|
||||
![]() |
Menú
|
La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Jueves 21 de Enero de 2021, 20:22 [ Más información ] Tweet
(IV) Capítulo 17: Fidelidad
Quería creer que uno podría recuperarse de lo que fuera. Que podría volver a crear su persona por completo. Nada era permanente. No podía quedarse estancado. Tenía opciones. Tenía nuevas cosas en las que pensar. Nuevas cosas que aprender y de las que aprender. Había creado nuevos hábitos. Tenía una rutina absolutamente diferente a la anterior. Quería creer que había decidido no mirar más hacia atrás. Pero era complicado, puesto que el recuerdo del olvido de la persona a la que había destinado todo su amor aún le dolía. No podía evitarlo. No era una persona que gustase a las demás personas. Siempre lo había sabido. Pero, ¿perder los recuerdos del único ser que le había correspondido plenamente ? Era devastador. Sobre todo cuando se percató de otra verdad universal : nadie pensó en lo que podía suponer para Louis Weasley aquello. Nadie pensaba en los demás altruistamente. Cuidaban de Chris Nott para sentirse mejor con ellos mismos, de algún modo, asumiéndo el terrible destino que el muchacho había recibido -pues, ¿no era la falta de seguridad y la desventaja en la que se encontraban lo que hizo tan fácil atacar el Hogwarts Express ? Se preocupaban por Lucy Weasley para sentirse mejor con ellos mismos. ¿Cómo no iban a hacerlo si «Pobrecita, ha perdido a sus amigos y a su novio a la vez» o «Pobrecita, ahora está sola» ? Era reconfortante saber que eras buena persona. Pero, claro, ¿quién iba a preocuparse por Louis Weasley ? Sabía con certeza que nadie le echaría de menos. Por esa razón, no le importó en absoluto meterse en la boca del lobo y arriesgar más de lo que en un principio le habían dicho. Había empleado todo su tiempo en Hogwarts tratando de ser perfecto, porque, en el fondo le preocupaba lo que la gente pensara de él. Era el hermano pequeño de las perfectas Dominique y Victoire Weasley. Aquello chocaba al principio, pues su belleza no era despampanante. Parecía un clon escuálido de su padre en sus diecisiete años. Su abuela Molly le dijo una vez que se parecía a su tío Percy. No supo cómo tomarse aquello hasta que se acordó de que el tío Percy no era precisamente el favorito de la familia Weasley. Aquello fue el verano previo a marchar a Francia. Decidió liberarse. Decidió que ya no le importara lo que los demás pensaran. Había alcanzado la verdad que le puso libre : nadie estaba pensando en él de todos modos. No lo estaban. No lo estuvieron. Nunca lo habían estado. Quizás solo sus padres, aquellos que aceptaron de mala gana a que su hijo fuera un inflitrado en Beauxbatons. ¡Aceptaron ! Internamente Louis había querido que lo detuvieran. Había esperado un abrazo y el miedo de que a su hijo no le pasara nada. Quizás fue la fiereza de la mirada de su tía Gabrielle lo que les convenció. O quizás la idea de que su hijo estaría haciendo algo útil. Por primera vez en su vida. Y aquello le daba más rabia de lo que podía admitir. Le hacían sentir indeseado. En ningún momento, su intención había sido la de que estuviera triste o que se sintiera culpable de no «haber hecho algo útil». Se había marchado, ya que no había ninguna razón para quedarse. Probablemente había sido la primera vez que había sido fuerte consigo mismo. El amor, el amor de los tipos que había en el mundo, era algo por lo que uno debería luchar… Pero, en ocasiones, uno no podía ser el único que batallara. Se encontraba en el campo de batalla del enemigo y solo. En Navidad. Como le había avisado su tía Gabrielle, no le dejarían volver a casa. A ninguno. Solo se tenía así mismo en aquel lugar inhóspito. Había noches en las que se quedaba durmiendo entre lágrimas, triste y en soledad. Aprendió, poco a poco, a reconfortarse así mismo para paliar el dolor de su alma. Ya no había marcha atrás. Y allí se encontraba. En una hilera de jóvenes dispuestos a dar su vida por una causa que les hacía poderosos. Literalmente darían su vida, puesto que si no la daban, aquel ritual que estaban llevando a cabo en aquel instante, se encargaría de arrebatársela. Louis Weasley resopló. No quiso mostrar atisbo de duda. Vio la nuca tensa de su compañero que estaba delante de él en la fila. ¿Sabría su familia qué era lo que estaba a punto de hacer ? Exhaló aire. La de Louis no tenía ni idea. En el momento en el que se enterasen, sería demasiado tarde. Hacía aquello porque no le quedaba otra opción, ¿no ? Si se negaba, moría. Y si lo hacía, también. Mas, al menos, si concedía al Ojo poder sobre él, tendría más tiempo para vivir. Y una sola bala que no podría desperdiciar. Después de aquello, no podría ver a su familia jamás. Tan solo al otro lado de la línea enemiga. Volvió a resoplar. De eso no le había advertido su tía Gabrielle. Sabía que podía mandar mensajes encriptados para avisarles… Pero arriesgarse suponía que tan solo en las ocasiones en las que hubiera un peligro colosal… Louis Weasley se había dado cuenta de que el Ojo era mucho más peligroso de lo que habían percibido en Gran Bretaña. Había reclutado a todo una Academia de Magia. A sus antiguos alumnos. Tenían una alianza con Durmstrang. Eran cientos y cientos de alumnos con fe ciega… Y con algo más. El Ojo no podía dejar cabos sueltos. No podía permitirse que hubiera traidores entre los suyos. Al parecer, habían tenido una serie de miembros en altos rangos que les habían traicionado. Los superiores no dejarían pasar la oportunidad de sellar el destino de todos sus adeptos en caso de traición. Lo harían a la vez. En las Academias de Magia que controlaba el Ojo. El Instituto Durmstrang en el Norte de Escandinavia. La escuela Koldovstoretz en Rusia. Y Beauxbatons. Ponían a sus alumnos en fila e iban haciendo un Juramento Inquebrantable de lealtad al Ojo. De combatir siempre a su lado. De no entorpecer misiones. De acatar sin cuestionamiento sus órdenes. Estaban formando el ejércitos de alumnos más grande que había existido hasta entonces. Y en un día. Miles de adeptos ciegos con una amenaza de muerte ante el incumplimiento de sus misiones. Fue el turno de Louis. Miró al Ministro de Magia de Francia. Loring. Su rostro estaba tenso. Pero podía distinguir cierto orgullo en la esquina de su mirada. Estaba sentenciando a todos sus alumnos a la muerte, si dudaban de él. Probablemente se estuviera relamiendo al tener en sus manos a un Weasley. O, quizás, Louis Weasley eran tan insignificante que ni lo habría notado. A su derecha se alzaba su directora. Zahra McOrez. Tragó saliva. Sus arrugas marcaban su rostro acogiendo su crueldad en sus ojos negros. Con ella haría el Juramento Inquebrantable que sellaría Loring. Fue extraño. Louis no estaba nervioso. Estaba siendo condenado a morir y estaba abrazando a su condena como si no le importara su vida. ¿Y si fuera así ? ¿No eran los más peligrosos aquellos que no tenían nada que perder ? Aguantaría sus órdenes hasta que supiera cuando sería el momento de actuar. Imaginó que lo sabría. Las dos partes estaban de pie la una enfrente de la otra. Alzó su mano derecha a la vez que la directora alzaba la suya. Loring sostuvo su varita, cercano a ellos. La directora le cogió la mano y la apretó. Louis sintió un escalofrío. Notó la punta de la varita en el centro de la unión de ambas manos. Había un silencio ensordecedor. -¿Serás siempre leal al Clan del Ojo y a su Señor y combatirás siempre a nuestro lado ? -preguntó solenmentente Loring. -Sí -contestó con firmeza impropia Louis. -¿Obedecerás todas las órdenes sin temor y respetarás el secreto de estas ? -Sí -repitió el joven. Un fino halo de fuego se escapó de la varita de Loring. Ondeó por el par de manos que entrecruzadas, habían pactado la muerte de Louis si incumplía alguno de aquellos términos. No obstante, había prometido ser leal al Ojo. Una decisión basada en la razón. Ser leal se era actuar con la cabeza fría. Como debería hacerlo desde entonces en adelante. Y, sin embargo, nunca le sería fiel. Puesto que ser fiel se decidía con el corazón. Podrían robar sus actos y acciones, pero jamás los pensamientos que su corazón latiera. -¿Cómo te gustan los huevos en el desayuno ? -En un bizcocho -respondió su hermano. Ella puso los ojos en blanco y cascó dos huevos en la sartén para hacerlos revueltos. Estaban solos en casa y había decidido hacer el desayuno. No era algo fuera de lo común, pues desde pequeña había sentido una cierta atracción hacia la cocina. Era más de cocinar que de comer. Por suerte, su hermano no tenía problema alguno con aquello. Se giró para mirarlo mientras dejaba que se calentase el desayuno. Al contrario que ella, él no quería volver a casa en Navidad. No era como si no sintiera que aquel fuera su hogar -aunque su hermana reconocía que habían sido una familia distante. Volver a su casa después de tanto tiempo fuera era recordarle que todo había cambiado. Su hermano no podía quedar con sus amigos del internado. Esas personas habían desaparecido rápidamente de su vida. Literalmente por culpa de la magia. Tampoco podría ir a la universidad, que era lo que habría hecho aquel año. En lugar de pasar sus días deambulando por un castillo encantado cuya bienvenida fue forzada y cuyos secretos su interior parecía no querer acoger. Volver a su casa de siempre había sido como abrirle una puerta al un pretérito perfecto compuesto que jamás podría franquear. Y era devastador. Además, tampoco podía traer con él nada de su nueva vida para paliar la melancolía. Su hermana le había advertido que no podría utilizar la poca magia que sabía manejar. Aunque se lo tomó demasiado bien. Su hermano no quería aquella magia que le había arrebatado toda la vida que había construido. -Podrías haber ido a Grimmauld Place, Frank -le insistió Alice Longbotton. -No tenías que negarte porque yo no fuera… Sabes que si ellos quieren hacer algo, que yo esté allí sería un obstáculo. Su hermano refunfuñó. Se levantó del sofá y se arrimó a ella. Se había dejado barba. Desaliñada y abundante. Parecía mayor. Era mayor. Su padre se había encargado de hacerle responsable de todo lo que había ocurrido. Y, desde la bronca del día de Navidad, cuando pidió salir y no se lo permitieron por su seguridad, ya no sonreía tanto como antes. Y el no sonreir le hizo parecer aún más adulto. -Es mi forma de reivindicar que te traten bien -contestó, llevándose un arándano a la boca. Alice resopló. -Me tratan como merezco que me traten… Soy yo la que no quiere ir… -mintió. Por supuesto que ni siquiera la habían invitado. Pero eso no tenía por qué saberlo su hermano. -Y no te preocupes, Rose ya sabe lo que ocurre y quedo con ella… Y Scorpius y Peter también están bien conmigo -insistió. -Pero Potter no -replicó Frank Longbotton. Dejó que su hermana moviera los huevos revueltos resoplando. -Soy tu hermano y no soporto que por culpa de ese crío te hagan el vacío el resto de tus amigos…-añadió. Alice bufó. Prefería que le hicieran el vacío, pues así el Ojo no sospecharía nada. Si su objetivo era crear disidencia entre ellos, debía creer que lo había conseguido. Se lo había explicado mil veces a su hermano. Pero era terco como una mula. -Además, siempre creí que entre él y tú había algo… -Pues no, Frank, solo resentimiento -sentenció Alice. Alice retiró la sartén de la hornilla y puso los huevos revueltos en un plato. Frank cogió rápidamente un tenedor. Se moría de hambre. Era un estado continuado. -Probablemente lo que le pasa es que le gustas -Alice le dio una palmada en su mano cuando fue a probar los huevos revueltos. -¡Eh ! -Se giró hacia las tostadas que tenía preparadas y no dijo nada. -O sea que es eso…¿Y a ti te gusta él ? -preguntó, llevándose a la boca un trozo del revuelto mientras no podía detenerle. Tampoco recibió respuesta. -¿Cuál es el problema entonces ? Para él podría parecer bastante simple. Alice había olvidado que su hermano siempre había sido el pragmático. Ella había sido siempre la que le daba vueltas a las cosas que solo tenían una dimensión. -Es más complicado de lo que parece -suspiró. -Ya te lo he dicho… Ni Scorpius ni Peter ni Albus saben que colaboro con una amenaza de muerte sobre mi cabeza… Y no lo deben saber -recordó. -Albus cree que lo hago por yo qué sé… Su madre también está en una mala situación… Y nunca me va a perdonar… No lo entenderías. Su hermano soltó un arisa sarcástica. -Precisamente porque estoy en una situación peor que él, la cual he aceptado, me da rabia que te trate así -concluyó su hermano. Ayudó a su hermana a llevar los platos del desayuno a la mesa del salón. Se pusieron en el lado que daba a la ventana del cuidado jardín. Se miraron. Sus padres habían salido para quedar con sus amigos. Se sentían más cómodos hablando si ellos no estaban presentes. -¿Lo decías por Cross ? -preguntó Alice. Temerosa de la reacción de su hermano. -Creía que no sentías nada por ella…-Alzó las cejas, sorprendida. -No sé qué siento, Alice -se sinceró su hermano con la boca llena. -Pero esa no es la cuestión… Gwen y yo seguimos siendo algo parecido a amigos -Alice entornó los ojos y le miró con sorna. -Incluso si sé muchas cosas que ha hecho ella… ¡Cosas ! Sí, asesinó a McGonagall… Pero, bueno, en parte McGonagall sabía que iba a suceder… Y, bueno, quizás sea una asesina con varias víctimas… No una asesina en serie… Pero… Una mercenaria, más o menos… -¿Sabes ? -le interrumpió su hermana. -Eso que sientes por ella no te va a salir bien… Hay mucho karma guardado para Gwendoline Cross -apuntó hacia él con un tenedor y se metió el trozo de comida en la boca. Su hermano rodó los ojos. -La cosa es que tú no has matado ni has hecho daño a nadie, Alice, tú eres buena hasta cuando te obligan ser mala -razonó su hermano. -Eso es lo que debería tener en cuenta el maldito Potter. -Sí que le hice daño, Frank… -¿Qué ? ¡Estaba secuestrado y tú eres un instrumento de tortura ! ¿Y qué habría pasado si hubieras hecho algo ? ¡Exacto ! No siempre que te importa alguien debes dar tu vida por es persona a toda costa… A lo mejor la solución no implicaba un gran gesto de película -se quejó Frank. -Su madre tampoco hizo nada… ¡Su madre ! Porque sois personas sensatas… Él claramente no y por eso lo detesto… -No todo el mundo acepta que su novia sea una asesina, ¿sabes ? -se burló. Ignorando el pequeño discurso de su hermano. Este bufó con comida en la boca. -Ten cuidado con ella, por favor… -Os llevaríais bien… Tenéis cosas en común. Aquello sorprendió a Alice. -Ah, ¿sí ? -se cuestionó extrañada. -Sí, ella también me dice que tenga cuidado contigo -contestó con una tensa sonrisa. Alice Longbotton resopló. No iba a engañar a nadie. El hecho de que su hermano fuese amigo o lo que fuere de Gwendoline Cross no le gustaba ni un pelo. Sí, todos habían descubierto que aquella muchacha en realidad era miembro del Temple. ¡Hurray ! Pero Alice sabía que, después de tantas muertes a su costa, Gwendoline Cross no debía ser buena influencia. No para su hermano. Su alma debía de estar podrida y no quería que contaminase a su hermano. Escucharon la puerta principal abrirse. Su padre entró con una sonrisa. -Alice, ven, coge un abrigo… Tengo que llevarte a un sitio rápido -dijo sin ni siquiera entrar en su casa. -Buenos días, papá -saludó de forma sarcástica su hijo. El padre se disculpó con la mirada. -Te traeré una pizza para almorzar, ¿no decías que las echabas de menos ? -sugirió su padre. Alice se levantó del asiento. Llevó rápidamente sus platos a la cocina. Se acercó a la percha donde estaban todos sus abrigos y pensó qué demonios quería su padre aquella vez. -No tienes que comprarme con pizzas, papá -contestó Frank. -Pero una carbonara no estaría mal… Su padre se carcajeó. Ayudó a Alice a ponerse el abrigo con una mirada nerviosa. Alice sintió cierto temor. Se agarró al brazo de su padre y este la trasladó. Odiaba que su padre no le dijera casi nunca a dónde iba. ¿Cómo pretendía que se preparaba para aquellos encuentros extraños con su padre en bibliotecas o en lugares sagrados para enseñarle lecciones sobre magia avanzada si alguna vez tenía que usarla en el Ojo ? No obstante, aquel lugar era nuevo. Y lo conocía. Estuvo allí el año anterior cuando les llevaron a todos al Departamento de Seguridad Mágica tras rescatar a Albus Potter. Eran las dependencias. Donde se quedaban algunos criminales esperando su juicio como medida preventiva. -Quiero que veas a alguien y estamos saltándonos un par de normas -dijo en voz baja su padre, arrastrándola por el largo pasillo. Llegaron a una puerta exactamente igual que el resto. La abrió con unas llaves que tenía guardadas en su bolsillo. Le indicó a su hija que entrara. Y él hizo señas de que se quedaría fuera. No tenía gracia aquella lección. -Oh, buenos días, cielo -le saludó Ginevra Potter, incorporándose de su cama para acercarse a ella. -Cuánto tiempo sin verte… -Alice se dejó abrazar por la madre de Albus. Entornó la mirada. ¿Qué hacía ella allí ? -Hola, señora Potter… -dijo lentamente. Ginevra Potter la cogió del brazo y la obligó a sentarse sobre la cama que había en aquella menudo habitación. Tenía las paredes gris oscuras. Una mesa. Y una silla. Un retrete y un lavabo. Estaba limpio. Y no olía mal. Olía a una habitación cerrada. Descubrió varios libros al lado de la almohada. Y vio que la luz procedía de una apertura al exterior en encima de la cama. Probablemente se trataba de un hechizo, pues eran plantas subterráneas. -Quería hablar contigo -se confesó la señora Potter. Algo se removió en las entrañas de Alice. No paraba de pensar en Albus. ¿Le regañaría su madre ? Pero, no tenía sentido, ¿no ? Ella estaba en la misma situación. -Verás, mi hija me dijo algo la última vez que vino que creía que no debía escuchar… Pero me he dado cuenta de que es lo que necesitamos, Alice. Tú y yo. Hemos hecho lo mismo -Alice, entonces, se asustó. ¿Qué sabía ? -Tranquila, tu padre no me ha contado nada, pero yo no soy tonta… Hemos protegido a los nuestros y nos hemos puesto en peligro… Y nadie nos ve como realmente somos, ¿verdad ? Sé que, en parte, lo hiciste por Albus. Y te lo agradezco. Eso fue lo que me dijo mi hija… «Gracias, mamá, gracias por preocuparte por nosotros» -dijo ella, con una sonrisa. Como si estuviera orgullosa de Lily Potter y de ella misma. -Señora Potter, yo… No entiendo qué quiere decir -acertó a decir. -Alice, mi hijo no te lo va a decir porque tiene demasiado orgullo y aún no ha descifrado grandes misterios de la vida… Por eso creo que debo decírtelo yo… Muchas gracias, Alice -cogió sus manos y las apretó. -Gracias por preocuparte de los demás y arriesgar que lo demás te vean como una traidora solo por salvarles… Eres muy valiente. Y estoy muy agradecida de que mi hijo tenga una persona en su vida como tú… -Señora Potter, pero Albus y yo no… No somos… La mujer sonrió. -Lo sé, lo sé -terció su gesto en una risa. -No tiene que darme las gracias -negó Alice. -Te entiendo -dijo ella simplemente. -Cuídamelo, Alice… Él no te lo dirá… Le cuesta dirigirme a mi la palabra… Pero eres importante para él -le advirtió. -Aunque tú eso ya lo sabes -añadió.
![]()
Potterfics es parte de la Red HarryLatino
contacto@potterfics.com Todos los derechos reservados. Los personajes, nombres de HARRY POTTER, así como otras marcas de identificación relacionadas, son marcas registradas de Warner Bros. TM & © 2003. Derechos de publicación de Harry Potter © J.K.R. |