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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Miércoles 27 de Enero de 2021, 11:55 [ Más información ] Tweet
Amarga victoria
Capítulo 11: Amarga victoria James Sirius Potter se ajustó los guantes de piel de dragón que abrigaban sus grandes manos contra aquel condenado frío de finales de noviembre. Aquella mañana había sido particularmente gélida, algo que solo solía ocurrir en los meses de febrero y marzo. Probablemente la mayoría de las personas que sacudían las gradas habrían preferido quedarse dentro del castillo, abrigados y con una humeante taza de chocolate caliente. Pero James Sirius Potter era el buscador del equipo de Quidditch de Gryffindor, y aquella fría mañana era el momento en el que se preparaba para que comenzara el primer partido de aquel año académico. Debía demostrarle a Roxanne que no hacía falta tener como suplente de su puesto a Malfoy y, para conseguirlo, había dejado de molestar a los Slytherin que podían obstaculizar su victoria. El rol de buscador en la Casa Gryffindor era el más aclamado y el hecho de que un jodido Malfoy tuviera la mera oportunidad de arrebatárselo le hacía hervir la sangre. Aquel partido no sería muy complicado: jugaban contra Ravenclaw. Su amiga Jordan ya le había avisado de que los golpeadores, Tom y Peter McGregor, le tenían cierto recelo; y seguramente debería estar pendiente de ellos. No obstante, sabía que en cuanto la Snitch alzara el vuelo, no podría concentrarse en otra cosa. El silbato de Madame Hooch lo trajo de vuelta a la realidad. Los ojos de águila de aquella mujer se encontraban clavados en Roxanne Weasley, esperando seguramente a que se acercara, en calidad de capitana del equipo, así como lo hizo Leo Livingston, el capitán del equipo contrario. -Haced lo que mejor se os da-animó Madame Hooch. El joven Potter sintió una mirada de desafío por parte de Tom McGregor. Él le respondió con suficiencia. Marta Gadner, la buscadora, saludó cordialmente con la mirada a James. Era la tercera vez que jugaba contra ella y, por muy mal que pudiera sonar, James reconocía que se lo ponía bastante fácil. Madame Hooch hizo sonar su silbato, dando comienzo al juego, y James pateó el suelo con fuerza. El partido había comenzado. Fred Weasley soltó un grito de emoción mientras, seguido de su hermana, recorrían las gradas Gryffindor en busca de apoyo que no tardó en llegar. El Weasley le lanzó una mirada de advertencia. Seguramente Jordan le habría insistido. James sonrió. No tenían de qué preocuparse. Barrió el campo con la mirada. Ni un destello de la Snitch. Maldijo para sus adentros pero mantuvo su expresión facial intacta. No quería defraudar a Roxanne. Para demostrárselo, levantó el pulgar hacia arriba a modo de confirmación. El equipo de Quidditch de Gryffindor no necesitaba a Malfoy. Se percató de que Marta Gadner rodeaba con su escoba una zona en concreto. Frunció el ceño. A veces aquello era un farol para despistar al oponente, pero no era una estrategia propia de la Ravenclaw. -¿Has perdido algo, Gadner? -le preguntó con cierta sorna. - Lo único bueno de jugar contra Ravenclaw es que sabes que siempre vas a ganar... -¡¿Estás molestando a alguien, Potter?! -escuchó la voz de Tom McGregor a sus espaldas. -¡Solo estoy poniendo a cada uno en su lugar! -le respondió mientras alzaba el vuelo como si hubiera visto la Snitch. Marta Gadner no tardó en seguirle. Justo lo que había pensado, era tan inocente que podría tragarse todos los faroles que él mandara. Se detuvo y se giró hacia Gadner. Se desternilló en su cara. -¡Deja de fanfarronear, James! -le advirtió Roxanne Weasley mientras le lanzaba una bludger a Peter McGregor. -¡Es para hacer más divertido este partido! ¡Está siendo pan comido...! La Weasley puso los ojos en blanco. Por mucho que odiara la forma de pavonearse de su primo, tenía que reconocer que era lo suficientemente bueno como para perdonárselo. Roxanne Weasley vio cómo Tom y Peter McGregor compartían una mirada ciertamente peligrosa. La capitana de los leones temió por su primo pequeño y aceleró su escoba para encontrarse a la altura de Peter. -¿Qué pretendes? -le espetó. -Deberías cuidar mejor de tus cachorros, Weasley... -se relamió Livingstone, el capitán mientras Peter y él reían delante de ella. -¡Potter, cuidado! -oyó gritar a alguien desde las gradas. La joven desvió la mirada hacia su primo que se encontraba persiguiendo la Snitch. Todo el público ovacionó cuando la bludger tomó una dirección que indudablemente iba dirigida a su cabeza. Roxanne supo que era demasiado tarde para avisar a su primo. La bludger dio de lleno en la nuca de James Sirius Potter y le aturdió de tal manera que se precipitó al vacío, cómo antes ocurrió en las pruebas. -¡Cogedlo! -bramó Roxanne dirigiéndose hacia el cuerpo de su primo. Fred, quien estaba más cerca de la zona de impacto al tratar de interceptar la bludger que lo había tirado, logró subir a su primo a su escoba. Miró a su hermana negando con la cabeza. No pidió opinión a los miembros del equipo y antes de que Madame Hooch se recompusiera de ese segundo susto, alzó la voz. -¡El partido continúa! -buscó entre las gradas de los leones al próximo buscador. -¡Malfoy, al vestuario! La respuesta de las gradas no tardó en llegar en forma de abucheos. Abucheos que también procedían de los propios miembros del equipo. -¡Lo que faltaba! -exclamó Wood. El joven ni se había movido del sitio. Su compañero, Perry Greenwood le sacudió y le apremió. Roxanne sonrió al joven Malfoy que estaba tan aturdido que no dijo ni una palabra. Por supuesto, James Sirius Potter estaba inconsciente. Si no, aquella jamás podría haber pasado. El equipo de Ravenclaw se inquietó. Aquello no lo esperaban. En seguida habían sido penalizados por atacar a un jugador y, por tanto, esperaban ganar el partido si aquel jugador era el buscador, pues encontrar la Snitch supondría una remontada increíble que supliría los puntos restados por la falta. Madame Hooch hizo sonar el silbato de nuevo, una vez que James Sirius Potter había salido del campo y había sido sustituido por Scorpius Malfoy. Roxanne Weasley sonrió con orgullo: era un momento que saldría en los libros de historia. El joven Malfoy, con un uniforme improvisado que utilizaba James Sirius Potter en los entrenamientos, parecía estar hecho para aquello. Montaba en escoba cómo si fuera parte de la naturaleza de los magos. Con tanta gracia que pondría a cualquier persona celosa. Enfocó su mirada hacia el cielo. Roxanne Weasley se sintió aliviada cuando no compartió ni un solo comentario con el equipo contrario, ni con el suyo propio, lo cual hacía aumentar el alivio. -James jamás te lo perdonará -le advirtió Fred Weasley poniéndose de nuevo en posición inicial. Ella simplemente asintió. Tenía una coraza lo suficientemente fuerte como para aguantar una rabieta de un adolescente. Lo que no tenía fuerte era el cuerpo. Ojalá aquel partido no durara mucho o se desmayaría de dolor. Aunque Knopf le hubiera curado, aquella herida no era superficial y tampoco podía arriesgarse a ir a la Enfermería y exponerse a un interrogatorio. Los gritos motivadores que antes acompañaban al equipo se habían enmudecido. Tan solo quedaban los seguidores del equipo azul y bronce que, pese a la confusión, seguían queriendo que Ravenclaw ganara. De pronto, las gradas se callaron por completo. Un silencio prácticamente sepulcral. Roxanne, con bate en mano y bludger a punto de ser lanzada, observó hacia donde se dirigían todas aquellas miradas. Ella fue la primera en cantar el grito de victoria. Scorpius Malfoy tenía la Snitch en la mano. La miraba con una mezcla de confusión y alegría que se ganó el corazón de la Weasley. Solo fue ella la que acudió a felicitarlo por la victoria que acababa de conseguir. Intuía que la mayoría de los del equipo habían preferido perder a ganar así. Albus Severus Potter se sentía orgulloso de su amigo Scorpius Malfoy. Y no hacía nada por esconderlo. Quizás había aumentado, por esa simple razón, la enemistad con su hermano James... Pero, al fin y al cabo, ¿con quién pasaba todas las tardes y con quién compartía aficiones? Nunca había sido su hermano. No era el único que se sentía así. Roxanne Weasley había dejado claro que el buscador Gryffindor se elegiría en función de quién lo hiciera mejor en los entrenamientos. Albus sabía que por muy bueno que fuera su amigo Scorpius, era difícil ganar a su hermano cuando tenía doble motivación: uno, pertenecer al equipo; dos, ganar a Malfoy. Un compañero de su Casa, Christopher Nott, también sentía cierta simpatía hacia Scorpius; así como su prima Lucy Weasley, que en más de en una ocasión había acudido al rescate de su amigo cuando los Gryffindor se acercaban en manada para intimidarle. E incluso Alice Longbotton también le dio la enhorabuena a Malfoy. Albus intuía que aquello no lo sabía Rose, o, de lo contrario, no volverían a hablarse. -¡Eres como un pez cogiendo una bicicleta! -le dijo Albus a Alice mientras ésta bajaba con desesperación de la escoba. -A este ritmo jamás lograrás aprobar esta asignatura. Albus se llevó la mano a la cabeza. No era una persona paciente y le costaba que, dado al vértigo que sufría Longbotton, la joven no pudiera alzarse ni dos pies del suelo. La muchacha tampoco era conocida por su paciencia y el hecho de flaquear en algo que en lo que Albus era superior no era su pasatiempo favorito. -¡Es que no sabes enseñarme! -¡Quizás es que no soy profesor! -le respondió bajándose el de su escoba y tirándola al suelo con rabia. -Voy a decirle a Madame Hooch que te adjudique a otra persona... ¡Yo dimito! La improvisada alumna bajó a duras penas de la escoba que le había prestado la profesora y recogió la que había usado Albus Potter. Corrió hacia él siguiendo su estela. -¡No! ¡Por favor, Albus, no quiero otro Slytherin! -le rogó mientras apresuraba sus pasos. El joven Potter optó por tomar el sendero que se dirigía al bosque en lugar del que llevaba de regreso al castillo. -¿Dónde vas? ¡Por favor, Albus! ¡Prometo poner más de mi parte! Ambos se pararon en seco, pues el que lideraba en camino se había detenido. Se giró y suspiró. Miró hacia Longbotton con una expresión de derrota. -No me queda otra, Alice -dijo retomando el ritmo. -Además, si te pasara algo, mi prima Rose jamás me lo perdonaría. La sonrisa de la joven se ensanchó y ocupó todo su rostro. -¡Gracias, Potter! -ella había dejado de seguir a Potter. Miró hacia el cielo viendo que anochecía y que ir cerca del Bosque Prohibido a esas horas de la noche no era seguro. Sobre todo, después de que una alumna Gryffindor estuviera paralizada en Enfermería por causas desconocidas. -¿No es tarde para ir a ver a Hagrid? -¡Así me aseguro de que no hay nadie allí! La joven frunció el ceño. Se apresuró a alcanzar a Albus, quien no miraba a atrás e iba con paso decidido. -¿Le vas a contar lo que visteis Rose y tú en el bosque? Albus le lanzó una mirada de escepticismo y se paró en seco de nuevo. Mostró una expresión de amenaza que sacudió el estómago de Alice. -¿Qué te ha dicho Rose? No se supone que debía decir nada... -Rose no me ha dicho nada -le interrumpió la joven. -Desde que pasó lo de aquella chica Gryffindor no habéis hecho nada más que susurrar y mencionar algo del Bosque... ¡He sumado dos más dos, Albus! Quizás no sea buena con la escoba... ¡Pero tampoco soy tonta! -Muy bien, Sherlock... -¿No me vas a decir que visteis? El joven puso los ojos en blanco, deseando que Alice no la hubiera seguido hasta allí. Aunque, pensándolo mejor, era preferible tener esa conversación dónde nadie pudiera escucharles. -Es mejor así, Alice. Albus no esperó a que le contestara, así que prosiguió su camino hacia la cabaña de Hagrid. Éste, que les observaba desde la ventana, abrió la puerta rápidamente y les indicó con señas que entraran. -¡Rápido! No son horas para que dos alumnos de primero anden merodeando cerca del Bosque. Los muchachos entraron y se encogieron con gusto al entrar en calor gracias a la chimenea encendida de Hagrid. Albus sentía en su nuca la mirada de Alice, maquinando con seguridad las intenciones de su compañero de Casa. -Será una visita corta -anunció Albus, mirando cautelosamente a Alice. Lo último que el joven quería era que la muchacha comenzara a soltar estupideces que podían ponerlos en peligro. -Solo... Verás, Hagrid, me preguntaba por qué hay tanta seguridad en Hogwarts. ¿No se supone que estamos a salvo y que Voldemort no volverá jamás? El semi-gigante alzó las cejas. Después soltó una risa seca y se sentó con tranquilidad en el sofá. -¿Esto tiene algo que ver con la muchacha de Gryffindor? -Albus asintió con serenidad. No era de extrañar que el hijo de Harry Potter se sintiera atraído por aquellos sucesos. -A tu padre no le trajo nada bueno preguntar cosas así... -Pero fueron necesarias al final, ¿no? -inquirió Alice. -Si nunca hubiera preguntado, nunca habría podido ayudar -añadió, más para Albus que para Hagrid. -Decían que no te parecías en nada a tu padre... Ya veo que tienen razón -comentó observando a Alice. -Hagrid, ¿qué crees que ha sido? El aludido se encogió de hombros. -Yo solo soy el guardián del Bosque, Albus. Supongo que lo sabremos con el tiempo. -¿Puede haber sido alguien que ha entrado en el castillo a escondidas? Se hizo un silencio incómodo. -Albus se refiere a que si puede ser que la haya petrificado alguien de fuera. -Sé lo que quiere decir, joven -dijo Hagrid. Suspiró. -Eso es imposible, Albus. Desde que la barrera mágica fue restaurada por McGonagall, es prácticamente imposible que alguien entre y salga sin su permiso. -¿Prácticamente? -apostilló Alice. -Minerva es una bruja muy poderosa... Pero ya sabéis cómo funciona la magia, si existe un mago o una bruja más poderosa que ella, no encontrará tan imposible traspasar la barrera -Albus tragó saliva y recordó al encapuchado con el que hablaba Gwendoline Cross. No le agradaba saber que aquel hombre era más poderoso que McGonagall. -Pero, muchachos, no empecéis a hacer teorías de la nada. Seguramente lo que le pasa a esa joven es una poción mal hecha o alguna criatura del Bosque que se haya escapado. -Existen pocas criaturas que puedan tener un poder de petrificación tan poderoso, Hagrid -comentó Albus. -Pero, sí, claro... Minerva lo tendrá todo controlado. -Acabó con una sonrisa. Hagrid resopló y observó cómo los dos jóvenes procedían a marcharse cabizbajos. El semi-gigante recordó que en muchas ocasiones, los padres de ambos habían hecho lo mismo. -Tened cuidado -pidió, cómo si fuera una súplica. -Os soy sincero cuando os digo que yo no sé nada... Pero es verdad que Minerva está alzando la barrera todos los meses para protegernos... No sé de qué, pero debe haber algo allí afuera que pueda hacernos daño. Albus asintió y sonrió con sinceridad. -Gracias, Hagrid. -No os distraigáis e ir directamente al castillo. Los dos muchachos asintieron y se encaminaron colina arriba hacia el castillo. Albus estaba sumido en sus pensamientos. <<Algo que pueda hacernos daño>>. Aquello había hecho todo lo contrario a tranquilizarlo. Siguieron en silencio durante unos minutos. El joven Potter sabía que aquello no duraría mucho. -¿A quién visteis? -Déjalo, Alice... Ya has oído a Hagrid: tenemos que tener cuidado. Y quizás saber esas cosas sea malo. -Oh, claro, seguro que a tu amigo Malfoy se lo has contado... -Albus sonrió. Por supuesto que se lo había contado. Y a Peter Greenwood, a quien Rose le llamaba Perry, también lo habían puesto al tanto. -¡Es injusto! Lo sabéis todos menos yo. -Es mejor así, Longbotton. Por favor, no seas pesada. -¿Qué harías tú en mi lugar? -No decírmelo. Alice Longbotton rugió. -¡Si me lo dices, podré defenderme! ¡Iré un paso por delante! Albus volvió a pararse en seco. -De acuerdo -dijo con los ojos en blanco. -Si en algún momento veo que tu vida corre peligro por no decírtelo... Te lo diré. Alice lo asesinó con la mirada y le dio una colleja en la nuca. -¡Tu vida es la que corre peligro como sigas así!
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