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La Tercera Generación de Hogwarts
(ATP)
Por Carax
Escrita el Martes 6 de Junio de 2017, 16:59 Actualizada el Miércoles 27 de Enero de 2021, 11:55 [ Más información ] Tweet
El baile
Capítulo 10: El baile -Estás radiante -le piropeó el joven Nicholas Wood, conforme la delicada belleza de Dominique Weasley bajaba los escalones que conducían al Gran Salón, donde tenía lugar el Baile. -Cada vez estás más guapa que tu hermana -añadió. La joven rodó los ojos y sonrió. Como si aquello, en el fondo, no le hubiera molestado. Nicholas Wood agarró su mano y ella, en un impulso inconsciente, la retiró. No entraron como pareja, sino como amigos. Ya hacía un año que todo el castillo se había enterado de que el hijo de la estrella de Quidditch, Nicholas Wood, quien durante bajo la presencia de Lupin en el equipo como capitán no había podido entrar a él; estaba saliendo con la segunda hija de Bill Weasley. Si hubiera sido Victoire, habría sido diferente, pues todo el mundo sabía quién era su hermana mayor. También sabían quién era su hermano Louis, pues era reconocible siendo el único Su único rasgo, el único que podía diferenciarla del resto, era que tenía el cabello rubio platino como lo había tenido su madre. Su hermana siempre saltaría y diría que el de ella también tenía destellos rubios, pues tampoco tenía el cabello pelirrojo del resto de sus primos. Los indudablemente pelirrojos en su familia eran todos sus tíos y su padre, sus abuelos, su hermano con su característico cabello caoba, y sus primos: Molly Weasley, Roxanne Weasley, Lucy Weasley, Fred Weasley, Rose Weasley, Hugo Weasley y Lily Potter. Victoire Weasley no entraba en la lista porque su cabello no tenía el bermejo característico de los Weasley. En ningún momento quería demostrar que era mejor que su hermana, simplemente le molestaba que su hermana siempre se superpusiera a ella. -Oh, mira, ha venido Teddy -comentó Dominique mirando hacia el grupo que destacaba sobre el resto de profesores y alumnos: su familia. Wood chasqueó la lengua como protesta por su presencia. -¿El pelo de color azul? Lo hace por llamar la atención... -dijo Wood con tono de reprobación. Dominique tuvo que coincidir en aquello. Teddy Lupin era conocido por ser una persona que no pasaba desapercibido, ya fuera por su aspecto o por su personalidad arrolladora. Victoire y él eran tan parecidos en ese aspecto que no cabía duda de que estaba hecho el uno para el otro. -¿No me vas a presentar a tu familia? Dominique Weasley terció el gesto. Vio a la mayoría de sus tíos y a sus primos por el Gran Salón decorado para la ocasión. Todos habrían deducido que ella estaba saliendo con Nicholas Wood. No era necesaria una presentación formal, y, siendo honesta consigo misma, tampoco le apetecía. -Bailemos, Nicholas -le pidió mientras le tendía su mano y se dirigía hacia la pista de baile en la que la mayoría de los alumnos eran parejas que se habían formado en Hogwarts a lo largo de aquellos años. -Estoy segura de que ya conoces a mi familia...- añadió, en referencia a la petición de su pareja de baile. Lo cierto es que ambos eran los que mejor bailaban en aquel momento. Nicholas, aparte de ser apuesto y tener una constitución atlética, poseía unos movimientos elegantes a la hora de moverse que potenciaban sus habilidades en la danza. La gracia de Dominique, en cambio, era pura magia. Un hombre de rasgos afables y sonrisa tímida, cuyo pelo bermejo se camuflaba a la perfección con el resto de invitados que se arremolinaron alrededor de McGonagall, se apareció de pronto, causando cierto estupor. Dominique Weasley sonrió al ver su atuendo: una colorida capa con motivos florales que rompía con la elegancia del entorno. Dominique Weasley no tardó en soltarse del agarre de Nicholas Wood y fue corriendo a ver a su persona favorita en el mundo. La única que veía cierto potencial en aquella joven. -¡Dominique! -gritó su tío Charlie Weasley al verla venir hacia él. El resto de la familia Weasley se giró para saludarle también. -Siento causar este alboroto... Pero la Convención de Criaturas Mágicas de Europa del Este ha acabado más tarde de lo habitual... -Ojalá eso fuera una simple excusa y estuvieras viendo a una mujer... -Suspiró Ronald Weasley, volviendo a la broma habitual de que su tío Charlie se quedaría soltero para siempre. -Desde luego con ese traje no encontrarás nunca a una. -Eso dije yo cuando fue el Baile de Navidad del Torneo de los Tres Magos al verte -comentó Ginevra Potter, haciendo que todos se rieran. Charlie Weasley se encogió de hombros y pasó el brazo por los hombros de su sobrina preferida. Esta sonreía sin tapujos, ya que llevaba meses sin ver a su tío y le había alegrado la noche su sorpresa. -¿Se ha calmado la Revuelta de los Vampiros...? -le susurró Harry Potter, sin querer llamar la atención del resto de invitados. Dominique agudizó el oído con interés. -No creo que este sea el lugar para comentar esto, Potter -le contestó con un tono de voz serio Charlie Weasley. Harry Potter asintió y volvió a sonreír, marchándose en dirección a McGonagall. Charlie Weasley miró a su sobrina. -No sabes lo pesado que puede llegar a ser Harry... Aún cree que los mortífagos están detrás de todos los nuevos conflictos... -¿Y no es así? -preguntó Dominique. -¿No estás estudiando Historia de la Magia? ¡Las discrepancias entre criaturas mágicas y magos son parte del día a día del mundo en el que vivimos! Si no hubiera conflictos, ¡no existirían los límites ni las reglas! -le contestó Charlie Weasley. -Pero he oído que la Revuelta de Vampiros fue incitada por unos magos... ¿Qué magos querrían que los vampiros rompan el Acuerdo de Sangre? Charlie Weasley la miró con aprecio. -Te sorprendería saber cuántos magos y otras criaturas querrían... Los vampiros mueven muchísimas riquezas que han ido acumulando a lo largo de los siglos... Si rompen el tratado, el resto de criaturas y seres mágicos podrán hacer con sus bienes lo que les venga en gana. ¡Es política! Cuando me metí en este mundo de criaturas fantásticas, creía que correría aventuras como las de Newt Scamander... -¡Estás destrozando mis expectativas! -rio Dominique Weasley.- Aun así, me parece muy extraño que precisamente los vampiros de Rumanía inicien esa revuelta. ¡Son prácticamente los monarcas de allí! ¿Por qué querrían poner su situación en peligro? Su tío la miró enigmáticamente. -Hay falta de esa actitud que muestras entre los líderes que nos dirigen, Dominique... -La joven se sonrojó. -¡Defender a aquellos que no son magos es sumamente difícil! ¡Te traerá problemas si sigues así! -Tú nunca has tenido ninguno, tío Charlie. -Eso es porque yo no soy una criatura mágica... Tú, en cambio,... -el hombre se rascó la barbilla. Miró fijamente a los ojos y sonrió. -Eres la única de tu familia capaz de convertirse en veela -le confesó, como tantas otras veces le había prometido. -¡Eso es imposible! Además, según lo que has dicho, me traería más problemas... -¡Desde luego! ¡Y esa es la mejor parte de todas! -le dio unas palmaditas en la espalda a su sobrina. -Y haces bien en preocuparte por la revuelta... En realidad, no pensaba venir al baile... Pero necesito tu consejo, sobrina. Dominique Weasley cambió su expresión. Estaba, de pronto, nerviosa. Solo en un par de ocasiones le había pedido consejo su tío. Eran asuntos altamente confidenciales que le confiaba a ella por tener, según él, un razonamiento justo y en beneficio de las criaturas mágicas. Nadie sabía aquello y nadie podía jamás saberlo. Era por esa razón por la que a Dominique le daba igual estar algo olvidada en su familia e ignorada en una burbuja donde todo el mundo creía que era la dulce copia exacta de Victoire. Su tío Charlie siempre había conocido el interior de su sobrina y lo admiraba más que a cualquier otra persona. -¿Es por la Revuelta...? Porque pienso que antes de tomar una decisión definitiva, deberíais investigar más a fondo... En serio, no creo que Aurel se haya puesto en peligro así como así. - La joven recordó el rostro del vampiro más anciano que había conocido. Pálido, con rasgos angulosos y una mirada tenaz, Aurel era amigo de su tío y lo había conocido en su primer viaje a Bulgaria a solas con su tío. Bill Weasley consentía aquellos viajes sabiendo que eran instructivos y que se ganaría el rechazo continuo de su hija de lo contrario. -Lo sé, lo sé. Ya he hablado con él y me ha dicho que su Clan no tiene nada que ver con la revuelta -le aclaró Charlie Weasley. -El consejo es por otra cosa... Pertenezco al jurado que va a valorar si un hombre lobo puede convertirse en auror. -¿Es Moonlight? Su tío Charlie asintió. Ella frunció los labios. Si no fuera él, no dudaría en defender a un licántropo de los prejuicios que siempre habían limitado a estas criaturas. Además, sabía por qué le preguntaba precisamente a ella. -¿Ha pasado todas las pruebas? -preguntó, entre sorprendida y escéptica. Su tío Charlie asintió. -Ya sabes que para el Departamento los hombres lobo siempre han sido un objetivo a vigilar... No un compañero. -Lo cual es totalmente injusto -añadió ella. -Pese a que en su adolescencia puede que sufriera el descontrol hormonal que padecen la mayor parte de magos convertidos en criaturas mágicas... Creo que el hecho de que sea licántropo no debe ser un impedimento para que se convierta en auror. -Dominique suspiró, no era precisamente una decisión fácil. -Aun así, creo que deseará no haberse metido en el Departamento cuando esté de lleno en él. -Eso ya será su problema, Dominique -terció Charlie. -Lupin hizo mucho en favor de los hombres lobo... Qué pena que nuestra familia siga marcada por el lado oscuro de estas criaturas. Aquello lo dijo por varias razones. Primera, su padre, Bill Weasley, tenía la cara desfigurada por obra y arte de Greyback en la Batalla de Hogwarts. Segundo, Teddy Lupin había sido convertido en su adolescencia por Moonlight y se había tenido que retirar de ella durante dos años, que coincidieron con su tercer y cuarto año en Hogwarts. Aquello había sido un duro palo para la parte Potter y el resto de Weasley que lo echaban de menos en las Navidades. Y, por último, ella, Dominique Weasley. Tenía en la espalda la cicatriz incurable de las garras del joven hombre lobo que mordió a Teddy Lupin porque se puso delante de ella para protegerla. Aparecerse era más complicado que lo que le decían sus primos. La joven pelirroja se precipitó sobre el suelo al haberse aparecido en el aire. Cayó de bruces y su cara se estampó de lleno con el empedrado de los pasillos del castillo. Estaba cubierta de barro y la sangre le salía borbotones de su costado. Si no se daba prisa, alguien la encontraría allí. Nadie podía encontrarla. No podían saber que había salido fuera del castillo. Les pondría en peligro. Intentó incorporarse pero sus piernas flaquearon. Se acercó, arrastrándose, hasta la pared. Dejaba una estela de barro y sangre tras sí, que probablemente le perseguiría. Estaba cerca de los baños del segundo piso. Escuchó unos pasos a lo lejos. Tenía que darse prisa. Los pasos se acercaron. Se acomodó, pegada a la pared. Con suerte y gracias a la oscuridad del pasillo, pasaría desapercibida en el suelo. Una figura se hizo visible y la joven pudo ver como una alumna de Gryffindor se encaminaba en dirección a los baños. Estaba en pijama, por lo que podía decirse que aquella muchacha había decidido no acudir al Baile. Cuando salió del castillo aquel día, lo que más temía era encontrarse con alguien a la vuelta. Si había elegido aquel día era porque todo el mundo estaría pendiente del Baile o en sus habitaciones. Excepto por aquella alumna de Gryffindor y ella, claro estaba. Los pasos se alejaron y, afortunadamente, la joven pelirroja pareció invisible a los ojos de la que deambulaba por los pasillos a altas horas de la noche. Suspiró. Otros pasos volvieron a oírse. El corazón de la pelirroja se aceleró a un ritmo precipitado. No solo se había impregnado de su propio olor a sudor y barro, sino que el olor a sangre también era alarmante. ¿Se desangraría allí en mitad del pasillo? Se acercó a la pared, deseando fundirse con la oscuridad con todas sus fuerzas. Ojalá hubiera un hechizo para ello. Ojalá tuviera en su poder la Capa de la Invisibilidad de su tío Harry Potter. -¿Weasley? -la llamó una voz grave y conocida. - ¿Qué haces ahí tumbada? -preguntó con sorna. Estaba claro que Alexandra Knopf no la había visto bien. Sería por ello por lo que conjuró su varita para que funcionara como una linterna improvisada y la alumbró. La joven pelirroja pudo ver cómo su expresión cambió drásticamente. ¿Qué le había sorprendido tanto? Que ella llevara un vestido gris medio roto y lleno de barro para empezar. Nadie solía ver a Roxanne Weasley con vestido. Y segundo, su herida abierta en el costado. Su rostro compungido. Y sus pies descalzos llenos de arañazos. Una estampa memorable. -No avises a nadie, por favor -le rogó con un hilo de voz. Knopf frunció el ceño. La joven pelirroja cerró los ojos, rindiéndose ante aquella situación. -¿Qué te ha pasado? -dijo alarmada. Roxanne Weasley se encogió de hombros a duras penas. -Estoy bien... -susurró. Era evidente que aquello era una mentira colosal. Y Knopf no se la tragó como le habría gustado. -No se lo digas a nadie, por favor... Tiene que ser un secreto. Aparentemente, aquello era una carga monumental para Knopf. Roxanne Weasley lo sabía. De hecho, estaba calculando las posibilidades que tenía de salir ilesa de aquella situación y se le estaban agotando. Unos pasos volvieron a escucharse. Joder. ¿Una no podía estar tranquila y morir en paz? Sus ojos miraron a los de Knopf. Esta bufó. Seguramente le habría irritado no poder llevarla a Enfermaría y asegurarse de que una alumna no moría delante de sus ojos. Quizás Roxanne estaba siendo exagerada y su herida no era tan grave, pero dolía a rabiar. -Te guardaré el secreto, Weasley -concedió Knopf en voz baja, ante la amenaza de un pasillo. -Pero hay que sacarte de aquí y curar esa herida. Roxanne asintió a duras penas. -No sé dónde puedes llevarme... -añadió en voz baja. Knopf sonrió y asintió. Parecía como si ella si supiera a dónde llevarla. La cogió de un brazo y huyeron de la amenaza de los pasos que parecían venir hacia ellas. Se dirigieron hacia las escaleras y comenzaron a subir. Por cada tramo que subían, Roxanne se quedaba más y más sin aliento. Sentía su costado palpitar cada vez más y sus piernas flaqueaban más de la cuenta. -Ya estamos aquí: el corredor del séptimo piso. Se acercaron al tapiz de Bárnabas el Chiflado. Knopf dejó a un lado a Roxanne y se paseó tres veces frente al pedazo de pared despejada, sumamente concentrada. De pronto, literalmente por arte de magia, una puerta gigantesca se apareció en la pared. La sala que Viene y Va. Roxanne Weasley había escuchado las historias de sus padres, pero siempre había creído que aquello de que fuera una Sala mágica era mentira. Y, no obstante, allí estaba ella, frente a la puerta de la Sala de los Menesteres. Alexandra Knopf volvió a por ella, le ayudó a sostenerse en pie y entraron por la puerta a una pequeña sala, cuya entrada se desdibujó rápidamente de la pared. -Me la esperaba más grande -susurró Roxanne. Era cierto. En las historias que le habían contado, la Sala era tan grande que practicaban hechizos de destrucción que no se oían desde la otra punta. Lo que tenía ante ella era una pequeña especie de cocina con una camilla en medio. De ninguna manera pudieron caber allí más de cinco personas. -Por lo que he leído, la Sala cambia según las necesidades de quien la utilice -explicó Knopf encogiéndose de hombros. -Ahora necesitamos una enfermería. La joven herida asintió y se subió a la camilla. Vio que había un fregadero donde podía lavarse más tarde y un uniforme de Gryffindor al lado. Su madre la mataría si llegara a enterarse de las condiciones en las que había acabado ese vestido gris que tanto empeño tenía Angelina en que se pusiera. En las estanterías, había un montón de pociones con etiquetas que indicaban sus nombres. Se llevó la mano a la cabeza con frustración. Ojalá fuera igual de buena en Pociones que su prima Lucy. -¿Cómo...? ¿Podrías curarme? -preguntó con algo de vergüenza. Knopf rio. -Oh, por supuesto... Mi padre es enfermero y me enseñó de pequeña a coser heridas -Roxanne sonrió agradecida. Alexandra Knopf rio secamente. -Supongo que la ironía y el sarcasmo en estas ocasiones es difícil de pillar, ¿eh? Mi padre es conductor de autobuses... -Suspiró y se dirigió a las estanterías. - Veamos si verdaderamente sirven de algo las clases de Slughorn... -No tienes por qué hacerlo, Knopf -le dijo Roxanne en un hilo de voz. En realidad, no se sentía con fuerzas y probablemente el ungüento que ella elegiría sería erróneo. -No tienes por qué ayudarme. La enfermera improvisada se encogió de hombros. -Digamos que quiero hacerlo... Guardaré tu secreto, tranquila. No me gustaría que mi capitana estuviera incapacitada. Además, le he cogido el gusto a verte batear. -¿Alguna vez irás al baile? -¿En serio crees que voy a arreglarme y buscar pareja solo para ver a mi padre regodearse de su propia fama? -le respondió James Sirius Potter. -Tengo mejores cosas que hacer. Fred Weasley se rio. -Buscar pareja lo tendrás fácil... -¿De veras, Fred? -le cuestionó con cierto sarcasmo. -Estoy seguro de que quien quiera ir conmigo será por el hecho de poder ver a Harry Potter más cerca. -Podrías ir con tu escoba de Quidditch... Es la única a la que quieres más que a ti mismo... -James le tiró un cojín y se rio. -Jordan tendrá que venir con alguno de los dos. Supongo que lo echará a suertes. -O no irá con ninguno... Piénsalo, igual a ella sí que le gusta alguien que no sea su sombra... -le contestó James con una sonrisa pícara ante la mirada de reproche de su primo. -¡Oh, venga! ¿Solo soy yo el narcisista? ¿Has olvidado al<<gran inolvidable y único Fred Weasley>>? ¡Es el nombre con el que firmas todos los deberes! El joven Weasley rio y se mordió el labio. Se pasó la mano por el pelo y se giró cuando escuchó a alguien entrar a la Sala Común casi sin aire. Su respiración entrecortada y con sudor en la frente. -¿Te has encontrado un troll en el baño? -le preguntó Fred mientras se levantaba para acercarse a ella. -¡Idiota! -le contestó. -Es mi compañera de cuarto, Brooks... No la encuentro. -Estará en la biblioteca, Jordan -sugirió James mientras también se incorporaba. Ella negó, visiblemente nerviosa y casi temblando. -Iba a ir al baño... Pero cuando he ido, el baño estaba inundado y ella no estaba allí. -¡Habrá ido al otro baño del segundo piso! -dijo Fred, restándole importancia a la preocupación de su amiga. -Se habrá inundado por todas las tías que tardan miles de años en ducharse para el Baile... -¡No, Fred! ¡Le ha pasado algo! -gritó irritada, mientras controlaba su respiración. Los primos cruzaron una mirada. Sacaron a Susan Jordan de la Sala Común Gryffindor y se dirigieron al pasillo, James se aseguró de que llevaba la Capa de la Invisibilidad y el Mapa Merodeador consigo, pues lo había cogido para hacer ronda con Fred y poder gastar bromas a aquellos que se hubieran pasado con el ponche. -¿Por qué crees que le ha pasado algo? Es Brooks, ya sabes... Lo máximo que le puede pasar es que suspenda -razonó James. -Venid -dijo simplemente, conduciéndoles por los pasillos hasta el segundo piso. Fue entonces cuando los tres vieron un rastro de sangre y barro por todo el pasillo. Susan Jordan se acercó a sus amigos, algo temerosa. James apretó la mandíbula y Fred fue el que siguió la estela. -Empieza aquí -informó, aunque tanto Susan como James se habían percatado de ello. -Es como si alguien hubiera arrastrado un cuerpo...- comentó Susan. -¿Caído del cielo? -¿En serio crees que es Brooks? -le preguntó seriamente preocupado James. -Dijiste que iba al baño... A lo mejor ha ido al de este piso. Está ahí al lado. Quizás vio esto y se escondió. Fred y Susan asintieron. -¿Nos ponemos la Capa de la Invisibilidad? -propuso Susan. -Y podrías mirar en el Mapa si está Brooks. James Potter sacó la capa y la pasó por encima de ellos tres. Les miró y les indicó que avanzaran hacia el baño. -Si Brooks está allí, lo veremos. Al entrar al baño, sintieron un escalofrío. Era como si la temperatura hubiera descendido en picado. Sabían que allí residía en fantasma de Myrtle la Llorona, pero no era esa la presencia que les hacía estar en alerta. Es más, era el silencio de esta lo que les estaba poniendo nerviosos. Myrtle siempre daba la bienvenida a su baño. ¿Qué ocurría aquella noche en el castillo? Entraron cautelosamente. James Potter no pudo dejar de pensar en que aquel era el baño que tenía la trampilla a la Cámara de los Secretos. Pero esta estaba cerrada. Y ya no tenía "secretos". Se acercaron a los lavabos. -¡AAAAARGHHH! -gritó Susan Jordan. Se agarró fuertemente al brazo de Fred y este alejó a los tres de aquel lugar inconscientemente. Soltó una maldición y se quitó la capa para salir inmediatamente de allí, agarrando a Susan Jordan del brazo. James se quedó allí, con la capa en la mano. Se acercó a la figura que estaba ante ellos. Cornelia Brooks. Estaba petrificada. Como si no respirase. Su expresión se había inmortalizado, era una mezcla de horror y sorpresa frente al espejo. Contempló su suave piel, pálida. James frunció los labios y se percató de que la muchacha estaba descalza. Su alrededor estaba encharcado, pero no había ninguna tubería rota. Tocó a la joven y sintió un frío helador. No obstante, sintió como su sangre fluía por dentro. El palpitar de su corazón. -Susan se ha ido a su cuarto -le dijo Fred desde cierta distancia. -Avisemos a los profesores, James... No creo que... El joven Potter alzó la mano y miró fijamente a su primo. Ambos sintieron una necesidad imperial de salir de allí. -¿Has oído eso, Fred? Por supuesto que lo había hecho. Un siseo. -Nos vamos de aquí cagando leches... -dijo marchándose. -¡Tengo que sacarla de aquí! -le pidió James, sintiéndose culpable por dejar a Brooks sola allí. -Quizás podamos salvarla... -¡He dicho que nos vayamos de aquí! -rogó impacientemente el joven Weasley. -Ve a por McGonagall... Está viva, Fred. Yo me quedo con ella. Fred rodó los ojos. -Esta es la última vez que te hago caso, James. ¿Me has escuchado? ¡La última vez!
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