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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Domingo 17 de Enero de 2021, 16:45 [ Más información ] Tweet
(IV) Capítulo 18: Persona grata.
Era un remanso de tranquilidad. En comparación con el año anterior, cuando volvían al castillo asustados y temblando de lo que podría volver a ocurrir, aquel año la vuelta a Hogwarts tras su estancia navideña en hogares cálidos… Era un remanso de tranquilidad. Habían repuesto energía y creían estar preparados para todo lo que se les avecinaba. El recuerdo de que los exámenes finales se acercaban. Los primeros partidos de Quidditch. Algunos tenían actividades extraoficiales de las que ocuparse. Y que estaban deseando emprender. Lucy Weasley había recuperado fuerzas. La Navidad en la Madriguera, pese a tener tintes de tragedia y frustración, había conseguido ofrecerle el calor de una familia que añoraba. Si volvía a su casa, la ausencia de sus padres sería devastadora. Su tía Angelina fue la que se encargó de recoger las cosas de aquella escena de un fatídico crimen y llevárselas. Y su tía Fleur la había llevado con ella y con Victoire y Remus a ver las luces de Oxford Street. Sí, echaba de menos a su familia y tenía bolsas de llorar. Había menguado su constitución por sus pensamientos. Pero estaba en Hogwarts y se distraería. Tenía los E.X.T.A.S.I.S como meta. Quería honorar a su padre sacando las mejores notas. Y aquello requería gran parte de su tiempo. Era perfecto. Los libros la acogían como sábanas recién estrenadas. Y después estaba la Orden. O los Guardianes de Hogwarts, como su primo Hugo había sugerido al final de aquella intensa reunión en Grimmauld Place. Cuando les anunciaron el tema de los turnos y las rondas, Lucy Weasley se preguntó con quién iría ella. Esperó que no fuera con Chris Nott; mas, ¿con quién iría él? Claro estaba que su reencuentro sería escandaloso a la par que sospechoso. Naturalmente, su prima Rose Weasley era una opción considerada para su turno del viernes. Ambas eran ratas de biblioteca. Y, desde la muerte de sus padres, su prima había pasado tiempo con ella. No sería meter con calza una nueva relación de amistad. Era algo que no sería tan sospechoso. No obstante, no entendió por qué era poco sospechoso tener que hacer rondas con Tim Marrs. Hugo Weasley dijo que, tras su investigación, la gente no lo vería sospechoso. Bueno, igual la gente no lo veía sospechoso. ¿Por qué? Probablemente porque el rumor del año anterior de que estaban juntos les había gustado y deseaban que fuera verdad. -¿Ves? No está tan mal -le insistió Marrs. Acababan de tener clase juntos de Pociones y los prodigios que hicieron el cuadrante de turnos lo habían tenido en cuenta. -E incluso puedo pasarte apuntes. Nunca saco menos de un Extraordinario en esa asignatura… Ella refunfuñó. Ni que ella no tuviera el expediente impoluto por ser Gryffindor. -No hace falta, Marrs -dijo simplemente. Una mano detuvo a Lucy Weasley. Se giró para ver a Monique Jordan. Esta les miraba con cierta indiferencia. Era la diosa de la clase. E inalcanzable. Lucy Weasley no sabía cómo Roxanne había conseguido traspasar la barrera de hielo de aquella muchacha. Recordó que tan sólo la había visto sonreír cuando su prima estaba viva. Supuso que las muertes de los seres queridos cambiaban la vida de uno considerablemente. -El libro de Pociones, Weasley, te lo has dejado -le comentó. Le tendió, efectivamente, un libro de pociones. Lucy Weasley frunció el ceño. Pero no era el suyo. Estaba segura de que no se lo había dejado. -Oh, sí, gracias -dijo rápidamente Tim Marrs. Se llevó la mano a la nuca y se desordenó el pelo. Parecía nervioso. Soltó una risa nerviosa. Lucy se giró para ver aquel fenómeno. -Sí -Monique Jordan rodó los ojos y pasó entre ellos para escapar de aquello. Lucy pestañeó rápidamente mirando a Tim Marrs. -Guau -dijo. -¿Qué ha sido eso? Soltó una risa. Sus pulmones se encogieron cuando Marrs le estrelló el libro en el pecho. -El Mapa, Weasley, Jordan nos tenía que dar el Mapa -musitó en voz baja. Se encaminó por el pasillo dejando a Lucy con el libro en la mano. -Vamos, Weasley. Ella se acercó a rápidos pasos hacia él. Se dirigían hacia algún sitio donde no hubiera nadie para sacar el mapa. No pudo evitar soltar una risa. -¿Te gusta Moninque Jordan? -Tenía los ojos rasgados de la risa. Nunca lo habría dicho. -¿En serio eres tan básico? -¿Y a quién no le gusta Jordan? -espetó este. Lucy estuvo de acuerdo con aquello. Incluso a ella le parecía despamapanante y enmudecía cuando le dirigía la palabra. -Pero… Pero eso ha sido Tim Marrs cayéndose la baba -se mofó. -Como si tu ego fuese lo suficientemente alto como para creer que… -Basta, Weasley -le interrumpió con cierto mal humor. -¿Basta? ¿Tú me hiciste portada y yo no puedo reírme un poco de ti? Estoy en todo mi derecho, verás… -Oh, sí, Weasley, muy gracioso -Su sarcasmo hizo que Lucy volviera a reírse. -Cada uno tenemos nuestro imposible, ¿no? -le espetó. La joven rodó los ojos. -Lo que tú digas… Pero al menos yo pude salir con el mío -se burló. Marrs le cogió el libro de Monique Jordan donde había escondido el Mapa de los Merodeadores. Sacó su varita. Siguió caminando. -¿Cómo era? ¿Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas? -inquirió, cambiando de tema. -Sí, pero no lo digas como si estuvieras cabreado con el mapa…-se mofó. Estaba disfrutando de su efímera venganza. -Él no tiene la culpa de que Monique Jordan solo te preste atención por la Orden… Oh, ya sé, por eso no pusiste ningún impedimento… -Voy a pedir el cambio de compañera -interrumpió Marrs. -¿Se puede hacer eso? -se cuestionó. -Oh, venga ya, Marrs… Esto no es ni parecido a lo que haces tú… Observó que Marrs asentía, no dándole importancia. -Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas -dijo apuntando hacia el mapa. Y, antes de que descubriera su secreto, ambos dieron un respingo. -AAARRGHHH Escucharon el grito provenir del claustro a su derecha. Un murmullo de gente estalló. -¡Que alguien la pare! Más gritos. Lucy Weasley salió corriendo para ver qué ocurría. Tim Marrs la siguió. Iban a contracorriente. Los alumnos ondeaban sus capas corriendo para escapar de lo que fuera que les estaba aterrorizando en el patio. Respiraban entrecortadamente y miraban atrás para comprobar que lo que fuera que encedió su miedo, no les perseguía. Los apartaron hasta encontrarse con algo que destrozó a Lucy Weasley. -¡NOOOOOO! -su voz cortó el aire. Hubo un silencio. Las personas parecían detenerse. Lucy Weasley estaba contemplando cómo su hermana Molly estaba postrada sobre el cuerpo de un alumno y rasgando sus entrañas. Tenía sangre en su rostro. Tenía garras en lugar de uñas y estaban llenas de sangre. De trozos de piel. Su hermana Molly se giró para encarar al grito de desesperación que había callado a las demás voces. La joven Lucy se postró con las rodillas en el suelo. Se llevó las manos a su corazón. Estaba ojiplática. No encontraba oxígeno dentro de ella para seguir respirando. Observó el cuerpo del alumno. Su cuerpo abierto. Su sangre brotando y manchando el pasillo de un caldo rojo. Exactamente igual que cuando sus padres fueron encontrados. Y su hermana sobre el cuerpo. El cadáver. No encontró lágrimas. Estaba petrificada. Ni siquiera pudo moverse. No veía humanidad en los ojos de su hermana. No veía a su hermana. Molly Weasley dio un empujón al cadáver y lo arrastró por el suelo. Se incorporó. Encorvada. Como si aquel cuerpo humano no fuera su naturaleza original. Rugió. Los alumnos corrían pasando tras ella. Y su hermana tenía la mirada clavada en ella. -¡RUARGHHH! -era como un sonido de un monstruo. Retumbó por todo los muros y el suelo. Se postró a cuatro patas. Y corrió hacia ella. La vio acercarse. Pero no podía moverse. Un bulto la apartó de su camino. -¡Corre! -le gritó Tim Marrs. El joven en seguida fue asestado con una zarpa en el pecho por parte de Molly Weasley. Lucy se levantó. Sacó su varita y apuntó hacia lo que quedaba de su hermana. -¡PETRIFICUS TOTALUS! -Conjuró Lucy Weasley. El cuerpo encorvado de su hermana se congeló. Completamente inmóvil. Fue corriendo hacia Tim Marrs. No sabía cuánto tiempo aguantaría su hermana inmóvil. Apuntaba a su hermana con la punta de su varita. Arrastró a Tim Marrs por el suelo. Alejándolo. Ver a su hermana de cerca. Tan inhumana. Tan monstruosa. Le hizo sentir la bilis cerca de su garganta. Tim Marrs se apoyó en ella para incorporarse. Caminaron, él cojeando y ella aguantando su peso, unos metros hacia atrás. -¿Qué ha pasado aquí? El director Neville Longbotton vio el cádaver del joven Hufflepuff. Se llevó la mano a una frente que comenzó a sudar. Vio de reojo el cuerpo inmóvil de Molly Weasaley. El Auror Moonlight se apareció a su lado. Suspiró. Puso sus manos en su lumbal. -¿La llevamos a Enfermería? -sugirió el Auror. El director asintió. Moonlight sacó unas esposas de su capa. Se acercó a Molly Weasley y las colocó con cierta resistencia por la inmovilidad de la bruja en sus manos. Lucy Weasley tenía el corazón en un puño y el estómago hecho un obillo. -¿Alguien puede identificar a este alumno? -preguntó el director. Se dirigió a los alumnos que se encontraban a su alrededor. -Es Gordon Townsend, director -respondió un Hufflepuff. -De cuarto. El director asintió. Miró, entonces, a Lucy Weasley. -Weasley -Marrs musitó a su oído. -Por eso mi fuente no se fiaba de tu hermana. - Entre sus gemidos de dolor. Lucy se giró para verle. Tenía el rostro crispado. Pero le estaba indicando el Mapa de los Merodeadores. -Mira el Mapa -le ordenó. Ella lo hizo. Bajo la mirada del director. Mientras se acercaba a ella. Solo un vistazo. Al lado de Moonlight, en el Mapa de los Merodeadores, ponía claramente: «Molly Weasley y Knut Hageback». ¿Dos personas en una? ¿Cómo era posible aquello? Marrs arrugó el mapa y lo escondió en su capa. -Señor Marrs, debería acudir a Enfermería -le indicó. Pero estaba mirando a Lucy Weasley. -Tenemos que hablar, Lucy Weasley. Ella asintió. Todo había cambiado. Su hermana había asesinado a sus padres. Y a un alumno de Hogwarts. -¿Qué va a pasar con Molly? Se encontraba ante una joven inocente. Un alma que aún no había sido corrompido por los horrores del universo. Apretaba con fuerza a su hijo. Parecía que si lo tenía en sus brazos y le daba besos, jamás crecería. Jamás se alejaría de ella. La mujer sonrió. Satisfecha de la inocencia de aquellas dos criaturas que vivían en una simbiosis pura. Vivían del amor del otro. Le había traído su regalo de Navidad. Era un atrapasueños. Le dijo que era para su hijo, aunque en realidad, ambas féminas sabían que era para Victoire Weasley. Había tenido problemas para dormir. En especial, después del incidente de su hermana Dominique. Le había confesado que no sabía si aquello sería bueno para ella. Pero, sobre todo, lo que le preocupaba era saber que Nicholas Woods era una cigarra. ¿Cuánto tiempo habría estado dormido? No lo sabían. Pero había estado tan cerca de su familia durante tanto tiempo que se sentía enferma cada vez que lo recordaba. Y estaba libre. No había pruebas de que hubiera atacado a Dominique. Incluso cuando sus propios ojos eran testigos. Su hermana era la que había tenido que huir, escapando de una posible demanda que aún esperaban. Pero Victoire había visto los colmillos. Los ojos llenos de sangre. Nicholas Woods tenía sangre vampírica. Y una misión que sabía con certeza que apuntaba a su familia directamente. ¿Habría sido él el que asesinó a sus tíos Percy y Audrey? Tenía pesadillas todos los días. El regalo de Navidad de Charlotte Breedlove era para ella. Aquel día, Charlotte Breedlove tenía algo de prisa. Mas había prometido que lo que le iba a contar era importante. Era tan importante que evitaría información para que Victoire no necesitase más magia para cuidar su estabilidad mental. -No me suelen gustar los escritores estadounidenses… Pero Twain dijo una vez una cosa muy cierta, jovencita… Los dos días más importantes de tu vida son el día en el que naces y el día en el que descubres el por qué -Contempló cómo la joven se removía y revisaba que Remus estaba a punto de quedarse dormido. -¿Hoy es el día en el que voy a descubrir por qué? -preguntó, perspicazmente. -No -respondió Charlotte Breedlove. -Y espero que tardes en descubrirlo, Victoire. -¿Por qué? -No es el tema de conversación al que quiero derivar hoy -dijo con simpleza. -Hoy vamos a hablar de Remus -sentenció. Victoire se removió. -Las profecías lo describen como un alma rota que destruirá todo y ayudará a destruir el mundo como lo entendemos -manifestó. La joven se mordió el labio. Tenía los ojos enmudecidos. Arrimó a Remus hacia ella y observó su dulce rostro. Sus mejillas sonrosadas. Y su innata capacidad de hacerla sonreír. -No es posible -negó ella. -Es un bebé. Charlotte Breedlove terció el rostro. -No siempre será un bebé -razonó. -Te dije, hace tiempo, que tu misión era cuidarlo y protegerlo… -¿Pero? Hay un pero, ¿no? -No eres la única que deberá hacerlo… -¿Hablas de Ted? -No, no será Ted -respondió Charlotte Breedlove. -Será, como lo llaman las profecías, su otra «luz». Aún no he descubierto quién es… Pero nos ayudará a proteger a Remus de la oscuridad… El bebé hizo un sonido mientras intentaba agarrar el pelo de Victoire. La joven se dedicó, delicadamente, a desenredador los dedos retorcidos de de su pelo. Alzó la cabeza. Remus ya no lloraba cuando acercaba su rostro para besarle en la menuda frente. Sus cicatrices habían sido recorridas por las yemas de los minúsculos dedos. -¿Cómo puede ser que mi hijo se vuelva oscuro? -preguntó, frustrada. Tan solo podía ver pureza en sus ojos azules. Charlotte Breedlove reconocía que para aquella joven era inimaginable aquella posible realidad. -Quizás las profecías tengan en cuentan cosas que a día de hoy se nos escapan, Victoire -fue su respuesta. Vio el pánico escondido en el gesto de la joven. Parecía tener un sollozo atragantado en la garganta. -Por eso necesitaba que limpiaras su alma desde su nacimiento… Que le dieras amor para que ni roce la oscuridad… -Es que nunca lo permitiría… No se me ocurre en qué piensan las profecías …-replicó ella. -Las profecías son puzles… Mientras no encontramos la otra pieza tenemos que jugar con la que tenemos. Y te tenemos a ti. -Yo haré todo lo posible para cuidarlo, Charlotte, usted lo sabe -pronunció con tanta seguridad que la expresión serena de su hijo se crispó. -No puede abandonarlo. Jamás. -¿Por qué lo haría? - Ya no miraba a la mujer que le predicaba su peor pesadilla. Charlotte Breedlove observó que no apartaría su mirada de aquella criatura. Como si los rayos de luz tan solo pudiera verlos a través de sus ojos. -Cuidarlo a él también es cuidarte a ti, no lo olvides… Él te va a necesitar… Tú no puedes ponerte en peligro… Por eso debes marcharte de aquí -le anunció. -Debes ir al Refugio de tu padre. El Ojo no sabrá de su existencia pero si que es consciente de tu residencia actual. -¿Ahora? Aquello era una orden. Era la primera vez que le daba un cometido con tanta imperiosidad. -En cuanto antes, querida. Debió de haberlo hecho hace tiempo -suspiró. -Pero no se me ocurrió. -¿Y el trabajo? ¿Y dónde llevo a Remus para que aprenda? ¿Y…? -En mitad de la guerra, uno no tendrá rutina… Debes adaptarte a ti y a él a tu nuevo hogar antes de que la cosa empeore…-Charlotte Breedlove buscaba la mirada de la joven. Le estaba ofreciendo paz antes que la tormenta lo destrozara todo por completo. -¿Ya? -se cuestionó, asustada. Se rascó la frente. Cruzó sus dedos por la cicatriz de su mejilla. Pensativa. -¿Ya va a empezar todo? -Me temo que sí -se lamentó Charlotte Breedlove. Intuyó que la joven madre sospechaba que había cosas que la mujer le ocultaba. Por su bien. Como había hecho en otras ocasiones. -No puedo contener las fuerzas que tengo atadas por mucho más tiempo… -¿Y vendrá a verme? Usted dijo que la necesitaba… Sonrió con sinceridad que se quedó atrapada en el estómago. Charlotte Breedlove sentía aprecio infinito hacia aquella chiquilla. Ella no lo sabía. No sabía lo importante que era. Lo significativo que era para el destino la inocencia de una madre tan joven. -Sí, no se preocupe… Siempre contará conmigo -su mirada le ofreció tranquilidad. -Es una joven muy valiente. Necesito que lo siga siendo. Su vida a partir de ahora, consistirá en proteger a Remus -concluyó. -Por supuesto -dijo ella, entre temor y coraje. Le sostenía la mirada como si le estuviera desafiando. Aquella joven le había demostrado que lo haría. Tenía una fe ciega en ella. Pero las cartas que le iba a dar el destino eran demasiado crueles. ¿Tendría siempre ese fuego? -Me tengo que ir, Victoire… Puedes llamar a Ted para que te ayude y… Cuéntale todo esto -añadió. -Él es su padre. No puede quedarse atrás… -Claro -declaró ella. Se incorporó. Tenía a Remus en brazos. Se acercó torpemente a Charlotte Breedlove. -Muchas gracias por lo que está haciendo por Remus y por mí… -Lo estoy haciendo por la paz, Victoire -concedió ella. Fue la señora Breedlove la que la abrazó. -No olvides cuidarte a ti misma -le dijo, cerrando sus brazos sobre ella. La joven asintió. Su fuego la abrazó. Percibió el miedo de la muchacha tapado por el ardor de un coraje maternal. Charlotte Breedlove desapareció en un suspiro. Apareció en la librería del señor Goshawk. Se llevó la mano a la sien y resopló. Vio que el señor Goshawk había cerrado la librería en la que hacía más de un año había invitado al joven Hugo Weasley a descubrir uno de los secretos que escondía. Se giró a la puerta principal y se aseguró de que el Encantamiento estaba bien elaborado. Era un hombre anclado en el mundo muggle y rara vez usaba la magia. Se dirigió hacia la trastienda, donde la Gran Colección de Miranda Goshawk se encontraba. Se sintió protegida por todos aquellos libros. Paseó su mirada con solemnidad. Aquel había sido el legado de la señora Goshawk para ella. Tal y como le dijo hacía muchos años. Ambas habían decidido que fuera, en realidad, el señor Goshawk, su sobrino, el que fuese titular de aquel lugar. Hicieron cambios. Charlotte Breedlove se acercó hacia la mesa que quedaba en el centro. El señor Goshawk la estaría esperando. Movió la mesa a un lado. Una trampilla en el suelo se hizo visible. Otros de los secretos de aquel lugar. Que escondía otro secreto. Abrió la trampilla y escuchó silencio. Suspiró. Bajó las escaleras con sumo cuidado hacia un sótano oscuro y alumbrado tan solo por la luz de una tenue bombilla en el centro de la sala. Alcanzó la mirada hacia el señor Goshawk. Bebía tranquilamente el té en una silla, examinando la llegada de la mujer. Sonrió. Dejó el té en una mesa. Y pasó a su lado hasta subir a la librería y cerrar aquella trampilla tras él. Entonces, Charlotte Breedlove se giró hacia el joven que estaba esposado y atado en una silla en mitad del sótano. Bajo la luz tenue. Sintió su mirada clavada en su cuerpo, como si sus ojos fueran dos cañones cargados de maldiciones imperdonables. -Ojalá oyeses cómo habla de ti -Dijo Charlotte Breedlove. El joven gimió y se removió en la silla. Su barba le llegaba por la clavícula. Llevaba sin afeitarse casi un año. Su pelo se posaba enredado sobre sus hombros. No se atrevían acercarse a él con una cuchilla o unas tijeras. Aún no confiaban en él. Una mezcla de color rojo con caoba. Sus pómulos prominentes a corde a su mentón. Sus pobladas cejas. Un cuerpo que se había quedado delgado por la falta de movimiento y alimento apropiado. Las muñecas con rojeces de los grilletes que le apretaban con un conjuro mágico para detener hasta a las más peligrosas de las criaturas. Afortunadamente, la licantropía no era hereditaria y con eso podían estar tranquilos. Tenía los mismos ojos azules de su madre. Había un proverbio africano que describía a aquel muchacho. Un joven que había sido arrebatado del amor de los suyos. Engañado. Haciéndole creer que nadie jamás le había querido. «El niño que no es acogido por el pueblo lo quemará hasta sus cimientos para sentir la calidez de sus cenizas». Sintió un escalofrío. Aquello era lo que pretendía. Las profecías hablaban de dos luces que podían guiarle. En el presente, el bebé estaba asegurado con la luz materna. Pero, ¿habría conseguido la otra luz llegar al corazón del despiadado asesino que se encontraba frente a ella y que afirmaba haber acabado con toda su familia? -Me abandonará -dijo, con una voz gutural y rabiosa. Charlotte Breedlove negó con la cabeza. Se acercó lentamente al joven. -Quizás de donde tú vienes te abandonó, Remus, pero no lo hará… -¡ME DEJARON! -Chilló. -¡SABÍAN LO QUE ESTABAN HACIENDO! ¿Y PARA QUÉ? ¡PARA NADA! ¡PARA SALVARSE ELLOS! -Vociferó, fuera de sí. Charlotte Breedlove no esperaba que se calmara. Por lo que le otorgó silencio. -Era un crío y me dejaron a la suerte de unos asesinos… Que, por suerte, fueron los únicos que me han querido -sentenció. La mujer sintió el vello de su nuca estremecerse. -No es cierto -replicó la mujer. Aunque no podía saberlo. No tenía la certeza de unos hechos futuros o de una realidad que podría ocurrir o no. Los misterios de las diferentes realidades que podían embarcar aún se le escapaban. Ella no era vidente. Y tampoco la habían enviado de un futuro oscuro. -Debo asegurarme de que todo ocurra tal y como debe ser -concluyó Remus Lupin. -Y, por eso, me escaparé, Carla Marín, cuando menos te lo esperes… Saldré de aquí y haré cumplir mi destino.
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