aquello porque su marido, Ronald Weasley, pertenecía al grupo que había formado Shacklebolt. Era su deber informar al Ministro en cuanto antes. No obstante, no era el único frente abierto que descubrirían aquella noche. -Espero que sea urgente, Miss Hanley -dijo irritado Richard McKing. La mujer carraspeó y con la mano temblorosa giró completamente el pomo de la puerta del despacho y se introdujo en el habitáculo. Los ojos de Hermione la contemplaban sin tapujos. -Ha habido otro accidente en Hogwarts -conforme decía aquello, a Hermione se le encogió el corazón en un puño. -Esta vez ha sido Fred Weasley II. -¿Petrificado o muerto? -exigió saber Hermione. -Petrificado... Está siendo enviado de inmediato a San Mungo. Han decidido desplazar también a la otra víctima. -¿Han informado a los familiares? -Sí, están siendo enviados al hospital con su hijo... -¿Qué medidas se han tomado en el castillo? -Ninguna, señora. Aún no se ha dicho nada... Hermione se giró desesperada hacia McKing. -¡No podemos ocultarlo más! ¡Nuestros hijos están allí! McKing suspiró. Miró hacia abajo y pensó. Sabía con certeza que no podía cundir el pánico y que, tomándose aquello con calma, reducirían al mínimo los daños. -Aprovecharemos que las vacaciones de Navidad comienzan en unos días para mandar una patrulla de inspección al castillo... -¿Y los alumnos que se quedan allí en Navidad? -Me aseguraré de que ningún alumno se queda allí. Habilitaré casas y avisaré a todos los familiares... Tiene que estar desalojado en su totalidad. -Suspiró, en poco tiempo, la tensión le había subido por las nubes. -Si no logramos encontrarlo para la vuelta de Navidad, no podemos arriesgarnos a detener las clases. Lo que se hará es avisar a todos los docentes y poner medidas de seguridad exhaustivas. -Pero no sabemos con certeza si es lo que pensamos... Puede ser... -Con que sea una posibilidad me basta. Debo garantizar la seguridad de todos y cada uno de los magos, brujas y criaturas mágicas que viven allí.
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